Rosas

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domingo, 3 de septiembre de 2023

Cementerio de Recoleta: Bóveda de David Alleno.

Por Julio R. Otaño
Aquí abundan las bóvedas de apellidos ilustres, de familias patricias y millonarias. La pretensión de descansar por la eternidad en esos metros puede llevarse los ahorros de toda una vida. David Alleno, un italiano que llegó a Buenos Aires hacia 1880 y que trabajó en el cementerio de La Recoleta hasta 1910, quiso perdurar, a su modo, en la memoria pública. Al retirarse, compró con sus ahorros una bóveda que custodió y limpió por treinta años. Ahorró peso sobre peso y aguantó mil privaciones hasta lograr su obsesión: una estatua de sí mismo, vestido de cuidador, con moño y un enorme manojo de llaves en una mano, posando delante de una escoba y una regadera. Se hizo traer la escultura de Génova y la colocó, con la paciencia de un artesano, sobre lo que sería su tumba. Asombró a sus amigos cuando puso el monumento, ya tenía la fecha: ‘David Alleno, cuidador en este cementerio 1881-1910’. Cuando la Bóveda estuvo totalmente terminada, David Alleno avisó a la administración del cementerio que no iba a concurrir más a trabajar. Feliz por haber cumplido su sueño y dominado por las ansias de poder usar su tumba volvió a su casa y FALLECIO….Según los guías del Cementerio se pegó un tiro…. su certificado de defunción explica que falleció el 31 de agosto de 1915. La causa de la muerte figura como “trauma y contusión cerebral”. Por supuesto, si la lesión en la cabeza fue autoinfligida o no, no aparece en el nombrado certificado, pero cada dato que visitantes y curiosos aportan para reconstruir la historia del cuidador -que no quiso esperar para estrenar su propia tumba- constituye un paso para acercarse un poco más a descubrir la verdad detrás de la leyenda urbana.
 




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