Rosas

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Galasso nos habla de la "Historia Social" y de Halperín...

Por Norberto Galasso Historiador 

Dejo en claro que apoyamos la preocupación del gobierno por recuperar la conciencia nacional, por superar la interpretación liberal-conservadora de la Historia Oficial y la saludamos como una nueva expresión de la política que se viene realizando en distintos ámbitos.

La creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, incorporado a la Secretaría de Cultura de la Nación, continúa promoviendo polémicas que provocan gran confusión, no sólo en el lector común sino incluso en la militancia del campo popular. Justamente en estos momentos de profundos cambios, cuando necesitamos mayor claridad y transparencia, nos encontramos con declaraciones contradictorias, posiciones vagas, calificativos insólitos, etcétera. Y esto debe aclararse porque, en el fondo, no estamos discutiendo cuestiones historiográficas sino políticas ya que, como sabemos, “la historia es la política pasada y la política es la historia presente”. Como las confusiones no ayudan sino dañan, voy a intentar resumir los aspectos más importantes que estimo deben aclararse.

Tanto personalmente como en mi carácter de integrante de la Corriente Política Enrique Santos Discépolo considero que la “Historia Social” no impugna a la vieja Historia Oficial –cuyos “héroes” predominan aún en los institutos de enseñanza, los carteles de las calles, las estatuas, los cuadros de los colegios, los nombres de las plazas, etcétera–, sino, como reconoce Halperín Donghi: “Trata de ilustrar y enriquecer pero no poner en crisis, con sus aportes, a la línea tradicional”, pues “el país debe enriquecer pero también reivindicar la tradición política-ideológica legada por el siglo XIX”, es decir, el liberalismo conservador sustentado por el mitrismo. 

Asimismo, después de largos años de rendir culto al supuesto “rigor científico”, el mismo profesor ha confesado últimamente que no hay historia neutra, al referirse a su obra: “Lo que no hice, y eso evidentemente es muy objetable, pero es inevitable, es justificar la selección. Mi selección está hecha con mi criterio, es decir, lo que me parece importante. Ahora tengo una especie de adversario, el historiador nacionalista Norberto Galasso, que explica que para hacer historia hay una etapa en que se junta todo y otra en la que, desde una perspectiva militante, se explica la versión que a uno le gusta. Es una manera un poco tosca de decir lo que todos hacemos.” Y agrega: “Cuando hago una reconstrucción histórica de alguna manera, lo que es un poco desleal, es que eso lo tengo adentro, pero no lo muestro” (La Nación, suplemento Enfoques, 13/9/2008). Después de explicarle que no soy nacionalista sino que adhiero a la Izquierda Nacional, le contesté que celebraba su confesión porque, hasta ahora, “ellos, los historiadores profesionales”, eran “científicos” y nosotros, “curanderos”, y de allí en adelante, resulta que inevitablemente todos somos “curanderos”, es decir tendenciosos. (También le agregué que su referencia a mi estilo “tosco”, se entiende porque en la militancia sólo se puede ser “tosco”, y si Agustín, mejor). Pero, La Nación rindiendo culto a “su” libertad de prensa, no publicó mi respuesta.

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