Por Aldo Duzdevich
El 25 de septiembre de 2021 el compañero periodista Martín García publicó en NAC&POP una nota titulada “Rucci, los Montos y la CIA”, con un epígrafe entre comillas: “A Rucci lo mató la CIA” (Rodolfo Walsh). No brinda el origen de la cita de Walsh, y es la primera vez que la leo. Pero vuelve ahí Martín con el intento de reconciliar a Firmenich con Perón, formulando la teoría conspirativa de que a Rucci lo mató un misterioso comando paramilitar de la CIA. En Historia se trabaja con hechos y con interpretaciones. Los hechos son de carácter objetivo y las interpretaciones están condicionadas por la subjetividad de quien las hace. En este caso, el hecho es que un comando acribilló a balazos al secretario general de la CGT dos días después de que Perón ganó su tercera presidencia en 1974, y que en ese momento ninguna organización reivindicó el asesinato. Entonces surgió el “fue la CIA”, la interpretación más común entre la militancia política, incluyendo a los cuadros de base montoneros. Nadie más que el peor enemigo del Movimiento Nacional podía cometer un crimen de esta naturaleza en ese momento histórico. Ese asesinato solo beneficiaba a los golpistas, a la oligarquía y al imperialismo yanki, como muy bien lo desarrolla Martín en su nota.
Pero la sorpresa fue mayúscula cuando esa noche y los días siguientes en voz baja los cuadros de conducción de Montoneros bajaron a sus bases el “fuimos nosotros”. Recién dos años después, en el número 5 de Evita Montonera de Junio-Julio de 1975 la organización Montoneros –en su órgano de prensa oficial– reconoció la autoría del “ajusticiamiento” de Rucci, junto a otros 15 “ajusticiamientos” que no había asumido públicamente en su momento. Martín García construye su interpretación a partir del siguiente planteo: “Cuando hay un asesinato, para averiguar quién fue el asesino la pregunta de rigor es a quién beneficia esta muerte”. Y se responde: no se benefició el sindicalismo, ni Montoneros, ni la burguesía nacional, y sí se beneficiaron la oligarquía y el imperialismo yanki. Comparto totalmente esto último. Ese razonamiento fue el que un sector muy importante de militantes montoneros hicimos, y cuya conclusión fue: “si estamos en una organización cuyas acciones se confunden con las de la CIA y benefician al enemigo, estamos en el sitio equivocado”. Así nació la JP Lealtad, disidencia que nos costó desde una campaña de acusaciones descalificatorias que aún hoy perdura, hasta haber sido condenados a muerte o que pusieran bombas en nuestros locales. No sé dónde militaba en ese momento Martín, pero si hubiese escrito eso mismo en 1973 se habría enfrentado a las condenas descalificatorias de Descamisado o del diario Noticias dirigido por Bonasso.
Existen teorías conspirativas del otro lado que aseguran que Montoneros fue creación del ministro de facto Francisco Imaz y de los servicios de Inteligencia del Ejército. O que Aramburu murió en el Hospital Militar y no en Timote, fusilado por Abal Medina. Estas teorías no tienen ningún asidero fáctico, salvo las suposiciones del estilo “a quién beneficia su acción”. Interpretaciones como las de Martín –“fue la CIA”– refuerzan estas teorías: si los ejecutores materiales fueron cuadros montoneros, pero la orden fue de la CIA, eso daría pie a creer que Firmenich siempre fue un agente del Batallón 601 al servicio de la CIA. Por mi parte, lo considero un personaje de pocas luces y bajo nivel político e intelectual –y con una enorme soberbia–, pero no existe ninguna prueba valedera para tildarlo de traidor a los suyos o de agente del enemigo. Respecto a la veracidad de la autoría del hecho, algún pasado de copas dirá que el Evita Montonera también fue escrito por la CIA para engañar a los historiadores. Si fue así, los engañados somos muchísimos. Paso a transcribir algunos de los testimonios de reconocidos exmilitantes.
Miguel Bonasso, escritor y exmontonero: “El Pepe Firmenich, de manera fría y seca, nos confirma oficialmente que Rucci fue ejecutado por la Organización. Lo explica en términos estratégicos: la lucha contra el vandorismo… y su responsabilidad en la masacre de Ezeiza. (…) No estoy de acuerdo y lo digo. (…) Firmenich da largas explicaciones e incluso sugiere que el capo de la UOM, Lorenzo Miguel, le dio luz verde al atentado. (…) Al otro día fuimos a cenar con Lino Roque, que me contó con pelos y señales el atentado contra Rucci” (Bonasso, 2000: 141).
Juan Gelman, poeta y exmontonero: “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia de la clase obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Cuando se produce lo de Rucci en septiembre de 1973 y lo de Mor Roig después, hay gente de distinta procedencia que no está de acuerdo. Como conclusión, lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media” (Mero, 1987: 101).
Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de la Nación (2003-2012): “No tengo dudas de que a Rucci lo mataron los Montoneros y FAR, que acababan de fusionarse. Lo hicieron con un propósito múltiple: en su delirio habían acuñado la teoría de que había que negociar con Perón, ‘apretándolo con un muerto sobre la mesa’. Al mismo tiempo buscaban congraciarse con Lorenzo Miguel (…) y ajustar cuentas con Rucci. (…) Ni el secretario de la UOM vio con simpatía este crimen, ni a Perón lo ‘apretaron’, sino que se enfureció realmente” (declaración al historiador Santiago Senen González, Todo es Historia, 314, septiembre 1993: 20). Carlos Mugica, sacerdote: “¿Quién mató a Rucci? Los montoneros. No es lo que yo opino. Lo sé. Los montoneros lo hicieron saber directamente. Le quitaron la alegría tremenda de experimentar a Perón dos días después de ser elegido presidente… Le castraron la alegría y eso es imperdonable. No importa la autocrítica… ¡la cagada que hicieron! Un error tremendo de la burocracia montonera, la nueva burocracia” (en Chivilcoy, noviembre de 1973). Ernesto Jauretche, exmontonero: “Los compañeros entraron a la casa de al lado como una empresa de pintura. Cuando Rucci salió rodeado de la custodia, estaba completamente a tiro, porque le estaban apuntando de arriba… y además le tiraron una granada” (relato en la película El Golpe, una producción para TV de Anima Films y The History Chanel Latinoamérica, dirigida por Matías Geilburt y locución de Gastón Pauls). Enrique Gorriarán Merlo, exjefe del PRT-ERP: “La lucha interna entre la izquierda y la derecha peronista se dirimía a tiros. En cambio, nosotros, en todo lo que se refería a dirigentes sindicales o políticos, tendíamos a dirimirlo de otra manera… Igual los Montoneros, poco antes de que asumiera Perón, mataron a Rucci, aunque no se hacían cargo y quedaba la duda. En ese caso tuvimos que sacar un comunicado diciendo que no habíamos sido nosotros; por supuesto que no decíamos quién había sido” (Gorriarán Merlo, 2003: 207).
Juan Gasparini, ex “oficial montonero” y escritor: “Los siete miembros del equipo operativo dirigido por Horacio Antonio Arrue, ‘Pablo Cristiano’, lo acribillaron a perdigones. A dos días del abrumador triunfo electoral de Perón. (…) Si bien no hubo firma pública para la militancia, fue un secreto a gritos que la ‘Traviata’ era la primera opereta de la flamante OPM. (…) Firmenich confesará ante Jorge Asís en Brasil: ‘Nosotros no matamos a Rucci. El error nuestro fue político, no haberlo desmentido en su oportunidad’”. Gasparini reflexiona: “No, pero sí. La equivocación no fue la ejecución, sino el olvido de impugnarla. Si no se la negó fue para capitalizarla entre bambalinas y porque a Perón no debía quedarle duda de quiénes ‘le habían tirado el fiambre’, usando la expresión que volveremos a escuchar en la boca de Firmenich” (Gasparini, 1988: 70).
Carlos Flaskamp, ex “oficial montonero” y escritor: “La idea del comando fuera de control puede ser descartada, porque todas las estructuras estaban bajo control en esta etapa, y también porque sería ilógica, ya que la acción contra Rucci contó con el respaldo orgánico de la conducción y los ámbitos inferiores. (…) En la conducta de Roberto Perdía, quien se autotitula ‘jefe montonero’ y efectivamente lo era en ese momento y también después, hay una evidente intención de embuste cuando un cuarto de siglo más tarde, en su historia lavada de los montoneros, todavía pretende no saber nada del asunto. Lo sabía hasta el último miembro pleno de la organización y tanto más Perdía, que integraba su núcleo nacional de conducción” (Flaskamp, 2007: 122).
José Amorín, ex “oficial montonero” y escritor: “En realidad, el asesinato de Rucci constituyó la forma de zanjar de una vez por todas las discusiones entre Movimientistas y Militaristas. En ese momento en la Conducción Nacional eran ocho. De ellos, cuatro (Firmenich, Hobert, Perdía y Yager) provenían de Montoneros. Tres (Quieto, Roqué, y Osatinsky) de FAR y Horacio Mendizábal de Descamisados” (Amorín, 2005: 253).
Horacio González, exmilitante montonero y escritor: “Yo personalmente imaginé que había una autoría de esa índole y por eso mismo junto a muchas otras personas decidimos dar un paso al costado al poco tiempo de la organización. Rucci es una criatura de él, no era una criatura del peronismo, era un hombre de la extrema fidelidad a Perón. (…) Entonces, creo que Perón valoraba mucho a Rucci, era el secretario general de la CGT y además era el líder de la UOM. Montoneros sabía que si tocaba a Rucci de esa manera –aunque la Historia nunca es fácil de predecir– iba a estar en el límite, y que Perón iba a aceptar esta fuerza antagónica e iba a aceptarlo en conciencia histórica de un modo dialéctico, con negatividad” (La Política On Line, 12-12-2006).
Néstor Verdinelli, exjefe militar de Taco Ralo, FAP: “Montoneros siguió empecinado en dar la lucha en ese terreno superestructural. Esa estrategia culminó con el asesinato de Rucci. Que fue hecho para presionarlo a Perón, para obligarlo a negociar. Error capital, cometido tanto por incapacidad de análisis como por desconocimiento elemental de Perón y su psicología. Rucci era un incondicional de Perón y en su historia no hay nada que justifique matarlo. Allí sellamos la separación de las fuerzas populares y las organizaciones armadas. Después sería sólo un proceso inevitable el ir siendo masacrados a manos de los criminales más crueles de nuestra historia” (Duzdevich, 2015). Jorge Rachid, exmilitante montonero: “Cuando lo matan a Rucci, estábamos con Greco en la JTP y nos vamos a verlo al Canca en la calle Chile. Empezamos a redactar un comunicado de repudio acusando a la CIA y a los servicios cuando llega un compañero ‘comandante’ que nos dice: ‘¡Paren, boludos, qué están haciendo, si lo hicimos nosotros!’. (…) Para nosotros fue como un mazazo por dos cosas. Primero porque nosotros –pese a estar en JTP– no le teníamos animadversión. Más enemigo nos parecía Lorenzo Miguel, porque en términos de poder político era más fuerte que Rucci, que era el delegado de Perón. Matarlo a Rucci era matarlo a Perón, porque Rucci no tenía otro poder que no fuese Perón. Pero Lorenzo Miguel –que era el jefe del aparato, de las 62, de la UOM, el gremio más poderoso del sindicalismo– estaba hablando con la conducción de la ‘Orga’” (Duzdevich, 2015).
Hernán Patiño Mayer, actualmente embajador en Hungría, cuenta que al día siguiente del asesinato tenían una reunión con el jefe montonero Horacio Mendizábal: “Antes de bajar a buscarlo habíamos estado un rato frente al televisor, mirándolo a Perón en el entierro de Rucci en Chacarita y haciendo nuestras especulaciones. En ningún momento se nos ocurrió la posibilidad de que algún peronista pudiera haber cometido tamaña barbaridad. Bajamos Pedro y yo para ir a buscarlo a Mendizábal. Y en el ascensor le dije: ‘¡qué hijos de puta los del ERP 22 que lo hicieron boleta a Rucci!’. Mendizábal nos miró, casi diría como si fuéramos –tal vez lo éramos– unos pelotudos, y nos dijo ‘fuimos nosotros’” (Duzdevich, 2015).
Pancho Gaitán, exmilitante de la Resistencia Peronista: “Los combativos en el movimiento obrero argentino teníamos una presencia interesante. (…) Sin embargo, éramos parte del movimiento obrero argentino en su globalidad, éramos parte de sus contradicciones, e incluso con el propio Rucci nosotros teníamos contradicciones. Pero de ninguna manera este hecho o las diferencias podrían confundirnos en plantear que su asesinato fuera un hecho revolucionario que sirviera a los intereses del peronismo; al contrario, nosotros creemos que fue un hecho contrarrevolucionario, creemos que fue un vil asesinato y creemos que atentó contra Perón, contra la conducción de Perón y contra el conjunto del movimiento obrero” (Duzdevich, 2015).
Marcela Durrieu, exmilitante de FAP y Montoneros: “La muerte de Rucci fue una provocación abierta. Hasta entonces, salvo excepciones como la muerte de Aramburu, la violencia era contra el enemigo externo y contra objetivos simbólicos. Las organizaciones peronistas no asesinaban personas, y menos civiles, cualquiera fuera su condición política o moral. Los muertos eran en enfrentamientos y, aun así, se consideraban un error en la planificación militar”. El “relato” de Ezeiza fue la excusa para matar personas “en defensa propia”. “Fue una buena ocasión para declararse víctimas del peronismo y en definitiva de Perón” (Duzdevich, 2015).
Vidal Giménez, exmilitante de las FAP y del MVP: “Otra muestra de cinismo político fue la táctica de ‘Operaciones Negras’ dentro de la cual acomodaron el asesinato de Rucci. Cuando nos enteramos por los medios, todos pensábamos que había sido la CIA. Dejamos de ser la organización político militar revolucionaria para convertirnos en una mafia manejada por padrinos: la ética y la moral revolucionaria se iban transformando en el más vulgar maquiavelismo, con el único objetivo de competir con Perón por el liderazgo del Movimiento Peronista con métodos de chantajes constantes, mentiras y violencias” (Duzdevich, 2015).
Arturo Armada, escritor: “Fue clave, el acontecimiento que todo disidente recuerda y menciona como detonante de la disidencia, lo inaceptable, lo insoportable. Que a dos días del triunfo de Perón en las elecciones presidenciales, con el 62% de los votos, se matara al hombre de confianza de Perón, su hombre en el sindicalismo, en la CGT, nos gustara o no. Rucci no nos gustaba, pero matarlo era imbancable” (Duzdevich, 2015).
Miguel Saiegh, economista: “La presencia de Rucci en la CGT era decisiva para sostener el Pacto Social de Gelbard, porque había que generar una instancia de contención que era la CGT. Más allá de que quizás se exageró con los precios controlados o congelados; el acuerdo tripartito estaba; con tropiezos, pero funcionaba. Por izquierda y por derecha se empieza a torpedear el proyecto de Perón. La muerte de Rucci, a los pocos días de Perón presidente, es un hecho gravísimo. No es sólo el daño que le hacen a Perón amputándole uno de sus brazos, es que ese brazo le ayudaba a sostener todo un andamiaje, tanto político como económico-social” (Duzdevich, 2015).
Podría seguir varias páginas más de testimonios. Rescaté solo una parte de los registrados en mi libro La Lealtad. Los montoneros que se quedaron con Perón, poniendo aquellos cuyos nombres han tenido mayor protagonismo público y pueden ser reconocidos fácilmente. Pero estos son los hechos: el 25 de septiembre de 1973, un comando integrado por militantes de FAR y Montoneros acribilló a balazos a José Ignacio Rucci. No fue la CIA, ni el Mossad, ni la Triple A, ni la interna de la UOM. “Fuimos nosotros”, escuchamos de boca de los jefes de la orga en esos días de 1973.
Referencias
Amorín J (2005): Montoneros, la buena historia. Buenos Aires, Catálogos.
Bonasso M (2000): Diario de un clandestino. Buenos Aires, Planeta.
Duzdevich A, N Raffoul y R Beltramini (2015): La Lealtad. Los Montoneros que se quedaron con Perón. Buenos Aires, Sudamericana.
Flaskamp C (2007): Organizaciones Político Militares. Buenos Aires, Nuevos Tiempos.
Gasparini J (1988): Montoneros. Final de Cuentas. Buenos Aires, Punto Sur.
Gorriarán Merlo E (2003): Memorias. Buenos Aires, Planeta.
Mero R (1987): Conversaciones con Juan Gelman: contraderrota. Buenos Aires, Contrapunto.
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