Rosas

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jueves, 31 de marzo de 2022

1859. Solano López: La forja de un agresor.

 Por Jorge Enrique Deniri y Dardo Ramírez Braschi

Abril es un mes agridulce para la Ciudad de Corrientes. A las mieles del día tres, con la conmemoración de la fundación de la ciudad, la única en el Río de la Plata que lo fue por mano de un Adelantado, el legendario Juan Torres de Vera y Aragón, lo sigue el acíbar del ataque a traición perpetrado por el ejército y la armada paraguayas el día 13, por orden del tirano Francisco Solano López. A la hora de sacar las cuentas, la Historia es pródiga en agresores aleves e invasiones perpetradas a traición. Desde el prusiano Federico II invadiendo Silesia (Polonia), hasta Putín haciendo lo propio con la vecina Ucrania. La única diferencia es que Federico invadió sigilosamente, y el ruso estuvo haciendo alardes desde un tiempo antes como si dijéramos “practicando” con su ejército concentrado en la frontera, pero, claro, siempre negando enfáticamente lo que pensaba hacer. ¿Y cuáles eran las motivaciones de aquel Federico del siglo XVIII? Diríamos que son modélicas al momento de la interpretación histórica, y fueron reseñadas en su momento por los estudiosos del pasado. Parafraséandolos: Un corazón ávido, una bolsa repleta y un ejército preparado. En ambos casos, desde luego que podrían argüirse muchos elementos más, pero lo que muestran en común ambos invasores es la falta de escrúpulos, el ruso suma el cinismo y el doblez.
Por su notoria destreza militar, Federico II, merecidamente o no, ha pasado a la Historia como “El Grande”. Putín…habrá que ver, porque hasta ahora es algo así como “el hombre de la bolsa” para Occidente, a pesar de la poderosa campaña de desinformación que desarrollan los servicios y espías del ex KGB, fabulando teorías conspiranoicas según las cuales los tenebrosos estadounidenses operan en Ucrania, ¡mediante neonazis!, laboratorios tipo Wuhan donde se busca clonar seres humanos, crear falsas vacunas que conviertan en zombis a los que se las apliquen, y cosas así. ¿Y qué tiene todo esto que ver con las notas que venimos pergeñando? Vale aquí recurrir a Cervantes, maestro de maestros, cuando habla de la Historia como maestra del pasado y advertencia de lo porvenir. Evocación o augurio, lo cierto es que para nuestro arbitrio, entre Federico y Vladimir, aparece un personaje que siempre da para señalar algo más: Francisco Solano López.
Insistimos en que fue un agresor, y fue un invasor, a usanza del prusiano de ayer y del ruso de hoy. Y siempre recurriendo al ataque aleve, sin declaración de guerra, sin aviso alguno. A Brasil lo invadió en el Matto Grosso, pese a que sus presuntas justificaciones las estableció autoproclamándose campeón de la causa de uno de los sectores en pugna en la Banda Oriental, como quien dice, bien pero bien al sur, y, más que con escasa, con ninguna conexión con los diferendos que sostenía con el Brasil, que derivaban de la pretensión paraguaya de negar a los brasileños la navegación del río Paraguay, lo que en aquella época les hacía casi imposible mantenerse en contacto con su provincia matogrosense. Por cierto que, buena, mala o peor, esa pretensión de vallar el río sí es posible vincularla con un interés directo del dictador paraguayo en contra del Brasil, pero ¿qué tenía eso que ver con el Uruguay? Presumiblemente, esa autoproclamación lopista como adalid o campeón de un sector de los orientales, viniera a cuento o no, el proclamarse paladín de la causa de un tercero ajeno, se asentaba sobre el papel que había jugado cinco o seis años antes, en 1859, al haber intervenido como mediador entre Urquiza y Mitre durante los sucesos relacionados con la batalla de Cepeda, que condujeron al Pacto de San José de Flores, escenario en el que Solano López desempeñó un papel tal como para almibarar su megalomanía, justificándole, presumiblemente, auto percibirse como una figura de relieves continentales. Una publicación argentina, exalta esa actuación de Solano López afirmando que “Terminada tan felizmente su misión diplomática, resolvió Solano López, regresar a su país. El día de su partida…el pueblo de Buenos Aires le preparó una grandiosa despedida. Desde su alojamiento hasta el puerto, las calles fueron adornadas con arcos triunfales, siendo profusamente embanderada la ciudad. Cuando apareció el ministro paraguayo, se organizó una inmensa columna, que le acompañó entusiasmada…Al subir a bordo del Tacuarí, el pueblo estalló en un viva clamoroso al Paraguay y al general Francisco Solano López, mientras la banda de músicos ejecutaba el himno nacional paraguayo y la plaza atronaba con una imponente salva de artillería.
Bajo tan gratas impresiones, la gallarda nave paraguaya levó anclas, contestando con otra salva de artillería, mientras en lo más alto de su mástil la bandera tricolor, acariciada por las brisas del Plata, parecía también agitarse en un gesto de cariñosa despedida…”.
¿Fue “tan”así? Porque mientras se embelesa con las mieles de su actuación como mediador, Solano López resulta víctima de las secuelas del incidente paraguayo con la corona inglesa por el asunto Canstatt, un súbdito británico nacido en la Banda Oriental, al que por cuestiones de negocios Carlos Antonio, el dictador, reduce a prisión, acusándolo de estar comprometido en una conspiración para asesinarlo. A comienzos de agosto de 1859, el cónsul inglés en Asunción intima a López padre para que en un plazo perentorio libere a Canstatt y lo indemnice, pero éste se niega, enconando el conflicto. A todo esto, el 27 de septiembre, el vapor de guerra Tacuarí, conduce a Buenos Aires a Francisco Solano, acompañado de un ampuloso “séquito”, según lo califican publicaciones lopistas, para actuar como negociador entre Urquiza y Mitre. En ese momento no hay arreglo sin embargo, y el 23 de octubre Urquiza resulta vencedor en la batalla de Cepeda.
La actuación posterior de Francisco Solano lo expone como un diplomático dedicado y eficiente, contrariamente al escrito de Alberdi, que en 1856 informa desde París que el entonces general paraguayo se halla en aquella capital, pintándolo como un “mozalbete malísimo y calavera, que no promete al Paraguay más que derrotas”. Abad de Santillán por su parte, afirma que “se consideraba nacido para desempeñar un gran papel histórico, como el establecimiento de un gran imperio, para lo cual gestionó el casamiento con una princesa imperial brasileña”. Demás está decir que nunca obtuvo contestación de los Braganza, que a buen seguro lo consideraban un arriviste. Autor hay, que sin mayores elementos de prueba considera que el ataque pirático al Marqués de Olinda y la subsiguiente artera invasión al Matto Grosso, guardan relación con ese desaire que debe haber resultado insoportable para su sobrevaluado ego.
Como sea, su protagonismo en relación con el Pacto que finalmente se firma entre Buenos Aires y la Confederación, el de San José de Flores, resulta insoslayable y realmente le hace honor. Pero, en medio de esa atmósfera de inciensos, el almirante inglés de estación en el Río de la Plata decide capturarlo para convertirlo en rehén por el conflicto Canstatt, y el 29 de noviembre de 1859, dos naves de guerra británicas atacan al Tacuarí cuando intenta abandonar el puerto. Solano López debe poner pies en polvorosa, abandonando el vapor, que queda bloqueado por los británicos. Él, se ve compelido a viajar por tierra hasta Paraná y allí abordar el Igureí, para, sin pompa alguna, oscuramente, retornar a la Asunción. El Tacuarí sólo será devuelto después que Canstatt es liberado en Corrientes, el 30 de enero de 1860.
Creemos que este incidente, que esmerilaba severamente los recién forjados laureles lopistas, omitido en las historizaciones comunes, tanto paraguayas como argentinas, evidencia cuál era realmente el “prestigio” y la influencia que detentaba Solano López ante el principal proveedor de técnicos y maquinarias y armamentos europeo del Paraguay. Porque – hay que decirlo -, la realidad es que, desde el mismo Tacuarí, botado en un astillero británico, hasta los cañones taladrados por los paraguayos durante la guerra de 1865 – 1870, eran obra de ingleses. Y la misión oficial de Solano López en Europa, además de tomar posesión del Tacuarí, había consistido en llevar adelante la contratación de técnicos e ingenieros ingleses y la adquisición de armamentos y maquinarias británicas para dotar los arsenales y promover el desarrollo industrial paraguayo. Pese a ello, a la hora de resolver un entredicho por un oscuro comerciante hijo de británicos, los ingleses lo trataron como a un forajido común y corriente, un bandolero sudamericano más.
Queda por justipreciar en qué medida su contacto con Urquiza y Mitre con ocasión del pacto, tuvo influencia para que, apenas un lustro más tarde, creyese posible hacer su voluntad, convirtiendo en un aliado al uno y plegando a su capricho la conducta presidencial del otro.

1 comentario:

  1. Excelente, especial lectura para los tantos argentinos Cipayos que les piden disculpas a los paraguayos

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