Rosas

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jueves, 26 de mayo de 2016

ROSAS Y EL CAPITALISMO


Por Vicente D. Sierra

Rosas fue un hombre de mentalidad, en materia económica, afín al liberalismo económico. No podía ser de otra manera. Lo que sucede es que no cree que los fines esenciales de la acción de gobierno sean económicos. Los unitarios buscaron formar el Estado antes que la Nación, porque la organización jurídica era esencial a sus fines económicos. Rosas considera que previo a toda organización institucional hay que forjar la Idea Nacional. Y es así como supedita todo a lo que considera esencial. Su política económica es, en tal sentido, de una profunda orientación nacionalista, lo que no quiere decir que no sea de orientación capitalística, en lo que se relaciona con el criterio que guía sus ideas sobre el desarrollo económico. 

El mismo es un gran industrial, el más importante de su época. Técnicamente es, además, un progresista. En "Los Cerrillos" trabajaban sesenta arados al mismo tiempo. Las primeras exportaciones de cereales y harinas en barricas se realizan bajo su gobierno, y es bajo él que llegan las primeras bolsas de semilla de trigo Barletta, en 1845.  Los primeros alambrados los tiene Newton, en el mismo año, aunque se haya dicho lo contrario. Los primeros reproductores Durham llegan al país bajo el gobierno de Rosas, como llegan los merinos. Bajo Rosas se inicia la inmigración, y la buena, la vasca. Y si no hizo más es porque la mayor parte de su período gubernamental hubo de estar agitado por los problemas de la política interna y de la externa, en las que afianza la idea de la patria, la de su independencia, la de su soberanía, la de su republicanismo, la de su unidad
 
El gobierno de Rosas fue un gobierno de empapelamiento, dice Puiggros, que antes ha elogiado a Rivadavia, campeón del inflacionismo. Y bien, el peso moneda nacional, que valía 16 y 1/3 de peso plata en enero de 1830, había bajado solamente 5 centavos 4/10 en diciem­bre de 1851. "La verdad es que los apologistas de Rosas pueden exhibir con satisfacción este testimonio de su administración", ha dicho Emilio Hansen. Y es que Rosas no fue contrario ni a los extranjeros ni al capital extranjero. La opinión de los ingleses que vivían en el país bajo su gobierno es concluyente: todos ellos fueron sinceros rosistas. Fue contrario al capital extranjero que llegaba como instrumento de dominio, nunca del que vino a quedarse como medio de producción. Como ha dicho Oliver: "Por lo que atañe a su política y a cuanto él representara, fue la antítesis misma del feudalismo, a saber: férrea unidad nacional; régimen legal igualitario con preeminencia de hecho del elemento popular; adjudicación del suelo en plena propiedad, e imposición estricta de la ley superior del Estado a los propietarios territoriales, como sucedió en forma violenta con los llamados hacendados o estancieros del sur"
Afirmó el crédito interno y el externo, pues fue Rosas quien convino el arreglo final con Baring Brothers para saldar el malhadado empréstito de Rivadavia. Conocemos una carta de Rosas a un pariente que se interesó por los intereses de una empresa inglesa y en ella el Restaurador le dice cuánto le ha sorprendido ver a un hijo del país pidiendo en favor de una empresa extranjera, cuando bastan las leyes para protegerlas si actúan dentro de lo legal, y de lo contrario, no pueden ser argentinos quienes las recomiendan y defiendan.

Ese fue Rosas. Argentino ante todo. Si alguna herencia dejó al  país fue la de su argentinidad, salvaje, bárbara si se quiere, pero pura; y si hoy hay Puiggros que lo atacan es, justamente, porque temen a esa herencia. No es el latifundio rosista el que les preocupa, sino la repercusión del patriotismo de Rosas en las actuales masas argentinas. Sienten que hay vientos de fronda; que el país aspira a recuperarse a sí mismo, y que si alguna figura del pasado puede presidir esa acción, ella no es la de Moreno, ni la de Rivadavia. Podría haber sido la de San Martín, pero éste no fue político, y es por eso la de Rosas. Y el primero que tuvo la intuición de esta verdad argentina fue el propio Libertador. Manuel Gálvez, recordando la muerte del Restaurador, nos lo dice: "¡Ha muerto don Juan Manuel de Rosas! Su entierro es muy sencillo y pobre: un sólo coche y unas pocas personas. Pero algo le da la grandeza del entierro de un héroe: sobre el féretro va una bandera argentina y la espada de San Martín. La más gloriosa espada de la patria lo acompaña. Es como un trofeo ganado por su patriotismo y como un símbolo de sus doce años de lucha por la independencia política, económica y espiritual de América". Y entre la opinión de San Martín, así expresada, y la de Puiggros, con directivas de Moscú, nos quedamos con la del Gran Capitán de los Andes.

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