Por Iciar Recalde
Diario de las Memorias de un profeta del odio. Junio de 1955: Borges cuenta que ver las iglesias incendiadas le dio ganas de llorar. No hay una sola palabra en torno al bombardeo sobre la Plaza de Mayo en el que murieron miles de personas. Al mes siguiente, se niega a firmar un Manifiesto de adhesión al testamento de Einstein, publicado por B. Russell, pidiendo la supresión de las armas atómicas, que le había entregado Doña Victoria Ocampo. “En estos momentos, salir con un manifiesto sobre política internacional, parece de una gran insensibilidad e indiferencia sobre lo que pasa en el país. Es como si en una casa alguien estuviera muriendo y los allegados del moribundo estuvieran preocupados con una epidemia en Málaga. Sur va a parecer muy aloof. Será una vergüenza, pero yo hoy estoy más interesado en el peronismo que en el comunismo.” En octubre de 1955, Lonardi lo premia con el nombramiento como director de la Biblioteca Nacional. El 13 de noviembre, mientras se desarrolla el conflicto que concluirá con el reemplazo de Lonardi por Aramburu, Sábato invita a Borges y a Bioy a acompañarlo a El Mundo en busca de novedades: “recorremos el centro, gritamos: ‘Rojas sí, nazis no’, vemos a aliancistas que gritan ‘¡Viva Lonardi!’. El 1º de diciembre, en la Casa del Escritor, Borges explica que: “Perón no defendía al pueblo, que la Revolución no es un zarpazo de terratenientes y de obispos”. Días después alguien sostiene que los obreros estaban dispuestos a morir por Perón. Borges le responde: “Vea, la revolución se ganó porque había gente dispuesta a morir por la libertad y nadie a morir por Perón”. El 24 de diciembre, Borges cuenta un diálogo de almacén: "Uno: –Ahora no hay libertad./ Otro (más corpulento que el anterior): –Ahora hay libertad. Antes si usted gritaba ‘¡Muera Perón!’ iba a parar a la comisaría segunda. Ahora, si grita ‘¡Muera Rojas!” no le pasa nada, salvo que yo le bajo los dientes de un sopapo." Un grupo de escritores en esos aciagos días sale con una declaración de “plena confianza en el gobierno”, que prosigue “juiciosamente en la paz la obra iniciada con las armas en septiembre de 1955” y ven a la Patria encaminada “hacia un porvenir sereno y honroso”. Borges propone frases más efusivas: “Si, por un azar, en este país de mierda, un grupito de hombres decentes está en el gobierno, debemos apoyarlos”. Cuando el gobierno de Aramburu y Rojas tambalea, crece la adhesión de Borges: “Si alguien merece el título de libertadores son esta gente. Lo merecen mucho más que los de la Independencia; el dominio español nunca debió ser oprobioso como el de Perón. Se podrá decir que es gente oscura, y un poco ridícula, y chambona, y con un pasado medio peronista, pero lo que no puede negarse es que son libertadores.” En esos días escucha dos versiones de un mismo tango, cantado por Gardel y por Jorge Vidal. Vidal es mucho mejor, Gardel: “es canallesco, casi es como si Perón cantara”. Borges cuenta que una vez fue al cine a ver La batida, con George Bancroft; anunciaron que Gardel iba a cantar al final: “nos fuimos sin oírlo, porque no queríamos que el efecto del film se nos arruinara. Adolfo Bioy padre (ministro de Félix Uriburu) me dice que “Gardel era idéntico a Perón.” Borges comenta: “la cara de Gardel era la típica cara del otario. Malevo, sí, pero malevo sonso”. Al mes siguiente, afirma “hablamos con Bioy de negros norteamericanos, que viven en conventillos y tienen Cadillacs. Así era la gente aquí durante el peronismo. Se echaban encima todo lo que tenían. Vivían cinco en un cuarto y tenían Frigidaire”. Aramburu convoca esos días a elecciones y Borges lo lamenta: “deseo que el gobierno se quede”. En 1958, cuando se conoce la elección de Frondizi, Bioy busca a Borges: “Estoy en tercera persona, como dice Borges: como afiebrado aunque sin fiebre”. Borges: “Aquí te espero. Deshecho”. Sigue Bioy: “Nos sentimos muy tristes. En casa, mientras orinamos, hablamos de las elecciones. Borges: “Ayer, semidormido, miraba el bastón y el ventilador comprados después de la Revolución y me preguntaba cómo podía tener esos objetos de una época futura, ya que ahora estábamos otra vez en el peronismo, en el pasado.”
Diario de las Memorias de un profeta del odio. Junio de 1955: Borges cuenta que ver las iglesias incendiadas le dio ganas de llorar. No hay una sola palabra en torno al bombardeo sobre la Plaza de Mayo en el que murieron miles de personas. Al mes siguiente, se niega a firmar un Manifiesto de adhesión al testamento de Einstein, publicado por B. Russell, pidiendo la supresión de las armas atómicas, que le había entregado Doña Victoria Ocampo. “En estos momentos, salir con un manifiesto sobre política internacional, parece de una gran insensibilidad e indiferencia sobre lo que pasa en el país. Es como si en una casa alguien estuviera muriendo y los allegados del moribundo estuvieran preocupados con una epidemia en Málaga. Sur va a parecer muy aloof. Será una vergüenza, pero yo hoy estoy más interesado en el peronismo que en el comunismo.” En octubre de 1955, Lonardi lo premia con el nombramiento como director de la Biblioteca Nacional. El 13 de noviembre, mientras se desarrolla el conflicto que concluirá con el reemplazo de Lonardi por Aramburu, Sábato invita a Borges y a Bioy a acompañarlo a El Mundo en busca de novedades: “recorremos el centro, gritamos: ‘Rojas sí, nazis no’, vemos a aliancistas que gritan ‘¡Viva Lonardi!’. El 1º de diciembre, en la Casa del Escritor, Borges explica que: “Perón no defendía al pueblo, que la Revolución no es un zarpazo de terratenientes y de obispos”. Días después alguien sostiene que los obreros estaban dispuestos a morir por Perón. Borges le responde: “Vea, la revolución se ganó porque había gente dispuesta a morir por la libertad y nadie a morir por Perón”. El 24 de diciembre, Borges cuenta un diálogo de almacén: "Uno: –Ahora no hay libertad./ Otro (más corpulento que el anterior): –Ahora hay libertad. Antes si usted gritaba ‘¡Muera Perón!’ iba a parar a la comisaría segunda. Ahora, si grita ‘¡Muera Rojas!” no le pasa nada, salvo que yo le bajo los dientes de un sopapo." Un grupo de escritores en esos aciagos días sale con una declaración de “plena confianza en el gobierno”, que prosigue “juiciosamente en la paz la obra iniciada con las armas en septiembre de 1955” y ven a la Patria encaminada “hacia un porvenir sereno y honroso”. Borges propone frases más efusivas: “Si, por un azar, en este país de mierda, un grupito de hombres decentes está en el gobierno, debemos apoyarlos”. Cuando el gobierno de Aramburu y Rojas tambalea, crece la adhesión de Borges: “Si alguien merece el título de libertadores son esta gente. Lo merecen mucho más que los de la Independencia; el dominio español nunca debió ser oprobioso como el de Perón. Se podrá decir que es gente oscura, y un poco ridícula, y chambona, y con un pasado medio peronista, pero lo que no puede negarse es que son libertadores.” En esos días escucha dos versiones de un mismo tango, cantado por Gardel y por Jorge Vidal. Vidal es mucho mejor, Gardel: “es canallesco, casi es como si Perón cantara”. Borges cuenta que una vez fue al cine a ver La batida, con George Bancroft; anunciaron que Gardel iba a cantar al final: “nos fuimos sin oírlo, porque no queríamos que el efecto del film se nos arruinara. Adolfo Bioy padre (ministro de Félix Uriburu) me dice que “Gardel era idéntico a Perón.” Borges comenta: “la cara de Gardel era la típica cara del otario. Malevo, sí, pero malevo sonso”. Al mes siguiente, afirma “hablamos con Bioy de negros norteamericanos, que viven en conventillos y tienen Cadillacs. Así era la gente aquí durante el peronismo. Se echaban encima todo lo que tenían. Vivían cinco en un cuarto y tenían Frigidaire”. Aramburu convoca esos días a elecciones y Borges lo lamenta: “deseo que el gobierno se quede”. En 1958, cuando se conoce la elección de Frondizi, Bioy busca a Borges: “Estoy en tercera persona, como dice Borges: como afiebrado aunque sin fiebre”. Borges: “Aquí te espero. Deshecho”. Sigue Bioy: “Nos sentimos muy tristes. En casa, mientras orinamos, hablamos de las elecciones. Borges: “Ayer, semidormido, miraba el bastón y el ventilador comprados después de la Revolución y me preguntaba cómo podía tener esos objetos de una época futura, ya que ahora estábamos otra vez en el peronismo, en el pasado.”
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