el
ferrocarril
El ferrocarril había protagonizado ya la épica marcha al
Oeste de la expansión norteamericana y era visto como el medio para lograr la
postergada unificación y el progreso. Pero construirlo requería la movilización
de enormes capitales, la inversión de mayor magnitud que se haya conocido en la
historia hasta el siglo XX. Obras civiles: terraplenes, puentes, rieles en los
puntos más distantes del territorio, junto a un vasto stock de material
rodante. El país moderno llegó con el ferrocarril, que permitió unificarlo al
concluir con el desierto haciendo efectiva la autoridad del gobierno nacional
sobre todo el territorio. Ese esfuerzo
de ahorro estaba fuera de la capacidad del Estado y de las condiciones de la Argentina de entonces.
La inversión realizada puede estimarse en unos cinco años de exportaciones
argentinas de hoy. Para lograr atraer los capitales debían terminar las luchas
políticas y contarse con gobiernos estables y seguros, lo que se logró dentro
del marco de la
Constitución. Algunas obras fueron encaradas directamente por
los gobiernos, pero la gran mayoría fue
hecha por empresas concesionarias financiadas con ahorro externo.
Las líneas se multiplicaron, llegando en el siglo XX a lo
largo y ancho del país a más de 30.000 km . Ello permitió la explotación
económica de sus vastos territorios, la formación de poblados alrededor de las
estaciones y la comunicación entre las gentes acercándoles el correo.
Se formó un mercado nacional, cuando antes estaba
segmentado, y se unificó el país. La inversión ferroviaria requería una larga
maduración, pero tuvo como compensación que fue un monopolio natural, aunque esa ventaja duró menos de lo esperado.
La rápida evolución del transporte automotor ofreció una alternativa cuando
pudo contarse con carreteras. En los años veinte aumentó la importación de
automotores y comenzaron a mejorarse las rutas y a construirse otras, proceso
que tomó ímpetu con la expansión de la obra pública para salir de la depresión
de los treinta. Como las carreteras se construyeron paralelamente a las líneas
férreas, el monopolio natural comenzó a perderse. Quizás ése fue el principio
de la declinación del ferrocarril.
Pero fue la crisis de 1930 -que llevó al gobierno a
postergar los envíos de las ganancias de las empresas al exterior (luego
acordados con el tratado Roca-Runciman)- la que concluyó con las inversiones
ferroviarias, cuyas líneas continuaron operando con dificultades, agravadas por
la guerra, cuando faltó todo, incluyendo
el carbón importado de Gran Bretaña, que se reemplazó con leña de la tala del
parque chaqueño. Disponiendo del enorme excedente de libras bloqueadas
durante la guerra, el gobierno de Perón decidió comprar los FF.CC. británicos
en 1947. Dejando de lado las consideraciones sobre el precio pagado, lo cierto es que ya por entonces eran
necesarias nuevas y grandes inversiones para renovar vías y material rodante
para que la empresa fuera eficiente. No se hizo, y la operación se limitó a
satisfacer la retórica nacionalista y a dar puestos de privilegio a políticos
de turno y empleo a los sindicatos. Una administración lamentable se
complicó porque se exigió, bajo presión política, mantener tarifas subsidiadas,
generando un déficit que cubrió la Tesorería.
Por décadas continuó un servicio cada vez más deficiente y
con crecientes pérdidas, para terminar en los noventa con el cierre de la mayor
parte de las líneas y la privatización de algunas. Se buscó eliminar así una
fuente generadora del déficit, aunque aparecieron otras, no menos importantes,
que contribuyeron al enorme aumento de la deuda.
Tras una década en que el servicio se redujo casi solamente
al transporte metropolitano y de carga y no siempre se prestó en las
condiciones pactadas, hay algunos que postulan recuperar el papel civilizador
que tuvo el ferrocarril.
Hay que distinguir que una cosa es la función de control que tiene el Estado sobre los servicios públicos,
que nunca debió abandonar, y otra la prestación del servicio. Si lo que se
busca es volver a una experiencia similar a la del pasado con la estatización,
se debería recordar que ella contribuyó más que nada al deterioro del servicio
y al fracaso de la empresa.
Si se trata de promover nuevos proyectos ferroviarios, se
podrán hacer si son técnica y económicamente viables y si se cuenta con
capitales.
Pero en ese caso será necesario recuperar el crédito, para
lo que se deberá obtener un superávit operativo que permita llegar a un acuerdo
de pagos de la cuantiosa deuda.
Eso es lo que se hizo en 1857 para volver a los mercados
internacionales de capital y que permitió construir la red ferroviaria.
Es cierto que al final de la guerra la Argentina contaba con
cuantiosas reservas, aunque el país no pudo disponer en otros mercados de las
libras bloqueadas en el Banco de Inglaterra. Las cambió por el rescate de una
deuda de largo plazo y por activos que,
en gran medida, ya eran obsoletos (por ejemplo, los ferrocarriles), cuando pudo
haberlas utilizado para aumentar importaciones desde la propia Gran Bretaña.
Pero, en cambio, tuvo en el Banco Central el instrumento para financiar sus
proyectos.
A partir de 1880 Argentina recibió un monto apreciable de las inversiones británicas..
A partir de 1880 Argentina recibió un monto apreciable de las inversiones británicas..
No es por casualidad que, a mediados de la década de 1880,
la mayor parte de las inversiones británicas en el mundo se dirigieran hacia la Argentina.
El
Historiador Ferns en su obra “gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX” asigna
una actuación Fundamental al Presidente Bartolomé Mitre (1862-1868) en cuanto a
la tarea de alentar las inversiones extranjeras. El gobierno
de Mitre se otorgaron garantías para la instalación de ferrocarriles y el país
se comprometió formalmente a pagar todos los intereses de los compromisos
contraídos con el exterior. En
1875 las inversiones británicas llegaban a 23.060.000 libras
esterlinas distribuidas así: (5)
|
Cantidad
invertida
|
Proporción
del total
|
Empréstitos
al gobierno
|
12.970.000
|
56,20
|
Ferrocarriles
|
6.610.000
|
28,60
|
Bancos
|
1.600.000
|
6,40
|
Tranvías
|
800.000
|
3,20
|
Saladeros
|
530.000
|
2,30
|
Minas
|
200.000
|
0,80
|
Obras
de gas
|
200.000
|
0,80
|
telégrafos
|
150.000
|
0,60
|
|
23.060.000
|
100,00
|
Julio
Argentino Roca al poder, estos años de expansión inicial no tuvieron aún como
factor dinámico a las exportaciones agropecuarias.
Más bien,
en esta década, un enorme flujo de
inversiones precedió a la expansión de las exportaciones que se registró en las
décadas posteriores.
Esta tendencia fue producto de la necesidad de los inversores y agentes económicos británicos de colocar sus enormes recursos financieros en áreas no sujetas a la competencia de otros capitales no británicos,
Esta tendencia fue producto de la necesidad de los inversores y agentes económicos británicos de colocar sus enormes recursos financieros en áreas no sujetas a la competencia de otros capitales no británicos,
Durante el
gobierno de Miguel Juárez Celman hubo una
fiebre inversora británica en ferrocarriles. En 1862 había sido creado el
“Ferrocarril del sud” transformándose en la inversión extranjera de mayor
capital en la década de 1870 y sus ampliaciones se decidieron por la presión de
los terratenientes en contar con sus servicios. El “Central Argentino” que unía
el Puerto de Rosario y la ciudad de Córdoba fue la inversión más importante
británica en el interior argentino, buscaba crear tráfico a través del fomento
de la colonización agrícola en Santa Fé; hacia 1890 la compañía mas importantes
era el Ferrocarril Sud (11 millones de libras y 1500 km de líneas)
Esta
tendencia fue alentada por el gobierno nacional y los gobiernos provinciales,
que se desprendieron de los ferrocarriles que controlaban.
Como resultado,
mientras que en 1880 el gobierno nacional y algunos gobiernos de provincias
administraban el 50% de los ferrocarriles en explotación, hacia final de la
década sólo retenían el 20%, debido a la adjudicación de nuevas líneas férreas
a compañías extranjeras y la venta de muchas de las operadas por los gobiernos
provinciales.
Juárez Celman expresó
“por lo tanto lo que conviene a la
Nación , según mi juicio es entregar a la industria privada la
construcción y explotación de las obras públicas que no sean inherentes a la
soberanía” (16)
La llamada
“manía ferroviaria” fue una de las
mas significativas de la Historia Universal
durante el transcurso del siglo XIX, pero en muy pocos lugares alcanzó la
intensidad lograda en Argentina
EXTENSIÓN DE LA RED FERROVIARIA (1874-1890)
PERÍODOS
|
KM CONSTRUIDOS EN CADA PERÍODO
|
TOTAL AL FINAL DE CADA PERÍODO
|
ANTES DE 1874
|
1331
|
1331
|
1874-1879
|
1185
|
2516
|
1880-1885
|
3320
|
5836
|
1886-1892
|
7846
|
13682
|
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