Por Jorge Abelardo Ramos
Artigas
pertenecía a una de las 7 familias que fundan la ciudad de Montevideo. Su
abuelo, el aragonés Juan Antonio Artigas, había sido Alcalde de la Santa
Hermandad por nombramiento del primer Cabildo de Montevideo.13 El futuro
caudillo era la tercera generación de militares y hacendados orientales que
combatía en la frontera contra el vecino portugués; éste invadía regularmente
la Banda Oriental y fomentaba el contrabando de ganado. Su padre, Martín José
Artigas fue capitán de milicia, el más alto cargo militar a que podía aspirar
un criollo de la época.
La juventud
de Artigas transcurre justamente en la frontera con el portugués. Su carácter
se forja enfrentando las correrías de los contrabandistas en el cuerpo de
Blandengues al servicio de España. La particular psicología del hombre de
frontera, con su agudo sentido de la soberanía territorial, encuentra su más
demostrativo ejemplo en la personalidad de Artigas. A este oscuro oficial del
Rey la historia la reserva una relación con otro hombre excepcional. A fines
del siglo XVIII residía en la Banda Oriental, desde hacía veinte años, una de
las grandes personalidades de la Ilustración española, Don Félix de Azara. Era
un militar y un hombre de ciencia, naturalista, geógrafo, ingeniero y
civilizador. El propósito de Azara, con quien colabora
Artigas, consiste en arraigar población en la frontera para imprimir solidez
demográfica y económica a la demarcación. Por esa razón recomienda al Rey "dar libertad y tierras a los indios
cristianos" y "repartir las tierras en moderadas estancias de balde a
los que quieran establecerse cinco años personalmente, y no a los
ausentes".
Estos últimos,
habían llegado a ser grandes propietarios, sea por mercedes reales o por
favoritismos locales, aunque no eran en realidad estancieros, sino comerciantes
del puerto. El reformismo agrario de los Jovellanos
parecía asumir mayor fuerza en América que en España. Artigas fue designado por
Azara para "la tarea de repartir las mercedes de tierra entre los
pobladores. Peninsulares, criollos, indios y negros de varia condición social y
económica, fueron los pobladores".
Entre los
beneficiarios abundan los apellidos guaraníticos.
Cabe
imaginar las estrechas relaciones entre el militar gaucho que distribuye
tierras y los indios cristianos de las destruidas misiones, que por primera vez
en décadas reciben apoyo del orden vigente. Pero si los indios guaraníes fijan
su atención en Artigas, también Artigas aprenderá junto a Azara la esencia de
una política agraria democrática, (en el sentido original de esta expresión y
no en su pervertido uso actual). Será
muy claro para Artigas que los guaraníes son mucho más civilizados y dignos de
confianza que los sórdidos consignatarios de cueros y astas de Montevideo,
enriquecidos a costa de la sangre y del esfuerzo de los pioneros fundadores de
la ciudad. En los indios que se disponen a vivir
riesgosamente en la gran frontera, a defenderla y a trabajar la tierra,
Artigas advierte a los civilizadores; en la burocracia española que desdeña los
informes de Azara, un carácter obtuso y formalista que resultará fatal a la
integridad territorial; en los grandes comerciantes montevideanos, propietarios
de inmensas rinconadas, un parasitismo venal que le repugna. Cuando los
portugueses se apoderan en 1801 de las Misiones Orientales, la colonización
iniciada por Azara y Artigas, es destruida por los esclavistas, sin que los
militares españoles reaccionen. Al levantar
en 1811 la bandera de la revolución, detrás de Artigas se alistarán los indios
misioneros. El caudillo indígena de las Misiones, Andrés
Guaycurarí, será el hijo adoptivo de Artigas. Desde entonces el célebre e indomable
Andresito firmará como Andrés Artigas. Los indios de las Misiones llaman al
caudillo Caraí-Guazú.
Al ponerse
en marcha la revolución artiguista, al odio concentrado de godos, porteños y
portugueses se añadirá la alarma de los grandes comerciantes y estancieros de
Montevideo, que rechazan sus repartos de tierra. Artigas faculta a sus oficiales, como Fernando
Otorgues, Encarnación Benítez, el mulato Gay y otros, a entregar campos de
españoles o enemigos de la patria. Ninguna política podía ser peor para la gran
burguesía del Puerto. En ese hecho
decisivo se funda la defección de la clase estanciera y de sus principales
lugartenientes, como Fructuoso Rivera, que capitula ante el portugués. Toda la burguesía comercial de Montevideo y
todos los estancieros que no deseaban vivir en la campaña, traicionan a Artigas
y a la Banda Oriental. Es la misma
"gente decente" que recibirá al general Lecor bajo palio cuando las
tropas portuguesas se apoderan de la ciudad y se arrodillará ante el Emperador
del Brasil. Con Artigas, nieto del fundador de Montevideo, quedarán tan
solo los paisanos pobres y los indios guaraníes.
Todo lo cual
explica que durante casi todo el siglo
XIX se impondrá en el Uruguay la locución "más malo que Artigas"
y la formación de su leyenda negra. Mitre, López y la historiografía del
separatismo porteño lapidará como "bárbaro"
al caudillo que consideró hermanos a los indios y se propuso hacer de la Banda
Oriental una provincia en el seno de la Nación sudamericana.
Su acción
militar y política se prolonga sólo diez años. Inicia la lucha contra los
absolutistas españoles en la Banda Oriental y los gauchos, hacendados e indios
que lo siguen lo proclaman "Jefe de los Orientales". Al mismo
tiempo, los portugueses, con la sombra británica que los había seguido hasta
América, aprovechan las dificultades del reino de España e invaden la Banda
Oriental.
Artigas se
vuelve contra ellos, después de vencer a los españoles. Esta titánica lucha se
complica por la resistencia de los gobiernos de Buenos Aires a prestarle su
ayuda. Por el contrario, facilitan la acción portuguesa ante la ira de Artigas
y de todas las provincias. Los diputados
orientales artiguistas a los Congresos convocados por Buenos Aires son
rechazados.
Su caudillo
es infamado en la prensa porteña y su cabeza puesta a precio. Los propios estancieros
orientales, que en el primer período artiguista lo habían acompañado, lo
abandonan. Sólo compone su ejército una muchedumbre de paisanos andrajosos e
indios indómitos descendientes de aquellos guaraníes de las Misiones
jesuíticas. Uno o dos letrados, y secretarios que escriben al dictado en
campamentos móviles, difunden las proclamas, bandos, manifiestos y
correspondencia que sostiene con los jefes revolucionarios. Su prestigio se propaga más allá de su
provincia natal. Las nuevas provincias que surgen después del dominio español
-Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, las Misiones, Córdoba- le otorgan el título
de "Protector„de los Pueblos Libres".
¿Por qué
este amor y por qué aquel odio? Artigas es el único caudillo de las guerras de
la Independencia que combina en su lucha la unidad de la Nación con la
revolución agraria y el proteccionismo industrial en los territorios bajo su
mando.
Todo era
elemental, pero nítido en este movimiento popular revolucionario nacido en fa
Banda Oriental y que buscaba crear la Nación dentro de los límites del viejo
Virreynato. Al no aceptar la hegemonía de Buenos Aires, y al esgrimir semejante
programa, Artigas debía sufrir la agresión de los intereses porteños y extranjeros,
que eran poco más o menos lo mismo, según se verá luego. Buenos Aires adula y
corrompe a uno de sus lugartenientes de Entre Ríos, como antes sus estancieros
y lugartenientes de la Banda Oriental habían accedido a las insinuaciones de
los portugueses.
Derrotado en
Tacuarembó por los veteranos portugueses de las guerras napoleónicas,
perfectamente armados y con una abrumadora superioridad material, Artigas se
repliega hacia Entre Ríos. Allí lo espera para traicionarlo uno de sus
oficiales, Francisco Ramírez, que sobornado por el dinero de Buenos Aires, le
asesta el golpe final. Sin darle tiempo a rehacerse, pues toda la campaña del
interior argentino engendraba en pocos días ejércitos artiguistas, Ramírez
emprende la persecución del gran caudillo, que, perdido ya, se interna en las selvas paraguayas y se acoge
a la protección del Dr. José Gaspar de Francia, Supremo Dictador.
La ocupación
portuguesa de la Banda Oriental y la pérdida del puerto de Montevideo,
descalabra el sistema federal de los pueblos asociados a Artigas en la lucha
contra la hegemonía de Buenos Aires. Los pueblos del Litoral se veían obligados
a buscar un acuerdo con Buenos Aires, dueña del único puerto en condiciones de
comerciar. En este hecho, señala Reyes Abadie, se encuentra la base material de
la traición de Ramírez al Protector de los Pueblos Libres
Es en 1820. En el Paraguay permanece Artigas
durante 30 años, donde muere después de ver desvanecida la esperanza de una
Nación unificada.
Pues en su
solar nativo, en la Banda Oriental, justamente, la perfidia angloporteña
fundará en esa provincia, otra "Nación". Vencido e indomable, ya muy
anciano, Artigas responderá con una frase tajante a la invitación de algunos
amigos para regresar a la Banda Oriental después que esa tierra habíase
transformado en "Estado
Independiente" bajo la forma de República Oriental del Uruguay: "Ya
no tengo patria". Había
fracasado en reunir a las provincias del Plata en Nación y rehusaba volver a su
provincia convertida en "patria".
* La
admisión de Artigas como "héroe nacional" fue muy lenta" en el
Uruguay. La oligarquía se resistió
largo tiempo a beatificar al caudillo que había repartido tierras a gauchos e
indios. Finalmente, cuando se resolvió a hacerlo, amputó a Artigas de las
Provincias Unidas del Río de la Plata y lo convirtió en prócer de una de ellas.
Los ingleses
fueron más categóricos. En The Cambridge Modern History, de 1949, que estudian
los alumnos de la célebre universidad, se definía a Artigas como "jefe de
contrabandistas, bandido y degollador" que introducía a sus enemigos en
sacos de cuero cosidos y los arrojaba desde lo alto de la meseta del Hervidero.
Esto ya lo habían descubierto hacía mucho tiempo los historiadores porteños de
la Argentina, Mitre y Vicente Fidel López.
Al caer
derrotado Artigas por las intrigas de Buenos Aires, las tropas portuguesas
ocupan la Banda Oriental y la incorporan al Imperio pro-británico bajo el
nombre de "Provincia Cisplatina". La sumisión de la Corte Imperial de
Río a Gran Bretaña no necesita ser demostrada, pues está expuesta en toda la
historia europea y americana de las relaciones de la Casa de Braganza con el
Imperio Británico. Traídos a América por la flota británica poco menos que a la
fuerza, frente a la invasión napoleónica, los Braganza no habían cambiado su
mansedumbre bajo el flujo del nuevo clima.
Excelente informe
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