Por Marcelo Gullo
El tres veces presidente constitucional de la República Argentina el General EJuan Domingo Perón fue, sin duda alguna, un profundo conocedor de la
“verdadera” historia argentina y un gran admirador del Brigadier General
Juan Manuel de Rosas. Sin embargo, muchos militantes del campo nacional y
popular desconocen, hoy día, la admiración de Perón por la figura de Juan
Manuel de Rosas y su decidida adscripción al revisionismo histórico.
Tanto más grave es el desconocimiento de ese hecho por parte de
ensayistas e historiadores que se ubican, desde hace poco, en el campo
nacional y popular. Por otra parte, algunos historiadores “mitroliberales” o
“mitromarxistas”, poco profundos creen que Juan Domingo Perón adhirió al
revisionismo histórico luego de su derrocamiento, en septiembre de 1955,
como reacción a la autodenominada “revolución libertadora” que definía al
golpe de estado de septiembre de 1955 como un “Nuevo Caseros” y al gobierno
del General Perón, como la “Segunda Tiranía” (Goebel, Michael, 2004: 251)
Se impone, entonces, documentar la temprana adscripción del joven
Perón, a la figura de Juan Manuel de Rosas, y al revisionismo histórico. Por
otra parte, es preciso detallar las declaraciones y acciones que, para
restablecer la verdadera Historia de la Argentina, realizó Juan Domingo
Perón, en su dilatada carrera política.
Importa precisar que este tema no reviste un carácter simplemente
historiográfico, sino sustancialmente político, pues los más jóvenes y los no
tan jóvenes, suelen ignorar que –como afirmaba Arturo Jauretche en Política
nacional y revisionismo histórico- “sin el conocimiento de una historia
auténtica no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento
del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro, porque el
hecho cotidiano es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido
de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible”. (Jauretche,
Arturo, 2006: 14) Sin duda alguna, “la verdad histórica es el antecedente de
cualquier política que se defina como nacional.”(Jauretche, Arturo, 2006: 16) EL JOVEN TENIENTE ROSISTA
Habitualmente, el joven teniente Juan Domingo Perón, escribía
afectuosamente hasta dos cartas mensuales a sus padres, manifestándoles,
asiduamente, su estado de ánimo y alguna que otra apreciación personal de
la situación política nacional e internacional. Así, el 26 de noviembre de 1918,
el joven oficial de infantería, tomó unas hojas membretadas del Casino de
Oficiales del Arsenal Esteban de Luca, en que revistaba y se dispuso a escribir
a sus padres. Prolijamente estampada la letra de Juan Perón comenzó a fluir
en perfecta horizontalidad con respecto a los márgenes. (Crespo, Jorge, 1998)
En dicha carta, que constituye un documento histórico de trascendental
importancia, el Teniente Perón escribió: “Mis queridos padres: Hoy he recibido
carta y me alegra mucho que estén buenos y contentos con el triunfo de las
ideas aliadas; pero debo hacer presente que no está bien eso de la lista negra,
por cuanto es un atropello… No olvides papá que este espíritu de patriotismo
que vos mismo supiste inculcarme, brama hoy un odio tremendo a Inglaterra
que se reveló en 1806 y 1807 y con las tristemente argentinas Islas Malvinas,donde hasta hoy hay gobierno inglés; por eso fui contrario siempre a lo que
fuera británico, y después del Brasil a nadie ni nada tengo tanta repulsión.
Francia e Inglaterra siempre conspiraron contra nuestro comercio y
nuestro adelanto y si no a los hechos:
En 1845 llegó a Buenos Aires la abrumadora intervención anglo-francesa;
se libró el combate de Obligado, que no es un episodio insignificante de la
Historia Argentina, sino glorioso porque en él se luchó por la eterna argentinización del Río de la Plata por el cual luchaban Francia e Inglaterra por política
brasilera encarnada en el diplomático Visconde de Abrantes. Rosas…, fue el
más grande argentino de esos años y el mejor diplomático de su época, ¿ no
demostró serlo cuando en medio de la guerra recibió a Mr. Hood…No
demostró ser argentino y tener un carácter de hierro cuando después de haber
fracasado diez plenipotenciarios ingleses consiguió más por su ingenio que
por la fuerza de la República que en esa época constaba solo con 800.000
habitantes; todo cuanto quiso y pensó de la Gran Bretaña y Francia; porque
fue gobernante experto y él siempre sintió gran odio por Inglaterra porque
esta siempre conspiró contra nuestro Gran Río, ese grato recuerdo tenemos de
Rosas que fue el único gobernante desde 1810 hasta 1915 que no cedió ante
nadie ni a la Gran Bretaña y Francia juntas y como les contestó no admitía
nada hasta que no saludasen al pabellón argentino con 21 cañonazos porque
lo habían ofendido; al día siguiente, sin que nadie le requiriera a la Gran
Bretaña, entraba a Los Pozos la corbeta Harpy y, enarbolando el pabellón
argentino al tope de proa, hizo el saludo de 21 cañonazos. Rosas ante todo fue
un patriota”. (Chávez, Fermín, 2001: 22)
La carta, dirigida a su padre don Mario Perón residente en Malaspina, en
la provincia de Chubut, no tiene desperdicio para un conocimiento profundo
y serio del pensamiento del joven oficial que, a la sazón, tenía 23 años.
La carta, escrita sin ningún tipo de intencionalidad política, expresa el
sentimiento auténtico del joven Perón sobre la figura histórica de Juan
Manuel de Rosas.
Es evidente que Perón ya había descubierto la falsificación de la historia
realizada por Mitre y su descendencia intelectual y que, el joven teniente,
sentía una profunda admiración por la figura de Rosas. Por otra parte, como
afirma Fermín Chávez, la “referencia a la intervención decisiva del vizconde de
Abrantes indica que – Perón – no tocaba de oído”. (Chávez, Fermín, 2001: 23)
Los documentos históricos, no dejan, así, lugar a ninguna duda sobre la
adhesión del joven Juan Domingo Perón, al revisionismo histórico.
El 8 de enero de 1970, desde su exilio madrileño, Perón le escribía a
Manuel de Anchorena:
“He recibido su amable carta del 24 de diciembre próximo pasado y le
agradezco el envío de la publicacion sobre la campaña Pro-Repatriación de
los restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas y para la
solidificación de las bases de nuestra liberación nacional. Ambas cosas
deben merecer la preocupación patriótica de los argentinos, porque para
asegurar el destino de la Patria es tan importante defender su futuro como
hacer justicia a su pasado. Don Juan Manuel, no solo ha tenido la gloria de su
grandeza, sino que también ha merecido el honor que le han rendido la
infamia y la calumnia de los hombres pequeños…Desde niño ha repugnado a
mí espíritu cuanto se ha escrito sobre Rosas en las 'historias' fabricadas por
escribas de la ignominia y el rencor.
Hace muchos años, en oportunidad de realizar investigaciones
históricas en el Archivo General de la Nación, se me ocurrió echar una ojeada
a los archivos documentales de la época de la Santa Federación y me fue
dado comprobar que la documentación existente era totalmente desconocida…Ha sido necesario esperar la acción de los revisionistas históricos para
conocer una realidad oculta bajo la oscuridad nefasta de la mentira.”
(Anchorena, Manuel, 1990: 32)
LA ESTRATEGIA DEL PRESIDENTE PERÓN PARA REIVINDICAR A ROSAS
Cuando el teniente Perón manifestó a su padre su admiración por Rosas,
gobernaba la Argentina el presidente Hipólito Yrigoyen quien – como afirma
Arturo Jauretche- mantenía su rosismo como un culto secreto que practicaba
en su círculo íntimo de amigos, sin atreverse, jamás, a profesarlo públicamente.[1]
Cuando Juan Domingo Perón fue, a partir de 1946, presidente de los
argentinos, aparentemente tampoco emprendió la reivindicación histórica
de Juan Manuel de Rosas. Cabe entonces realizar la siguiente pregunta: ¿No
pudo, no supo o no quiso el presidente Perón asumir la defensa de Juan
Manuel de Rosas al que había calificado, siendo joven, como “el más grande
argentino de su época”?
Para responder acertadamente a esta pregunta es preciso entender que
Perón como político y estadista nunca fue un jugador de póker, sino de
ajedrez. Es preciso comprender que, en esos años, reivindicar a Rosas, era
equivalente a reivindicar, en nuestros días a un dictador genocida como
Rafael Videla.
Rosas no había sido ni un tirano ni un asesino – como lo presentaba la
historia mitrista hegemónica en todos los niveles de la educación en
argentina desde la escuela primaria a la Universidad- y Perón lo sabía
perfectamente pero, dado que la mayoría de los argentinos habían sido
educados en el antirosismo, llegó a la conclusión de que había que llegar a la
reivindicación histórica de Rosas de forma indirecta.
Todavía, en la década de 1940, Bernardino Rivadavia aparecía como la
figura histórica más importante de la historia argentina. Fue entonces que
Perón planificó que, el año 1950, debía ser el Año Sanmartiniano. Puesto San
Martín como figura central de la Historia Argentina, el estudio de su accionar
político y de su epistolario, conduciría, como una autopista, al triunfo del
revisionismo histórico pues quedaría en evidencia la enemistad entre San
Martin y Rivadavia y la admiración del Libertador por Juan Manuel de Rosas.
Este fue el razonamiento de ese gran ajedrecista político que fue Juan
Domingo Perón.
Perón, llegó a la conclusión de que los argentinos, estudiando profundamente la vida de San Martín, descubrirían que, desde el inicio de su gobierno,
Rivadavia se negó, por completo, a colaborar con los ejércitos que luchaban
contra los realistas españoles. Que Rivadavia negó todo tipo de ayuda, tanto
al ejército de Martín Miguel de Güemes, que daba batalla en Salta y Tarija,
como al Ejército Libertador del Gral. José de San Martín, que combatía en el
Perú. Que los dos delegados, enviados por San Martín, para solicitar ayuda
financiera y apoyo logístico para culminar la Guerra de Independencia,
obtuvieron como respuesta, por parte de Rivadavia y la Legislatura de la
Provincia que, a Buenos Aires le convenía que no se fueran los realistas de
Perú y que Buenos Aires debía replegarse sobre sí misma.[2]
Por otra parte, Perón apostando al largo plazo, estaba seguro que los argentinos se harían una idea más acabada, tanto de las condiciones
morales como de los resultados de la interesada administración de
Bernardino Rivadavia, con sólo poder conocer algunos fragmentos –
ocultados por la historia oficial – del intercambio epistolar entre dos héroes
americanos del más elevado valor moral y patriótico, como lo fueron San
Martín y O´Higgins, quienes, por lo demás, -comprobarían los argentinos
educados en la historia oficial- fueron víctimas directas, tanto en lo personal
como en la actividad política y militar, de la acción de Rivadavia.
Perón estaba seguro de que ubicando a San Martín como figura central
de la Historia Argentina sus conciudadanos llegarían, por fin, al conocimiento
de documentos históricos sustanciales como la correspondencia epistolar
entre San Martin y O'Higgins y entre San Martín y Rosas. Dentro del marco de los festejos del bicentenario del nacimiento del
Libertador General San Martín, el gobierno peronista procedió a rebautizar la
calle Carlos María de Alvear, como avenida del Libertador. La estrategia que
Perón eligió para reivindicar la memoria de Rosas fue, evidentemente una
estrategia de largo plazo y, convencido como estaba de que para tales fines
era mejor persuadir que imponer, durante sus dos primeros gobiernos, el
presidente Perón, no repatrió los restos de Juan Manuel de Rosas, como
muchos de sus seguidores – entre ellos John Williams Cooke – hubieran
deseado pero, no es difícil imaginar que, si hubiera procedido a la repatriación la suerte del cadáver de Rosas no hubiera sido muy distinta que la que
sufrió el cadáver de Evita, varias veces ultrajado y profanado. Sin embargo, es preciso mencionar que fue durante la segunda
presidencia de Perón que se llevó a cabo, el 5 de diciembre de 1953, el primer
homenaje oficial a los héroes de la Vuelta de Obligado, por resolución del
gobierno de la provincia de Buenos Aires, encabezado, en ese entonces, por
el Mayor Carlos Aloé. Este homenaje se volvió a repetir el 20 de noviembre de
1954 y su orador principal fue el ministro de Educación bonaerense, el doctor
Raymundo J. Salvat.
En una entrevista que, en 1973, le realizara Tulio Jacovella, a Juan
Domingo Perón, el periodista le preguntó el por qué durante sus dos
primeros gobiernos había sido tan tibio el apoyo oficial al revisionismo
histórico y le manifestó que muchos intelectuales marcaban que no había
habido una política educativa claramente revisionista. Perón respondió
entonces:
“Tienen razón. Había que esperar que existiera una conciencia nacional
bien difundida a todos los niveles. Estos hechos deben madurar, y para eso
hace falta muchos años. Fíjese usted que teníamos que enfrentarnos con
cien años de mentiras, y estas cosas no se pueden hacer por decreto.
Teníamos maestros y profesores secundarios, y hasta universitarios, que
habían sido formados – en realidad deformados inconscientementedurante muchas generaciones desde el primer grado de la escuela primaria.
Además, estaban los medios masivos de información que respondían a esa
óptica por razones obvias. Pero ahora es distinto: el pueblo pide, como un
derecho más, la verdad histórica… ¡Hemos devuelto los trofeos de guerra del
Testamento del Gral. San Martín, Imágenes del documento que el Libertador redactó en
la escribanía de Francois Huillier el 23 de enero de 1844 acompañado por Mariano Balcarce.
Paraguay, y no vamos a repatriar con la debida solemnidad los restos de
Rosas, legatario del sable del Libertador!” (Perón, Juan Domingo, 2002: 385)