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martes, 12 de abril de 2022

Nuestras Mujeres Veteranas de Guerra de Malvinas

Por Julio R. Otaño
Las Islas Malvinas son un archipiélago formado por más de doscientas islas, en las que se destacan dos principales: Isla Gran Malvina e Isla Soledad. Casualmente, las dos llevan nombre de mujer. Están ubicadas en el Océano Atlántico Sur, a 343 kilómetros de la provincia argentina Tierra del Fuego y a 12.686 kilómetros del Reino Unido (El nombre “Malvinas” proviene de los primeros habitantes de las Islas, que eran malouines, franceses de Saint Maló, y ocupaban la parte occidental del archipiélago). Pero… ¿En Malvinas hubo mujeres? En ningún manual escolar figuran, pero dieciseis mujeres argentinas son consideradas veteranas de guerra. También hubo civiles que prestaron servicios sanitarios durante el conflicto y otras que se hicieron eco de la lucha por la soberanía nacional en las Islas. Todas fueron silenciadas, omitidas, y tuvieron que pasar muchos años para que, finalmente, se reconocieran sus presencias.

A partir de la Independencia, obtenida el 9 de julio de 1816, las Islas pasaron a formar parte del territorio argentino. En 1826 Luis Vernet, nacido en Hamburgo pero radicado en Buenos Aires, fundó Puerto Luis y en 1829 fue nombrado Comandante Político y Militar del archipiélago, convirtiéndose en el primer y único gobernador argentino en las Islas Malvinas. Vernet estaba casado con María Sáez, rioplatense y quien escribió “Diario de 1829 en Malvinas”. En sus escritos, relató la vida cotidiana de las mujeres malvinenses: organizaban cenas, visitas al cementerio y fiestas criollas. Se encargaban de colaborar con la tala de árboles y preparar equipaje para las expediciones de los hombres. De esta manera, María Sáez, fue la primera cronista de las Islas Malvinas. En algunos tramos de su diario cuenta: “Viernes 24 de julio: Buen tiempo, impaciente por aprovechar tan hermoso día, salí sin esperar a Vernet. Me encaminé hacia el arroyo del puente, y queriendo beber del agua tan cristalina que veía correr, pedí un vaso en la casa más próxima. Con ese motivo vi lo bien que se habían acomodado algunos de los nuevos colonos. No sentí frío alguno. La hermosura del pasto,siendo tan verde y tupido, pareció que pisé sobre una alfombra.”Miércoles 12 de Agosto: Chubascos de nieve con viento fuerte todo el día. Hoy se fue Doña Mariquita al pescadero de su marido. Ella se va a encargar de dirigir la salazón de los pescado.” “Domingo 30 de Agosto: Vernet tomó hoy posesión de la isla en nombre del gobierno de Buenos Aires. Se reunieron los habitantes,se enarboló la Bandera Nacional y se tiraron veintiún cañonazos, repitiendo sin cesar el ¡Viva la Patria!. Repartí a los ciudadanos dos cintas, una por cada color de nuestra Bandera Nacional” . Dentro de la familia Vernet, estuvo el primer nacimiento registrado en el archipiélago, y fue el de una mujer: Matilde Vernet y Sáez (1830-1924). Hija del matrimonio gobernante y apodada Malvina. Fue la primera persona documentada como ciudadana isleña, además su documento de identidad era argentino. Matilde Malvina de grande se transformó en la primera mujer activista en reclamar nacionalidad y soberanía argentina en las Islas, reivindicando ante el periodismo mundial la demanda.

Desde la usurpación, Argentina mantuvo firme su postura y siguió reclamando soberanía y el derecho a la administración política y económica de las Islas. La resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU, aprobada en diciembre de 1965, reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre Reino Unido y Argentina en torno a las Islas Malvinas. De igual manera, encuadró el conflicto en una situación colonial y obligó a Gran Bretaña a negociar con Argentina. Esto significó el primer avance concreto en términos de políticas de estado. En este contexto, según documentos de la Cancillería Argentina, comenzaron a firmarse tratados de mutua cooperación para mejorar la vida de los isleños, con el objetivo de comenzar a acercar la vida cotidiana de las islas al Estado Argentino. Fue así que se enviaron maestras argentinas a enseñar castellano, se otorgaron becas para que los jóvenes malvinenses puedan estudiar en las Universidades Nacionales, las mujeres embarazadas podían atenderse en los hospitales públicos argentinos, se otorgó la doble nacional a los isleños y se instaló una planta de YPF en las Islas para brindar el gas en los hogares, entre otras cuestiones. En septiembre de 1966, un grupo de diecisiete jóvenes llevó a cabo el Operativo Cóndor. Tomaron un avión de Aerolíneas Argentinas, lo desviaron de la ruta autorizada y lo aterrizaron en las Islas Malvinas, desplegando 7 banderas argentinas y permaneciendo, de manera pacífica, 36 horas en las Islas. Al volver al país fueron encarcelados en Ushuaia. Entre los integrantes del grupo se encontró María Cristina Varrier, escritora y periodista, única mujer que participó del operativo. Guardó las siete banderas durante más de cuarenta años, prometiendo entregarlas al Estado Nacional cuando el gobierno reconociera el hecho como un acto patriótico y no delictivo.
El 2 de abril de 1982, se produjo la reconquista de las Islas Malvinas . La guerra duró 74 días, más de 23 mil soldados argentinos fueron movilizados, más de 1200 fueron heridos de gravedad y hubo un total de 649 muertos . También participaron 16 mujeres argentinas: Marta Beatriz Giménez, Graciela Liliana Gerónimo, Mariana Florinda Soneira, Marcia Noemí Marchesotti, Olga Graciela Cáceres, Doris Renee West, Susana Mazza, Silvia Barrera, María Marta Lemme, Norma Etel Navarro, María Cecilia Ricchieri, María Angélica Sendes, María Liliana Colino, Maureen Dolan, Silvia Storey y Cristina María Cormack . Todas se mantuvieron, durante más de treinta años, en el anonimato. Sin embargo, sufrieron los mismos problemas que los hombres combatientes: estrés postraumático, enfermedades relacionadas al mismo y angustia.
Las enfermeras Silvia Barrera , Susana Mazza, María Marta Lemme, María Cecilia Ricchieri, María Angélica Sendes y Norma Navarro, con su ejemplo de trabajo, sacrificio, abnegación, contención y cuidado lograron demostrar que la mujer está igualmente capacitada para participar en las fuerzas de defensa de una Nación, e hicieron que las autoridades pertinentes pensaran seriamente en incorporarlas. Abandonaron sus delantales blancos de instrumentistas quirúrgicas y tuvieron que usar uniformes y borceguíes que les quedaban grandes; y tras una breve instrucción partieron. La fuerza naval lo hizo desde el Palomar a Rio Gallegos y de allí, a bordo de buques mercantes o helicópteros al rompehielos Almirante Irízar, convertido en un gigantesco hospital flotante donde comenzaron a desempeñar sus roles. La principal misión de las enfermeras fue atender a cientos de soldados, darle fuerzas, contención, esperanzas y cuidarlos. A veces les pedían que les escribieran las cartas para sus familiares aunque muchos no tenían las manos heridas. Como consecuencia de la adrenalina de escuchar los bombardeos, el estrés del viaje y de la guerra, el trabajo de atender a los heridos a los que también tenían que contener afectivamente y la experiencia nueva de estar en un avión, un helicóptero o en un buque en altamar (en el que los vientos y las olas gigantes golpeaban obligándolas a atarse con vendas en las camillas, como también lo debían hacer los médicos y pacientes), las enfermeras durante estos diez días que estuvieron en la guerra no durmieron y tuvieron graves problemas y secuelas de salud. Los horrores de la guerra los vivieron en carne propia, el dolor de los soldados era su dolor, sanarlos era su tarea, contenerlos era inherente al instinto humano. Y así lo hicieron, con cada uno ellos, valiéndose de las herramientas que podían, aplicando lo aprendido, pero nada alcanzaba, aprendieron del día a día del conflicto bélico. Su lugar de trabajo fue el Buque Hospital ARA “Almirante Irízar” que navegaba en alta mar. Silvia Barrera, por entonces próxima a cumplir 23 años, recordó en una entrevista que se quedó a bordo del buque como todos los demás, a sólo 500 metros de la costa malvinense. Desde la cubierta, vivió los combates aéreos sobre su cabeza y el fuego cruzado de tierra, porque el barco estaba fondeado en una bahía. El Irízar albergó a casi un millar de heridos de todo tipo. Tras los combates fuertes, muchos de ellos provenían directamente del campo de batalla para evitar toda demora. Las instrumentistas hacían su trabajo y también, de camilleras y enfermeras. La tarea era doblemente difícil porque el Irízar rolaba hasta los 45 grados por efecto de las olas, y en esas condiciones debían operar con precisión. También la flota de la Marina Mercante dio su apoyo en el teatro de operaciones del Atlántico Sur.

LA ÚNICA MUJER EN MALVINAS DURANTE EL COMBATE María Liliana Colino Tenía 26 años, se había recibido de enfermera y de veterinaria, y obtuvo el grado de cabo principal. Su misión era la de salvataje y enfermería a bordo de los cargueros Hércules, que volaban bajo y a oscuras. Fue la enfermera que se ocupó de armar los botiquines de emergencia médica, que se llevaban en el Hércules C-130 cada vez que se iba a Puerto Argentino en busca de soldados heridos. Una noche uno de los médicos le dijo: –Lili,¿no te animas a venir con nosotros? Porque tenemos que transportar a muchos heridos y necesito a alguien que pueda actuar rápido. Así fue que empecé a participar de las misiones del Hércules. El Hércules C-130 es un avión de transporte táctico medio o pesado. Durante el conflicto armado, la Fuerza Aérea Argentina lo utilizó para llevar hacia las islas insumos bélicos y de supervivencia, también para trasladar a los heridos hasta el continente. Los viajes a Malvinas eran siempre de noche. Cuando llegó a Puerto Argentino, quedó carreteando, nunca podía parar o aterrizar porque debía estar siempre listo para levantar vuelo nuevamente en caso de ser detectado por las tropas británicas. Con el avión en movimiento Liliana logró bajar, una vez en tierra estaba todo oscuro, de lejos se escuchaban los bombardeos. El avión seguía carreteando mientras la mujer corría detrás de él, esperando que quedara vacío para volver a subir y poder cargar a los heridos. De pronto pudo ver que el avión comenzaba a querer levantar vuelo, eso significaba que los ingleses los habían detectado y se estaban aproximando al lugar, tenían que abandonar Malvinas lo antes posible. La cabo principal empezó a estirar su brazo derecho hacia adelante mientras corría, hasta que por fin logró tomarle la mano al oficial y quedó con los pies colgando a unos cuantos centímetros del piso. Los camilleros tomaban a los heridos de las piernas y Liliana los agarraba de las manos y arrastraba hasta el interior del Hércules, colocándolos uno al lado del otro en el piso. Luego de 36 dos minutos, el Hércules tomó vuelo y abandonó Malvinas, ya no podían permanecer allí. –Esa fue la primera vez que pisé Malvinas. Tenía un cagazo, fue pura adrenalina, creí que el Hércules iba a levantar vuelo sin mí y quedaría en medio de los bombardeos. Años después, en un reencuentro de oficiales que se hizo en Morón, un oficial me preguntó si yo era la mujer voladora. –recuerda entre risas y reflexiona -Para mí no significó nada en especial ser la única mujer en estar en Malvinas, fui una persona más ahí. Era mi trabajo, mi vocación y lo hice voluntariamente. El Hércules no podía viajar todos los días hacia Malvinas a descargar mercadería y rescatar soldados heridos esto, según Colino, fue lo que ocasionó que a los soldados argentinos les faltara comida y abrigos. “Por eso cuando llegan a Puerto Argentino lo encuentran lleno de cosas, llegó un momento en el que ya no se pudieron hacer más viajes en helicópteros para abastecer las distintas posiciones y quedó todo ahí.” El último vuelo del Hércules a Malvinas fue la segunda y última vez que Liliana prestó servicios en las Islas. Fue una noche de fines de mayo, el procedimiento fue el de siempre: Liliana bajó corriendo, sus compañeros tiraron los containers, se acercaron las ambulancias y se empezaron a cargar los heridos. Mientras se cargaban heridos, el piloto ordenó a los gritos cerrar las puertas de inmediato, debió despegar de urgencia y abandonar las islas. Dos aviones Sea Harrier detectaron la presencia del Hércules y comenzaron a perseguir a la aeronave argentina. Los ochenta heridos más los tres oficiales de la fuerza aérea iban sentados en el piso, aterrados, sin saber qué hacer ante el peligro de que los bombardearan y el avión cayera en medio del mar. Una vez que la nave se liberó de las amenazas de la aviación británica pudo volver a ingresar al país desde el lado chileno. El vuelo duró mucho más horas de lo normal, y al ser con silencio de radio, desde Comodoro Rivadavia no tenían noticia de ellos. Al bajar el piloto, Liliana y los dos oficiales de la Fuerza Aérea comenzaron a abrazarlos y tocarlos. No podían creer que estuvieran vivos.

Tahiana Marrone combatió en las islas como Osvaldo Marrone, sin embargo, a partir del 2015 afirma su identidad de mujer. Con 17 años formó parte del Batallón de Ingenieros N°9 y estuvo en Bahía Fox. Si bien busca ser reconocida como veterana de guerra, en los listados del Ministerio de Defensa su nombre continúa figurando como Osvaldo. Así, el caso de Tahiana Morrone tiene una peculiaridad: es estigmatizada y discriminada por su autoafirmación identitaria.

Silvia Barrera a bordo del Irízar durante Malvinas Profesional de la sanidad, civil, participó como voluntaria en el conflicto del Atlántico Sur. Reconocida oficialmente como Veterana de Malvinas, es en la actualidad la mujer más condecorada de la historia de las FF. AA. “Llegamos a hacer cirugías con una oscilación de 45 grados, atados los profesionales y pacientes, para movernos al mismo ritmo”. A los 23 años se anotó como voluntaria para viajar a las Islas Malvinas. Embarcada en el rompehielos ARA Almirante Irízar, permaneció dentro de la zona de conflicto desde 8 al 18 de junio de 1982. En la actualidad, se desempeña como encargada de Ceremonial del Hospital Militar Central y se dedica a dar charlas y organizar congresos en todo el país para difundir su experiencia. Al preguntarle sobre qué es lo peor de la guerra, no duda en afirmar: "Lo más doloroso es el después, la indiferencia, los detalles de la vida cotidiana. En mi caso, por ejemplo, aunque soy la instrumentadora más antigua del hospital y la mujer más condecorada de las FF. AA., tengo que pelear por un lugar en el estacionamiento del hospital. Sé que es algo menor, pero evidencia la falta de reconocimiento". No fueron designadas para trabajar en el Hospital de Puerto Argentino por un tecnicismo: no les habían dado "grado militar". Después de mucho discutir, decidieron que los heridos fueran atendidos en el barco. La mitad de los médicos bajó a tierra y el resto permaneció embarcado. El buque tenía 250 camas y trajeron al continente 370 heridos. Antes de bajar del barco, luego del cese el fuego, el 14 de junio de 1982, en Comodoro Rivadavia, debieron firmar un documento en el que se comprometían a no contar nada de lo vivido. Llegaron al Palomar el domingo 20 de junio y, al día siguiente, se presentaron a trabajar en el hospital, donde sufrieron una gran indiferencia. A la distancia, creyó que debieron pelear contra el prejuicio de hombres que no estaban preparados para reconocer el trabajo de las mujeres. En el 2002 recibiero el premio a las mujeres destacadas del Ejército, distinción instituida ese año. En 2012 fue reconocida oficialmente como Veterana de Guerra y en 2014 fuimos condecoradas por el Estado con la Medalla al Valor. Acota “Según nos dijeron, dentro de la historia de las FF. AA., después de las mujeres que participaron de las guerras de la Independencia, somos las más reconocidas. Pese a ello, durante décadas no nos incluyeron en los actos ni en los homenajes”…”Malvinas no es un tema cerrado en mi vida, ni en la de ningún veterano. Hace unos días se planteó la discusión acerca de si nosotros seguimos peleando o no. Las opiniones estaban divididas. Yo creo que seguimos peleando otras batallas y me pregunto qué va a pasar cuando ya no estemos para seguir contando la verdad de lo que vivimos”.

Tanto en el marco de los reconocimientos por parte del Estado como en el imaginario popular, podemos ver que existe hoy en día un profundo desconocimiento de la pluralidad de actores de este fenómeno histórico. Esta situación se debe a la idea de que la guerra “es cosa de hombres” mientras las demás quedan relegadas a roles pasivos. Las mujeres son actrices secundarias y el resto de las identidades de género quedan directamente fuera del reparto. Todas ellas tuvieron una etapa de recuperación después del horror. Las secuelas fueron físicas y psicológicas, predominando la segunda. Muchas tardaron años en hablar y contar lo que vivieron en esa época, otras tuvieron problemas de salud graves, otras quisieron olvidar para siempre lo que habían presenciado. Imposible fue dejar de lado lo que habían vivido, superarlo es una etapa en transición que todas atraviesa, despojarse de los horrores no es posible por decisión personal cuando el gobierno del momento y los que siguieron no hicieron nada por ayudarlas, ni a ellas ni a los ex combatientes. Los dejaron solos, los abandonaron, creyeron que con una pensión iban a poder tapar los errores políticos que cometieron en la Guerra de Malvinas. Hoy Podemos ver con satisfacción que a 40 años de la recuperación transitoria de Malvinas hoy la sociedad brinda su reconocimiento…la justicia tarda pero llega y también el reconocimiento a nuestras heroínas que arriesgaron su vida por la patria. Gloria eterna a los Héroes Nacionales caídos y a los Veteranos y Veteranas de Guerra de Malvinas y familiares

Bibliografía

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