Este sábado 10 de junio el Héroe de Guerra soldado Esteban Tries dío una magistral charla sobre aspectos de la Guerra de Malvinas. El acto se realizó en el Museo "Juan Manuel de Rosas" de la Municipalidad de Gral San Martín y fue presentado por el Presidente del Instituto Juan Manuel de Rosas de Gral San Martín, Dr. Carlos De Santis; al finalizar su brillante exposición fue condecorado por el Instituto con la "Cinta Azul y Blanca" condecoración del Instituto Rosas de Gral. San Martín.
Esteban Juan Tries, es un ex Combatiente de Malvinas que luego de 20 años de silencio, dejo el letargo para dedicarse a contar su vivencia dentro de la Guerra de Malvinas desde que salieron con rumbo desconocido, hasta que se dieron cuenta que estaban en medio de una guerra. Fue participe activo, directo, en primera persona…, tuvo la “suerte” de volver de ella y sufrir posteriormente, el proceso del desmalvinizacion, situación que lo llevo a perder cosas en el camino, las mismas cosas que luego volvieron solas de la mano de los valores. Y son esos valores, lo que hoy sale a rescatar, tal vez como aquella vez cuando lo hizo con quien hoy es su amigo entrañable y por entonces Sargento Villegas…Éste fue herido gravemente en combate y quedó a mercved del fuego inglés. Tríes le dijo a Serrezuela (otro héroe de guerrra) : "Vamos a buscarlo". El Sargento se empezó a sacar el correaje y le gritó: "Tríes, quedate porque te va matar". Tríes y Serrezuela se miraron en la oscuridad. Luego se incorporaron, arrojaron ostensiblemente los fusiles al suelo y levantaron las manos. Subieron en esa posición audaz quince metros hasta su jefe, lo tomaron de los brazos y lo bajaron hasta el lugar donde se habían parapetado. El inglés que los tenía en la mira dejó que hicieran todo eso sin apretar el gatillo. Villegas pedía desesperadamente agua. Tríes le dio una botellita de whisky y le llenó la boca con trozos de nieve. Había que retroceder ya mismo. "Tríes -lo llamó Villegas-. No creas que me pongo en héroe, pero quiero que le avises a mi familia que me quedo acá. Contales de la forma que les duela lo menos posible, ¿sabés? A mí mujer decile que lamento no haberme casado con ella y a mi nena de tres años decile que, decile." En ese momento se fue en llanto. Pero se contuvo. Lo agarró a Tríes de la solapa y le dijo, en un hilo de voz: "Meteme un tiro. Son ocho kilómetros hasta el pueblo. Yo ya estoy listo. Meteme un tiro, no me dejés sufriendo". El soldado parpadeaba, anonadado por la orden. De pronto se rehizo y le dijo: "De ninguna manera, usted me debe un asado". Y entonces Lupin y Tríes agarraron al Sargento, que pegaba alaridos de bronca y se resistía, le hicieron sillita de oro y lo pasaron por un pequeño puente sin que ningún inglés les disparara, mientras el combate seguía atrás y se tornaba cada vez más virulento. La marcha de esos dos soldados llevando al Sargento herido en la noche de luna llena fue penosa. Caminaron y caminaron, y Villegas perdió sangre y conciencia, y al final lograron encontrar una ambulancia. Subieron los tres y el chofer trató de llevarlos hasta el hospital de campaña, pero había demasiado hielo, resbalaron y volcaron en una cuneta. Salieron como pudieron de entre los hierros y siguieron adelante. Llegaron con el último aliento a ese hospital lleno de amputados y heridos, y le entregaron el cuerpo maltrecho de Villegas a los cirujanos. El Sargento escuchó a uno de ellos que decía: "Le queda poco". Villegas alcanzó a decirles que no lo amputaran, que lo durmieran para siempre. Al despertarse, varias horas después, vio a varios ingleses con fusiles en la mano. "No entiendo nada", susurró. Un enfermero le respondió: "No te preocupes, ya se arregló todo". Villegas seguía sin comprender. "Nos rendimos, macho -le aclararon-. Nos rendimos." Y Villegas se echó a llorar.
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