Rosas

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jueves, 25 de abril de 2019

Submarinos en la Guerra de Malvinas

Por Pablo Camogli
La fuerza de submarinos de la FUERTAR 79, liderada por Moya Latrubesse, estaba compuesta por cuatro unidades, pero sólo dos participaron de la lucha: el ARA Santa Fe y el ARA San Luis. Las restantes –el ARA Santiago del Estero y el ARA Salta— por diversos motivos se mantuvieron en el mar territorial.  El Santa Fe había participado de la Operación Rosario y luego fue atacado y hundido frente a Grytviken, en las Georgias, el 25 de abril. El sumergible de su misma clase Guppy, el Santiago del Estero, no estaba operable desde el año anterior, pero se lo mantuvo oculto en la Base Naval de Mar del Plata, ya sea sumergido o entre otras naves que dificultaran su visualización  Los otros dos eran submarinos de la clase 209, de origen alemán, montados en Tandanor, y ciertamente preocupaban a los comandos ingleses, ya que tenían muy buenas condiciones relativas para actuar en la zona de las islas. Además podían permanecer sumergidos mucho más tiempo que los Guppy, lo que aumentaba su potencial. Poseían ocho tubos lanzatorpedos, desde los cuales podían disparar tanto torpedos de superficie (SST-4) como antisubmarinos (MK-37). Los primeros son hiloguiados, ya que permanecen unidos al disparador por intermedio de un hilo que, además, funciona como direccionador gracias a la información que se recibe y se emite desde la computadora de tiro.  El Salta no pudo participar de la batalla, porque al zarpar se descubrió que era sumamente ruidoso, tanto en inmersión como en la superficie. La verdad es que poco antes del 2 de abril ese submarino se encontraba en dique seco por mantenimiento y su condición general no lo hacía apto para la lucha. Entró nuevamente en reparaciones en Puerto Belgrano, pero los problemas subsistieron.
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Finalmente, según Jorge Bóveda, se optó por enviarlo al mar, en cercanías de la costa, con el objetivo de que los ingleses pensaran que estaba en alta mar u operando en las Malvinas. Allí realizó diversos ejercicios de tiro ante las falencias que presentaban los torpedos SST-4.  De modo que a la Armada le quedaba un solo submarino, el ARA San Luis, que cumplirá una hazaña memorable al permanecer más de 800 horas en inmersión, atacando y siendo atacado por los ingleses en el archipiélago.
Al igual que muchos de sus colegas, el capitán de fragata Fernando Azcueta, comandante del San Luis, se enteró el 2 de abril de que las fuerzas armadas habían decidido reconquistar las Malvinas. Al otro día, Moya Latrubesse le ordenó “alistarse para zarpar”. Una semana después, y pese a no estar en óptimas condiciones de navegación, ya que tenía reducida su velocidad máxima en inmersión hasta los 14,5 nudos, el submarino zarpó con diez torpedos SST-4 y catorce MK-37. Su primer destino fue una zona denominada Enriqueta, al norte de las islas, y para el 28 fue ubicado al norte de la isla Soledad, muy cerca de la costa.  Un nuevo contratiempo se suscitaría el 19 de abril, cuando la computadora de control de tiro sufrió una avería imposible de reparar en alta mar. Las opciones eran volver a puerto o efectuar los cálculos de disparo y dirección de los torpedos en forma manual, lo que finalmente se hizo. El inconveniente era que sólo se podría lanzar un disparo por vez. De todas formas, el San Luis presentó falencias técnicas y operativas mucho más graves, como que a los dos torpedos SST-4 que disparó se les cortó el cable de hiloguiado, perdiéndose el misil.  El primer ataque se produjo en la mañana del 1º de mayo, cuando el sonar registró a un grupo antisubmarino inglés compuesto por un destructor y dos helicópteros de detección que avanzaban desde el norte-nordeste. Azcueta ordenó acortar distancia y a una distancia de entre 8000 y 11.000 metros del enemigo lanzó un SST-4, que fue guiado manualmente, pero a los tres minutos de disparado, el cable se cortó y el torpedo no dio en el blanco. De inmediato, el submarino comenzó una serie de movimientos evasivos, mientras el grupo inglés comenzaba una desesperada caza, rociando con cargas de profundidad la zona y sobrevolando con helicópteros por encima del sumergible argentino. Bóveda comenta que el San Luis apoyó su panza contra el fondo marino y así pasó las siguientes cinco horas, hasta que el destructor inglés se dirigió hacia otra área de búsqueda. Durante la búsqueda, los Sea King del escuadrón Nº 826 permanecieron más de diez horas en vuelo, con un recambio de tripulación y diez reabastecimientos de combustible. Unos días más tarde, el 8 de mayo, se disparó un MK-37 a lo que en el sonar aparecía como a corta distancia y en acercamiento. El misil detonó, pero no sobre algún blanco enemigo, sino tal vez contra una ballena o una roca.  Finalmente, en la madrugada del 11 se detectó a dos navíos británicos (serían el Alacrity, que acababa de hundir al Isla de los Estados, y el Arrow) que operaban en la boca norte del estrecho de San Carlos. El San Luis se encontraba entre ellos y tenía una inmejorable posibilidad ofensiva que la tripulación decidió aprovechar. A unos 5500 metros se lanzó un torpedo contra la nave ubicada más al sur y en condiciones óptimas de tiro, pero una vez más, a los tres minutos el cable se cortó y el misil no impactó. Los barcos lograron eludir el ataque y el submarino argentino debió resignarse a volver a puerto.  Luego de 864 horas en inmersión —unos treinta y seis días—, el San Luis  regresó a Puerto Belgrano con la proeza de haber atacado a la Task Force en el mismísimo campo de batalla. Que el submarino haya logrado escapar del cerco tendido por los ingleses en las Malvinas y que éstos invirtieran una buena cantidad de material antisubmarino en su caza, enaltece el accionar de esa
unidad.

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