Rosas

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lunes, 28 de febrero de 2022

"Los funerales de la Argentina federal"

 Por Pepe Muñoz Azpiri

        "Como órgano del pueblo y de la multitud popular, el caudillo es del tipo opuesto al militar, que es por esencia órgano del gobierno, de quien siempre depende.

            El caudillo supone la democracia, es decir, que no hay caudillo popular sino donde el pueblo es soberano, mientras que el militar es de todos los gobiernos, y especialmente del despótico y monárquico. 

 

            El caudillaje que apareció en América con la democracia, no puede ser denigrado por los que se dicen partidarios de la democracia, sin el más torpe contrasentido (...)"

 

                                                                                   Juan Bautista Alberdi

 

Desde la aparición en el escenario universal de nuestra nación como nación independiente, coexisten dos proyectos de país antagónicos. Tanto en el plano político como económico, dos realidades se enfrentaron sangrientamente. Esta contradicción subsiste hasta el día de hoy. "La división argentina, no es política, es geográfica, no son dos partidos, son dos países" reflexionó amargamente el tucumano Juan Bautista Alberdi, al analizar el federalismo de los caudillos y la política unitaria de los grupos portuarios.

            Buenos Aires desarrolló un modelo hegemónico, basado en una burguesía mercantil, con el propósito de establecer un modelo librecambista que favoreciera su crecimiento económico. Su sustento ideológico era el racionalismo de la ilustración, las "luces" de la "civilización" que llegaban de Europa, a las cuales el país debía amoldarse. Esta teoría ahistórica del "progreso indefinido" fue impuesta al resto del país mediante bayonetas y expediciones punitivas. Se pretendió encajonar a la Argentina es esquema teóricos importados "en la filosofía sensualista de Condillac - decía José María Rosa - la ética utilitaria de Bentham, el liberalismo constitucional de Constant" como si la realidad histórica de un país se desarrollara en base a postulados predeterminados.

            Este fue un esquema de país, el puerto importador de manufacturas y la pampa productora de materia prima. La "granja próspera", la factoría "elegante" para la cual el resto del país no importaba

            La otra realidad fue el país real, el interior, cuyo incipiente desarrollo artesanal ya sufría la retracción económica producida por la apertura a las mercaderías británicas decretada por la administración borbónica.

            Su concepción de nacionalidad era telúrica, basada en el arraigo a la tradición de las antiguas comunas castellanas (Patria es el lugar donde se nace) y, en consecuencia, diametralmente opuesta a las concepciones intelectuales de los cenáculos portuarios.

            "El tema del espacio fue siempre vital para los federales. Parecían condicionados por definiciones geopolíticas precisas, - comenta Marcelo R. Lascano - animados por la previsión enunciada por Montesquieu. El espacio es destino, según el pensador, luego el alma de una nación cambia en la misma proporción en que su extensión aumenta o disminuye, en que se ensanchan o se estrechan sus fronteras"

            La rapidez con que, después de Caseros, se aprueban los tratados suscriptos el 10 de julio de 1853 con Gran Bretaña y Francia sobre libre navegación de los ríos demuestra, inobjetablemente, que el espacio para los unitarios jamás constituyó una prioridad nacional, como lo fueron las definiciones estratégicas de Chile y Brasil para circunscribir la cuestión a la región.

            En 1835, tres caudillos se destacaban en el país: Facundo Quiroga, asentado en el Norte y Cuyo, Estanislao López en el Litoral y Córdoba y Juan Manuel de Rosas en la provincia de Buenos Aires.

            Tanto Rosas como Quiroga y López representaban la oposición al "progreso", no por la supuesta barbarie con la que los estigmatizó Sarmiento, sino porque advertían que tras el romanticismo de los salones literarios y las declamaciones de los apologistas del libre cambio, se agazapaba la injerencia de los intereses foráneos.  trascendía el marco de la patria chica y se insertaba en un contexto continental. La concepción política de los caudillos (que en carácter de tal constituían la expresión máxima de la democracia) trascendía el marco de la patria chica y se insertaba en el contexto continental. Al igual que José de San Martín, se llamaban a sí mismos "americanos" pues subsistía en ellos el espíritu de unidad de la antigua anfictionía hispánica.

            Lejos de lo que la falsificación histórica del liberalismo ha difundido, el período de la Confederación Argentina constituyó no solo un proyecto de desarrollo (Ley de Aduanas de 1835, Banco de la Provincia de Buenos Aires, Ley Agraria, desarrollo de manufacturas, etc.) sino también de afianzamiento de la unidad nacional y desarrollo de la cultura. Al respecto, basta la lectura de la "Carta de la Hacienda e Figueroa" del propio Rosas y los trabajos del maestro Fermín Chávez sobre la cultura durante el predominio federal.

            Al contrario, la enunciación y los métodos de los partidarios del iluminismo adquiría, a veces, visos de ingenuidad y desconocimiento de la realidad americana y en otras oportunidades se revestía de racismo y metodologías terroristas que hubieran espantado a os mismos protagonistas de la Revolución Francesa. Un testigo de la época, refiriéndose a Sarmiento lo describe diametralmente diferente al retrato de la mitología liberal:

             "El Sr. Sarmiento, que tanto se jacta de imitar a los norteamericanos, parece inspirarse más bien en las ideas de Rosseau que de Jefferson: Es partidario de la intolerancia política, es un inquisidor, un Robespierre, un Torquemada político. Es Un civilizador a cañonazos bayonetazos" ( Alejo Peyret, "Cartas sobre la intervención a la provincia de Entre Ríos", publicadas con el seudónimo "Un extranjero". Buenos Aires.1873).

            El 3 de febrero de 1852, con la derrota nacional de Caseros, se derrumbó el gran proyecto de la Confederación. El aparato político forjado por Juan Manuel de Rosas, bajo la advocación del federalismo, que había constituído la génesis de un Estado Nacional es desmantelado por constitucionalistas exasperados que ya habían colaborado con las intervenciones anglo-francesas desde Montevideo. Paradójicamente, el mal llamado "Período de organización nacional" se transforma en el de la desorganización nacional. Nuevamente Buenos Aires por un lado y el resto del país por el otro, la tajante opción de civilización o barbarie creada por Sarmiento impedía establecer un diálogo entre provincianos y porteños.

            Bartolomé Mitre - hombre clave del unitarismo en la década del 60 - tras la defección de Urquiza en Pavón, asume las riendas del país. Su gobierno se caracterizará por el absoluto control de nuestra política exterior por parte del Imperio Británico, por el brutal sometimiento y represión en las provincias y por la cruenta guerra de la Triple Alianza.

            El aislamiento del Paraguay, iniciado por Gaspar Rodríguez de Francia y continuado hasta Francisco Solano López había evolucionado a un estado autártiquico que transformó a la nación guaraní en generadora de manufacturas y bienes artesanales.

            El Paraguay construyó arsenales y astilleros, flotas fluviales y de ultramar, telégrafos, fábricas de pólvora, papel. loza, azufre y tintes. Estableció fundiciones en Ibicuy para el tratamiento de carbón de madera y mineral de hierro. Desarrolló el primer ferrocarril de América del Sur. Alcanzó un alto grado de alfabetización y monopolizó en manos del Estado el comercio exterior. Es decir, estableció un modelo de nación independiente, absolutamente inverso al nos impuso posteriormente la celebrada generación de 1880. En consecuencia, y más allá de su cuestionable autoritarismo y sistema dictatorial, la dirección elegida en el terreno económico constituía un ejemplo peligroso de imitar por las naciones vecinas. Su proceso de desarrollo independiente desarticulaba la política comercial británica, que necesitaba imperiosamente de mercados externos para colocar los excedentes del maquinismo industrial. Sin la existencia de la India y de las naciones hispanoamericanas como mercados de consumo, el desarrollo capitalista de Inglaterra hubiera sido imposible.

            Mitre, fiel representante de los intereses británicos, elaboró una política de provocaciones que culminó en la guerra del Paraguay. No tuvo escrúpulos en declarar públicamente sus razones:

             "Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña, a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptos en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor felicidad de los hombres"

 

Miles de argentinos regaron de sangre las trincheras y los esteros paraguayos para que los obreros de Manchester y Liverpool no perdieran sus fuentes de trabajo, al igual que hace cuarenta años los soldados se congelaban en las turberas de Malvinas mientras los representantes de la Trilateral Commission regían el destino económico del país.

En nombre de la civilización; Brasil, con sus cuatro millones de  esclavos y la Argentina, que degollaba a las montoneras en las provincias, arrasaron con el último proyecto americano de envergadura. Semejante crimen histórico, en el que los "voluntarios" debían ser enviados engrillados al frente de batalla, fue resistido por los últimos representantes de la Argentina Federal: Ángel Vicente Peñaloza - el Chacho - Felipe Varela y Ricardo López Jordán.

            Es inexacto que redujeron el país a mezquinas concepciones localistas. Estos caudillos se levantaron por la unidad nacional y americana, no contra ella. Constituyeron el último resplandor de la memoria orgánica de la América Hispana otrora unida y ya descuartizada. Sus manifiestos aún resultan proféticos.; Felipe Varela, en 1863, durante la inauguración de la Sociedad de la Unión Americana en Sucre, proclamó:

 

            "¡Si, señores! Ambas aves cuentan numerosas victorias, ambas son el emblema de la gloria, pero hay una diferencia. Cuantas veces el águila imperial remontándose a las alturas, ha tendido la vista sobre el hemisferio, ha sido solo para divisar donde hay un pueblo indefenso que desgarrar. Al contrario, cuantas veces el cóndor republicano, desde las cumbres de Los Andes ha tendido su vista sobre el continente, solo ha sido para ver donde hay un pueblo oprimido que liberar. El águila es el representante del pasado y el cóndor es del presente y el provenir; aquel anuncia conquistas, éste libertad. El águila representa la usurpación y el cóndor el derecho".

 

            ¿Era este el pensamiento de la anarquía y el atraso? ¿Era éste el testimonio de la barbarie? Tal vez, si consideramos que en los países periféricos determinados conceptos deben considerarse a la inversa del significado que le atribuyen las usinas centrales que las emiten. La "barbarie montonera se transformó posteriormente en la "chusma radical" y el "aluvión zoológico" peronista. Alem fue "el hijo del mazorquero", Yrigoyen el paladín de la chusma y Perón el "tirano depuesto", el "gran corruptor", categorías que en el leguaje político de la oligarquía se aplican a quienes representan las luchas de los pueblos por su autoconciencia.

           

 

 

                                                                                               Pepe Muñoz Azpiri.

 

1 comentario:

  1. Muy buen artículo. Pone el dedo en la llaga, en la verdadera brecha.

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