Su principal colaboradora epistolar es Josefa Gómez, y los temas claves su indignación por la confiscación de sus bienes en Buenos Aires; su situación de pobreza económica, falto de recursos, y su necesidad de ayuda departe de sus amigos; Pepita era ama de llaves de Felipe Elortondo y Palacio, deán del Cabildo Eclesiástico. En 1843, nace una hija, Juana Josefa (Pepita), a la que le pone el apellido de su difunto marido y hace figurar como adoptada. La confiscación de los bienes de Rosas Por Decreto del gobernador provisional de la provincia de Buenos Aires, presidente del Superior Tribunal de Justicia, Dr. Vicente López y Planes, nombrado por el general vencedor en Caseros, Justo J. de Urquiza, y su ministro Valentín Alsina, ordenan la confiscación de todos los bienes del general Rosas declarándolos de propiedad pública.
Inmediatamente, varios de los amigos de Rosas, Juan N. Terrero, Josefa Gómez y José M. Roxas y Patrón, le escriben al general Urquiza, quien somete esta cuestión a diversos estudiosos Tomás Guido, analizando el origen social y legal del gobierno de Rosas, opina que: Si el general Rosas ha hecho mal uso de la suma del poder […] sería responsable no sólo el general Rosas, sino la Junta de Representantes y toda la provincia, que expresa o individualmente le confirió ese poder, y toda la nación que lo sostuvo con su propia fuerza y aún lo estimuló con vivos y prolongados aplausos.
Salvador María del Carril, aquel que aconsejó al general Lavalle el fusilamiento del gobernador Dorrego en 1828, dijo: Opino por la devolución de los bienes detenidos a don Juan Manuel de Rosas porque aun cuando él ha aturdido a la generación contemporánea con sus horribles crímenes, no debe olvidarse que estaba investido del mando supremo e irresponsable de esta nación sobre la que ha imperado un cuarto de siglo, dominándola con sus propios elementos y recursos y sujetándola con las fuerzas físicas y morales que ella encierra.
Urquiza ordena, con fecha de 7 de agosto de 1852, la devolución de los bienes del general Rosas a su apoderado Juan N. Terrero y nombrar como defensor de oficio a Tiburcio de la Cárcova, antiguo partidario del general. Rosas le escribe a Urquiza el 3 de noviembre de 1852 agradeciendo su consideración. Pero esto no se concretaría. El 4 de septiembre de 1852, Urquiza delega el gobierno de la provincia en el general José Miguel Galán, con el objeto de ocuparse de los preparativos del Congreso Constituyente que se llevaría a cabo en la ciudad de Santa Fe. En su ausencia, estalla la revolución del 11 de septiembre de 1852, conducida por Valentín Alsina (inmundo unitario), quien asume como gobernador y separa a la provincia de Buenos Aires de la Confederación hasta el 23 de septiembre de 1860. El nuevo gobierno de Buenos Aires, por ley del 21 de septiembre de 1852, deja sin efecto todas las disposiciones que se habían tomado bajo el gobierno de Urquiza. Con fecha de 18 de diciembre de 1853, Rosas eleva, al nuevo gobierno, su reclamo, que no fue considerado ni contestado.
El 12 de abril de 1854 Buenos Aires promulga su Constitución, por medio de la cual Pastor Obligado (ex secretario de Ciriaco Cuitiño) fue elegido gobernador y en 1857 nuevamente V. Alsina. En 1856, el gobierno de Buenos Aires decide someter a proceso público a Juan Manuel de Rosas. El 28 de julio de 1857 se sanciona la ley por la cual se declara a Rosas reo de lesa patria por la tiranía sangrienta que ejerció sobre el pueblo durante el período de su dictadura y traidor a la independencia de su patria, se le vuelven a confiscar todos sus bienes, los cuales fueron declarados de propiedad pública. Desde este punto de vista, las tierras se venderían en pública subasta y los inmuebles de la ciudad, incluida la Quinta de Palermo, pasarían al poder municipal. En la vereda de los acusadores se encontraban tanto antiguos partidarios del Restaurador como sus enemigos de siempre. De la mano del Dr. Rufino de Elizalde, se lo enjuicia en ausencia, condenándolo en rebeldía a la pena de muerte en calidad de aleve. Rosas redacta su defensa en tres idiomas (español, inglés y francés). Considera que ese juicio solo compete a Dios y a la historia. “No hay Ley anteriór que prescríba, ni la sustáncia del juício, ni las fórmas que déban observarse. Porqué no pueden constituírse en jueces, los enemigos, ni los amígos de Rósas, las mísmas víctimas que se dícen, ni las que pueden ser tachádas de complicidad en los delítos” (Carta de J.M. de Rosas a J.M. Roxas y Patrón) Ante la falta de tribunales de apelación y revisión, a Rosas solo le quedan las cartas para protestar contra los actos de deshonor, las acusaciones y el despojo de sus bienes. Los defensores de Rosas en Buenos Aires Josefa Gómez, Juan N. Terrero y José María Roxas y Patrón se convierten en los defensores del honor, los derechos y la protesta del general Rosas en Buenos Aires. En 1857 reanuda el intercambio epistolar con Urquiza y le manda copia de su protesta. Lo mismo hace con Juan Bautista Alberdi. Urquiza le contesta a Rosas el 24 de agosto de 1858 en donde vierte importantes conceptos. Allí le dice que recibió algunos ejemplares de la protesta que publicó en Europa respecto a “las injustas y violentas medidas tomadas contra sus propiedades y las de sus hijos, por el Gobierno Irregular de Buenos Aires”. Urquiza se compromete a enviarle anualmente y mientras pueda 1.000 libras para su socorro. Si bien él mismo contribuyó a su caída, sin embargo no olvida la consideración que se le debe en razón del servicio que hizo en defensa de los derechos de soberanía e independencia nacional. Rosas nunca dejó de agradecer este reconocimiento, además de su ayuda. Él mismo relata en estos términos su situación actual: No fumo, no tomo rapé, vino ní lícor algúno, no asísto a comídas, no hago visítas, ni las recíbo, no paséo, ni asisto a teatros, ni a diversiones de clase algúna. Mi rópa es la de un hombre común. Mis mános y mi cara son bien que mádas y bién acredítan cuál y como es mi trabajo diario incesante, para en algo ayudarme. Mi comída es un pedazo de carne asáda, y mi mate, Náda mas En la granja que arrendaba, instaló un tambo, con vacas, caballos y útiles, que subarrendaba, y lo producido semanalmente por ésta le servía para costear el cultivo del resto de la chacra. Informa que en su testamento dejó claras instrucciones sobre cómo tiene que ser su funeral, sin pompa ni aparato, y dónde deben descansar sus restos. Posteriormente en 1873 agrega en un condicilio, que sería “hasta que en mi patria se reconozca y acuerde por el gobierno la justicia debida a mis servicios”.Pide que sus restos sean repatriados a Buenos Aires y puestos a la par de los restos de su compañera Encarnación y los de sus padres.
Rosas sufre EN EL EXILIO LA MISERIA DE LOS HOMBRES A QUIENES ENCUMBRÓ Y LE comenta a Josefa Gómez la iniciativa de su yerno, Máximo Terrero, y de su amigo y consuegro, Juan N. Terrero, de hacer una suscripción en Buenos Aires para ayudarlo en el destierro. “Así se sabrá si tengo o no tengo amigos, y si los tengo, quienes, y como son […] porqué se sabrá ó empezará ya también á conocer que los que se decían mis amigos, al morir, ni antes, nada, absolutamente nada, me han dejado” (Carta de J.M. de Rosas a J. Gómez, Southampton, 22/05/1866) Aquí se refiere a Nicolás Anchorena, quien nunca le escribió ni pagó los más de 60.000 pesos fuertes metálicos que le debía. Tampoco su esposa, Estanislada Arana, ni sus hijos se hicieron cargo de la deuda. También menciona a sus cuñados, María Josefa y José María Ezcurra, y a su hermano, Gervasio Rozas, que murieron sin pagar sus deudas. En su auxilio no solo acudió el general Urquiza y José María Roxas y Patrón, sino también Juan N. Terrero y su esposa, Juanita Rábago, quienes le enviaban 500 libras anuales (Carta de J.M. de Rosas a J. Gómez, Southampton, 20/09/1866). Rosas le envía a Josefa Gómez los nombres de algunas personas que puede contactar, entre ellos, Margarita y Juanita Ezcurra, Petrona Ezcurra de Urquiola y Mariquita Ezcurra, Andrés Costa Arguibel (sus sobrinos), Alejandro Baldez (su sobrino), Dolores Fernández de Quiroga, Federico Terrero (hijo de Juan N. Terrero), Mateo García de Zúñiga, Antonino Reyes, hijos del coronel Santiago Villamayor. Quienes fueron respondiendo uno a uno con envíos de letras a nombre del general Rosas. Otros se sumaron voluntariamente a medida que se enteraban como el coronel Prudencio Arnold, Leonardo Pereyra, Gregorio y Marcelino Rodríguez, Carlos Ohlsen (secretario de Urquiza). Su compromiso era devolver el dinero una vez que el gobierno de Buenos Aires le reintegrara sus propiedades. Dentro de este grupo es necesario señalar la incondicionalidad de las hermanas Ezcurra, a quienes Rosas consideraba como suyas propias- Lo mismo puede decirse de los Terrero, ya que a la muerte de Juan N. Terrero, su viuda, Juanita Rábago, seguía auxiliándolo; cuando esta fallece en 1872, lo hacen sus hijos. La misma actitud vale encontrar en Roxas y Patrón, quien deja una cláusula en su testamento de continuar socorriendo al general Rosas en el destierro hasta su muerte o hasta cuando este lo indique. También es importante resaltar la presencia de Petrona Villegas, quien formaba parte del círculo íntimo de Manuelita Rosas junto a Juanita Sosa, Pepita Gómez y Rosa Arana, con quienes mantuvo una asidua correspondencia. El grupo que compartía veladas de cabalgatas y guitarreadas en Palermo se componía además de Micaela y Juana Cascallares; Máxima González; Dolores, Mercedes y Rosa Fuentes; Carmen Zelaya; Telésfora Sánchez; Marica Mariño y Sofía Frank. Muchos otros no contestaron, como Laureano Ramírez, Andrea Ortiz de Rozas de Saguí (quien fallece en 1868), Isabel Fuentes de Ezcurra (su ahijada). En este punto, hace referencia a su nuera Mercedes Fuentes y a la indiferencia con que educó a su único hijo, llamado también Juan Manuel y que jamás recordó a su abuelo. Manifiesta sentir la indiferencia de muchas personas. También se siente apenado por la ausencia de su amigo Mateo García de Zúñiga, hasta que se entera que había sufrido quebrantos económicos, como tantos otros que no pudieron aportar nada, o que tuvieron que interrumpir la ayuda o reducirla. También hubo decepciones, como Carlos Horne, en Montevideo, quien dudó ante Josefa Gómez de la letra y firma del general Rosas. En carta del 27 de noviembre de 1861, Roxas y Patrón comparte con Rosas la decepción por aquellos que en su momento fueron considerados amigos, hombres ricos como Nicolás Anchorena o Felipe Vela, cuyas fortunas fueron promovidas por la política económica, y en especial de tierras, de Rosas y, ante la desgracia y el infortunio, miraron hacia otro lado. Dn. Nicolas se declaró mi enemigo, y qdo. Se encontraba conmigo hombro á hombro en la calle, hacía la vista á un lado en señal de desprecio. Por último, es importante remarcar las ausencias. Entre las más importantes, la de su hijo, Juan Bautista Ortiz de Rozas, quien si bien partió con su padre y hermana hacia Southampton en 1852, a los tres años decidió regresar al Río de la Plata con su esposa, Mercedes Fuentes, y su hijo Juan Manuel. Primero se estableció un tiempo en Santa Catarina (Brasil) y en 1859 llega a Buenos Aires, donde se establece y fallece en 1870. Tampoco se sabe nada de su hermano Prudencio Ortiz de Rozas, quien había sido un estrecho colaborador de su gobierno, en donde tuvo una destacada actuación militar. Después de Caseros, Prudencio vende todas sus propiedades y emigra a España, instalándose en Sevilla, donde lleva una vida cómoda y holgada. Es muy extraño que no haya habido correspondencia entre los hermanos y que Prudencio, que se dedicó a viajar, jamás haya ido a visitar a Rosas en Southampton, Urquiza se pregunta “¿qué se han hecho los amigos del general Rosas, a quienes colmó de fortuna en su época? Entre los primeros que cambiaron de postura se encuentran los Anchorena. También el Dr. Rufino de Elizalde, rosista en su tiempo, asiduo concurrente de las fiestas de Palermo, compuso la “Canción Federal” que bajo tapas de terciopelo rojo le dedicó y entregó a Manuelita Rosas, fue diputado provincial, pero después de Caseros se pasó al bando contrario y fue fiscal de estado. Curiosamente, hombres que habían militado en las filas unitarias, como Salvador María del Carril, Félix Frías o el Dr. Carlos Tejedor, se opusieron al juicio contra Rosas. Para Frías, “a los hombres de principios no les es permitido todo contra los tiranos; no les es permitido imitarlos”. Para Tejedor, La lista de cómplices de Rosas es muy grande y supone castigar a un pueblo entero. De todos modos, la causa de Rosas pasó a la justicia ordinaria y los jueces ratificaron la condena, la cual debería ejecutarse en Palermo habida la ausencia de Rosas en el país e imponiéndole, además, la obligación de restituir lo robado al tesoro público. ¿Cuál no habrá sido la sorpresa del hombre de todos los poderes cuando vio que sus principales acusadores habían sido partícipes de sus veladas en Palermo? Algunos, incluso, integrantes de su gobierno; otros, agraciados con favores, vieron aumentadas sus fortunas y propiedades. Así sucedió con el Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, amigo. Honor, prosperidad y protección, Incluso, inician un intercambio epistolar, con afectuosas expresiones de amistad, hasta que esta se corta abruptamente al enterarse Manuela de que Vélez se había convertido en uno de los principales perseguidores de su padre y que llegó a acusarlo de la muerte del Dr. Maza. Por el intercambio epistolar entre ambas amigas, se sabe que cuando a Rosas le confiscaron sus bienes, el Dr. Vélez Sarsfield le pidió a Máximo Terrero poderes para iniciar la defensa judicial, algo que Terrero no podía otorgar. Ante esto, Manuela Rosas escribe a Josefa Gómez: “Si en 1852, y aún después, el señor Vélez creía justo defender nuestros intereses, yo no sé qué nuevas faltas pueden imputarse por nuestra parte para haber vuelto de uno que se decía amigo celoso, en un enemigo rencoroso, y lo que es peor aún calumniante a sabiendas, sin corazón y sin conciencia”.También se pregunta cómo es que “muchos de los personajes de la actualidad, frecuentaban mi sociedad, bailar y divertirse en ellas sin causarles horror las supuestas mutilaciones de las víctimas, cuya piel desollada, cuyas orejas curtidas, cuyas cabezas sangrientas servían de adorno en los salones del reo? A fe que tú misma veías a Elizalde y muchos otros visitar esos salones noche a noche y al mismo doctor Vélez, que tantas veces se llamó mi amigo” Para Rosas, según le hace saber a su amiga Josefa Gómez en carta del 19 de enero de 1870,“Sabido es, que el Señor Doctor Velez, ha sido siempre mi enemigo, tanto más injusto, cuánto más alta ha sido su posición entre los hombres distinguidos que han ocupado, y ocupan el poder”. Más allá de todo, en el interior de la pampa, seguían resonando los ¡vivas! a Rosas
Bibliografia
dellepiane, Rosas en el destierro
Fitte Ernesto Confiscación de los bienes de Rosas
Fradkin,Gelman "Rosas, la construccción..."
Irazusta Julio "Vida de Juan Manuel de Rosas"
Lynch John "Juan Manuel de Rosas"
Raed José "Cartas del exilio"
Reguera Andre "Testamento de Rosas"
Ternavasiao Marcela "Correspondencia de Rosas"
Un blog de excelencia ...con una honda investigación, veráz y honesto! Hipólito Yrigoyen le dijo a Ricardo Caballero que "pocas personas llevaron con tanta altivez el destierro, al que además se le agrega la ingratitud y la calumnia que fue objeto de hombres débiles e insinceros"!
ResponderEliminarVer los nombres y las actitudes de estos traidores, cobardes, hipócritas, psicópatas (A Rosas psicopateaban demostrando esa crueldad), ladrones, desagradecidos, estiércol con forma humana, adjetivos despectivos no creados, permite tomar conociendo de que ya desde aquel entonces, es la etnia argentina, lo peor de la historia del mundo.
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