Rosas

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viernes, 31 de diciembre de 2010

Juan Bautista Cabral: ¿Un protagonista actual de la lucha de clases?

Por Jorge Deniri
Si recordamos que la Argentina es el lugar de América más “visitado” por Antonio Gramsci, y cerca de un siglo más tarde vemos los resultados de esa presencia revolucionaria a través de la infiltración en la cultura que preconizaba, tendríamos quizá que aceptar que ha logrado un gran éxito entre nosotros. Voy a reflexionar solamente sobre el combate por la Historia (Febvre dixit) entre nosotros, dentro de éste, el intenso proceso de deconstrucción de la figura de San Martín, y, respecto de San Martín, lo que atañe a Juan Bautista Cabral. Al Gran Capitán, negándole los padres para poder pretenderlo indio, al “Sargento” consagrado por la tradición, imaginándolo negro y esclavo.
En principio, postulo que como arquetipo, paradigma del héroe, San Martín ha sido y sigue siendo una pieza fundamental de la construcción de nuestra Historia, y que el arquitecto esencial a esa edificación fue Bartolomé Mitre.
No es casual entonces, que el proceso de empoderamiento gramsciano de San Martín y la consecuente demonización de Bartolomé Mitre, jueguen un papel tan central en esa “lucha de clases” cultural, que batalla hace décadas por hegemonizar hasta hacerlo propio, el recorte de poco más de dos siglos que se reivindica como “Historia Argentina”.  Hay que puntualizar también, que en la América española, hoy sería más exacto hablar de “lucha de razas” o de etnias que de clases, porque la antinomia planteada por las izquierdas es tanto de colores de piel como de “clases” en un sentido no tradicional. Indios contra blancos, ricos contra pobres, “patricios” contra “plebeyos”.
En ese proceso, en lo nacional le ha cabido un protagonismo catalizador al peronismo, para el trasvasamiento ideológico de las derechas argentinas hacia la izquierda. Diana Quattrocchi Woisson ha analizado cómo el revisionismo rosista, con sus más y sus menos, fue la construcción histórica empoderada por el peronismo para labrarse una Historia antecedente propia. Allí está el germen de la singular transición desde la extrema derecha fascista mussoliniana que trasplantara Juan Domingo Perón, en su momento implacable perseguidor de comunistas, hasta las reivindicaciones del “socialismo real” de sus herederos actuales, y su estrecha alianza con dictaduras desembozadas de extrema izquierda, como la cubana, la venezolana o la nicaragüense, y sus genuflexiones ante el neo estalinismo ruso.
El asalto a la figura de San Martín, para instalar un nuevo orden historiográfico, demoliendo la que demonizan como “la historia oficial”, reconoce un proceso entre cuyos actores principales se cuentan Enrique García Hamilton y Hugo Chumbita. La piedra angular del “relato” urdido por ambos, es una única carta, en la que la hija demente de Carlos María de Alvear, Joaquina, afirma que San Martín es hijo de una india con su abuelo Diego. Chumbita redobla la apuesta y le pone nombre y apellido a la india: Rosa Guarú, la “originaria” de leyenda, excavada de una tradición yapeyuana de los inmigrantes franco suizos por el cura Maldonado, párroco local hacia 1915.
Temporalmente, este San Martin “indio” sale a la luz en el año 2000, cuando José Enrique García Hamilton publica “Don José”, que se publicita como una “biografía novelada”, a la que se le auto asigna jerarquía histórica, aseverando que se escribió “a partir de los documentos existentes” (la carta de Joaquina).  Contabilizando sólo esos veintidós años, sumándoles las secuelas del libro de Hugo Chumbita “El secreto de Yapeyú”, editado un año después, en 2001, ¿Cuántos son hoy los que de buena fe creen a pie juntillas que San Martín era hijo de una india que se llamaba Rosa Guarú? Tantos como para hablar de una “grieta” historiográfica que se ensancha diariamente.
Y en estos procesos, que se valen mucho más de la alquimia de los mitos y la química de las leyendas que de la búsqueda de la verdad histórica, por supuesto que el “escudero” de San Martín no podía quedar al margen.
El General Diego Alejandro Soria, inaugurando como Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano el 13° Congreso anual de la Junta de Historia de la Provincia de Corrientes en Saladas (2013), refiriéndose expresamente a Juan Bautista Cabral, puntualizó que encarna el caso excepcional de un simple soldado que entra en la Historia junto con su Jefe ¿Qué mejor que identificarlo como un héroe “popular”, surgido del seno mismo de la masa.
El empoderamiento de Cabral desde las izquierdas, discurre siempre siguiendo un trámite más o menos análogo: Se parte de una “carta” o “nota” o “documento” de un origen dudoso, por ejemplo sin fecha, y con un encabezamiento informe, como el conservado por Mantilla.
Siempre en la misma línea, se exalta su pertenencia – presunta - a los estratos menos afortunados de la sociedad de la época: la esclavatura y la negritud, incluso dejando de lado una más creíble inserción en el universo “originario” como sería el caso de Cabral. Resta analizar someramente, por razones de espacio, las versiones destiladas a partir de otro escrito atribuido a Luis Cabral.
Ya he historizado lo referente a la publicación de Castello, reiterado en sus obras posteriores, queda referir, brevemente, a Chumbita, Hanglin, Pignatelli y – un valioso aporte de último momento – Julio Romay.
Chumbita reivindica la versión de Castello y habla del “mulato Juan Bautista Cabral, cuya filiación fue un misterio que se develaría mucho más tarde en los archivos de la catedral de Corrientes; era hijo del cura José Cabral con una esclava negra, Carmen Robledo…”. Chumbita le da categoría de “Documento testamentario” al escrito atribuido a Luis Cabral. Resumiendo, madre negra esclava y papel del archivo de Mantilla que, claro, desplaza de la propiedad del liberal agnóstico y masón a la Catedral, por aquello de pintar como padre a un cura.  Rolando Hanglin pareciera ser quien publicita para el gran público, desde La Nación, la aseveración de Cristina Fernández respecto de Angola, también reivindica la versión de Castello, y es tan extensa y tan densa su nota, que justifica un trato aparte. Aquí, merece ser sintetizada con sus propias palabras: Cabral “era negro, sí, y esclavo”. Su fuente principal, sería el escrito de Herminio Gaitán “Combate de San Lorenzo”, de 1984.
Adrián Pignatelli, escribiendo en Infobae, considera “establecido que era zambo, de padre indígena y madre africana”. Del grueso de inexactitudes que cabe dar cuenta de este autor, sin duda la principal es dar a Cabral como combatiente durante la segunda invasión inglesa. Considero que también obliga un análisis a ulteriori.
El último autor citado en esta nota, es un sanmartiniano que presenta habitualmente ponderados trabajos. La última ponencia del contador Julio Romay, presentada para ser expuesta en el 7mo Congreso Correntino Sanmartiniano, celebrado el viernes 07 de octubre, en la localidad de Alvear, versa sobre la vida en filas de Juan Bautista Cabral, anterior al combate de San Lorenzo, y pesquisa minuciosamente los documentos de hospitalización, durante ese lapso, de los Granaderos a caballo.
Romay, citando la obra de Herminio Gaitán sobre el combate, identifica a Gerardo Pisarello, un célebre intelectual saladeño de izquierdas del grupo de Boedo, como la fuente de otro escrito atribuido a Luis Cabral, en el cual “nuestro negro Juan Bautista”, presuntamente habría pedido a su “dueño” que “le escriba a San Martín que lo baje a la Infantería porque en la caballería corre mucho peligro”. Algo inverosímil si se piensa cómo fue escogida personalmente por San Martín, la reducida tropa que se batió en San Lorenzo. Hábilmente, Romay desestima además esa versión mostrando sus anacronismos cronológicos.
Para cerrar el tema, en una última nota trataré de separar la paja del trigo, supliendo la falta de elementos de juicio históricos fehacientes, mediante el modus operandi de la antropología histórica a fin de aventurar una hipótesis final.

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