Por Ricardo R. Benavides
Manuel Joaquín del Corazón de Jesús
Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, siendo su padre un
inmigrante ligur llamado Domenico Francesco Gaetano Belgrano Peri,
nacido en Oneglia, ciudad-puerto cercana a Génova, Italia; y su madre,
una criolla, nacida en Santiago del Estero, llamada María Josefa
González Caseros.
Luego de concluir sus estudios de nivel medio en el
Real Colegio de San Carlos (origen del actual Colegio Nacional de Buenos
Aires), y de finalizar sus estudios universitarios en España, de
regreso al país conoció a María Josefa Ezcurra, nacida en Buenos Aires
el 26 de noviembre de 1785, integrante de una tradicional familia de la
Gran Aldea, compuesta por sus padres, Juan Ignacio Ezcurra, de origen
navarro de Pamplona, y la criolla Teodora Arguibel. Cabe apuntar que
María Josefa tenía varios hermanos y entre ellos, a Encarnación, figura
de vital participación en esta poco conocida historia de afectos,
sentimientos encontrados y separaciones.
Como expresáramos, hacia el año 1802, cuando nuestro
personaje se encontraba en plena juventud comenzó a frecuentar cada vez
más asiduamente a María Josefa, ora en tertulias o saraos en casa de
familias amigas, ora en encuentros furtivos, naciendo con el paso del
tiempo un ardiente e irrefrenable amor, que perduró muchos años a pesar
de los contratiempos que impedían su continuidad y cristalización
definitiva.
Urgida intervención familiar
Pero al tomar conocimiento los padres de María Josefa
de la incipiente relación afectiva que involucraba a su hija con Manuel
Belgrano -cuyas pretensiones no aceptaban-, dispusieron, según
costumbres de la época, que se celebrara prontamente su matrimonio con
un primo de origen navarro, recién llegado del reino de España. Se
llamaba Juan Esteban Ezcurra, y efectivamente se concretó, prolongándose
la relación durante nueve largos años. Con posterioridad, por razones
de índole política vinculadas con la Revolución de Mayo, y otras de
carácter personal que se mantienen ocultas para la historia, se produjo
la separación de cuerpos de los cónyuges, aunque se mantuvo incólume el
vínculo matrimonial hasta el fallecimiento del esposo, acaecido en
Pamplona.
A todo esto, Belgrano, que se había trasladado
temporariamente a España para realizar sus estudios en las universidades
de Salamanca, primero, y Valladolid, después, estaba de regreso en
Buenos Aires con su flamante diploma de abogado o, para mejor decir,
bachiller en Leyes, según la terminología de la época, título obtenido
de manera brillante en una exitosa carrera universitaria. En esos
momentos, fuertes sentimientos afectivos lo llevaron a reanudar, aunque
en el mayor de los secretos, su relación con María Josefa, quien no
había tenido hijos en el matrimonio con su primo.
Sin embargo, por disposición de la Junta de Gobierno,
Belgrano debió marchar con urgencia a San Salvador de Jujuy para
hacerse cargo de la conducción del Ejército del Norte o, más
propiamente, del Ejército Auxiliar del Perú, mientras María Josefa
permanecía en Buenos Aires con su familia paterna.
Pero poco después, en una actitud inusual para esa
época de rigurosos principios sociales, María Josefa viajó en carruaje a
San Salvador de Jujuy para encontrarse con su amado general, asumiendo
los riesgos e inconvenientes de un periplo de esa naturaleza, dado lo
inhóspito del trayecto y la ausencia mínima de comodidades y ámbitos
propicios para descansar con alguna seguridad.
Embarazo en Tucumán, nacimiento en Santa Fe
Por fin, luego de 45 días de un fatigoso viaje
cubierto de vicisitudes desagradables e inesperadas situaciones de
peligro, nuestros personajes se encontraron en la mencionada ciudad del
noroeste a principios de 1811, aunque pronto debieron trasladarse a San
Miguel de Tucumán, luego del Éxodo Jujeño ocurrido en agosto de 1812 por
determinación táctica del general. Allí vivieron sus momentos de máxima
felicidad, quedando María Josefa embarazada en octubre de 1812.
En razón de las circunstancias personales de la
futura madre y la vigencia del vínculo conyugal que la unía a Juan
Esteban Ezcurra, ambos decidieron que lo mejor sería que el parto se
produjera en un lugar alejado de Buenos Aires con el fin de evitar un
previsible y fuerte reproche social. Así fue que se eligió la estancia
de unos amigos, muy cercana a la ciudad de Santa Fe; probablemente una
propiedad de Francisco Antonio Candioti o de Gregoria Pérez de Denis,
aunque algunos historiadores sostienen que podría tratarse de un
establecimiento rural de Juan Manuel de Rosas ubicado en cercanías de la
Villa del Rosario. Lo cierto es que el 29 de julio de 1813 nació el
niño que fue anotado y bautizado en la iglesia Matriz (Catedral) de
Santa Fe como huérfano o expósito, partida en la que su madre figura
como madrina de bautismo.
El niño vivió en Santa Fe algunos meses con su madre,
y luego fue adoptado por una hermana de ésta, la ya mencionada
Encarnación, quien recientemente había contraído nupcias con Juan Manuel
de Rosas. Por eso, el futuro gobernador de Buenos Aires aparecerá en el
futuro como padre de la criatura, en tanto que el niño se llamará Pedro
Pablo Rosas, hasta la edad de veinte años. En ese momento, Rosas
revelará que su verdadero padre había sido el General Manuel Belgrano y
que su madre era María Josefa Ezcurra, a quien Pedro Pablo llamaba tía.
Blanqueo de la situación
Al conocer tales hechos, el joven Rosas decidirá
adicionar a su apellido el de su padre biológico, pasando a llamarse
Pedro Pablo Rosas y Belgrano, nombre con el que fue conocido en el
transcurso de su larga carrera militar, en sus relaciones sociales y en
sus negocios relacionados con la cría y engorde de ganado vacuno, que
fue su principal actividad civil.
En el plano personal, primero será secretario de
Rosas, a quien acompañará en su campaña al desierto y luego se
incorporará al Ejército, donde alcanzará el grado de coronel,
participando activamente en luchas contra los indios y los caudillos que
combatían al Restaurador.
Luego de la caída de Rosas, al no contar con su
apoyo, y habiendo el nuevo gobierno confiscado todos sus bienes,
marchará a fines de 1855 a Santa Fe (antes había estado viviendo un
tiempo en la ciudad de Rosario), donde las autoridades de esta provincia
le habrán de encomendar tareas de defensa de las fronteras norte y
oeste, acosadas de continuo por distintas tribus indígenas.
Transcurridos cuatro años en la zona del Litoral,
regresará a Buenos Aires, y en 1859 será designado por el General Justo
J. de Urquiza comandante de las fuerzas con asiento en Azul, sitio en el
que concluirá su carrera militar.
Pero no fueron ésas sus únicas actividades; también
se desempeñó como juez de Paz en Azul, provincia de Buenos Aires, donde
el 29 de octubre de 1851 contrajo matrimonio con Juana Rodríguez,
iniciando una familia en la que nacieron sus 16 hijos. Por otra parte,
en Azul ejercía su actividad ganadera, llegando a poblar once estancias,
lo que lo convirtió en uno de los más importantes estancieros de esa
provincia. Todas ellas le fueron confiscadas luego de la caída del
gobierno de Rosas.
Por fin, luego de una vida azarosa, el niño nacido en
la provincia de Santa Fe en 1813 murió en Buenos Aires el 27 de
septiembre de 1863. Su padre, el General Manuel Belgrano, había
fallecido mucho tiempo antes, el 20 de junio de 1820; y su madre, el 6
de septiembre de 1856, ambos en la ciudad de Buenos Aires.
Acta. El documento que registra el nacimiento
de Pedro Pablo como “huérfano de padres no conocidos” se conserva en el
archivo del Arzobispado de Santa Fe.
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