Por Norberto Galasso Historiador
Dejo
en claro que apoyamos la preocupación del gobierno por recuperar la
conciencia nacional, por superar la interpretación liberal-conservadora
de la Historia Oficial y la saludamos como una nueva expresión de la
política que se viene realizando en distintos ámbitos.
La
creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
Iberoamericano Manuel Dorrego, incorporado a la Secretaría de Cultura de
la Nación, continúa promoviendo polémicas que provocan gran confusión,
no sólo en el lector común sino incluso en la militancia del campo
popular. Justamente en estos momentos de profundos cambios, cuando
necesitamos mayor claridad y transparencia, nos encontramos con
declaraciones contradictorias, posiciones vagas, calificativos
insólitos, etcétera. Y esto debe aclararse porque, en el fondo, no
estamos discutiendo cuestiones historiográficas sino políticas ya que,
como sabemos, “la historia es la política pasada y la política es la
historia presente”. Como las confusiones no ayudan sino dañan, voy a
intentar resumir los aspectos más importantes que estimo deben
aclararse.
Tanto
personalmente como en mi carácter de integrante de la Corriente
Política Enrique Santos Discépolo considero que la “Historia Social” no
impugna a la vieja Historia Oficial –cuyos “héroes” predominan aún en
los institutos de enseñanza, los carteles de las calles, las estatuas,
los cuadros de los colegios, los nombres de las plazas, etcétera–, sino,
como reconoce Halperín Donghi: “Trata de ilustrar y enriquecer pero no
poner en crisis, con sus aportes, a la línea tradicional”, pues “el país
debe enriquecer pero también reivindicar la tradición
política-ideológica legada por el siglo XIX”, es decir, el liberalismo
conservador sustentado por el mitrismo.
Asimismo,
después de largos años de rendir culto al supuesto “rigor científico”,
el mismo profesor ha confesado últimamente que no hay historia neutra,
al referirse a su obra: “Lo que no hice, y eso evidentemente es muy
objetable, pero es inevitable, es justificar la selección. Mi selección
está hecha con mi criterio, es decir, lo que me parece importante. Ahora
tengo una especie de adversario, el historiador nacionalista Norberto
Galasso, que explica que para hacer historia hay una etapa en que se
junta todo y otra en la que, desde una perspectiva militante, se explica
la versión que a uno le gusta. Es una manera un poco tosca de decir lo
que todos hacemos.” Y agrega: “Cuando hago una reconstrucción histórica
de alguna manera, lo que es un poco desleal, es que eso lo tengo
adentro, pero no lo muestro” (La Nación, suplemento Enfoques,
13/9/2008). Después de explicarle que no soy nacionalista sino que
adhiero a la Izquierda Nacional, le contesté que celebraba su confesión
porque, hasta ahora, “ellos, los historiadores profesionales”, eran
“científicos” y nosotros, “curanderos”, y de allí en adelante, resulta
que inevitablemente todos somos “curanderos”, es decir tendenciosos.
(También le agregué que su referencia a mi estilo “tosco”, se entiende
porque en la militancia sólo se puede ser “tosco”, y si Agustín, mejor).
Pero, La Nación rindiendo culto a “su” libertad de prensa, no publicó
mi respuesta.
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