Por el Dr. Romelio Díaz Colodrero
El 28 de mayo de 1.888 Sarmiento desde Buenos Aires se embarcó en su segundo viaje a Asunción del Paraguay en el vapor de la carrera “Cosmos”, junto con su hija Faustina y su nieta María Luisa, alojándose en la casa que hizo construir meses atrás en las afueras de la capital paraguaya. Fue recibido en el puerto de Asunción por el Ministro Plenipotenciario Embajador argentino Dr. Martín García Merou y familiares de éste.El prócer estaba reponiéndose de una bronquitis y los médicos le aconsejaron el clima más cálido del Paraguay, habida cuenta que además padecía de artritis y angina de pecho, isquemia del músculo cardíaco por alteración de las arterias coronarias.
Desde junio de 1.888 hasta semanas antes del deceso, el Maestro de América se dedicó a completar los arreglos de dicha modesta finca, plantar árboles, cultivar la huerta, hacer construir un pozo para extracción de agua, tareas físicas que según relatos de García Merou -quien habitualmente lo visitaba- le provocaron ”… la agitación nerviosa complicada por el ejercicio excesivo, lo predispuesto para la fatiga que sufría por la noche y el malestar general que señaló al comienzo de la enfermedad.”
En los primeros días de setiembre, García Merou ya lo vio solamente “sentado en un sillón de lectura, con la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos entornados a medias, respirando con dificultad. He tenido un fuerte ataque que va pasando ya, me dijo entonces con voz apagada. Su mirada inerte, sus orejas descarnadas, lívidas y transparentes, la aspiración honda y dura de su respiración fatigosa, todo demostraba que su situación era crítica en sumo grado” (Martín García Merou, “Confidencia Literarias” trascripto en “Sarmiento y sus Fantasmas”, de Félix Luna).
El 11 de setiembre de 1.888 a las 2 y 15 de la madrugada se apagó la vida del gran educador y estadista, de un ataque cardíaco. Nacido el 15 de febrero de 1.811, tenía 77 años faltando poco más de 5 meses para cumplir 78. Ante la infausta noticia difundida en todo nuestro país, fue general la conmoción de los espíritus. Un día antes el Director de Correos y Telégrafos Dr. Cárcano había declarado que le llegó informe de una leve mejoría del ilustre enfermo, que en el dicho popular es esa última fuerza vital que precede a la muerte. Al atardecer del 11 ya los diarios argentinos difundieron la triste nueva, que si bien era esperada no dejó de producir honda consternación. Vibraron los hilos telegráficos en todas las direcciones y el país entero se preparó para recibir los restos de su dilecto hijo.
El Presidente de la República Dr. Miguel Juárez Celman decretó honores y días de duelo nacional, correspondiente a un Presidente en ejercicio del Poder Ejecutivo; y encomendó al Gobernador del Territorio del Chaco, General Dónovan, que con su Estado Mayor se trasladase a Asunción para hacerse cargo de la conducción del féretro hasta Buenos Aires por el Río Paraná, en el vapor de la carrera “General San Martín” hasta Rosario y desde allí a la Capital Federal en el buque de la Armada “General Alvear” escoltado por una flotilla de guerra.
La comitiva que acompañó los restos de Sarmiento estaba integrada, además de sus familiares, por Delegaciones del Paraguay, Corrientes y Misiones, presidida por el General Dónovan. A lo largo del Paraná, las aguas se ensanchaban apacibles al paso de la grandiosa carga, como si quisieran también rendir su homenaje al Profeta del Progreso, al “Testigo de la Patria” como lo llamara Borges en su único poema que le dedicó a un prócer argentino.
El primer homenaje en suelo patrio le fue rendido a Sarmiento por el entonces Gobierno de Corrientes. El Decreto del 14/09/88 firmado por el Gobernador Dr. Juan Ramón Vidal y su Ministro Dr. José E. Robert dispuso que el día de la llegada del vapor con los restos del prócer al puerto de Corrientes, y un día después, la bandera nacional permanezca a media asta; una comisión integrada por los Dres. José M. Guastavino, Juan Valenzuela, Juan A. de los Santos, Juan Esteban Martínez y Félix María Gómez y Sr. Justino Solari, fue encargada de recibir y desembarcar el féretro y acompañarlo hasta el Templo de la Merced para celebrar en él un oficio fúnebre con capilla ardiente, invitándose a concurrir a miembros del Poder Legislativo, Poder Judicial, Convención Reformadora, Cuerpo Consular, Corporación Municipal y empleados públicos; el Batallón Guardia de Cárceles rendirá honores en el puerto y hará guardia en la capilla ardiente, se hará una salva de 21 cañonazos y un disparo cada media hora después hasta el reembarco del féretro, reza el citado decreto.
Cabe acotar que ya en vida de Sarmiento, cuando su primer viaje a Asunción en junio de 1.887, el Gobernador Vidal por decreto del 14 de ese mes y año dispuso rendir honores oficiales de recepción al arribo del vapor de la carrera en el puerto de Corrientes “al benemérito ciudadano que ha prestado inmensos servicios a la educación del Pueblo Argentino, colocándose por tales conceptos su nombre al nivel de los más notables educacionista sudamericanos y que es un deber tributar honores a los hombres que tan abnegadamente han contribuido a la noble causa de la educación de la República”, según los fundamentos del decreto, el cual establecía que los alumnos de las escuelas con sus docentes y el Consejo Superior de Educación provincial en pleno concurran al puerto para saludar al ilustre viajero. Nos imaginamos la gran emoción y hasta las lágrimas del gran sanjuanino, luchador de todas las lides, al ver desde la baranda del buque la presencia de los niños y sus maestros en los muelles del puerto correntino, saludándolo con unción patriótica.
En su largo camino fluvial hacia el puerto de Buenos Aires, el segundo lugar donde fue bajado el féretro sucedió en Rosario el 19 de setiembre, para rendición de honores en la Plaza 25 de Mayo por las autoridades santafecinas, asistiendo a los actos delegaciones de provincias vecinas, unidades del Ejército y la Marina y cadetes del Colegio Militar, instituto que Sarmiento creó juntamente con la Escuela Naval durante su presidencia. Concluidas las ceremonias, el féretro fue depositado en el buque militar “General Alvear” y con flotilla naval de escolta arribó a la Capital Federal el 21 de ese mes, 10 días después del fallecimiento, para ser colocado en el Cementerio de la Recoleta. Pero antes del arribo, la nave militar conduciendo los restos del gran educador y estadista, atravesó el Delta del Paraná donde el Maestro de América tuvo una quinta en la isla Carapachay, lugar en el cual también dejó su huella del progreso plantando los primeros mimbres en el país y árboles frutales.Hoy, a 123 años de la ausencia física del prócer, somos autores y víctimas de nuestras imperfecciones y desventuras, con el “atroz encanto de ser argentino” (Marcos Aguinis), instituciones débiles y progreso general incierto. Ese hombre que en este día honramos y cuya luz se apagó en las auras de setiembre, obrero tenaz y profeta visionario, “Sarmiento el soñador, sigue soñándonos” al decir profundo de Borges en su logrado poema.
Los argentinos contribuyamos a hacer realidad esos grandes sueños incumplidos. Las mejores espigas, los más altos logros, brotarán del ejemplo de los Padres de la Patria y de la rectitud, solidaridad y fuerza de nuestros espíritus.
(Bibliografía: Manuel Gálvez “Vida de Sarmiento”, Leopoldo Lugones “Historia de Sarmiento”, Ezequiel Martínez Estrada “Sarmiento”, Natalio R. Botana “Los Hombres del Poder”, Octavio R. Amadeo “Vidas Argentinas”, Alberto Palcos “Sarmiento”, Joaquín V. González “El Juicio del Siglo”, Augusto Belín Sarmiento, “Sarmiento Anecdótico”, Félix Luna “Sarmiento y sus Fantasmas”, Félix A. Chaparro “El Logista Sarmiento”).
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