Rosas

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jueves, 30 de abril de 2015

Felipe Arana, canciller de la Confederación Argentina

 Por Manuel Gálvez
Felipe Arana, y su importancia en la historia argentina

Felipe Benicio de la Paz Arana y Andonaegui nació en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786 e hizo sus primeros estudios en el Colegio de San Carlos.

Fue alumno de filosofía del doctor José Valentín Gómez, en los cursos de 1801 hasta 1803, y al año siguiente inició sus estudios de teología. Se graduó de doctor en leyes en la Universidad de San Felipe, de Santiago de Chile.

Al producirse la Revolución de Mayo, se contó entre los patriotas más decididos, y cinco años después fue designado miembro de la Junta de Observación.

Se distinguió especialmente como jurista; entendió en varias causas célebres y fue reputado como hombre de gran talento. Militó en la década de 1820 en el partido federal y enfrentó la política de Rivadavia, decididamente.

Fue elegido representante ante la Legislatura bonaerense, y en 1828 la presidió.

El 30 de abril de 1835 Rosas lo nombró ministro secretario de Relaciones Exteriores, con retención de su cargo de camarista que venía desempeñando desde 1830. En ausencia de don Juan Manuel, fue varias veces gobernador y capitán general delegado.

Los testimonios de amigos y adversarios políticos coinciden en afirmar que jamás cometió acto alguno desdoroso o repudiable, y que la bondad era una de sus características. En 1839 fue consejero del gobierno en materia de asuntos eclesiásticos; pero su desempeño más brillante fue como canciller del Restaurador.
Convención Arana - Mackau
Juan Manuel de Rosas Barón de Mackau

Llega a Montevideo, el 24 de septiembre de 1840, el contraalmirante francés Angel René Armando de Mackau, barón de Mackau. Trae instrucciones de Thiers, en las que habla de los "auxiliares" que ha tenido Francia en el Plata. Así también los califica Mackau, en su conferencia con Andrés Lamas: "La Francia no ha reconocido como aliados suyos ni a la República Oriental ni a las tropas que están a las órdenes del general Lavalle; ha visto sólo en ellas auxiliares que la casualidad le había proporcionado". A pesar de que el 17 de junio Thiers ha declarado que Francia no devolverá la isla Martín García, ahora envía a Mackau para hacer una paz que incluya esa devolución. ¿Qué ha pasado? Que Inglaterra acaba de firmar, el 15 de julio, un tratado con Rusia, Austria y Prusia. Francia ha sentido el drama de un aislamiento, sin más compañía que la del Egipto, y, temerosa de una guerra con esas cuatro potencias, quiere evitar todo peligro. Cuatro días antes de la llegada de Mackau, Rosas le escribe a Arana, gobernador delegado. Le recuerda su disposición a transar honrosamente para ambas naciones. Pero en caso de no ser posible un arreglo, debemos estar "resueltos a defender nuestra soberanía y honor, pereciendo antes mil veces que ser esclavos, y consintiendo primero marchar entre los gloriosos escombros de la más tremenda desolación y ruina, antes que pasar por una vergonzosa, humillante esclavitud". Dichas por él, estas palabras no son vanas.
consecuencias Thiers

Indignación de los unitarios con Mackau. Insultan, gritan, intrigan. Le hacen creer al almirante que en Buenos Aires ha sido "asesinado por los argentinos el inglés Cook". Mackau se lo comunica al ministro Mandeville, que interviene en el acercamiento de las dos partes. Y Mandeville, después de enterarse, le contesta que "el portugués que asesinó a Cook ha sido fusilado". El Nacional califica a la convención de "horrible y traidora". Dice que ellos vencerán solos a Rosas, ante quien "se ha puesto de rodillas el señor almirante". Y hasta habla de "la imbecilidad del negociador francés".
La convención, que se firma el 29 de octubre, al día siguiente de haber caído Thiers y sido reemplazado por Guizot, establece: el reconocimiento por el gobierno argentino - observemos la redacción, tan favorable a Rosas - de las indemnizaciones a los franceses "que han experimentado pérdidas o sufrido perjuicios"; el levantamiento del bloqueo y la entrega de Martín Garcia, tal como estaba en 1838; el retorno de los proscriptos, inclusive los combatientes, siempre que se entreguen dentro de ocho días y excepto los generales y jefes de cuerpo, los cual podrán volver si se hacen "dignos de clemencia e indulgencia", del gobierno de Buenos Aires; el respeto a la independencia del Uruguay; el trato de los franceses, mientras se estipule un convenio de comercio y navegación, como los súbditos de las otras naciones, aun de las más favorables.
Oribe Guizot

Mackau se despide entre las aclamaciones del pueblo. Al llegar a Montevideo el barco que lo conduce, sube a bordo un representante del gobierno. Mackau aprovecha para intentar un acercamiento entre ambas repúblicas, pero el ministro oriental sólo contesta agradeciendo. ¡No quieren, pues, la paz! Sin embargo, pronto veremos a Thiers, ahora en la oposición, cacarear que es Rosas quien quiere la guerra a todo trance.
confederación argentina

¡Triunfo inmenso del Restaurador! Amigos y enemigos lo reconocen. Y no se ha contradecido, como afirman mentirosamente los unitarios y algunos historiadores. Él siempre dijo que no podía tratar con Aimé Roger, que carecía de representación diplomática. No trató con Buchet de Martigny, que tenía exigencias intolerables. Rosas no se ha opuesto a conceder a los franceses una situación como la de los súbditos de Su Majestad Británica; pero no ha querido que eso nos sea impuesto por un empleadillo del consulado, ni menos por la violencia. La actitud de Juan Manuel de Rosas ha significado esto: la defensa de la dignidad nacional, tanto como de la integridad y de la independencia de la patria. Rosas ha luchado contra el brutal imperialismo europeo y ha obtenido un triunfo increíble tratándose de una insignificante nación sudamericana, un triunfo como ningún otro pueblo de la América española tendrá jamás, salvo el nuestro, pocos años más tarde, y por obra del propio Rosas.

tratados de paz Aimé Roger

Llegada del ministro inglés Southern (1848)
felipe arana Henry Southern

¿Va comprendiendo Europa que Rosas es indomable? Así ha de ser, porque el propio Lord Palmerston llega a declarar que Inglaterra ha reconocido a la Confederación Argentina el derecho sobre los ríos, cuya navegación debe dejarse a los ciudadanos y a los ribereños. Y para hacer las paces con Rosas y dejar todo terminado ha enviado a Buenos Aires un nuevo plenipotenciario, el sexto, que es el caballero Henry Southern. Pero aún quedan en Inglaterra enemigos nuestros. Uno de ellos es el diputado Disraeli, el futuro creador del Imperio Británico, que nos llama "colonia sublevada de segundo orden", y a quien Palmerston, contestándole en la sesión del 9 de agosto, dícele que las relaciones de Howden (fue un enviado anteriormente por Inglaterra para acordar la navegación de los ríos, entre otros temas) con Rosas fueron "de muy amistosa naturaleza", y que Southern sólo irá a reemplazar a aquel negociador.
En Francia también ha cambiado la opinión general. Sábese que las intenciones de la Monarquía, para el caso de fracasar la misión Gore-Gros, eran siniestras. Pero la República nos mira bien. Alguien le escribe al ministro de Cerdeña en Buenos Aires, le cuenta que Walewski habló con Lamartine, que mantiene sus viejas opiniones, lamenta que Guizot se plegara tan ciegamente a Inglaterra. No esperará el nuevo gobierno el resultado de la misión Gros. La cuestión ya no es para "desenlazarla" sino para "troncharla". Condena al gobierno caído por haber "creado dificultades inextricables, mezclándose en lo que no le concernía". Anuncia disposiciones para restablecer la armonía entre Francia y las repúblicas del Plata, y el próximo levantamiento del bloqueo. Todo esto lo dice Lamartine el 1 de mayo.

bloqueo anglo francés Alphonse de Lamartine

Todo el mundo en Francia, salvo Thiers y su círculo, quieren terminar con el conflicto. La Presse habla de cómo las dos naciones que han tenido "la imprudencia" de mezclarse en la cuestión del Plata, "no están menos cansadas y disgustadas que los pueblos a los que han atacado sin motivo, sin conocimiento de su verdadero interés y contra los principios más elementales del Derecho Internacional". Y buen número de comerciantes de Francia han pedido el levantamiento del bloqueo, ignorando, por la lentitud de las comunicaciones, que ya ha sido levantado para los puertos argentinos. Dicen los comerciantes que a Francia no le interesan los ríos secundarios, inabordables, por sus islas y bancos, a los buques de alta mar. Y preguntan: "¿Con qué derecho, por otra parte, pretendería Francia obtener la libre navegación de los ríos secundarios que penetran en el seno de la República?" ¡Qué triunfo significan estas palabras!
Pero ya está en Buenos Aires, desde el 5 de octubre, Henry Southern. Es un inglés simpático, sentimental y soñador. Con tan felices disposiciones no tarda en caer bajo la acción de los encantos de Manuelita Rosas. Y así, a los seis días de haber llegado, le escribe en su detestable español preguntándole si puede recibirlo a las dos de la tarde, porque "me hace falta el consuelo que siempre encuentro en su trato".
Ya está conquistado el inglés, mas si el Restaurador gasta con él toda suerte de cortesías, eso no le quita el ser valiente. Y lo es, como siempre. Ahí está en Montevideo el joven Martín Hood, hijo, nada menos, que de su amigo Tomás Samuel. Pero ni quiere reconocerlo como cónsul ni quiere tratar como plenipotenciario a Southern. ¿Y por qué? Porque antes de reanudar con Inglaterra, exige satisfacciones. Y pasan las semanas sin llegar a nada concreto. Para Rosas no existen otras bases que las propuestas por Hood. Y Southern no tiene poderes para tratar sobre ellas. Por fin, Rosas consiente en su convenio provisorio, que Southern enviará a Londres para su aprobación. Southern acepta cuanto quiere Rosas y dispónese a esperar la contestación de Londres.
Tratado Arana - Southern
Por esos mismos días, feliz casualidad, recibe Southern una gran noticia: el gobierno de Su Majestad Británica ha aceptado el convenio propuesto y lo autoriza para firmarlo. Y así se hace el 29 de noviembre de 1849.
¡Triunfo espléndido el de Rosas! El convenio establece la devolución de Martín García y de los buques de guerra; la entrega de los buques mercantes a sus dueños; el reconocimiento de que la navegación del Paraná es interior y sólo está sujeta y reglamentada a la Confederación Argentina; y que la del río Uruguay está sujeta a las leyes y reglamentos de las dos Repúblicas; y la aceptación de Oribe para la conclusión del acuerdo. Y Rosas se obliga a retirar sus tropas del Uruguay cuando el gobierno francés haya desarmado a la legión extranjera, evacúe el territorio de las dos Repúblicas, abandone su posición hostil y celebre un tratado de paz.

tratado arana southern
Pero todavía hay algo más. Se reestablece la amistad entre los dos países y - ¡atención! - Inglaterra se obliga a saludar al pabellón de la Confederación Argentina con 21 cañonazos. Ha triunfado en absoluto don Juan Manuel de Rosas, con la intermediación de su canciller Felipe Arana. Y ha triunfado sobre la más poderosa de las naciones de la tierra. ¡Cómo él tuvo razón al resistir a las exigencias británicas, a los argumentos de los embajadores y a los cañones imperialistas! Ahora esos mismos cañones abusivos y crueles en la Vuelta de Obligado y contra las barracas del Quebracho, van a hablar de nuevo, con las veintiún palabras de sus estampidos, en desagravio a nuestra patria, a la patria que con tanta energía, tanto honor y tanto amor defendió don Juan Manuel de Rosas.

Un coro unánime de admiración hacia Rosas entona nuestra América. Llegan cartas desde los Estados Unidos. Pero entre las adhesiones y los homenajes, nada tan interesante como la carta a Arana del general Carlos de Alvear, ministrio de la Confederación en Washington. Dice de nuestra patria el vencedor de Ituzaingó, que las "más gloriosas páginas de su historia son debidas al ilustre general, que ha tenido la energía, valor, habilidad y constancia para saber vencer todas las resistencias y todos los obstáculos que se le han querido oponer, saliendo al fin de tan terrible lucha victorioso". Y un año después, como el famoso Santa Cruz, ministro de Bolivia en París, ha publicado una carta en un diario contra Rosas, el presidente boliviano Belzú declara que Rosas representa a América ante la faz de Europa.
Tratado Arana - Leprédour (1850)
¡No habrá guerra! El gobierno francés manda a Goury de Boslau con nuevas instrucciones para Leprédour y al frente de trece buques de guerra. Parece una amenaza. Pero nada ocurrirá. Leprédour retorna a Buenos Aires el 10 de abril y reanuda las negociaciones. Y el 5 de agosto de 1850, Arana, autorizado por Rosas, y Leprédour, por el presidente Luis Napoleón, firman la convención de paz.
tratado arana lepre Luis Napoleón
Otro gran triunfo para Rosas, que no ha aceptado ninguna de las modificaciones que pretendía Francia: que las tropas argentinas en el Uruguay comenzaran a retirarse cuando empezase en Montevideo el desarme de los extranjeros; que la evacuación de Martín García, el levantamiento de los puertos de Oribe y el saludo al pabellón argentino se hicieran después del retiro de las tropas; y que Rosas llamase "gobierno" al de Montevideo y sólo "general" a Oribe. Se ha firmado lo que quiso Rosas: que comience el desarme de los extranjeros y queden junto a Oribe un número de soldados igual al de esos hombres; y no sólo hasta el fin de la operación sino hasta el retiro del Uruguay de las tropas francesas; que el bloqueo sea levantado inmediatamente; y la declaración de que el Paraná, y en una mitad del Uruguay, son argentinos y serán regidos por nuestros reglamentos y leyes. Rosas, el gaucho bárbaro, según Thiers, ha vencido a Francia, le ha impuesto un tratado que Thiers, que muchos diputados y escritores, juzgaron humillantes para la orgullosa nación.
convención aranaDebido a todos estos sucesos, los últimos 10 años (1840-1850), en los cuales el gobierno de Rosas mantuvo su firmeza y sobrevivió al bloqueo anglo-francés, el general San Martín, ya muy enfermo, en su testamento, lega el sable con el que llevó adelante la independencia y emancipación de España por Sudamérica, a Juan Manuel de Rosas, diciendo:

"COMO ARGENTINO, ME LLENA DE UN VERDADERO ORGULLO VER LA PROSPERIDAD, LA PAZ INTERIOR, EL ORDEN Y EL HONOR RESTABLECIDOS EN NUESTRA QUERIDA PATRIA"

 Después de Caseros, se retiró de la vida pública, sin ser jamás molestado por los vencedores.

El doctor Arana murió en Buenos Aires el 11 de julio de 1865, y en su sepelio habló el doctor Eduardo Lahitte, quien dijo de él:

"El señor Arana fue sin duda un hombre expectable por su probidad; un ejemplar padre de familia; buen amigo, modesto en sus costumbres, benefactor en sus acciones. Era digno de llevar el nombre de cristiano, que ostentó constantemente como primer blasón, como el más glorioso timbre de su nombre".

Rosas, que lo apreciaba en alto grado, lo llamaba familiarmente Felipe Batata. El novelista José Mármol lo ha tratado con notoria injusticia y arbitrariedad en su conocida Amalia, al convertirlo en personaje de comedia.

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