José María Rosa, “Pepe”, nació en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906 Hijo de Lucila Cano y José María Rosa.
Fue la
suya una familia tradicional, de inmigrantes, Vicente Rosa, llegado al
país en 1829 era hijo de un relojero Veneciano que había naufragado allá
por 1795 cerca de Barcelona, donde se casó con Ventura Carim, de lejana
ascendencia mora.
Su abuelo,
José María Rosa (padre), se desempeñó dos veces como Ministro de
Hacienda de los presidentes Julio A. Roca (1898-1904) y Roque Sáenz Peña
(1910-1914) y su padre, José María Rosa (hijo), se desempeñó como
interventor federal de Mendoza.. En 1931
Pepe Rosa contrae matrimonio con Delfina Bunge, con quien tuvieron tres
hijos y una hija: José María, Eduardo Manuel, Juan Ignacio y Lucila. En 1954
contrae matrimonio con Ana María Rocca, con quien tuvieron un hijo
llamado Vicente, que nació en Madrid y regresó a la Argentina luego del
exilio de su padre. Cuenta Eduardo, su hijo: “El nombre PEPE tiene su historia: 1807. En la esquina de Perú y Alsina, hay un feroz combate. Un
cuerpo de Miñones, al mando de un marino de río llamado José Pons, al
que le decían “Pepe el Mahonés”, peleaba en ese sitio y consigue sacarle
un cañón a los ingleses. Como o no supieron manejarlo o no tuvieron balas lo clavan y lo esconden. Finalizado el combate los Miñones van a buscar su cañón ¡Y no estaba! Se lo habían llevado los Patricios. Hubo
un juicio y finalmente lo recuperaron, pero al poco tiempo se produce
la revolución de mayo y ¿Quién era el Jefe? ¡Nada menos que el odiado
jefe de los Patricios!
Pepe, que
tenía pequeños barcos con los que hacía el traslado de mercaderías de
Colonia a Buenos Aires, arma dos de sus barcos con un cañón cada uno y a
uno de ellos, una chalupa que se que se impulsaba a remo lo bautiza “La Podrida” y se va a Montevideo a ponerse a las órdenes de Elío y en contra de la junta de Buenos Aires.
Mientras
espera entrar en acción, Pepe saca patente de corso y según consta en el
puerto de Montevideo captura algunos buques “de Buenos Aires” (de algo
había que vivir…) Se produce
la batalla naval de Montevideo y en ella el único barco patriota
hundido es el San Luis, que lo hunde “la movediza Podrida”, según se
describe en los anales de la historia naval Argentina. Unos años
después, llega a la casa de comercio de José Pons, un joven españolito
llamado Vicente Rosa, bis abuelo de mi padre, que se casa con la hija de
Pepe el Mahonés. Por eso siempre decimos que armar la
podrida es cosas de familia.... El segundo hijo de Vicente, se llamará
José por su suegro y le dirán Pepe. Ese será el abuelo de mi padre.
Mi padre siempre contaba que la historia se vivía en su casa como chismes de vecinos.
Solía ir
los domingos a la casa de su abuelo, que se reunía con señores que
hablaban con familiaridad de gente con nombres de calles y se sentía
fascinado con esos viejos que dominaban un arte hoy casi olvidado: “El arte de conversar”.
La familia
descendía más bien de unitarios, una de sus abuelas era hija del
General Pacheco y recordaba de las viejas de la familia haber oído el
relato de la batalla de Rodeo del Medio “Entre el Tío Goyo y el Tío
Ángel” (Entre Lamadrid y Pacheco).
Cuatro
años tenía Pepe Rosa cuando el centenario. En sus primeros recuerdos
está una noche de mayo de 1910 en que su madre lo llevó a la azotea para
que viera el cometa Halley. Siempre contaba que su madre rezaba en
silencio ¿Por qué rezas, mamá? – Rezo para que Dios te dé vida
suficiente y puedas ver al cometa otra vez. En el año 86 apunté
–continúa relatando Eduardo- mi telescopio al cometa, invisible a simple
vista, se veía una pequeña bola naranja que se desplazaba lentamente
entre las estrellas del fondo. Lo hice ver a mi padre y este se quedó callado.... estaba enojado. ¿Qué te pasa? ¡Me pasa que esperé 76 años para volver a ver al comenta y el cometa no me quiso ver a mi!”
Ya desde pequeño,
José María Rosa era un gran observador y lector, hay una anécdota de
aquellos años que lo pinta de cuerpo entero, como pensador y como
sostenedor de sus propias teorías más allá de los costos que eso le
implicara. El siempre quería saber el origen y finalidad de las cosas. A
los 11 años leyó “El origen de las Espacies” -de Darwin- , eso le costó
un disgusto con su profesor de religión, quién decía a sus alumnos que
Darwin había sido rebatido por Cuvier[1], demostrándose así la tesis bíblica de la creación divina. Pepe
Rosa, respetuosamente se calló, buscó datos en la nutrida biblioteca de
su casa y al día siguiente le dijo a su profesor: “Cuvier es del siglo
XVIII y ya había muerto cuando Darwin publicó su libro, de manera que
mal pudo haberlo rebatido”… resultado: una mala nota, la primera - según
él – y una reprimenda por pensar. Luego vendrían muchas
más por el mismo motivo, siempre por pensar y exponer sus pensamientos,
más allá de cualquier especulación.
A los 20 años se recibe de Abogado.
Comienza en Santa Fe su verdadera vocación, la de Profesor, ejerciendo en la Universidad del Litoral y (ad-honorem) en La Plata.
Una vez
por semana viajaba en la dura segunda clase de los trenes desde Santa Fe
a La Plata y en una ocasión que alguien le dijo que hacer eso era una
locura, el le replicó: “¿Acaso los pescadores no hacen
sacrificios mayores por su pasión? Bueno, mi alegría es dar clase y tal
vez me cueste menos plata que la que gastan los pescadores.”
En esos
viajes de tren, solía encontrase con Alfredo Palacios en la Estación
Constitución que también viajaba a La Plata, ya que tenía clases más
temprano que Pepe Rosa, pero no era excesivamente puntual, tanto que
Pepe a veces lo cubría dando la clase de Palacios, quien lo estimaba
mucho y, sabiendo que se había presentado para la titularidad de su
cátedra, le dijo que lo iba a apoyar, ya que lo consideraba mejor que
otros aspirantes pero que debía prometerle doctorarse, ya que mi padre
-por su traslado a Santa Fé- no lo había hecho. Cumpliendo con su promesa se doctoró con la tesis de “Origen místico del estado”.
En Junio de 1938, junto a un grupo de entusiastas fundan el Instituto de Estudios Federalistas[2].
Solía
decir que “aunque algunos pensaban que éramos un peligro; la prensa
unánimemente calló nuestros boletines, manifiestos y conferencias”. Empezó
la "conspiración del silencio", fase primera de la lucha contra la
verdad histórica, más tarde vendrán la tergiversación, la calumnia, la
cesantía de profesores revisionistas, y hasta la cárcel.
Ocurrió después de una conferencia de Rosa, donde los concurrentes apenas pasaban de una docena.
"No. A esta gente, no - dijo don Alfredo Bello presidente del Instituto e iniciador del grupo - eso mismo que usted ha dicho sobre Rosas repítalo en un asado popular que le voy a organizar en Coronda".
-¿Qué saben de historia argentina quienes asistirán al asado?".
-Nada, ni siquiera les ha quedado lo que se les enseñó en la escuela. Pero son criollos y tienen corazón".
Organizaron
el asado, y fue un estruendoso éxito, la policía debió intervenir
porque los concurrentes salieron “a matar salvajes unitarios”, y tirarle
piedras a los bustos de Sarmiento.
Tiempo más
tarde La llamada "Revolución Libertadora" lo deja cesante y lo
encarcela en ocasión de la detención de su amigo John W. Cooke, a quién
había dado refugio en su casa. Aunque parezca demencial, la acusación
que le imputan es de corromper a la juventud con su "rosismo". Luego
de tenerlo una semana incomunicado, una noche lo llevan ante un extraño
tribunal que lo interrogó sobre el gobierno de Rosas.
-¡Pero esto es una locura! – le dice a su interrogador que se presentaba como “El Capitán Ghandi”[3]
- Si usted
quería saber mi opinión sobre Historia Argentina me hubiese invitado a
su barco y no necesitaba traerme a punta de ametralladora; o al menos
hubiese comprado mis libros así yo ganaba algo -dijo consternado Rosa.
-¡Usted es un mercader de la Historia!, -acusa el interrogador.
-¿Y usted de que vive? Porque supongo que será mercader de algo.
Continúa el demencial interrogatorio hasta que se toca el teme de los bloqueos anglo/franceses.
-El Capitán Ghandi no debe ignorar que un bloqueo es un acto de guerra, que hubo combates en Martín García, en Obligado....
-Pero no bombardearon Buenos Aires – minimizó Ghandi
Rosa – polemista de alma – no se pudo contener.
-Es cierto, Buenos Aires nunca fue bombardeada por marinos... extranjeros.
Eso le costó meses de cárcel.
La copia
de este diálogo lo sacó la familia dentro de un termo y fue publicado
tiempo más tarde, luego de varios meses de prisión sale para militar,
ahora más activa y decididamente, enrolándose en el fallido y trágico
intento del General Valle el 9 de junio de 1956.
La
asustada reacción del gobierno "gorila" de entonces lo buscó para
fusilarlo pero consigue pasar a Montevideo, de allí viaja a España donde
permanece hasta 1958, ejerciendo el periodismo y dando conferencias en
distintos ámbitos.
Desarrolla,
entonces, su actividad en el Instituto de Investigaciones Históricas
Juan Manuel de Rosas, entidad de la que fue presidente en varias
oportunidades, pasa a ser muy conocido en el Paraguay, donde es invitado
permanentemente a dar conferencias o asistir a eventos relacionados con
el prócer máximo paraguayo. Mientras tanto participa activamente en lo
que se llamó la Resistencia Peronista convirtiéndose en uno de sus
referentes más respetados y queridos.
Es en ese
período que el movimiento Peronista, antes indiferente toma con
entusiasmo las banderas revisionistas y las hace suyas. Rosa integraría
la comitiva de notables que van a buscar a Perón en el famoso vuelo
chárter del 17 de noviembre de 1972.
Para
entonces ya se había publicado su HISTORIA ARGENTINA, obra en 13 tomos a
los que luego de su muerte se le agregaron cuatro más, con la
inestimable colaboración de uno de sus discípulos y amigos Enrique
Manson quien, conjuntamente con Fermín Chávez, Juan Carlos Cantoni y
Jorge Sulé, finalizó la obra con los tomos 14 a 17 (1946/1976).
El General
Perón, dispone que se haga cargo de la embajada en Asunción,
considerando que su prestigio en Paraguay pudiese ser positivo para los
intereses nacionales dado que en ese tiempo se jugaban en las cotas de
altura de la represa de Corpus, la factibilidad de construir Yaciretá.
Muerto
Perón, tuvo desinteligencias con el canciller Vignes y optó por aceptar
la embajada en Atenas, donde permaneció hasta el golpe militar de 1976.
Regresó a
Buenos Aires, donde sus libros eran retirados de las bibliotecas y su
nombre puesto en un "cono de silencio". Entonces fundó la revista
"Línea" (por pretender abarcar a todo el pensamiento de la línea
nacional), "la voz de los que no tienen voz".
El propósito fue mantener viva la llama del pensamiento nacional y mostrar que subyacía otra Argentina llamada a renacer.
No
pudieron los militares acusar a Pepe Rosa de ser guerrillero solo porque
su figura era demasiado visible y conocida. Pero buscaron todos los
medios para acallarlo, desde el secuestro de la revista hasta los
innumerables juicios entablados en su contra.
Definamos un poco más el pensamiento de Pepe Rosa:
Llega el
siglo s.XX, que se ha definido como “el siglo de los pueblos”. El
imperialismo se bate en retirada y el liberalismo no convence a muchos.
Surgen en la Argentina nuevos movimientos populares (el Irigoyenismo de
1916 a 1932, el Peronismo de 1945 en adelante), que por ser populares
son naturalmente nacionalistas. Se interrogó a la historia “oficial”,
para saber por que no éramos dueños de nuestros destinos, y no se
encontró respuesta.
De ese impulso – a la vez académico y político – surgió el revisionismo histórico.
Solía
repetir que un auténtico nacionalista no es un anti: su verdadera
posición es afirmativa y no negativa. En cambio un cipayo puede ser un
anti: empieza por ser antipatriota, y sigue por oponerse a todo
imperialismo que no sea el de sus preferencias. En tiempo de Rosas había
unitarios anti británicos por pro franceses, o anti franceses por pro
ingleses. Como hoy encontramos anti soviéticos, anti yanquis o anti
británicos, por ser defensores de otro imperialismo foráneo.
Un
verdadero argentino no entiende esas oposiciones: combatirá con uñas y
dientes al imperialismo que quiera mandar en nuestra tierra,
exclusivamente por ese hecho y sin llevar la lucha más allá.
En “Rivadavia
y el Imperialismo Financiero”, Pepe Rosa afirma con una actualidad casi
visionaria: “Hay sus graduaciones: odian más los débiles, porque odiar
es propio de impotentes; los fuertes no puede decirse que odian sino que
ignoran. El que ignora al pueblo todavía está fuerte en su "patria"
colonial; cuando empieza a odiarlo es que se sabe débil.
Y entonces - cuando se odia al pueblo - es que la oligarquía se sabe débil, y está cercana la hora de la liberación nacional.”
Finalmente
también hicieron llegar la consigna, decía Pepe Rosa, nos decían “hay
que negar a Juan Manuel de Rosas”. La oligarquía no condenó a Rosas por
tirano, lo condenó por la defensa de la soberanía, y porque representó
auténticamente a las clases populares. Todo lo demás fue una leyenda
mentida para cohonestar este odio; la leyenda de la mazorca, la de las
ejecuciones, la del cierre de la universidad. Había que presentar a las
futuras generaciones el peligro de los gobiernos populares: mostrar el
oscurantismo y el terror que advendrían si volvían los gauchos y
orilleros conducidos por un gran caudillo a regir los destinos de la
Patria.
No bastaba
con la caída de Rosas, ni con las masacres de Pavón. Era necesario,
imprescindible, dotar a la nueva Argentina de una idea de patria que no
fuera la tierra, los hombres, la tradición, ... se enseñó que la
Argentina eran las “instituciones” (las instituciones copiadas), la
libertad, la civilización, o cualquier abstracción universal. Los
argentinos tendrían al “amor a la libertad” (libertad para pocos) como
el fundamento único de la argentinidad.
Para finalizar reproduzco la respuesta que José María Rosa río a la pregunta sobre su opinión del “progresismo”[4]:
Pregunta:
Generalmente usted no responde cuando se le pregunta si es hombre de
derecha o de izquierda porque considera – según lo declaró más de una
vez – que esas son categorías propias de un liberalismo que rechaza.
Veremos si tenemos la suerte de hacerle contestar mediante un
camouflage. Para Mannheim, progresista es el que ve el presente como el
comienzo del futuro, y reaccionario el que lo ve como la continuación
del pasado. De acuerdo a este esquema, ¿cómo ve usted el presente?
Respuesta:
La gran dificultad de un reportaje consiste en que, a veces, reporteado
y reporteador no hablan el mismo lenguaje, y las respuestas de aquél
deben encogerse o estirarse a la medida de las ideas políticas o
filosóficas de éste, cuando no adaptarse, simplemente, al valor que el
reporteador da a las palabras. Hecha esta aclaración de que me someto
voluntariamente a un lecho de Procusto, empiezo. Eso de progresista o
reaccionario, dicho en términos absolutos, lo usan quienes creen en el
avance de las sociedades hacia una meta determinada, como los liberales o
los marxistas. Para mí, “progreso” y “reacción” son términos de física,
que pueden aplicarse a la historia de las sociedades en relación con
algo: el bienestar individual, el de una clase social, el de una
comunidad nacional, o mi concepto personal del arte, del confort, de la
moral, del derecho, etc. Entonces, sólo así podría decirle si hay
progreso o regreso: en relación a ese “algo”. Y usted me podría
catalogar, con Mannheim, según creyese que comienzo el futuro o continúo
el pasado.
José María Rosa pasó a integrar el comando celestial el 2 de julio de 1991.
Recordémoslo con sus propias palabras como homenaje a una vida de convicción:
“…Tal
vez no sea tan difícil la obra, en esta hora del despertar de los
Pueblos. Porque llegará un momento en que los intelectuales, como grupo
social, entiendan cuál es su misión y piensen, escriban y actúen en
función de la sociedad, sin sentirse atados a extranjerismos ni
divorciados de su Comunidad. Entonces se logrará la Liberación
Nacional…”.[5]
* Miembro de Número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
[1]
Georges Léopold Chrétien Frédéric Dagobert Cuvier (también llevó el
apodo de Chrétien)1 barón de Cuvier, (Montbéliard, Francia, 23 de agosto
de 1769 – París, Francia, 13 de mayo de 1832) fue un naturalista
francés.
Fue el
primer gran promotor de la anatomía comparada y de la paleontología.
Ocupó diferentes puestos de importancia en la educación nacional
francesa en la época de Napoleón y tras la restauración de los Borbones.
Fue nombrado profesor de anatomía comparada del Museo Nacional de
Historia Natural de Francia, en París.
[2]
El Instituto fue presidido por el docente santafesino y presidente del
Consejo de Educación local Alfredo M. Bello –a quien José María Rosa
atribuyó su conversión al rosismo-, quien en ese carácter suscribió el
diploma de miembro correspondiente en Salta del citado profesor Romero
Sosa, investigador que participó por entonces -1938-, en representación
de la Unión Salteña –Sociedad Provincial de Fomento fundada por Cristian
Nelson y Agustín Usandivaras-, de las Jornadas de Estudios Históricos
sobre el Brigadier General Estanislao López celebradas en Santa Fe y
organizadas por la Junta de Estudios Históricos de aquella provincia que
presidía el historiador, académico, profesor universitario y hombre
público bonaerense radicado en Santa Fe, doctor Manuel M. Cervera, y
cuya vicepresidencia desempeñaba Monseñor Nicolás Fasolino, después
cardenal. Lo hizo con un extenso trabajo sobre “Relaciones políticas
entre Salta y Santa Fe durante la administración del Brigadier General
Don Estanislao López”, publicado en 1942, en el tomo II de los anales de
dichas Jornadas.-
[3]
Prospero German Fernandez Alvariño, sin ser militar se hacía llamar
Capitán Ghandi, mientras los presos eran torturados en su lugar de
detención, él junto a Perazzo y Naón, tras el golpe de 1955, exhibían en
su escritorio dentro de un frasco con formol y durante los
interrogatorios, la cabeza de Juan Duarte, también el comando civil
–antecedente inmediato anterior de los “grupos de tareas”- José
María Rosa, lo sufrió en dos interrogatorios de la Revolución
Libertadora, lo recordaba como un petiso paranoico medio ridículo, sólo
famoso por haber profanado la tumba de Juan Duarte para cortarle la
cabeza.
[4] Del libro “Historia del revisionismo y otros ensayos”) 1968
[5] El Revisionismo Histórico y la Liberación Nacional, José María rosa
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