Por el Dr. Julio R. Otaño
La “Comisión Argentina” de Montevideo obró en nombre de Lavalle. Buscó contactos con los antirrosistas de Buenos Aires para un desembarco sorpresivo, y trató de ganar el mayor número de jefes militares en actividad que se le plegarían. El enlace de la Comisión y Lavalle con Buenos Aires lo hacían los jóvenes Félix Frías y Avelino Balcarce. Su juventud (tenían alrededor de 20 años) los ponía a cubierto de toda sospecha. Tampoco la policía de Rosas era en 1839 tan eficiente como fue después. Las cartas iban a nombres ingleses: George H. Brougham. las destinadas a Montevideo, y John Percy las de Buenos Aires cuando se confiaban al correo. La logia de los Caballeros Liberales, de viejos unitarios, quedó desorganizada en 1838 cuando Alvear, su Venerable, aceptó, con desconcierto de sus correligionarios, la legación en Norteamérica. No eran los viejos unitarios los indicados porque les faltaba entusiasmo y convicción; la mayoría, aunque disconformes con el auge del pueblo, habían concluido por resignarse con el hecho Rosas, y casi todos creían que no era decorosa una revolución apoyada en los franceses. Los unitarios de Buenos Aires no eran hombres de arriesgarse; el deán Zavaleta, firme en sus convicciones (había votado contra Rosas en el plebiscito), era persona reposada; como el doctor Dalmacio Vélez Sarsfield y Echagüe lo tenía de candidato a gobernador para Córdoba. Con los militares no se podía contar: Lamadrid no salía de Palermo, usaba la divisa federal y hacía brindis por el ilustre Restaurador y el aplastamiento de los inmundos franceses, y Paz, en Luján rehuía las conversaciones políticas. Frías y Balcarce debieron dirigirse a los dispersos de la Asociación de Mayo: Rafael Jorge Corvalán, Carlos Tejedor, o Jacinto Rodríguez Peña, que trabajaron, gustosos. No consiguieron comprometer a los jefes del grupo, que no eran de temperamento revolucionario: ni Echeverría ni Juan María Gutiérrez. Además la prominente situación federal de sus padres (Corvalán era hijo del edecán de Rosas, Tejedor del alcaide de la cárcel e íntimo amigo del gobernador) les permitirían desenvolverse sin riesgo. Lavalle da instrucciones a Frías de acercarse a jefes militares. Tres jefes le interesan: los coroneles Lagos y Corvalán (hermano del general y edecán de Rosas) y teniente coronel Maza (hijo del presidente de la Junta), aunque no ‘‘esté seguro de la sinceridad” del último. El general Paz cuenta en sus Memorias que “se obraba con tan poca reserva que he oído en un estrado delante de dos señoras, hacer mención de los puntos más reservados sin la menor precaución” Entran los estancieros, cuya oposición era grande porque el bloqueo arruinaba la exportación dé cueros; los más enojados son los mismos amigos de Rosas que lo apoyaron en 1829 y 1835 como ‘hombre de orden” y les resultaba factor de desorden; Diego Arana, próximo pariente -del ministro de relaciones exteriores, Gervasio Rosas, hermano del gobernador, Félix de Álzaga, Mariano Lozano, apostólicos hasta ayer. Pero daban -una adhesión verbal a la conspiración o cuando más con unos cuantos pesos para gastos, porque no tenían pasta de revolucionarios. Pedro Castelli, estanciero de Dolores los apoyó. En mayo los jóvenes consiguen por José Lavalle, hermano del general, la adhesión de un militar en actividad: el teniente coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la Junta y segundo jefe del regimiento que mandaba en Dolores el coronel Narciso del Valle. Maza ha llegado a Buenos Aires con licencia, y para prorrogarla adelanta su casamiento con Rosa Fuentes Arguibel, sobrina política de Rosas y cuñada de su hijo varón. Ramón Maza era un ingenuo. Como no quería saber nada con franceses, se le mintió que Lavalle vendría a Buenos Aires por sus propios medios. Habló con los jefes de guarniciones de la capital: el coronel Vidal de patricios y el coronel Rolón de la Guardia Argentina, les aseguró que Lavalle desembarcaría en Buenos Aires “sin franceses”. Los dos subordinaron su actitud a que se plegase el general Agustín de Pinedo, inspector general de armas. Maza tuvo contactos con el general Manuel Guillermo Pintos, que le prometió participar si Félix Álzaga los acompañaba, y el coronel Hilario Lagos que exigió el apoyo de 2.000 nombres para pronunciar su regimiento. Se limitarían a no entrar en acción cuando desembarcase Lavalle. De los regimientos de campaña suponía levantar el suyo a pesar del efectivo rosismo del coronel del Valle, e inmovilizar al coronel Granada, también muy adicto a Rosas. Faltaba una fuerza esencial para el desembarco de Lavalle: la artillería de marina al mando de su primo Mariano Maza, convencido federal. Sin saber que por su torpeza, Rosas estaba al tanto de la conspiración, a mediados de junio Balcarce y Maza creyeron terminados los trabajos. Maza sublevaría en la campaña los regimientos de del Valle y Granada apoyándose en los peones reclutados por Castelli y los estancieros; mientras los grupos de la ciudad matarían a Rosas y tratarían de pronunciar los regimientos urbanos. Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, tomaría el gobierno como presidente de la junta. Entonces Lavalle desembarcaría en San Nicolás para asegurar y recoger la victoria.
El plan fue aprobado. Cuesta creer que el doctor Maza, que tanto le debía a Rosas y gozaba de su íntima amistad, se comprometiese en la aventura. Esto, negado por Vicente Fidel López, está afirmado por dos testigos de primera agua: Carlos Tejedor, en una carta escrita a Saldías, y el conspirador que firma en clave con la letra B., que al dar cuenta a Frías de su muerte el 27 de junio, dice “era uno de nuestros hermanos’. Por influencia de su hijo el presidente de la Junta se había prestado a la conspiración. A mediados de junio, por cartas de Alsina a su suegro que la policía consiguió interceptar, el gobernador estaba al tanto del complot. Quiso salvar al doctor Maza, suponiendo que la debilidad con su hijo lo había arrastrado: escribe a su socio y amigo Juan Nepomuceno Terrero una reservadísima*. “Vuelvo a repetirte lo que ya te he manifestado, que es absolutamente necesario que el doctor Maza salga del país. Tremendos cargos pesan sobre él... y el gobierno no puede salvarlo. Que no insista en una vindicación inútil.. ..Dile que hoy, con su presencia, provoca; y que es preciso que se aleje. Este es mi consejo y quizá muy pronto sea tarde”, Ramón no quiso suspender los trabajos, por encontrarse seguro del éxito y suponer próximo el arribo de Lavalle. Manuel Vicente le creyó. Ya no pudieron salvarse el padre y el hijo. El Dr. Maza no tomó contacto directamente con los civiles, fuera de Alsina: “Interrogado Ramón por mí —dice Tejedor en carta a Saldías— si su padre el doctor Maza conocía nuestros trabajos, contestó que sí; y que se pondría a la cabeza de una revolución análoga en la legislatura luego que el movimiento hubiese tomado formas”. ’ Nicolás Martínez Fontes resolvió delatar la conspiración. Lo hizo Martínez Fontes (padre) al general Corvalán revelando los nombres de Ramón Maza y de un Jacinto Rodríguez Peña. Corvalán, sin saber que su hijo Rafael Jorge era uno de los completados, dio estado público a la denuncia y procedió personalmente al arresto de Ramón Maza que fue a la cárcel bajo la custodia de Antonio Tejedor, el padre de Carlos.
Ramón se confesó único culpable y no dijo los nombres de sus cómplices. trascendido el descubrimiento del "complot” los federales exaltados se lanzaron a la calle. Fue agredida por civiles la casa del doctor Maza. Maza se había refugiado en lo de Juan Nepomuceno Terrero, que le había hecho llegar el consejo de Rosas de abandonar el país. Maza temió presentarse- ante el amigo traicionado, y pidió que Terrero se adelantase, esperando sus noticias en la legislatura. Pediría por la vida de Ramón y la suya. Terrero vio a Rosas, que se negó a salvar la vida de Ramón, pero aceptó que el doctor Maza se fuese al extranjero inmediatamente para salvarlo del furor de la multitud. Estaban hablando Rosas y Terrero, cuando supieron que Manuel Vicente Maza había sido asesinado por unos emponchados al entrar a su despacho de la junta. El crimen se atribuyó, en un primer momento, a los comprometidos en la conjura que temieron ser delatados por el doctor Maza para salvar la vida de su hijo. Rosas escribió a Juan Pablo López que el doctor Maza fue víctima de la exaltación de unos federales que lo vieron entrar a la legislatura. Ramón fue fusilado al amanecer del día siguiente a pesar de los ruegos de Manuelita y la nuera de Rosas (cuñada del sentenciado). “Hubieron muchas lágrimas en casa —dirá Rosas años después— pero si veinte veces se presentara el mismo caso, lo haría; no me arrepiento”. Era que, por orden de Rosas, se había ejecutado al teniente coronel Ramón Maza. Pocas horas después, los cadáveres de padre e hijo recibían sepultura en el Cementerio del Norte, sin ninguna solemnidad. Es una leyenda haberse conducido los cadáveres de padre e hijo en “un carro de basura” y arrojarse al foso común. Fueron entregados a su familia, que los hizo inhumar recatadamente para evitar posibles agravios en esos momentos tumultuosos. Como lo dice Manuel Gálvez, estuvieron en la bóveda de la familia de Alsina y fueron incinerados en 1926. No pasaron muchos días sin que la justicia individualizara a uno de los asesinos del doctor Maza. Al mismo tiempo se levantaba el sumario sobre el complot del que resultó que estaban implicados en la tentativa de sublevación algunos funcionarios públicos, altos empleados administrativos, militares y sacerdotes principales y federales y unitarios de significación. A esta altura de las actuaciones, Rosas hizo suspender el proceso, archivar el sumario y fusilar al asesino del doctor Maza, sin tomar ninguna medida contra los implicados en la revuelta, ni siquiera la separación de sus cargos. No podía pensarse en el impulso personal de los ejecutores materiales, porque éstos, según estableció la policía, eran delincuentes profesionales varias veces procesados y en el hecho que perpetraron no hubo propósitos de robo ni de venganza, pues no conocian al doctor Maza sino de lejos. El mismo Rosas, años después y desde el destierro, confirma esta interpretación, diciendo en una carta: “Los autores del asesinato del doctor Manuel Maza fueron de los primeros hombres del partido unitario. Cuando supieron se preparaba a descubrirme, con los documentos que tenia, todo el plan de la revolución, sus autores y cómplices se creyeron perdidos si no hacían desaparecer al doctor Maza”. Por su parte, los unitarios culparon a Rosas del crimen, afirmando que, en ocasión de la declaración de los Martínez Fontes y Medina Camargo. había exclamado en presencia de varios federales, refiriéndose al doctor Maza: “iTraidor! Merecía que lo matasen”, y que de esto se valieron los más fanáticos para matarlo en seguida. Una tercera interpretación, menos apasionada que las otras, pero Igualmente conjetural. atribuye el crimen a la voluntad, fanatismo y responsabilidad de la Sociedad Popular Restauradora, mejor conocida por “La Mazorca” que, ansiosa de librar a Rosas del conflicto de conciencia entre la seguridad del Gobierno y el recuerdo de una amistad afectuosa y temiendo, quizá, que el Restaurador cediese a los sentimientos antes que a la satisfacción de sus partidarios, se apresuraron a dar muerte al doctor Maza. Tejedor fue soltado con una nota infamante para un conspirador; “Póngase en libertad al joven Carlos Tejedor, entregándoselo a su padre a quien se le prevendrá cuíde que su hijo no se relacione con salvajes unitarios.
Bibliografía:
Gálvez Manuel "Vida de Don Juan Manuel de Rosas"
Ibarguren Carlos, "Rosas, su vida, su drama, su tiempo"
Irazusta Julio "Vida Política de Juan Manuel de Rosas a traves de su correspondencia"
Levene Ricardo, "Historia Argentina"
Pelliza Mariano "La Dictadura de Rosas"
Pérez Amuchástegui A. J. "Crónica Histórica Argentina"
Rosa José María "Historia Argentina"
Sierra Vicente, "Historia Argentina"
varios "32 escritores a favor y contra Rosas" autores varios
Si se hubiese actuado del mismo modo que con Maza, ejecutandolos sin perdida de tiempo, con traidores energúmenos y delincuentes contrabandistas cómo Lavalle, Paz, del Carril, Mitre, Sarmiento (mandando a alguien a Chile para que se ocupe de el), Urquiza, Mármol y el estúpido Echeverría (Solo bastaba con ir unas horas a la Banda Oriental) hoy la Argentina sería una potencia mundial. Ellos fueron los responsables de la Invasión de Caseros, y de sumergir a este pueblo en un abismal descenso vertical sin avistamiento de fondo.
ResponderEliminarLa historia no se se ocupa de lo pudo haber pasado si .. no de lo que debió ser .
ResponderEliminarInstructiva y apasionante crónica histórica.
ResponderEliminarIgnoraba que el Dr.Maza fuese conspirador.
El relato mueve a profundas reflexiones sobre las enigmáticas raices del ser humano.
Entre ellas sobresalen la de Lavalle y la de Paz, dos traidores seriales que históricamente no resaltan como tales.