Rosas
viernes, 28 de septiembre de 2012
Cosmogonías
Por Don Singulario
-¡Hola don Singulario! Dale con esa palabrota, el otro día me dejó pasmado por su uso ¿Qué es eso de la agonía del cosmos? Ud. se la pasa criticando a la cadena oficial de la mala onda y hace lo mismo. Si se entera mi patrona que el cosmos está agonizando seguro se mete en una de esas sectas para esperar la fin del mundo…
-¡Pare amigo, pare! No se embale, es una palabra muy usada en las distintas ramas que tienen interés en el universo, en las religiones y en las mitologías. Se refieren al inicio y formación de la vida y los planetas. También lo usan los astrónomos que estudian el origen del cosmos.
-¡Ah, me había asustado! ¿Estos ñatos son los que andan por ahí anunciando el bimbang? ¿Es como ese que suena en la capital de los piratas?
-¡Qué cantidad de barbaridades se mandó en pocas palabras! Vamos a ver si intento comprenderlo. La teoría del Big Bang es una presunción que hacen los científicos de cómo nació el universo y bien se puede asociar a una cosmogonía científica moderna en oposición a las antiguas que se asentaban en mitos, leyendas y religiones. La otra barbaridad es que mezcló esa teoría con la famosa torre del reloj Big Ben de Londres que es algo así como la torre Eiffel de París o nuestro obelisco.
-Bueno don, pare con esa clase de erudición barata, cualquiera se puede confundir con esas palabras gringas.
-De acuerdo, y disculpe. A mí también siempre esa palabra me conmovió y cuando me metí a ver el resultado de las diferentes cosmogonías fue sorpresa tras sorpresa, la imaginación de los hombres no tienen fronteras cuando se trata de explicar lo desconocido. Todos más o menos conocemos cómo Dios creó al mundo en siete días, de acuerdo al relato que trae el Génesis en la Biblia…
-Síii, me acuerdo don, todo lo hizo en seis días, cielo, tierra luz, tinieblas, plantas, aves, plantas, bichos. Al final con el barro que se armó en tan poco tiempo, lo hizo a Adán a su imagen y semejanza, y le quitó una costilla para crear a Eva. Tanto laburo le dio esa mina, que lo dejó palmado y se dedicó a la fiaca el séptimo día y por eso el domingo nadie laburo.
-Como todas, sus interpretaciones libres dan terror, déjelo ahí.
Le voy a contar cómo interpretaron el origen del mundo nuestros vecinos los guaraníes según la versión del profesor paraguayo Rubén Bareiro Saguier publicada en el Correo de la Unesco de mayo de 1990. Los “teólogos de la selva” como los llamó el antropólogo francés Pierre Clastres, imaginaron a sus dioses y entre ellos no podían faltar los vientos, el agua, el fuego y la tierra.
-Déle don, siempre me sorprendieron con su cultura los guaraníes. Y ahora más, después que vi a la Coca Sarli en la peli “India” que pasó el otro día Canal 7. ¡Esos bailes a pecho descubierto…! ¡Qué espectáculo!, ¡La vieja me quiso apagar el aparato y todo! ¡Imagínese!
-¡No mezcle por favor! veamos como describe el profe el nacimiento del mundo:
«En el génesis guaraní la primera autocreación es del dios supremo Ñamandú. En medio de las tinieblas primigenias hace surgir su propio cuerpo del caos originario. La autocreación se hace a partir de un resplandor –la divina sabiduría– que se encuentra en lo que va a ser su futuro corazón. La majestuosa ceremonia se cumple a manera del despliegue de un árbol. Las imágenes con que se describe son esencialmente vegetales: plantas de los pies, brazos como ramas, el follaje de los dedos y, como remate, la esplendorosa copa del árbol en floración, la cabeza. [...]
La segunda etapa de la creación se relaciona con la antropogonía. Pero no se trata aun del origen de la figura humana concreta, sino de lo que ha de ser su atributo principal: la palabra. Esa palabra es un fragmento de la palabra divina y al mismo tiempo es humana. Ella permitirá al Guaraní –el "elegido"– comunicarse con la divinidad y gozar de una condición propia de los dioses: la inmortalidad. [...]
La etapa siguiente corresponde a la creación de cuatro dioses principales que ayudarán a Ñamandú en la ardua tarea de la cosmogonía. Cada uno de ellos posee un ámbito determinado: Ñamandú Corazón Grande (dueño de las palabras); Karaí (dueño de la llama, del fuego solar); Jakairá (dueño de la bruma, moderadora del calor, de la neblina vivificante); Tupá (dueño del agua, del mar y de sus ramazones, de la lluvia, del trueno, del relámpago y del rayo). Con cada uno de estos dioses se crea su compañera, llamada, en cada caso, "verdadera madre".
La cuarta y última etapa del génesis corresponde a la creación de la primera tierra, la del hombre y la mujer, la de los reinos animal y vegetal. En el centro de la futura tierra surge una palmera (pindó) azul color simbólico de lo sagrado sostenida por otras palmeras situadas en cada una de las cuatro direcciones de la rosa de los vientos y del tiempo (en guaraní la misma palabra, ara, designa ambos conceptos). Cinco palmeras azules sujetan como los dedos de una mano el lecho de la tierra. A continuación se crea el firmamento que descansa sobre cuatro columnas, la última agregada porque el cielo continuaba moviéndose a causa de los vientos.
Con la creación de la primera tierra van cobrando realidad el conjunto de sus diferentes atributos y componentes: el mundo acuático, el subterráneo, la llanura, el día, la noche, etc. Los mismos aparecen –o más bien se toma conciencia de su existencia– en función de animales que los van materializando. Así, la serpiente inaugura la superficie de la tierra; el canto de la "pequeña cigarra colorada" abre la noción del sonido; el coleóptero llamado girino da conciencia de las aguas con sus vuelos acrobáticos que rozan la superficie líquida; el saltamontes verde crea la pradera con sus brincos: donde clava sus patas, crece la hierba; el tatú es el "primero en herir el lecho de la tierra" con sus excavaciones; la noche nace cuando la lechuza, "dueña de las sombras", se posa para descansar.
Es el momento propicio para que Ñamandú cree al hombre y la mujer. [...]»
-Me deja con las ganas don, qué interesante su interactuar con la naturaleza
-Es muy atrayente el tratamiento que le dan a sus dioses naturales, en especial a Tupá, del agua y otros elementos. Los conquistadores en su afán de evangelizar lo asociaron al Dios bíblico, pero eso es otra historia.
jueves, 27 de septiembre de 2012
¿Artigas Traidor?
Por el Ingeniero Leonardo Castagnino
Decreto declarando traidor a Artigas
Art. 1 Se declara a D. José de Artigas infame, privado de sus empleos, fuera de la Ley, y enemigo de la Patria.
Art. 2 Como traidor a la Patria será perseguido, y muerto en caso de resistencia.
Art. 3 Es un deber de todos los Pueblos, y las Justicias, de los Comandantes militares, y de los Ciudadanos de las Provincias unidas perseguir al traidor por todos los medios posibles. Cualquier auxilio que se le de voluntariamente será considerado como crimen de alta traición. Se recompensará con seis mil pesos al que entregue la persona de D. José Artigas vivo o muerto.
Art. 4 Los Comandantes Oficiales, Sargentos y Soldados que siguen al traidor Artigas conservarán sus empleos, y optarán a los ascensos y sueldos vencidos, toda vez que se presenten al General del Ejército Sitiador, o a los Comandantes y Justicias de la dependencia de mi mando en el término de 40 días contados desde la publicación del presente Decreto.
Art. 5 Los que continúen en su obstinación y rebeldía, después del término prefijado, son declarados traidores y enemigos de la Patria. De consiguiente, los que sean aprehendidos con armas, serán juzgados por una Comisión Militar y fusilados dentro de 24 horas.
Art. 6 El presente Decreto se circulará a todas las Provincias, a los Generales y demás Autoridades a quienes corresponda: se publicará por Bando en todos los Pueblos de la Unión, y se archivará en mi Secretaría de Estado y de Gobierno.
Buenos Ayres, Febrero 11 de 1814. Gervasio Antonio de Posadas - Nicolás de Herrera, Secretario
(Asambleas Constituyentes Argentinas, T. VI, 2° parte, p. 72)
Decreto declarando traidor a Artigas
Art. 1 Se declara a D. José de Artigas infame, privado de sus empleos, fuera de la Ley, y enemigo de la Patria.
Art. 2 Como traidor a la Patria será perseguido, y muerto en caso de resistencia.
Art. 3 Es un deber de todos los Pueblos, y las Justicias, de los Comandantes militares, y de los Ciudadanos de las Provincias unidas perseguir al traidor por todos los medios posibles. Cualquier auxilio que se le de voluntariamente será considerado como crimen de alta traición. Se recompensará con seis mil pesos al que entregue la persona de D. José Artigas vivo o muerto.
Art. 4 Los Comandantes Oficiales, Sargentos y Soldados que siguen al traidor Artigas conservarán sus empleos, y optarán a los ascensos y sueldos vencidos, toda vez que se presenten al General del Ejército Sitiador, o a los Comandantes y Justicias de la dependencia de mi mando en el término de 40 días contados desde la publicación del presente Decreto.
Art. 5 Los que continúen en su obstinación y rebeldía, después del término prefijado, son declarados traidores y enemigos de la Patria. De consiguiente, los que sean aprehendidos con armas, serán juzgados por una Comisión Militar y fusilados dentro de 24 horas.
Art. 6 El presente Decreto se circulará a todas las Provincias, a los Generales y demás Autoridades a quienes corresponda: se publicará por Bando en todos los Pueblos de la Unión, y se archivará en mi Secretaría de Estado y de Gobierno.
Buenos Ayres, Febrero 11 de 1814. Gervasio Antonio de Posadas - Nicolás de Herrera, Secretario
(Asambleas Constituyentes Argentinas, T. VI, 2° parte, p. 72)
jueves, 20 de septiembre de 2012
Leandro Gómez, un héroe de dimensión universal
Por Víctor Páez
Días pasados se cumplieron 144 años de la muerte del General Leandro Gómez, en la madrugada de aquél 2 de enero de 1865, luego de treinta y un días de dura y desproporcionada batalla, fallecía de pie, el héroe que dio dimensión de epopeya a la defensa de la ciudad de Paysandú, sitiada por tierra y bombardeada desde el río por la escuadra brasileña.
Por este hecho, Paysandú, desde enero de 1865, ingresó a la historia con épicos perfiles de leyenda y pasó a ser la “Heroica”. Cubiertos de gloria imperecedera quedaron los nombres de Lucas Píriz, Braga, Raña, Azambuya, Estomba, los hermanos Rivero y tantos otros valientes, que, bajo la jefatura de Leandro Gómez y con la consigna inmortal de "¡Independencia o la muerte!", ofrendaron sus vidas por puro amor a la patria.
Aquel Uruguay de fines de 1864 se encontraba ensangrentado por la injusta revolución de Venancio Flores contra el prestigioso gobierno constitucional de Bernardo Prudencio Berro e invadido, luego, por la fuerzas del Imperio del Brasil, con la aquiescencia evidente del presidente argentino, el general Mitre.
José María Leandro Gómez, había nacido en Montevideo el 13 de abril de 1811. Era el décimo hijo del gallego Roque A. Gómez y la montevideana María Rita Calvo.
Militante fervoroso del Partido Blanco desde que éste se constituyó, en 1836, fue hombre de la total confianza del presidente Don Manuel Oribe, en cuya Guardia Nacional sirvió desde noviembre de 1837 y a cuyas órdenes actuó, con grado de Capitán, en la batalla triunfal de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842.
Su devoción por la patria y su adhesión ilimitada a la causa de la independencia constituían el signo distintivo de su personalidad sin dobleces. Si de alguien se puede afirmar que era, ante todo, un hombre de honor, ese era Leandro Gómez.
Un rasgo singularmente enaltecedor de su persona, es su pública admiración por la figura de Artigas, en tiempos en que la leyenda negra sobre el prócer gozaba de muy buena salud y se estaba aún a décadas de su reivindicación por Francisco Bauzá y Carlos María Ramírez. Cabe afirmar, entonces, que fue Leandro Gómez, adelantándose a su tiempo y empinado en su exaltado patriotismo, el primer reivindicador, público y categórico, del accionar de Artigas.
Lamentablemente, en los libros de historia en uso por nuestros estudiantes durante décadas, se ubica la epopeya de Leandro Gómez como un capítulo más sobre las "Guerras Civiles" entre blancos y colorados, empequeñeciendo la gesta de este gran artiguista y sus fieles compañeros. La editan como una guerra de parcialidades, cuando eran Guerras de la Nación.
Hoy, a 144 años de estos hechos que conforman la más rica historia de nuestra patria, nos parece que falta mucho por contarles a los uruguayos. Cuando se pretende a las apuradas en nuestros días incluir en los planes de estudio de escolares y liceales, la denominada “historia reciente”, es que nos damos cuenta que no se han revisado, todavía, en aras de redimir y homenajear a la verdad, la “historia antigua” de nuestra patria.
Leandro Gómez, no fue sólo el glorioso jefe de la defensa de Paysandú, fue mucho más, y deberíamos saberlo.
Días pasados se cumplieron 144 años de la muerte del General Leandro Gómez, en la madrugada de aquél 2 de enero de 1865, luego de treinta y un días de dura y desproporcionada batalla, fallecía de pie, el héroe que dio dimensión de epopeya a la defensa de la ciudad de Paysandú, sitiada por tierra y bombardeada desde el río por la escuadra brasileña.
Por este hecho, Paysandú, desde enero de 1865, ingresó a la historia con épicos perfiles de leyenda y pasó a ser la “Heroica”. Cubiertos de gloria imperecedera quedaron los nombres de Lucas Píriz, Braga, Raña, Azambuya, Estomba, los hermanos Rivero y tantos otros valientes, que, bajo la jefatura de Leandro Gómez y con la consigna inmortal de "¡Independencia o la muerte!", ofrendaron sus vidas por puro amor a la patria.
Aquel Uruguay de fines de 1864 se encontraba ensangrentado por la injusta revolución de Venancio Flores contra el prestigioso gobierno constitucional de Bernardo Prudencio Berro e invadido, luego, por la fuerzas del Imperio del Brasil, con la aquiescencia evidente del presidente argentino, el general Mitre.
José María Leandro Gómez, había nacido en Montevideo el 13 de abril de 1811. Era el décimo hijo del gallego Roque A. Gómez y la montevideana María Rita Calvo.
Militante fervoroso del Partido Blanco desde que éste se constituyó, en 1836, fue hombre de la total confianza del presidente Don Manuel Oribe, en cuya Guardia Nacional sirvió desde noviembre de 1837 y a cuyas órdenes actuó, con grado de Capitán, en la batalla triunfal de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842.
Su devoción por la patria y su adhesión ilimitada a la causa de la independencia constituían el signo distintivo de su personalidad sin dobleces. Si de alguien se puede afirmar que era, ante todo, un hombre de honor, ese era Leandro Gómez.
Un rasgo singularmente enaltecedor de su persona, es su pública admiración por la figura de Artigas, en tiempos en que la leyenda negra sobre el prócer gozaba de muy buena salud y se estaba aún a décadas de su reivindicación por Francisco Bauzá y Carlos María Ramírez. Cabe afirmar, entonces, que fue Leandro Gómez, adelantándose a su tiempo y empinado en su exaltado patriotismo, el primer reivindicador, público y categórico, del accionar de Artigas.
Lamentablemente, en los libros de historia en uso por nuestros estudiantes durante décadas, se ubica la epopeya de Leandro Gómez como un capítulo más sobre las "Guerras Civiles" entre blancos y colorados, empequeñeciendo la gesta de este gran artiguista y sus fieles compañeros. La editan como una guerra de parcialidades, cuando eran Guerras de la Nación.
Hoy, a 144 años de estos hechos que conforman la más rica historia de nuestra patria, nos parece que falta mucho por contarles a los uruguayos. Cuando se pretende a las apuradas en nuestros días incluir en los planes de estudio de escolares y liceales, la denominada “historia reciente”, es que nos damos cuenta que no se han revisado, todavía, en aras de redimir y homenajear a la verdad, la “historia antigua” de nuestra patria.
Leandro Gómez, no fue sólo el glorioso jefe de la defensa de Paysandú, fue mucho más, y deberíamos saberlo.
El gran Pensador Nacional en su día....
Por Juan Carlos Córica
Decir que Arturo Jauretche fue el más grande pensador contemporáneo, puede molestar a quienes su fogosa palabra se lo llevó por delante. Puede, también, tomarse cómo una parcial opinión frente a hombres como Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Manuel Ortiz Pereyra o, a su manera, el gran Homero Manzi y Discepolín, o Macedonio Fernández.
Son varios, no muchos, pero Arturo fue algo especial. Fue el gran pensador y escritor del pensamiento nacional. No le hizo asco a nada. Aprendió a jugarse ya en el secundario. Peleó en la universidad. En el ’30, calzado con revolver, como funcionario en Mendoza salió a la calle para defender al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el Peludo.Peleó en Paso de los Libres en la fallida intentona abortada contra la dictadura militar. Peleó contra la realidad política esquiva, como principal promotor de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Peleó con la palabra en la calle y en el papel. Polemizó como el mejor. Pero sobre todo, prefirió "perder" a caer en la traición a "sus paisanos". Mostrando que le sobraba dignidad y tenía agallas, con más de setenta años, se animó a enfrentarse con un ridículo militar "ofendido" por sus denuncias en un duelo desigual.
Fue capaz de quedar al margen del juego político por sus convicciones y coherencia. Así explicaba que "hasta cuando ataco a un hombre concreto no es que lo malquiera; es que quiero a mis paisanos y por amor a ellos tengo que cumplir esta ingrata labor que me cierra las puertas y me junta enemigos, en un arte como el de la política que consiste en hacer amigos".
Son varios, no muchos, pero Arturo fue algo especial. Fue el gran pensador y escritor del pensamiento nacional. No le hizo asco a nada. Aprendió a jugarse ya en el secundario. Peleó en la universidad. En el ’30, calzado con revolver, como funcionario en Mendoza salió a la calle para defender al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el Peludo.Peleó en Paso de los Libres en la fallida intentona abortada contra la dictadura militar. Peleó contra la realidad política esquiva, como principal promotor de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Peleó con la palabra en la calle y en el papel. Polemizó como el mejor. Pero sobre todo, prefirió "perder" a caer en la traición a "sus paisanos". Mostrando que le sobraba dignidad y tenía agallas, con más de setenta años, se animó a enfrentarse con un ridículo militar "ofendido" por sus denuncias en un duelo desigual.
Fue capaz de quedar al margen del juego político por sus convicciones y coherencia. Así explicaba que "hasta cuando ataco a un hombre concreto no es que lo malquiera; es que quiero a mis paisanos y por amor a ellos tengo que cumplir esta ingrata labor que me cierra las puertas y me junta enemigos, en un arte como el de la política que consiste en hacer amigos".
Cómo bien señala Norberto Galasso en Las polémicas, "Jauretche influye como pocos en la obra de descolonización. Su pasión argentina, enarbolando certezas incontrovertibles se constituye ‘en un viento que viene a romper’ toda la cristalería tallada durante años y años por los coquetos snobs de la factoría. Los empachados por el liberalismo conservador de las escuelas oficiales, los discípulos de Maurras admiradores del Duce (por derecha), los embalsamados por la lectura de los manuales de la Academia rusa, los ‘inteligentes’ que han gastado años leyendo a Sartre, directamente del francés y los más nuevos empachados de indigestas comilonas de Marcuse, Althuser, Lacan y Barthes (por izquierda), rechazan indignados a este paisano bárbaro, a este impertinente para quien no hay verdades consagradas y toda idea debe" pasar por el cernidor de su fina y profunda racionalidad.
Los más jóvenes, por más auténticos y menos ‘léidos’, se convencen que "hay que desaprender todo lo malo (lo falaz), para poder recién después empezar a aprender lo bueno (lo veraz)". Jauretche a quién pertenecen estas últimas palabras, enseña que "no hay ‘ideas foráneas’ sino ideas nacidas" de la experiencia e inteligencia de los pueblos, por lo que, las ideas nacidas en cualquier parte del mundo no pueden aplicarse mecánicamente para resolver los problemas argentinos... No se trata de ‘incorporarnos a la civilización’ colonialmente, sino de que ‘la civilización se incorpore a nosotros’ para asimilarla y madurarla con nuestras propias particularidades", según nuestros tiempos y partiendo de nuestra circunstancia.
Puso al descubierto el andamiaje de dominación cultural, usando su sabio análisis y sus metáforas decidoras. Mostró como objetivo estratégico al "neocolonialismo"; como centro operativo a la superestructura cultural; como operadores estratégicos a los miembros del establishment cultural, como operadores funcionales a los "maestros de la juventud", más los "fubistas", el "medio pelo" (las Doña Rosa y los don José), más los medios y sus periodistas cautivos y los "profetas del odio"; y, finalmente, como sistema emisor del mensaje al discurso dominante y las "zonceras de toda laya". Decía de éstas que: “Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluye la argumentación (o bien la tergiversa) actuando dogmáticamente mediante un axioma (que usa como premisa del argumento) introducido en la inteligencia (del que la escucha), y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión. porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera, deja de ser zonzo”.
A Jauretche le molestaba esas falsas comparaciones por las que se creía que el europeo era más trabajador que el nativo. Era absurdo “comparar al gaucho con el inmigrante… El inmigrante es el más audaz de la aldea y no el más tímido". De lo que deducía que la cuestión no era de origen sino de condición: "los decididos a salir del pueblo tienen las mismas agallas de los que se animaban a venir de Europa".
Diferencias, no de aptitudes sino de oportunidades. Así explicaba para otro ejemplo que "el inmigrante, como hijo de la sociedad capitalista, está mejor preparado para el comercio y para la competencia que el hijo de una sociedad donde esas formas del comercio y la producción son incipientes... El inmigrante representa un producto de selección, si ésta se hace en razón del individualismo... cada uno es un Colón o un Morgan o un Cortés, pues los que se quedaban allá son los menos individualistas dentro del medio social".
También en el Manual de Zonceras, donde dice, "Todo esto nada tiene que ver con la calidad de superior o inferior de un hombre sobre otro, no es congénito ni racial. Son condiciones culturales que deben crearse siempre en relación al medio y no a contrapelo del mismo. No es cuestión de imitar o de reproducir sino de realizar la técnica adecuándola a la realidad".
Jauretche explicaba que, si el pensador quita la vista del pueblo y de la nación, pierde de vista las necesidades y objetivos de ese pueblo y esa nación. Pierde y deja de tomar en cuenta lo esencial del objeto pensado. Él sabía que del encuentro vital de la voluntad popular (oído en el pueblo), el interés de la nación (oído en la patria organizada) y del signo de los tiempos (oído en la historia situada) emergían los datos básicos sobre los que se debía y podía construir el contenido del pensamiento socio político. Se cansó de explicarle a la intelligentzia vernácula que la realización del interés nacional —articulación de necesidad-objetivo-situación— hacía grande o frustraba a una país.
Por eso se atrevió a valorar la actitud estadounidense de usar la ideología liberal desde un sentido nacional. Por eso inventó la fábula de los gatos: “hay que cocinarlo a la criolla”.
Cómo última puntada. Cómo último botón de la extensa muestra de sabiduría y sentido de la realidad que tenía y ejercía, va un texto donde su lúcida visión ofrecía, para políticos y militantes, criterios básicos para tiempos como los de hoy: "Hay que actuar en dirigente revolucionario y no en dirigente electoral, porque se trata de la disputa del poder. No podemos incurrir en el error de los radicales en 1945... Por cuidar los votos, ellos se quedaron parados y cuando se dieron cuenta, los votos se habían ido. No importa donde están los votos ahora. Importa donde estarán para ejecutar un programa. El que está atento sólo a lo que piensa la gente hoy, se quedará al margen de lo que pensará la gente mañana y aquí está la clave para saber quien es dirigente o no. Además, lo que piensa la gente no está dicho por lo que proclaman en voz alta sino por lo que se dice en voz baja..." (de la carta a Amílcar Vertullo, 03/07/59).
Salute maestro. No sabe cuanto lo extrañamos.
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Corica Juan Carlos,
Jauretche Arturo
jueves, 13 de septiembre de 2012
La extensión guaraní de San Martín
Por Hugo Chumbita
Rosa Guarú era la indiecita que tuvo un niño, y la familia San Martín lo adoptó como propio, pero ella siguió en la casa cuidándolo, criándolo, hasta que se fueron a Buenos Aires. El niño tenía entonces unos tres años y le prometieron que iban a venir a llevarla a ella, pero no aparecieron más. Rosa Guarú los espero toda la vida. Cuando atacaron y quemaron Yapeyú, ella se fue a la isla brasilera, estuvo mucho tiempo allá y volvió. Levantó un ranchito por Aguapé, y mantenía la esperanza de que volvieran. Le tenía un gran apego a José Francisco. Nunca se casó, aunque tuvo otros hijos. Siempre preguntaba por San Martín. Este, cuando era jefe de los granaderos, le regaló un retrato o medalla que ella conservó siempre, y al morir, ya muy viejita, la enterraron con ese recuerdo del que era inseparable.
Visité Yapeyú en la búsqueda de la tumba de Rosa Guarú, con el fin de poder establecer los lazos de filiación con el General San Martín.
La búsqueda se centro en la localidad de Guaviraví, ahí examinamos los terrenos en busca de un cementerio privado de la Familia Cristaldo, sin saldo positivo en la expedición.
Una de las dudas que había en esta investigación era la cuestión “puntual de cuando Rosa Guarú pasa a ser Rosa Cristaldo”.
Los descendientes de Rosa Guarú, y presuntamente ella misma, llevaron el apellido español Cristaldo; entre los guaraníes no existía apellido, no se transmitía un apellido, sino que cada persona tenía su propio nombre; además, por disposición del gobierno correntino no se inscribían en los registros oficiales nombres indígenas.
Los nombres guaraníes no eran apellidos. Rosa era su nombre cristiano, y Guarú su nombre guaraní. Al inscribir a sus hijos, llevan el apellido del padre. De esto se desprende que los hijos de Rosa Guarú lleven el apellido de Cristaldo, y que ella también pase a reconocerse como Rosa Cristaldo. Además, por disposición del gobierno correntino no se inscribían en los registros oficiales nombres indígenas.
Estuvo en Guaviraví, ahí el intendente Raúl Cornalo colaboro estrechamente con el historiador. Por los testimonios de los pobladores más antiguos de Guaviraví, localidad que surgió al llegar el ferrocarril, se desprende que allí vivió una familia de descendientes directos de Rosa Guarú Cristaldo, que conservó la memoria de la estrecha vinculación de ella con la familia del teniente gobernador de Yapeyú Juan de San Martín.
Rosa Cristaldo, que vendría a ser biznieta de Rosa Guarú Cristaldo, nació, vivió y murió en las chacras de Guaviraví, entre 1871 y 1936, y lo mismo su hijo Pedro Telmo Cristaldo (1888-1972). De ellos desciende una rama familiar de la que viven muchas personas, en la ciudad de Corrientes, en Santo Tomé y en Buenos Aires, con algunos de los cuales ya teníamos contacto y consideramos la posibilidad de hacer un estudio de ADN para averiguar qué proporción de rasgos amerindios tienen sus ancestros.
La tumba de Rosa Guarú Cristaldo podría estar en alguno de los antiguos cementerios de las inmediaciones de Yapeyú, y más probablemente en Aguapé, en el cementerio que hoy se encuentra dentro de la chacra que perteneció a Francisco Sampallo. El cementerio de Guaviraví es posterior a la fecha de la muerte de Rosa Guarú Cristaldo.
Es necesario continuar la revisión bibliográfica y la búsqueda en archivos, incluso en La Cruz, Santo Tomé y Paso de los Libres, para lo cual hemos obtenido la colaboración de algunos historiadores locales, funcionarios municipales y descendientes de las familias Cristaldo y Bonpland.
La editorial Catálogos publicará en breve un libro en co-autoría con el genealogista Diego Herrera Vegas, “en el que transcribimos y comentamos las partes más importantes del manuscrito de Joaquina de Alvear, la hija de Carlos de Alvear, en el cual aparece la revelación de que José de San Martín era hijo natural del brigadier Diego de Alvear y “una indígena correntina".
Rosa Guarú era la indiecita que tuvo un niño, y la familia San Martín lo adoptó como propio, pero ella siguió en la casa cuidándolo, criándolo, hasta que se fueron a Buenos Aires. El niño tenía entonces unos tres años y le prometieron que iban a venir a llevarla a ella, pero no aparecieron más. Rosa Guarú los espero toda la vida. Cuando atacaron y quemaron Yapeyú, ella se fue a la isla brasilera, estuvo mucho tiempo allá y volvió. Levantó un ranchito por Aguapé, y mantenía la esperanza de que volvieran. Le tenía un gran apego a José Francisco. Nunca se casó, aunque tuvo otros hijos. Siempre preguntaba por San Martín. Este, cuando era jefe de los granaderos, le regaló un retrato o medalla que ella conservó siempre, y al morir, ya muy viejita, la enterraron con ese recuerdo del que era inseparable.
Visité Yapeyú en la búsqueda de la tumba de Rosa Guarú, con el fin de poder establecer los lazos de filiación con el General San Martín.
La búsqueda se centro en la localidad de Guaviraví, ahí examinamos los terrenos en busca de un cementerio privado de la Familia Cristaldo, sin saldo positivo en la expedición.
Una de las dudas que había en esta investigación era la cuestión “puntual de cuando Rosa Guarú pasa a ser Rosa Cristaldo”.
Los descendientes de Rosa Guarú, y presuntamente ella misma, llevaron el apellido español Cristaldo; entre los guaraníes no existía apellido, no se transmitía un apellido, sino que cada persona tenía su propio nombre; además, por disposición del gobierno correntino no se inscribían en los registros oficiales nombres indígenas.
Los nombres guaraníes no eran apellidos. Rosa era su nombre cristiano, y Guarú su nombre guaraní. Al inscribir a sus hijos, llevan el apellido del padre. De esto se desprende que los hijos de Rosa Guarú lleven el apellido de Cristaldo, y que ella también pase a reconocerse como Rosa Cristaldo. Además, por disposición del gobierno correntino no se inscribían en los registros oficiales nombres indígenas.
Estuvo en Guaviraví, ahí el intendente Raúl Cornalo colaboro estrechamente con el historiador. Por los testimonios de los pobladores más antiguos de Guaviraví, localidad que surgió al llegar el ferrocarril, se desprende que allí vivió una familia de descendientes directos de Rosa Guarú Cristaldo, que conservó la memoria de la estrecha vinculación de ella con la familia del teniente gobernador de Yapeyú Juan de San Martín.
Rosa Cristaldo, que vendría a ser biznieta de Rosa Guarú Cristaldo, nació, vivió y murió en las chacras de Guaviraví, entre 1871 y 1936, y lo mismo su hijo Pedro Telmo Cristaldo (1888-1972). De ellos desciende una rama familiar de la que viven muchas personas, en la ciudad de Corrientes, en Santo Tomé y en Buenos Aires, con algunos de los cuales ya teníamos contacto y consideramos la posibilidad de hacer un estudio de ADN para averiguar qué proporción de rasgos amerindios tienen sus ancestros.
La tumba de Rosa Guarú Cristaldo podría estar en alguno de los antiguos cementerios de las inmediaciones de Yapeyú, y más probablemente en Aguapé, en el cementerio que hoy se encuentra dentro de la chacra que perteneció a Francisco Sampallo. El cementerio de Guaviraví es posterior a la fecha de la muerte de Rosa Guarú Cristaldo.
Es necesario continuar la revisión bibliográfica y la búsqueda en archivos, incluso en La Cruz, Santo Tomé y Paso de los Libres, para lo cual hemos obtenido la colaboración de algunos historiadores locales, funcionarios municipales y descendientes de las familias Cristaldo y Bonpland.
La editorial Catálogos publicará en breve un libro en co-autoría con el genealogista Diego Herrera Vegas, “en el que transcribimos y comentamos las partes más importantes del manuscrito de Joaquina de Alvear, la hija de Carlos de Alvear, en el cual aparece la revelación de que José de San Martín era hijo natural del brigadier Diego de Alvear y “una indígena correntina".
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Tangos...
Por Don Singulario
“No llores, no muchacha, la gente está mirando,
bailemos este tango, el tango del adiós... “
-¿Qué le pasa don Singulario? Vuelve a las andadas queriendo hacerse el Gardelito…
- Ando medio taciturno, me estoy poniendo viejo y cada noticia me retrotrae a épocas juveniles. No vaya a creer que soy pesimista. Por el contrario me alegra que hayan vuelto los carnavales a los barrios, pero las tabas están duras y los bailes no son para mí…
-No le veo gollete a su charla…
-Es que en mi cabeza, el carnaval se trasladó a uno de los últimos grandes bailes populares que participé de pibe. Me habían dado la llave y con la Libreta en el bolsillo del lompa blanco, fuimos al Gasómetro de Boedo a bailar. Tocaban Barry Moral que animaba con su jazz los trencitos y tarantelas, y la típica de Carlos Di Sarli. Chiquilín abombado entre mascaritas, papel picado y serpentinas, en el barullo, una melodía increíble me conmovió, y se me grabó esta letra tristona, que cantaba un tal Mario Pomar:
“…así entre mis brazos, mirándote a los ojos / yo quiero despedirme sin llanto y sin dolor...”
-¿De qué año está hablando?
-Corría el verano de 1955 y no había hecho la colimba. Después vino el bombardeo a Buenos Aires, el decreto 4161 -todo prohibido, hasta el tarareo de la marchita-, luego fusilamientos, y las milongas masivas pasaron a la historia. Se mimetizaron por asaltos en las casas, o en clubes con selectas grabaciones. Pero aquella primera para mí, es inolvidable, será por esos versos que todavía escucho:
“…La vida caprichosa nos puso frente a frente / prendiendo en nuestro pecho la hoguera de un querer, / mas hoy, la misma vida nos manda separarnos / el sueño de querernos, ya ves, no puede ser…”
-Yo me acuerdo de los bailes de Comunicaciones en Agronomía con Mochín Marafiotti, un montón de pistas llenas, pero era con las grabaciones que pasaban por la radio.
-Los músicos populares empezaron a galguear, los “disc jokey” reemplazaban más barato y la música venía de afuera. Tango y jazz en vivo pasaron de moda:
“…Bailemos / como antes, cariñito, / abrazados, bien juntitos, / sólo un alma entre los dos...”
-Don Singu, así milogueábamos en una baldosa, pero con Los Panchos, y terminaba el asalto. Los boleros suplantaban al tango. Piazzola desalojaba a D’Arienzo. El tango entraba en retirada. Era un quemo bailarlo, ninguna mina te salía….
- Las revistas de actualidad iban conformando un pensamiento social de lo que era bueno y lo que era malo. Era “in” todo lo que venía de afuera y estaba “out” lo que tenía olor popular…
“…Bailemos / que no vea en tus pupilas / una lágrima furtiva, / ni una sombra, ni un dolor... “
- Segunda mitad del siglo XX. La guerra fría congelaba todo y los jóvenes que nos queríamos comer el mundo descubrimos a los Beatles y Bill Halley. ¡Qué ibamos a gustar de esa música decadente, que encima nos hablaba de cosas ajenas: chamuyo de malevos y tranvías eran fatos de los nonos! ¡A bailar suelto y revolear la compañera!
- Y esa rebeldía, que se manifestaba en el pelo largo, hippismo, LSD, tanques en las calles de Hungría, Checoslovaquia, México, China, Argentina. Aguantes en el mayo francés, el cordobazo, los bastones largos…En tanto aparecían palabras nuevas: SIDA, ecología, ordenadores, computadoras…
“… Bailemos / que después ya sin tus ojos / he de arrancar un sollozo / por mi amor y por tu amor... “
- Don Singulario, su recorrida me llevó a la “new age”, el “power flower” y Vietnam. Esos sí que eran bailes bravos, nos contaban que la “Era de Acuario” traería la paz al mundo y las fotos nos mostraban a una nena desnuda corriendo incendiada con fósforo blanco…
- Gurúes que venían de la India y del Tíbet, pelados con campanitas y túnicas amarillas ¿lindo colol?, la acupuntura y los cambios de paradigma con la medicina alternativa: propóleo, gotas de flores musicales en muchos frasquitos y, el descubrimiento del siglo, “la pastilla anticonceptiva”. Eso sí, no confundirse, tomarlas en el orden prescripto. Si el resultado fallaba, la culpa era de la víctima, conejito de indias de omnímodos laboratorios …
“…Siempre / estarás en mi desvelo / ¡como una estrella en el cielo / prendida en mi corazón!...”
-Sabe don, me acuerdo del apodo de tortuga a don Arturo Illia, que quizo ponerle coto a los laboratorios farmacéuticos …
-Y así le fue…
“…No intentes rebelarte, lo nuestro es imposible, / un sueño irrealizable que nunca floreció…”
-¡Bueno amigo librero, me parece que del chamuyo por el carnaval de antaño, en vez de las comparsas y máscaras en los corsos barriales y los “8 grandes 8” bailes populares, nos metimos en el otro candombe finisecular!
- Es que una cosa trae la otra, los recuerdos viejos -frescos aún- se agolpan, confrontando con las noticias actuales que llegan en cataratas y confunden, ayer pasó algo super importante y hoy ya está olvidado, ¡qué se yo!: tsunamis, mineros aislados bajo tierra, esclavos en estancias cercanas, muertes inesperadas, gobiernos y faraones eternos que caen … Pero…, tiene razón, estamos en carnaval, hablemos de milongas…
“…qué importa que nos una un mismo sentimiento / y encienda nuestras almas la antorcha del amor... “
- Ud. no está queriendo deschavar su evocación y me parece que los versos que intercala en cada frase tienen algo que ver. Reconocí al tango “Bailemos” del poeta Reynaldo Yiso, pero no le veo la pata a la sota…
-Tiene razón, pienso en el autor de la música de ese tangazo que recorrió el mundo (perdón Zappino). Es uno de los pocos “académicos” que admiro y respeto, que fue reconocido como “Gloria del Tango” en la Academia del Lunfardo y “Académico de Honor” en la Nacional del Tango. Hoy es un pibe de casi de 90 años, bandoneonista y arreglador de orquestas de la talla de Pedro Maffia, su maestro; Pugliese; Basso; Gobbi; Laurenz y otros grandes; acompañante de cantorazos como Alberto Morán, Montero, el Tata Floreal, María Volonté, Choly Cordero, Luis Linares 0entre muchos …
“…Que tengas mucha suerte, que Dios no te abandone, / yo sé que a mí me espera la eterna soledad,…”
-¿Qué le pasa don Singulario? Lo veo quebrado, no es para tanto, es sólo la letra de un tango…
-Mientras describía la trayectoria de esta gloria viva de nuestra música popular, iba a decir que también nos deleita a todo el pueblo desde hace casi veinte años ¡gratuitamente! en el Complejo Municipal Plaza como director de la Orquesta Municipal de Tango. Pero vacilé ante la noticia: algún tinterillo de los que abundan en todas las administraciones, consideró la cultura como un gasto superfluo (también las bibliotecas populares) y los han despedido…
“…no tiembles en mis brazos, te ruego me perdones, …”
-Me hizo acordar de Favaloro, esos burócratas maltratando a las grandes. Es una constante que padecemos todos, pero cuando se ensañan con figuras populares se hacen más perceptibles. ¿Cómo se llama el ñato, se me ha escapado de la memoria, don?
-Homenajeamos y desagraviamos al Cholo para todos los amantes de nuestra música. Al Maestro Pascual “Cholo” Mamone…
“…el tango ya termina... salgamos a llorar... “
martes, 11 de septiembre de 2012
VIENTOS AL RITMO DEL 2 X 4
Por Don Singulario
-Don Singulario, en el artículo “Por los caminos del viento”, por un cargada a Gardel cortó la nota y me dejó bastante calentito, usted es un autoritario como la que le jedi, pero yo no le tengo miedo…
-No se de que habla y si me quiere llevar al terreno político no me encuentra. No le sigo el juego a usted ni a los medios hegemónicos de la mala onda, que no sólo tergiversan sino que inventan consignas, para que los pobres de espíritu las repitan. Hay veces que una decisión puede ser mal interpretada por incomunicación o mala fe.
Si se refiere al corte abrupto de la nota anterior, invocando al dios griego del viento, fue como excusa por falta de espacio. Yo no me puedo enojar con usted, por más bromas irrespetuosas que le haga a nuestro ídolo máximo de la canción.
-Bueno, si es así, se me pasa la calentura. ¿Dígame que tiene que ver el tango con los vientos?
-En la poética tanguera fue reclamado muchas veces como protagonista principal, otras como de reparto y en más fue figura retórica para reemplazar otras imágenes. Hubo algun@s bard@s como Homero Manzi o Eladia Blázquez que los convocaron asiduamente.
-¿Me puede dar algunos ejemplos?
-¿Le suena éste?
¡Qué noche llena de hastío y de frío! / El viento trae un extraño lamento [...].
-No me cargue don, le dije que de tangos se un tocazo, no me le animo a don Zappino, pero a usté, vamos… Letra de Enrique Cadícamo con música de Aníbal Troilo. No le quiero contar cuando el Polaco lo cantaba en aquel viejo vinilo de RCA Víctor. El disco llevaba el nombre del tango: Garúa y en el sobre la foto de tres jóvenes: Goyeneche, Elba Berón y Pichuco que se fueron con el viento del recuerdo…
-Aprobado, ¿Y ahora estos dos?:
[...] fue mi sueño de purrete / ser igual que un barrilete / que elevándose entre nubes / con un viento de esperanza, sube y sube [...]
Con las alas del alma desplegadas al viento, / más allá de la historia, de las vidas / sin gloria, sin honor ni sustento / guardaré del que escribe su mejor pensamiento / quiero amar a quien vive con las alas del alma / desplegadas al viento, al viento...
-Un poco más difícil, pero me parece que son de doña Eladia… Sí, releyendo las poesías están los títulos, el primero es Sueño de Barrilete y el segundo Con las Alas del Alma.
-La Blázquez también compuso Milonga en el Viento, Contra Viento y Marea; y como si fuera poco su compromiso cantó maravillosamente Elogio al Viento de Armando Tejada Gómez y el Cuchi Leguizamón.
-¿Sabe don Singu, me parece que esa mina era una predestinada?
-¿Sí?
-A vivir despeinada, no había spray que le alcanzara, todos los vientos estaban con ella…
-Usted es un irrespetuoso. Dígame que milonga es esta, quienes lo compusieron y de quién fue un éxito:
[...] Me dicen que por el río / al soplo del viento sur, / se fue tu negro Fanchico / en una barquita azul. [...]
-Tráigame una más difícil don. La milonga se llama Ropa Blanca del gran Homero Manzi y música de Alfredo Malerba, concubino de Libertad Lamarque que la estrenó con gran clamor. Entre las minas Susana Rinaldi y ni le cuento la uruguaya Malena Muyana. Además el Tano Marino con Pichuco y Raúl Berón con la orquesta de Lucio Demare. También los muchachos le hicimos una letra alternativa y chancha: La ropa baila en el aire, / el viento la hace bailar, / los calzones de tu hermana… no se la sigo más.
-Hizo bien en parar, así podemos continuar escribiendo sin que los Comandos de la Moralidad nos censuren. Aquí le mando algunas estrofas con una preciosa descripción de las tormentas del campo. Le ruego, si puede, complete las mismas preguntas anteriores
[...] El viento de la cañada / trae gusto a tierra mojada / y en el canto del viejo boyero / parece el pampero / soplar su dolor... [...]
-Es un tema campero con ritmo de tango, se llama El Aguacero, subtitulado Canción de la Pampa, sus autores son padre e hijo, José González y Cátulo Castillo. Algunos intérpretes que recuerdo son Rubén Juárez con orquesta, Nelly Omar, pebeta vestida de criollita con Canaro, un viejo 78 rpm. con el dúo Tito Vila y Alberto Gómez acompañado de guitarras. Comienza así
Como si fuera renegando del Destino / de trenzar leguas y leguas sobre la triste extensión / va la carreta, rechinando en el camino / que parece abrirse, al paso de su blanco cascarón. / Cuando chilla la osamenta / señal que viene tormenta.../ Un soplo fresco va rizando los potreros / y hacen bulla los horneros anunciando el chaparrón... [...]
-Tres cantantes contemporáneas han hecho muy buenas versiones, Susana Rinaldi, Soledad Villamil y Lidia Borda. Vamos a ir terminando la nota recordando otros títulos de nuestro cancionero porteño donde se evoca a uno de los cuatro elementos, que como dijimos la semana pasada constituían la cosmogonía de las culturas primigenias:
Gime el Viento, (tango) de Bruni y Rubens; Ventarrón, (tango) de Maffia y Staffolani; Agua, Tierra, Fuego y Viento, (canción) de Paz Martínez en la versión de la Negra Sosa y Soledad; Cuando Silba el Viento, (habanera) de Maruja Pacheco Huergo; Vientos del Ochenta, (tango) de Tavera y Juárez, en versión del propio Rubén; El Viento me Cuenta Cosas, (milonga) de Miguel Bucino; Abandono, (tango) de Maffia y Manzi; Buenos Aires, Buenos Vientos, (candombe) de Olano y Bublick; Clavel del Aire, (tango) de Filiberto y Silva Valdés; Adiós Pampa Mía, (tango) de Canaro, Mores y Pelay; Niebla del Riachuelo (tango) de Cobián y Cadícamo; Ni tú ni yo; (tango) de Pomati y Yiso; La noche que te Fuiste, (tango) de Maderna y Contursi; Guitarra, Guitarra Mía, (estilo) de Gardel y Le Pera; Remolino, (tango) de Rótulo y De Ángelis; Gota de Lluvia, (vals) de Lipesker y Manzi; y siguen los títulos.
-Se mandó el catálogo de la Casa América de Avenida de Mayo, don Singulario.
-Siempre despistado amigo, aquella querida Casa América que en octubre de 1997 había cumplido sus cien años, fue arrasada por los malos vientos que nos azotaron en la década del ’90.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Homo ridens
Por Don Singulario
-¡Hola don Singulario! me alegra verlo riéndose solo ¿Le hicieron cosquillas?
-En la tarea de revisar papeles viejos, me encontré con la revista “La Maga” que le dedicó un número especial al tema de la risa, la que a veces es necesaria para frenar un poco con tantas pálidas que nos tiran diarios y noticieros. Muchos filósofos se han parado un poco sobre ella y han especulado sesudamente como corresponde a tan respetable profesión…
-Me parece que intenta hacerse el gracioso a costa de una de las más elevadas actividades…
-¿Cuál? ¿La de reidores?
-¡No don, la de filósofos!
-¡Ah! cuando me propuse reflexionar sobre el tema y a investigar sobre el sentido de la risa descubrí una serie de trabajos que me parecieron interesantes para compartirlos.
Lo cierto es que muchos filósofos han intentado caracterizarla desde diferentes puntos de vista…
-¡Pare un poco don Singu! Me parece que se la está piyando con eso de la seriedad y de los filósofos… cuéntese algunos chistecitos así nos reímos un cacho en lugar de tanta sanata académica.
-Dicen que Sócrates contaba sobre la risa de una sirvienta, burlándose de su patrón Tales, que se había caído en un pozo mientras exploraba el cielo “tanto estudiar –decía ella– las cosas lejanas y no pudo ver lo que estaba debajo de la su nariz”. Platón aprovechaba la anécdota para tomar un poco en solfa a los que viven filosofando y creo que nos viene de perillas para esta charla.
-¡Oia don! En ese párrafo metió un kilo de cosas que estuvimos charlando con mi nieto mientras le tomaba la lección. Primero, don Sócrates escribió que ese fulano Tales fue uno de los siete sabios de Grecia. Luego estuvimos tratando de comprender su famoso teorema musical, del que salimos del paso cuando lo aprendió de memoria cantándolo con Les Luthiers desde You Tube. (*)
-Vamos por parte, entre las diferentes opiniones sobre la risa, una de ellas tiene que ver con la burla hacia el otro y con ese montón de barbaridades me hizo reír. Discúlpeme si lo incomodo…
La primera bestialidad (con perdón de las bestias) coincide con la de aquel ex -presidente capicúa innombrable, que ostentaba haber leído todos los libros de Sócrates. (que no escribió ninguno). Y el “teorema” es de geometría y se le atribuye a Tales de Mileto, sin acompañamiento musical, por supuesto
En cuanto a Les Luthiers con humor, comienzan inventando al autor de sus obras, el célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero «Mastropiero era muy amigo de la duquesa de Lloybridge, mujer madura cuyos encantos no habían disminuido con los años… ¡habían desaparecido! Mastropiero fingía ardorosa pasión por la duquesa, pero a sus espaldas le hacía la corte a su hija Genoveva. De esta manera, siempre podía ingresar en el castillo y frecuentar a su nieta, Matilde. Semejante juego de simulacros galantes daba excelentes resultados. No era la primera vez que este sistema era utilizado… ¡por las tres mujeres!»
- Muy bueno. Me hizo reír. Además no me molesta que se ría de mi ignorancia mientras me ayuda a comprender. Yo creo que aquella sirvienta no se reía del sabio, sino del golpazo. Siempre que metemos la pata en algún pozo los que miran se ríen. Es una actitud casi natural, tanto como la vergüenza que sentimos al caernos…
- Fíjese que interesante es el fenómeno de la risa que está necesariamente conectada a un “otro”. Uno no puede hacerse cosquillas así mismo, no tiene ninguna gracia.
Hay quienes proponen diferentes tipos de risas: como la burlona que puede ocultar envidia; la sádica que se mofa de la desgracia ajena; la del asombro ante lo impensado; la irónica que demuestra superioridad; la nerviosa que denota incomodidad; y la que más nos convoca que significa simplemente alegría y llama a la comunicación
- Don, ¿sabe que es cierto que la risa alegre invita a la comunicación? Yo me engancho enseguida con cualquiera que se está riendo y les rajo a los caracúlicos.
-Ante tantos debates “serios” de los pronosticadores de “la fin del mundo” a los que nos tiene acostumbrados nuestra televisión y que sólo mueven a risa yo le propongo uno que encontré en Internet. Está producido en España y confronta las distintas opiniones que reflexivos pensadores de todos los tiempos opinaron sobre la risa.
-¿Cómo sería eso don Singu?
-Se llama Un Viaje Alucinante al Centro de la Risa (**) coordinado por la académica Montserrat Muñoz Ávila. Ella invitó (virtualmente) a confrontar ideas al poeta Charles Baudelaire (1821-1867), autor de De la esencia de la Risa; a Henri Bergson (1859-1941) premio Nobel de Literatura en 1921, autor de La Risa; a Peter Ludwig Berger (1921), teólogo luterano vienés que escribió Risa Redentora y a la filósofa mexicana contemporánea Paulina Rivero Weber cuyo artículo Homo Ridens, una apología de la risa la hizo merecedora de participar en la reunión. También fueron invitados Baruch Spinoza (1632-1677) filósofo sefardí neerlandés y Friedrich Nietzsche (1844-1900) pero que se excusaron por razones de salud.
Entre otros se trataron los siguientes temas: ¿Qué es la risa?; ¿Hay filósofos cómicos? y ¿Los dioses también ríen?
-La pucha con los sabios, la risa los convocó ingeniosamente al hacerlos hablar desde el allá y entonces en el aquí y ahora como suelen decir los psicólogos…
-Cierto que fue una forma inteligente de confrontar y compartir ideas. ¡Fue muy interesante! Algunas de las conclusiones sorprendentes fueron que prácticamente ningún culto religioso considera a la risa como importante y la ubica en la escala de lo inmoral o pecaminoso. Otra que el ser humano es él único que puede reír o hacer reír. Y por último me quedo con Spinoza que afirmó que nada bueno surge del dolor o la tristeza y que lo sano es la alegría y la risa.
-¿Me deja meter un bocadillo don? Me acordé de un tango que decía «[...] ríe el pobre,/ canta el rico / ronca el tano en su cotorro / se inventó el avión a chorro y el chorro viaja en avión»
-Mientras termino esta nota y escucho riéndome otra desmentida sobre noticias falsas de un canal “independiente” me vino a la memoria una frase descubierta durante esta “sabia investigación sobre la risa” que dijo el genial Nietzsche:
Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti.
Don Jaime González Polero
Por Raúl Oscar Finucci (Director Revista El Tradicional).
No es esta una nota académica sobre historia, ni es este un artículo periodístico, es simplemente lo que siento por el hombre que fue el profesor Jaime Tristán González Polero, fallecido el 29 de noviembre de 2000.
Amigo y maestro en igual porcentaje, me hizo comprender el pensamiento y obra de Juan Manuel de Rosas, aquel al que se le negó, y se le niega, el título de prócer, por la eterna voluntad de quienes creen que la firmeza en el mando es un pecado, ejerciendo constantemente el anacronismo, que como sabemos, es una forma de la mentira. Conocí al profesor Polero en tiempos en que el Intendente de Gral. San Martín, Escribano Antonio Libonati, accedía a su pedido de comprar la casa perteneciente a la familia Comastri en la localidad de San Andrés, sita en el mismo partido, y que fuera, según Polero, parte del Cuartel General de los Santos Lugares de Rosas. Esto fue e mediados de la década del noventa, hecho que agradó mucho a la comunidad interesada en la historia, y sobre todo a los adherentes al Pensamiento Nacional. Adquirida la propiedad por el Municipio, el profesor Polero fue nombrado su Director; allí comenzó a vivir su gloria. Inmediatamente se mudó al museo y ocupó con humildad e hidalguía, una cuarto que estaba sobre el sótano inundado, durmiendo sobre un catre cuyo colchón eran cuatro grandes almohadones de un viejo sillón. El, que pertenecía a una de las viejas familias del San Martín Antiguo; que había sido, a sus veinticuatro años, secretario privado del interventor en Rosario del Gral. Perón.Estoicamente se bañaba con un jarro de agua calentada en la cocina, porque nunca logró que se le instalara el agua caliente, y cuando me escuchaba maldecir contra quienes no hacían en el museo, al que llamó “La Casa de Rosas”, las reformas y arreglos necesarios para una vida digna de su director y de la memoria que guardaba, me decía: “Me baño como lo hacía el Restaurador”.
Nunca tuvo una plancha que funcionara; cortó el cable y la calentaba también en la cocina. Su magro sueldo de Director, le alcanzaba para mantenerse y enviarle algún dinero a su ex mujer, de la que se había divorciado hacía ya más de treinta años, y le exigía constantemente atención. Yo también me permití opinar sobre ese prescripto reclamo, y él, como un caballero con el honor intacto, me respondía: “Yo se lo que estoy pagando”.
Luchó denodadamente para que “La Casa de Rosas” tuviera baños públicos, una oficina fuera del edificio y un tratamiento contra la humedad que desde abajo la destruía. Todo eso se logró después de su muerte.
Cuando me planteó que lo ayudara a redactar los motivos por los cuales él quería que la casa fuera declara “Monumento Histórico Nacional”, nos pusimos a trabajar. Polero no descansaba reuniendo documentos y redactando razones que le dieran la razón. Finalmente el mismo Arquitecto Peña, presidente de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos de la Nación, junto a un colaborador, llegaron hasta el museo. Estuvimos charlando toda la tarde mientras ellos revisaban todo el edificio; ubicación con respecto a la línea municipal, reformas evidentes y otros detalles. Polero caminaba de una lado a otro, inquieto, ilusionado. Finalmente la comisión probó que su museo había sido una construcción del Cuartel General de los Santos Lugares de Rosas, y lo calificó “Lugar Histórico”, pero al no probarse que la hubiera habitado Rosas, no calificaba como “Monumento”. El profe se enojó, pero aceptó con un dejo de satisfacción; sabía que estaba en el lugar correcto, y para él sería siempre “La Casa de Rosas”.
En otra oportunidad y sin dudarlo, llamó al Arquitecto Daniel Scháveltzon, quien yo conocía de la época en que trabajé en la revista “Todo es Historia” del Dr. Félix Luna. Daniel vino con su equipo de “Arqueólogos urbanos”, pero no encontraron demasiado, las construcciones sanitarias y otras modificaciones del terreno, hicieron desaparecer los elementos que podían haber sido importantes en las vitrinas de sus dos salas.
Trabajaba mucho, escribiendo y consolidando el Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de Gral. San Martín, y aportando constantemente su conocimiento y capacidad de gestión, para el Instituto Nacional.
Algunas veces he pasado de madrugada cerca del museo, y me acercaba para ver si estaba todo bien en la casa de mi amigo. Varias veces lo vi, a través del vidrio de la puerta que daba a su escritorio, dormido sobre sus papeles, junto ala pava y el mate. Lo llamaba desde mi celular y lo despertaba para que se fuera a dormir. Varias veces le dije que tenía que dormir más, que tenía que descansar, y su respuesta era. “Mi descanso es continuar”.
Cuando el cambio de signo político se cernía sobre el partido, alguien llegó como amigo a absorber conocimientos y agenda de Polero. Algunos se lo dijimos, pero alentaba la idea de que no lo dejarían sin su museo. El intendente Ivoskus asumió su cargo e inmediatamente lo echó. A él, que había encontrado esa casa, a él que la había hecho comprar y la había convertido en museo, a él, que dormía en un catre con almohadones…
A los pocos días, después del ultimátum, lo pasé a buscar y lo llevé a una pensión, que fue la antesala de su tumba. Al mes quedó mudo, y a los dos meses murió.
La ceguera de la política, no importa del signo que sea, mató al Profesor Jaime Tristán González Polero. Mi amigo, maestro y ejemplo de que lo que se siente se debe vivir en consecuencia.
No es esta una nota académica sobre historia, ni es este un artículo periodístico, es simplemente lo que siento por el hombre que fue el profesor Jaime Tristán González Polero, fallecido el 29 de noviembre de 2000.
Amigo y maestro en igual porcentaje, me hizo comprender el pensamiento y obra de Juan Manuel de Rosas, aquel al que se le negó, y se le niega, el título de prócer, por la eterna voluntad de quienes creen que la firmeza en el mando es un pecado, ejerciendo constantemente el anacronismo, que como sabemos, es una forma de la mentira. Conocí al profesor Polero en tiempos en que el Intendente de Gral. San Martín, Escribano Antonio Libonati, accedía a su pedido de comprar la casa perteneciente a la familia Comastri en la localidad de San Andrés, sita en el mismo partido, y que fuera, según Polero, parte del Cuartel General de los Santos Lugares de Rosas. Esto fue e mediados de la década del noventa, hecho que agradó mucho a la comunidad interesada en la historia, y sobre todo a los adherentes al Pensamiento Nacional. Adquirida la propiedad por el Municipio, el profesor Polero fue nombrado su Director; allí comenzó a vivir su gloria. Inmediatamente se mudó al museo y ocupó con humildad e hidalguía, una cuarto que estaba sobre el sótano inundado, durmiendo sobre un catre cuyo colchón eran cuatro grandes almohadones de un viejo sillón. El, que pertenecía a una de las viejas familias del San Martín Antiguo; que había sido, a sus veinticuatro años, secretario privado del interventor en Rosario del Gral. Perón.Estoicamente se bañaba con un jarro de agua calentada en la cocina, porque nunca logró que se le instalara el agua caliente, y cuando me escuchaba maldecir contra quienes no hacían en el museo, al que llamó “La Casa de Rosas”, las reformas y arreglos necesarios para una vida digna de su director y de la memoria que guardaba, me decía: “Me baño como lo hacía el Restaurador”.
Nunca tuvo una plancha que funcionara; cortó el cable y la calentaba también en la cocina. Su magro sueldo de Director, le alcanzaba para mantenerse y enviarle algún dinero a su ex mujer, de la que se había divorciado hacía ya más de treinta años, y le exigía constantemente atención. Yo también me permití opinar sobre ese prescripto reclamo, y él, como un caballero con el honor intacto, me respondía: “Yo se lo que estoy pagando”.
Luchó denodadamente para que “La Casa de Rosas” tuviera baños públicos, una oficina fuera del edificio y un tratamiento contra la humedad que desde abajo la destruía. Todo eso se logró después de su muerte.
Cuando me planteó que lo ayudara a redactar los motivos por los cuales él quería que la casa fuera declara “Monumento Histórico Nacional”, nos pusimos a trabajar. Polero no descansaba reuniendo documentos y redactando razones que le dieran la razón. Finalmente el mismo Arquitecto Peña, presidente de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos de la Nación, junto a un colaborador, llegaron hasta el museo. Estuvimos charlando toda la tarde mientras ellos revisaban todo el edificio; ubicación con respecto a la línea municipal, reformas evidentes y otros detalles. Polero caminaba de una lado a otro, inquieto, ilusionado. Finalmente la comisión probó que su museo había sido una construcción del Cuartel General de los Santos Lugares de Rosas, y lo calificó “Lugar Histórico”, pero al no probarse que la hubiera habitado Rosas, no calificaba como “Monumento”. El profe se enojó, pero aceptó con un dejo de satisfacción; sabía que estaba en el lugar correcto, y para él sería siempre “La Casa de Rosas”.
En otra oportunidad y sin dudarlo, llamó al Arquitecto Daniel Scháveltzon, quien yo conocía de la época en que trabajé en la revista “Todo es Historia” del Dr. Félix Luna. Daniel vino con su equipo de “Arqueólogos urbanos”, pero no encontraron demasiado, las construcciones sanitarias y otras modificaciones del terreno, hicieron desaparecer los elementos que podían haber sido importantes en las vitrinas de sus dos salas.
Trabajaba mucho, escribiendo y consolidando el Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de Gral. San Martín, y aportando constantemente su conocimiento y capacidad de gestión, para el Instituto Nacional.
Algunas veces he pasado de madrugada cerca del museo, y me acercaba para ver si estaba todo bien en la casa de mi amigo. Varias veces lo vi, a través del vidrio de la puerta que daba a su escritorio, dormido sobre sus papeles, junto ala pava y el mate. Lo llamaba desde mi celular y lo despertaba para que se fuera a dormir. Varias veces le dije que tenía que dormir más, que tenía que descansar, y su respuesta era. “Mi descanso es continuar”.
Cuando el cambio de signo político se cernía sobre el partido, alguien llegó como amigo a absorber conocimientos y agenda de Polero. Algunos se lo dijimos, pero alentaba la idea de que no lo dejarían sin su museo. El intendente Ivoskus asumió su cargo e inmediatamente lo echó. A él, que había encontrado esa casa, a él que la había hecho comprar y la había convertido en museo, a él, que dormía en un catre con almohadones…
A los pocos días, después del ultimátum, lo pasé a buscar y lo llevé a una pensión, que fue la antesala de su tumba. Al mes quedó mudo, y a los dos meses murió.
La ceguera de la política, no importa del signo que sea, mató al Profesor Jaime Tristán González Polero. Mi amigo, maestro y ejemplo de que lo que se siente se debe vivir en consecuencia.
Reportaje a Eduardo Rosa
En los últimos años, la obra de José María Rosa, poco conocida por las nuevas generaciones, vuelve a tener circulación. Se hacen reediciones, como la que nos ocupa y en Internet pueden hallarse varias páginas que reproducen el ideario y los puntos de vista de este historiador que, en su momento, se atrevió a poner en tela de juicio la “historia oficial”.
En gran medida este resurgimiento de la obra y la figura de José María Rosa está impulsado por su hijo Eduardo Rosa, a quien aquí entrevistamos para conocer detalles sobre este resurgimiento del más conspicuo de los historiadores revisionistas y sobre la reedición reciente de uno de sus textos más atípicos.
-¿Cómo definiría a "El cóndor ciego" y qué significado tiene dentro de la obra de José María Rosa?
- El Cóndor Ciego es un libro singular dentro de la obra de mi padre. No es un libro de historia pero sucede dentro de la historia de nuestra patria. Mi padre encuentra en los relatos de la muerte de Lavalle contradicciones e inconsistencias que hacen pensar que otra cosa sucedió la noche del 8 al 9 de octubre de 1841 en Jujuy.
Mi padre era un curioso impenitente y comienza a manejar los pocos elementos que pudieron atravesar los mas de cien años que separan al hecho del investigador. Y elabora una hipótesis sorprendente.
El lector tendrá todos los elementos para juzgar, como en una novela policial. Pero el caso ya no podrá ser resuelto por un eficiente detective. Solo tendrá presunciones probables. La de Pepe Rosa y la suya.
- ¿Es decir que este libro de su padre podría ser definido como un “policial histórico”?
- Si bien acabo de definir al libro como cuasi novela policial no es una novela. Una novela es un libro de fantasía que puede estar enmarcado en una época y en una historia. Y este es un libro de historia donde la imaginación del autor intenta cubrir el bache que la historia relatada no parece haberse dado cuenta y si hubo quienes quisieron tapar ese bache lo hicieron mal.
- ¿Por qué la reedición de este texto? ¿Hay intención hacer lo mismo con otras obras de Pepe Rosa?
- Re editamos este libro justamente por su atractivo literario. Pensamos que se trataba de un libro pequeño, de fácil lectura y que podía acercar a la Historia a mucha gente que no suele leer Historia o que cree que leyendo a un autor que pertenece a determinada corriente historiográfica está leyendo un panfleto político. Creímos que iba a ser la primera re-edición de un libro de mi padre, ya que el anterior "Porteños Ricos y Trinitarios Pobres", salido hace dos años, lo tomé de un manuscrito inédito.
Pero una semana antes de que El Cóndor Ciego se terminara de imprimir salió una nueva edición de su libro "La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas" y en el lapso de seis meses salió la re edición de "Conversaciones con José María Rosa" de Pablo Hernández y "José María Rosa, el historiador del pueblo" de Enrique Manson, con lo que iniciamos este 2009 con cuatro libros de o sobre el mismo autor.
- ¿Cómo era su padre?
- Mi padre, José María Rosa, vivió tan apasionadamente su vida y su compromiso con la verdad que debería ser redundante hablar de él.
Pero no es así. A mi padre no lo conocen las nuevas generaciones.
En la vida de un intelectual hay un momento en que se debe optar: Pensar por sí mismo o "servir" a la corriente.
Quién sirve a la corriente, si tiene alguna capacidad, será compensado en vida y ocupará sin cuestionamientos su puesto en las academias, será citado por mediocres y periodistas que no lo entienden (porque una de las condiciones para sacar patente de fantasmón es el lenguaje iniciático); y si el intelectual de marras tuviese "imagen", la televisión le dará un lugar y mantenerse allí será su envidiado mérito.
Quien, como Pepe Rosa, no se quede "en el molde" será un inadaptado, y sólo debe esperar, primero el silencio, y luego, si persiste, se lo separa de toda tribuna, llámese cátedra, púlpito o lugar desde el que pueda contagiar.
- ¿Qué valor cree usted tiene hoy su obra dentro de la historiografía argentina?
- Mi padre debió haber sido un profesor universitario, cuyos libros se leyeran y discutieran con argumentos en claustros y campus, para terminar su vida con la satisfacción de haber puesto luz no discutida en unas pocas cuestiones y dejando a sus discípulos la continuación del debate, como sucede y sucedió en Física, en Astronomía, en Teología y en tantas otras ciencias. Y más siendo la historia una ciencia con mayor subjetividad que otras.
Pero mi padre no tuvo esa suerte: fue separado de sus cátedras, ignorado por la prensa, estuvo preso, y tuvo que entrar en la lucha política a la hora del mayor peligro y dar un paso al costado a la hora de los codazos.
Tal vez todo esto pasó porque hizo arqueología en el alma del pueblo y encontró allí una Patria aún no realizada
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