Por Julio R. Otaño
En este mausoleo descansan también los restos de su esposa Delfina de Vedia. Ejecutado en mármol, sus esculturas fueron realizadas por Edoardo Rubino (1871 – 1954), nacido en Turín, y representan “La Libertad” en el centro, flanqueada por “El Deber” y “La Justicia”. En su parte superior, se encuentra enmarcado entre figuras aladas, el nombre del discutido creador de la “Historia Oficial” y del Diario “La Nación”. Su muerte: El hombre que dio la novedad a los argentinos que aguardaban amontonados en la casa de la calle San Martín fue el comandante Fortunato, ayudante de Bartolomé Mitre. A los 64 años (en 1886) se presentaron los síntomas de una afección que lo acompañaría hasta la tumba, derrames de las articulaciones, especialmente la del codo, que fueron diagnosticadas como abscesos fríos. Estos debieron ser drenados quirúrgicamente. El doctor sospechaba un proceso tuberculoso pero nunca se lo pudo confirmar. A los 84 años Mitre entonces le confesó a su médico que sus grandes placeres, el estudio y la meditación, le estaban vedados, los dolores que sufría en su brazo izquierdo eran atroces. Días después cayó postrado. Ya no probaba bocado y apenas bebía, pero su fuerte complexión prolongó la agonía cincuenta y cuatro días. El Dr. Piñero llamó en consulta al Dr. Luis Güemes para compartir la asistencia. Los dos facultativos coincidieron, poco se podía hacer. El general conservó su lucidez hasta que la debilidad y la fiebre lo dominaron, entonces pronunciaba palabras incomprensibles. Se lo escuchaba nombrar a Rawson y a Sarmiento, con los que parecía mantener extensos diálogos. Los signos de la insuficiencia renal eran evidentes, poco se podía hacer. Considerando la situación, La Nación comenzó a escribir partes diarios sobre el estado de salud del expresidente. Llegó el nuevo año y el general apenas pudo levantarse para saludar a los suyos. El calor lo agobiaba. El día quince de enero todo hacia anunciar un pronto desenlace. A pesar de su condición de masón, Mitre no era ni enemigo ni aliado de la Iglesia, de hecho, durante se presidencia recibió al delegado apostólico Monseñor Marini “con señales de benevolencia”. Sin embargo, durante su gobierno, se dictó la ley de secularización de cementerios para evitar conflictos sobre a quien no y a quien sí enterrar en Campo Santo.
Versiones como las de J. Echeverri dicen que Mitre murió masón, “sin cruz y sin esperanza”. Otra versión confirma que Monseñor Romero fue a la casa del general, a pedido de la familia, el 4 de diciembre de 1905 y permaneció a solas con Mitre durante dos horas, confesándose debidamente. Al día siguiente, el obispo celebró misa en la habitación del general que comulgó en la oportunidad El 18 de enero por la noche, el general abrió sus ojos tristes y sin hablar, hizo un gesto de despedida. Toda su familia lo rodeaba –hermana, hijos, nietos– esperando el momento final que llegó la madrugada del 19. Durante ese viernes 19 de enero de 1906, fue velado en su famosa biblioteca. A las 10 de la mañana del día siguiente fue llevado hasta la Casa de Gobierno. La capilla ardiente se instaló en el Gran Vestíbulo y ofrecía un aspecto imponente. El presidente Quintana, enfermo en cama, se vio impedido de participar del proceso funerario. En su lugar estuvo el vicepresidente José Figueroa Alcorta, quien pronto sería presidente, justamente, por el fallecimiento del primer mandatario. El cajón llevaba la bandera argentina, el uniforme, y el infaltable chambergo de paisano. Era ese sencillo sombrero negro el símbolo más reconocible del general, que luego sería donado al Museo Nacional. Lo cargaron estoicamente sus familiares durante todo el trayecto. El recorrido se inició por la Plaza de Mayo, donde se detuvieron un instante. Detrás de la banda de música iban diferentes secciones de artillería, caballería y la escuela naval, antiguos guerreros de la guerra contra Paraguay, ministros, presidentes y comisiones de las cámaras. Después marcharon hasta la Avenida de Mayo y giraron a la derecha en Callao. Al llegar a la Avenida República (hoy llamada Manuel Quintana) doblaron a la izquierda y se encaminaron hacia el Cementerio de Recoleta. En el peristilo leyeron sus discursos Carlos Pellegrini (que también estaba enfermo y próximo a partir), el coronel uruguayo Gómez, el brasileño Bocayuva, Figueroa Alcorta y el doctor Agustín Álvarez, entre otros. La bóveda fue bendecida por monseñor Romero y luego se introdujo el féretro que contenían los restos de don Bartolomé Mitre en la tumba de la familia. Tenía reiteramos: 84 años-
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