Rosas
lunes, 10 de septiembre de 2012
Reportaje a Eduardo Rosa
En los últimos años, la obra de José María Rosa, poco conocida por las nuevas generaciones, vuelve a tener circulación. Se hacen reediciones, como la que nos ocupa y en Internet pueden hallarse varias páginas que reproducen el ideario y los puntos de vista de este historiador que, en su momento, se atrevió a poner en tela de juicio la “historia oficial”.
En gran medida este resurgimiento de la obra y la figura de José María Rosa está impulsado por su hijo Eduardo Rosa, a quien aquí entrevistamos para conocer detalles sobre este resurgimiento del más conspicuo de los historiadores revisionistas y sobre la reedición reciente de uno de sus textos más atípicos.
-¿Cómo definiría a "El cóndor ciego" y qué significado tiene dentro de la obra de José María Rosa?
- El Cóndor Ciego es un libro singular dentro de la obra de mi padre. No es un libro de historia pero sucede dentro de la historia de nuestra patria. Mi padre encuentra en los relatos de la muerte de Lavalle contradicciones e inconsistencias que hacen pensar que otra cosa sucedió la noche del 8 al 9 de octubre de 1841 en Jujuy.
Mi padre era un curioso impenitente y comienza a manejar los pocos elementos que pudieron atravesar los mas de cien años que separan al hecho del investigador. Y elabora una hipótesis sorprendente.
El lector tendrá todos los elementos para juzgar, como en una novela policial. Pero el caso ya no podrá ser resuelto por un eficiente detective. Solo tendrá presunciones probables. La de Pepe Rosa y la suya.
- ¿Es decir que este libro de su padre podría ser definido como un “policial histórico”?
- Si bien acabo de definir al libro como cuasi novela policial no es una novela. Una novela es un libro de fantasía que puede estar enmarcado en una época y en una historia. Y este es un libro de historia donde la imaginación del autor intenta cubrir el bache que la historia relatada no parece haberse dado cuenta y si hubo quienes quisieron tapar ese bache lo hicieron mal.
- ¿Por qué la reedición de este texto? ¿Hay intención hacer lo mismo con otras obras de Pepe Rosa?
- Re editamos este libro justamente por su atractivo literario. Pensamos que se trataba de un libro pequeño, de fácil lectura y que podía acercar a la Historia a mucha gente que no suele leer Historia o que cree que leyendo a un autor que pertenece a determinada corriente historiográfica está leyendo un panfleto político. Creímos que iba a ser la primera re-edición de un libro de mi padre, ya que el anterior "Porteños Ricos y Trinitarios Pobres", salido hace dos años, lo tomé de un manuscrito inédito.
Pero una semana antes de que El Cóndor Ciego se terminara de imprimir salió una nueva edición de su libro "La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas" y en el lapso de seis meses salió la re edición de "Conversaciones con José María Rosa" de Pablo Hernández y "José María Rosa, el historiador del pueblo" de Enrique Manson, con lo que iniciamos este 2009 con cuatro libros de o sobre el mismo autor.
- ¿Cómo era su padre?
- Mi padre, José María Rosa, vivió tan apasionadamente su vida y su compromiso con la verdad que debería ser redundante hablar de él.
Pero no es así. A mi padre no lo conocen las nuevas generaciones.
En la vida de un intelectual hay un momento en que se debe optar: Pensar por sí mismo o "servir" a la corriente.
Quién sirve a la corriente, si tiene alguna capacidad, será compensado en vida y ocupará sin cuestionamientos su puesto en las academias, será citado por mediocres y periodistas que no lo entienden (porque una de las condiciones para sacar patente de fantasmón es el lenguaje iniciático); y si el intelectual de marras tuviese "imagen", la televisión le dará un lugar y mantenerse allí será su envidiado mérito.
Quien, como Pepe Rosa, no se quede "en el molde" será un inadaptado, y sólo debe esperar, primero el silencio, y luego, si persiste, se lo separa de toda tribuna, llámese cátedra, púlpito o lugar desde el que pueda contagiar.
- ¿Qué valor cree usted tiene hoy su obra dentro de la historiografía argentina?
- Mi padre debió haber sido un profesor universitario, cuyos libros se leyeran y discutieran con argumentos en claustros y campus, para terminar su vida con la satisfacción de haber puesto luz no discutida en unas pocas cuestiones y dejando a sus discípulos la continuación del debate, como sucede y sucedió en Física, en Astronomía, en Teología y en tantas otras ciencias. Y más siendo la historia una ciencia con mayor subjetividad que otras.
Pero mi padre no tuvo esa suerte: fue separado de sus cátedras, ignorado por la prensa, estuvo preso, y tuvo que entrar en la lucha política a la hora del mayor peligro y dar un paso al costado a la hora de los codazos.
Tal vez todo esto pasó porque hizo arqueología en el alma del pueblo y encontró allí una Patria aún no realizada
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