Rosas

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domingo, 31 de julio de 2016

Los Espías del Gral San Martín

Por Jaime E. Cañas
A  través de la historia, los grandes conductores han tenido como base para orientar sus actividades políticas y militares, servicios secretos más o menos bien organizados. José de San Martín no podía falta a esta regla y buscando en sus archivos personales, encontraremos que su campaña para libertar a Chile, fue planeada minuciosamente en base a las informaciones de sus espías. El 10 de mayo de 1815, el entonces ministro de Guerra designa al sargento mayor Diego de Guzmán e Ibáñez y al teniente de artillería Ramón Picarte, "para que pasen al Estado de Chile, con el importante fin de promover en él la insurrección contra el gobierno español, y que sirviendo de espías cerca del enemigo, instruyan a San Martín sobre cuantas noticias crean interesantes, bajo precauciones que se les previniera".
El 2 de junio de 1815, la misma autoridad comunica a San Martín que “satisfecho este gobierno de los nobles sentimientos que animan a los ciudadanos, Miguel Ureta y su hermano político, Pedro Alcántara de Uriola, les encarga pasen a Chile para explorar en el punto de miras e intenciones del enemigo, y que en su desempeño deben ajustarse a las instrucciones reservadas que les imparta San Martín”.   Pero los espías y agentes secretos no duran en las guerras modernas, como tampoco duraban en las de antaño. Así es que el ministro de Guerra, Ignacio Alvarez, acusa recibo de una comunicación reservada enviada por San Martín:              “. .dejo impuesto a S. E. el Director de Estado, de la prisión de Diego Guzmán, Ramón Picarte (éste escapó más tarde) y demás individuos a que V. S. se refiere, pero supuesto haberse cumplido este contraste por nuevas relaciones en el Reino de Chile, espero S. E. avisar a V. S. puntualmente las noticias que se adquieran en lo sucesivo que habrán de servir a las combinaciones de gobierno. .. ”.    Diego Guzmán e Ibáñez, bajo el seudónimo de Víctor Gutiérrez, uno de los mejores agentes de San Martín en tierra chilena, logró enviar al jefe de nuestro ejército una lista muy completa de la tropa, armamento y disciplina del enemigo. Agregaba a sus “reports” el nombre y característica de los oficiales hispanos de mayor influencia, como también el panorama general del Reino chileno en lo que a organización política se refiere.    Durante 1815 los españoles habían sofocado las revoluciones de Quito, Venezuela y Nueva Granada.   Lima constituía el centro político militar de los realistas. Las informaciones que recibía el gobierno patrio, señalaban la posibilidad de un ataque a Cuyo desde Chile, ocupada por los soldados de Marcó del Pont. Entonces San Martín adoptó un sistema de informaciones realista y eficaz.
Ante la escasez de agentes capacitados, San Martín adoptó dos sistemas clásicos: el celular y el radial. El primero permitía operaciones en un área grande y flexible. Fue impuesto a los agentes que trabajaban en busca de informaciones sobre ejército hispano, en los grupos políticos locales infiltrados entre el invasor.  El segundo  sistema, San Martín lo aplicó solamente para misiones muy especiales en lugares distantes o de difícil acceso.   Ambos sistemas fueron de suma eficacia el radial fue utilizado en menor grado, pero su resultado lo tenemos en las operaciones del espía Juan Pablo Ramírez (a) Antonio Astete, quien tras un estudio visual sobre el terreno de Chacabuco, informó a San Martín de varios detalles de sumo interés, como el valor operativo de la cuesta de Chacabuco como punto clave para un acción futura del Ejército de los Andes.  El sistema celular fue más usado. Los centros de espionaje divididos en células estaban situados en las casas de los patriotas chilenos que gozaban de la confianza de los españoles Ciudades como Santiago, Coquimbo, Concepción, Talca y Curicó, eran muy activas sus operaciones.   La selección de los agentes se basaba el uso de emigrados chilenos, muchos de cuales pertenecían a familias de alta situación social, y se habían ofrecido voluntariamente para estos trabajos. Algunos tenian títulos universitarios. Todo el conjunto estaba bien ubicado en el contexto social chileno lo que facilitaba su infiltración.   Debemos destacar a hombres como el De Manuel Rodríguez (a) El Español, Antonio Merino (a) El Americano, Jorge Palacios (a) El Alfajor, Juan P. Ramírez (a) Astete, y muchos otros olvidados por la historia, pero siempre recordados por sus jefes y amigos.
El doctor Manuel Rodríguez fue quizás el mejor agente secreto que tuvo San Martín. Había nacido en Chile el 25 de febrero de 1785, graduándose en leyes a, los 24 años de edad en la universidad de San Felipe.   Rodríguez participó en 1811 en los acontecimientos políticos como diputado por Santiago ante el Congreso de su patria. Hombre de gran valor personal, se incorporó al ejército como capitán y fue secretario del general J. M. Carré, al que acompañó en la desgraciada campaña de 1813. Después de Rancagua emigró a Mendoza, donde conoció a San Martín; el Gran Capitán conoció inmediatamente el valor de la personalidad de Rodríguez. Y entre ambos nació una gran amistad.
Una vez enviado a Chile, Rodríguez trabajó intensamente en la zona central de su país. Enviaba informes sobre la formación y actividad de los ejércitos hispanos, organizaba células de espionaje y subversión. Su actividad era tal que ya se había puesto precio a su cabeza. Mitre lo recuerda en sus obras: “...Fue el alma y jefe de la insurrección popular que precedió a la reconquista de Chile...”
Rodríguez participó en la batalla de Maipú, y el 26 de mayo de 1818 fue asesinado por un oficial hispano, Antonio Navarro.   Otro de los agentes que se destacaron fue Domingo Pérez, cuya cubertura era la de un hombre de negocios que viajaba continuamente desde Chile a Mendoza. San Martín lo utilizo como agente de enlace entre su mando y las células infiltradas en territorio del enemigo. ..
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El oficio dirigido a San Martín por el ministro de Guerra, Ignacio Alvarez, con fecha 1 de febrero de 1816, dice así:   "... Le recomiendo estrictamente que además de hacer esfuerzos para adquirir siempre noticias concretas del seno del enemigo, procure por medio de sus agentes, inspirar desconfianzas al gobierno de Chile en aquellos individuos que hoy tienen más in- fluencia en su administración, especialmente de algunos jefes militares, valiéndose al intento de cartas u otros resortes, que los califiquen en concepto de Marcó del Pont, en sus rivales o patriotas ocultos, para debilitar de este modo los apoyos con que hoy se sostiene la causa del Rey. Ponga V. S. en movimiento todos los arbitrios que sugiere la política y la necesidad en tales casos, en el bien entendido que no hay uno solo que no sea honesto. Si V. S. considera útil en su resultado alarmar a Chile, seducir sus tropas realistas, promover la deserción, desfigurar los sucesos, desconceptuar sus jefes, infundir temor a los soldados enemigos y procurar desconcertar los planes de Marcó, deben cuidado de V. S.”
Si la tarea de organizar redes de espionaje en campo enemigo, es difícil y llena de sacrificios, la de engañar al enemigo es todavía mucho más difícil. Requiere una organización casi perfecta, un plan perfectamente coordinado, numerosos agentes seleccionados por su fidelidad y capacidad, y sobre todo personas bien vinculadas al gobierno, con dotes personales psicológicas bien entrenadas. Esto es lo que en épocas históricas se denominaba la intriga. ..
Tenemos un hecho bastante curioso. El 23 de enero de 1816 se fugó de Buenos Aires el Dr. Antonio Garfias, un agente pro-realista. El gobierno supo por sus informantes que le seguían la pista no lo suficientemente cerca, que Garfias se había embarcado rumbo a Chile. Los conocimientos del Dr. Garfias sobre el estado de los negocios eran buenos y profundos, por ello se temía que su comunicación al gobierno hispano de Chile, podría perjudicar a las Provincias Unidas del Plata.
Por carta se da instrucciones a San Martín para “minarle con tiempo y opinión y alarmar el celo de Marcó del Pont contra la persona de Garfias...” “Haga usted esparcir la voz —agrega el comunicado— por medio de sus agentes en Chile, de que este individuo lleva comisión reservada de este gobierno y oportunamente remita V. S. al mismo algunas cartas con instrucciones aparentes, a fin de que caigan en manos de Osorio. Garfias arrojará contra sí la presunción de ser americano y esta circunstancia puede favorecer el proyecto...”
Tampoco falta la correspondencia fraguada por San Martín para engañar al enemigo (desinformación) sobre sus propias intenciones. Generalmente enviaba correos bajo la estricta orden de no presentar resistencia ante el enemigo con planes falsos de invasión. De esta forma logró que Marcó del Pont dudara desde dónde iba a llegar la invasión del Ejército de los Andes, pues muchos de los correos capturados señalaban la parte sur de la cordillera como la mejor para el cruce...
Agregaba el Gran Capitán a su campaña de informaciones falsas a los indios. Sabía que éstos mantenían contacto con los españoles y eran incapaces de guardar un secreto. Por ello gustaba de indicarles detalles de sus planes, sabiendo que a los pocos días éstos llegarían a oídos de Marcó del Pont.   El sacerdote hispano Francisco López actuaba como espía para Marcó del Pont; sus mejores agentes estaban ubicados en Mendoza como simples residentes españoles, los señores Maza y Zorraquín. Pero San Martín cuidadosamente los había “dado vuelta”, y convertidos en agentes dobles. Ambos escribían los informes que el mismo San Martín les dictaba, y luego tras firmarlos, los enviaban a Chile por medio del agente de enlace del padre López. De esta forma Marcó recibía una gran suma de cartas falsas sin saber a qué atenerse...
San Martín necesitaba estar muy seguro de los pasos que su ejército utilizaría para atravesar los Andes. La fortificación de estos pasos por los españoles sería de una importancia clave para el resultado de su ejército expedicionario.
Llamó —dice Mitre— a su ayudante de campo, el Ing. Alvarez Condarco y le dijo: ‘Mayor, voy a confiarle a usted una comisión muy delicada. Que me reconozca los pasos de Los Patos y Uspallata, y que levante dentro de su cabeza un plano de los dos sin hacer ningún apunte, pero sin olvidarse de ninguna piedra...”
San Martín entregó un pliego del acta de la Independencia para que los realistas cuando lo recibieran lo rechazaran, y de esta forma el ingeniero espía pudiera regresar sano y salvo. Agregó Alvarez Condarco a su misión algunas recomendaciones de españoles residentes en Mendoza que colaboraban con San Martín. El espía-ingeniero se puso en marcha el 2 de diciembre de 1815 (?) y al llegar al primer puesto enemigo, se hizo el enfermo, cosa calculada, pues era de noche. A la mañana siguiente pudo observar con la salida del sol los detalles del paso de Los Patos. Como era de esperar, al llegar frente a las autoridades hispanas, su copia del pliego fue quemada, y el espía devuelto por el otro paso, que era más corto, el de Uspallata.    La memoria de Condarco trabajó intensamente y cuando arribó a Mendoza todavía con el sudor en su ropa, dibujó de memoria los detalles de los pasos. El croquis sirvió a San Martín para sus cálculos certeros.    Entre las distintas instrucciones dictadas por San Martín para el paso de los Andes, encontramos algunas de gran interés, especialmente las dirigidas al general Las Heras:
“.. .El primer objeto que debe proponerse, es el de sorprender a la guardia enemiga en términos, si es posible, que nadie pueda llevar aviso. Si lo consigue y con los informes que adquiera de las fuerzas del enemigo del valle y crea oportuno el atacarlo, lo verificará ...”
En otra instrucción leemos:
“...Posesionado de Chacabuco procurará introducir en la capital el mayor número de espías que puedan saber e! movimiento que hace el enemigo, de los que dará continuos partes al jefe de vanguardia...”
La psicosis del espionaje era tal. que Marcó del Pont envió al Intendente de Concepción el 4 de febrero de 1817 el siguiente oficio :
“.. . Mis planes están reducidos a continuos cambios y variaciones según ocurrencias y noticias del enemigo, cuyo jefe en Mendoza es astuto para observar mi situación, teniendo innumerables comunicaciones y espías infiltrados alrededor de mí y trata de sorprenderme ...”
El Plan de Operaciones de San Martín trazado el 15 de junio de 1816, era el siguiente :
—           Invadir Chile por los pasos de Uspallata y Los Patos.
—     Cortar el centro de las fuerzas enemigas, previamente divididas.
—     Atacar la masa de ellas y apoderarse de Santiago rápidamente.
Para lograr poner en marcha dicho plan, debía primero desorientar al adversario acerca de la forma y lugar de invasión, y luego dirigir las marchas de su ejército en forma dé poder envolver al enemigo.    Todo esto se logró gracias a la actividad operativa de sus espías chilenos en su faz desinformativa, y a la actividad de las células de agentes que le entregaron la posición, número, forma y objetivos de los españoles a tal punto que San Martín tenía la lista de los oficiales de los cuerpos más pequeños...
Su información sobre el ejército realista era tal, que ni los mismos oficiales hispanos llegaban a tanta información y tan veraz. Inicialmente Marcó del Pont tenía sus efectivos concentrados en Valparaíso, Santiago y el valle del Aconcagua. Pero la actividad informativa y de guerra psicológica fue esparciendo las tropas de Marcó por todo Chile. Cuando del Pont preguntó a sus consejeros cuál era la mejor forma para luchar contra San Martín, su secretario Judas Tadeo Reyes, fue el de más visión. El citado le recomendó que concentrara los 5.000 veteranos en Santiago y el resto llenarlo con milicias, esperando la invasión. Cuando Marcó se dio cuenta que San Martín ya había cruzado los Andes, comprendió que había perdido la guerra... por otra guerra... ¡la psicológica! 
San Martín prohibió el paso por la cordillera rumbo a Chile a toda persona que no tuviera un salvoconducto especial firmado por él mismo. Organizó un registro sobre los viajeros que iban y venían de Chile a tal punto que logró detener y ubicar a muchos espías, entre ellos el célebre padre López.
Impuso severas penas a los que “comunicaran verbalmente o por escrito informaciones al enemigo haciendo alguna señal, revelando el santo u otro secreto: serán ahorcados a las dos horas...”  El 2 de noviembre de 1815 elevó al gobierno “un plan para los delitos de espionaje e infidencia” en forma más radical y severa que se hacía entonces. Dicho proyecto fue rechazado, pues “el gobierno no podía alterar las leyes establecidas en los diferentes casos ...”
Uno de los casos de contraespionaje lo tenemos en la persona de Miguel Castro, un sospechoso detenido en un puesto avanzado de la cordillera. Castro, que intentaba hacerse pasar por minero, no pudiendo justificar esa profesión, fue remitido a Buenos Aires. Allí fue interrogado por una comisión especial, que constató que no llevaba ningún implemento de minero y que en la zona donde fue hallado no había ninguna mina ni yacimiento ...
Los espías recompensados con dinero fueron pocos; la mayoría lo eran por patriotismo. En un oficio dirigido por el ministro de Estado Zañartú a San Martín en 1817, le dice:
“... Los meritorios agentes que han desempeñado el peligroso encargo de espionaje en este país, durante la dominación tiránica, son seguramente acreedores a toda consideración por sus servicios. El gobierno dispuso gratificarlos con la entrega de varias cuadras de terrenos en los lugares elegidos por ellos...”
Pero San Martín era hombre realista; sabía que un buen agente necesita fondos para pagar a sus informantes, y corromper a los indicados. En una de sus cartas dirigida al gobierno, encontramos la proposición de remitir cartas (letras de cambio) sobre sujetos chilenos al servicio de la causa americana. Pero el Gran Capitán prefería él mismo ocuparse de los fondos enviándolos por medio de sus agentes de enlace a sus espías. Es común ver su firma en las órdenes de pago. En un oficio del 24 de enero de 1816, San Martín informa al Director Supremo de haber remitido a Guzmán y Picarte la cantidad de 1.200 pesos.
En su planilla de recibos y órdenes de pago a los agentes secretos tenemos:
1815: 233 pesos.
1816: 3.823 pesos y 171 onzas de oro.
Total: 4.056 pesos y 171 onzas de oro.
En lo referente a la forma de transmisión no existen pruebas concluyentes de que se usaran claves o cifrados, pero no sería extraño de que este sistema se utilizara, más sabiendo lo precavido que era San Martín. Sin embargo, existen constancias de que a San Martín el Gobierno le envió una tinta simática en vez de una clave, pero posiblemente la reservó para transmisiones muy importantes, y por ello no quiso confiarla a sus agentes secretos comunes.
Los medios más usuales del transporte del material eran los caballos y mulas, pero se sospecha que se empleaban otros medios, pues el agente Segovia dice así en un párrafo de un mensaje dirigido a San Martín:
“.. . Sea como fuere vuestra correspondencia ha de continuar si no por esa vía será por los aires, pues lo adverso de la estación es corto obstáculo para privarnos del sumo gusto que las de usted nos proporciona...”
Esta frase nos indicaría que las palomas mensajeras eran conocidas por los espías americanos...   San Martín exigía que los mensajes fueran cortos y reales. Pues sus agentes secretos tenían la costumbre de enviar cartas largas con detalles que no eran importantes. En un mensaje dirigido por Manuel Rodríguez, el espía chileno, a San Martín, le decía:
“. . . Aunque usted quiera cartas cortas, ésta se ceñirá estrictamente a sus instrucciones. .., etc.”
¡ La carta de Rodríguez tenía solamente 14 carillas...!
En el Perú, el centro de la reacción realista, San Martín no descuidó el espionaje. En su carácter de generalísimo del Ejército Unido, se dirigió en nombre de los aliados al virrey del Perú por medio de un espía-parlamentario, el oficial argentino Domingo Torres. Este partió de  Valparaíso el 1 de noviembre de 1817 en la fragata inglesa Amphion.  En Lima, Torres bajo la excusa de tener la misión de regularizar la guerra y canjear prisioneros, actuó con astucia, provocando intrigas en el frente adversario, aprovechando las discrepancias entre la Serna y el virrey Pezuela.
Los agentes de San Martín se concentraron en el veterano batallón realista Numancia, una élite de buenos y bravísimos guerreros que ya estaban cansados de tanta promesa de refuerzos y de pelear tan lejos de sus tierras.   Mientras esto sucedía, las famosas damas limeñas llevaban a cabo una obra maestra de seducción. Finalmente se consiguió que el propio comandante del batallón, el colombiano Tomás Here. se pasara a la causa revolucionaria con todos sus hombres
Además, San Martín hizo levantar listas negras con los nombres de los ciudadanos que no comulgaban con la revolución; estableció control sobre el clero y para evitar suspicacias designó a un sacerdote —el padre Beltrán— como jefe de maestranza.
Leemos ahora una de sus cartas dirigidas al enemigo, cansado de pelear sin solución inmediata. Es un modelo de guerra psicológica que hoy día es utilizado en los combates modernos:
“Preguntad a vuestros jefes dónde están los ejércitos españoles que antes han peleado desde México hasta el Río de La Plata cuál ha sido el fruto de la sangre que han vertido y de las fatigas que han experimentado. Preguntadles qué objeto se proponer, en sacrificaros, sabiendo que vuestra suerte ha de ser igual a la que han tenido todos los que combatieron contra la causa americana. Preguntadles, en fin, con qué recursos cuentan, dónde están las fragatas Prueba y Venganza, con la corbeta Alejandro, cuya entrega os han ocultado en sus boletines, y qué noticias tienen de los navios de España con que os alucinan, porque ya no tienen más esperanza sino en la falsedad y la impostura...”

De esta manera, San Martín preparó el camino de la victoria, usando la inteligencia, la mente fría y brillante de sus espías.   

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