Por Jaime E. Cañas
A través de la
historia, los grandes conductores han tenido como base para orientar sus
actividades políticas y militares, servicios secretos más o menos bien
organizados. José de San Martín no podía falta a esta regla y buscando en sus
archivos personales, encontraremos que su campaña para libertar a Chile, fue
planeada minuciosamente en base a las informaciones de sus espías. El 10 de
mayo de 1815, el entonces ministro de Guerra designa al sargento mayor Diego de
Guzmán e Ibáñez y al teniente de artillería Ramón Picarte, "para que pasen al Estado de Chile, con el importante fin de
promover en él la insurrección contra el gobierno español, y que sirviendo de
espías cerca del enemigo, instruyan a San Martín sobre cuantas noticias crean
interesantes, bajo precauciones que se les previniera".
El 2 de junio de 1815, la misma autoridad comunica a San
Martín que “satisfecho este gobierno de los nobles sentimientos que animan a
los ciudadanos, Miguel Ureta y su hermano político, Pedro Alcántara de Uriola,
les encarga pasen a Chile para explorar en el punto de miras e intenciones del
enemigo, y que en su desempeño deben ajustarse a las instrucciones reservadas
que les imparta San Martín”. Pero los
espías y agentes secretos no duran en las guerras modernas, como tampoco
duraban en las de antaño. Así es que el ministro de Guerra, Ignacio Alvarez,
acusa recibo de una comunicación reservada enviada por San Martín: “. .dejo impuesto a S. E. el
Director de Estado, de la prisión de Diego Guzmán, Ramón Picarte (éste escapó
más tarde) y demás individuos a que V. S. se refiere, pero supuesto haberse
cumplido este contraste por nuevas relaciones en el Reino de Chile, espero S.
E. avisar a V. S. puntualmente las noticias que se adquieran en lo sucesivo que
habrán de servir a las combinaciones de gobierno. .. ”. Diego Guzmán e Ibáñez, bajo el seudónimo de
Víctor Gutiérrez, uno de los mejores agentes de San Martín en tierra chilena,
logró enviar al jefe de nuestro ejército una lista muy completa de la tropa,
armamento y disciplina del enemigo. Agregaba a sus “reports” el nombre y
característica de los oficiales hispanos de mayor influencia, como también el
panorama general del Reino chileno en lo que a organización política se
refiere. Durante 1815 los españoles
habían sofocado las revoluciones de Quito, Venezuela y Nueva Granada. Lima constituía el centro político militar de
los realistas. Las informaciones que recibía el gobierno patrio, señalaban la
posibilidad de un ataque a Cuyo desde Chile, ocupada por los soldados de Marcó
del Pont. Entonces San Martín adoptó un sistema de informaciones realista y
eficaz.
Ante la escasez de agentes capacitados, San Martín adoptó
dos sistemas clásicos: el celular y el radial. El primero permitía operaciones
en un área grande y flexible. Fue impuesto a los agentes que trabajaban en
busca de informaciones sobre ejército hispano, en los grupos políticos locales
infiltrados entre el invasor. El segundo
sistema, San Martín lo aplicó solamente
para misiones muy especiales en lugares distantes o de difícil acceso. Ambos sistemas fueron de suma eficacia el
radial fue utilizado en menor grado, pero su resultado lo tenemos en las
operaciones del espía Juan Pablo Ramírez (a) Antonio Astete, quien tras un
estudio visual sobre el terreno de Chacabuco, informó a San Martín de varios
detalles de sumo interés, como el valor operativo de la cuesta de Chacabuco
como punto clave para un acción futura del Ejército de los Andes. El sistema celular fue más usado. Los centros de espionaje
divididos en células estaban situados en las casas de los patriotas chilenos
que gozaban de la confianza de los españoles Ciudades como Santiago, Coquimbo,
Concepción, Talca y Curicó, eran muy activas sus operaciones. La selección de los agentes se basaba el uso
de emigrados chilenos, muchos de cuales pertenecían a familias de alta
situación social, y se habían ofrecido voluntariamente para estos trabajos.
Algunos tenian títulos universitarios. Todo el conjunto estaba bien ubicado en
el contexto social chileno lo que facilitaba su infiltración. Debemos
destacar a hombres como el De Manuel Rodríguez (a) El Español, Antonio Merino
(a) El Americano, Jorge Palacios (a) El Alfajor, Juan P. Ramírez (a) Astete, y
muchos otros olvidados por la historia, pero siempre recordados por sus jefes y
amigos.
El doctor Manuel
Rodríguez fue quizás el mejor agente secreto que tuvo San Martín. Había nacido
en Chile el 25 de febrero de 1785, graduándose en leyes a, los 24 años de edad
en la universidad de San Felipe. Rodríguez
participó en 1811 en los acontecimientos políticos como diputado por Santiago
ante el Congreso de su patria. Hombre de gran valor personal, se incorporó al
ejército como capitán y fue secretario del general J. M. Carré, al que acompañó
en la desgraciada campaña de 1813. Después de Rancagua emigró a Mendoza, donde
conoció a San Martín; el Gran Capitán conoció inmediatamente el valor de la
personalidad de Rodríguez. Y entre ambos nació una gran amistad.
Una vez enviado a Chile, Rodríguez trabajó intensamente en
la zona central de su país. Enviaba informes sobre la formación y actividad de
los ejércitos hispanos, organizaba células de espionaje y subversión. Su
actividad era tal que ya se había puesto precio a su cabeza. Mitre lo recuerda
en sus obras: “...Fue el alma y jefe de
la insurrección popular que precedió a la reconquista de Chile...”
Rodríguez participó en la batalla de Maipú, y el 26 de mayo
de 1818 fue asesinado por un oficial hispano, Antonio Navarro. Otro de los agentes que se destacaron fue
Domingo Pérez, cuya cubertura era la de un hombre de negocios que viajaba
continuamente desde Chile a Mendoza. San Martín lo utilizo como agente de
enlace entre su mando y las células infiltradas en territorio del enemigo. ..
El oficio dirigido a San Martín por el ministro de Guerra,
Ignacio Alvarez, con fecha 1 de febrero de 1816, dice así: "... Le recomiendo estrictamente que
además de hacer esfuerzos para adquirir siempre noticias concretas del seno del
enemigo, procure por medio de sus agentes, inspirar desconfianzas al gobierno
de Chile en aquellos individuos que hoy tienen más in- fluencia en su
administración, especialmente de algunos jefes militares, valiéndose al intento
de cartas u otros resortes, que los califiquen en concepto de Marcó del Pont,
en sus rivales o patriotas ocultos, para debilitar de este modo los apoyos con
que hoy se sostiene la causa del Rey. Ponga V. S. en movimiento todos los
arbitrios que sugiere la política y la necesidad en tales casos, en el bien
entendido que no hay uno solo que no sea honesto. Si V. S. considera útil en su
resultado alarmar a Chile, seducir sus tropas realistas, promover la deserción,
desfigurar los sucesos, desconceptuar sus jefes, infundir temor a los soldados
enemigos y procurar desconcertar los planes de Marcó, deben cuidado de V. S.”
Si la tarea de organizar redes de espionaje en campo
enemigo, es difícil y llena de sacrificios, la de engañar al enemigo es todavía
mucho más difícil. Requiere una organización casi perfecta, un plan
perfectamente coordinado, numerosos agentes seleccionados por su fidelidad y
capacidad, y sobre todo personas bien vinculadas al gobierno, con dotes
personales psicológicas bien entrenadas. Esto es lo que en épocas históricas se
denominaba la intriga. ..
Tenemos un hecho bastante curioso. El 23 de enero de 1816 se
fugó de Buenos Aires el Dr. Antonio Garfias, un agente pro-realista. El
gobierno supo por sus informantes que le seguían la pista no lo suficientemente
cerca, que Garfias se había embarcado rumbo a Chile. Los conocimientos del Dr.
Garfias sobre el estado de los negocios eran buenos y profundos, por ello se
temía que su comunicación al gobierno hispano de Chile, podría perjudicar a las
Provincias Unidas del Plata.
Por carta se da instrucciones a San Martín para “minarle con tiempo y opinión y
alarmar el celo de Marcó del Pont contra la persona de Garfias...” “Haga usted
esparcir la voz —agrega el comunicado— por medio de sus agentes en Chile, de
que este individuo lleva comisión reservada de este gobierno y oportunamente
remita V. S. al mismo algunas cartas con instrucciones aparentes, a fin de que
caigan en manos de Osorio. Garfias arrojará contra sí la presunción de ser
americano y esta circunstancia puede favorecer el proyecto...”
Tampoco falta la
correspondencia fraguada por San Martín para engañar al enemigo (desinformación)
sobre sus propias intenciones. Generalmente enviaba correos bajo la
estricta orden de no presentar resistencia ante el enemigo con planes falsos de
invasión. De esta forma logró que Marcó del Pont dudara desde dónde iba a llegar la invasión del Ejército de los Andes, pues
muchos de los correos capturados señalaban la parte sur de la cordillera como
la mejor para el cruce...
Agregaba el Gran
Capitán a su campaña de informaciones falsas a los indios. Sabía que éstos
mantenían contacto con los españoles y eran incapaces de guardar un secreto.
Por ello gustaba de indicarles detalles de sus planes, sabiendo que a los pocos
días éstos llegarían a oídos de Marcó del Pont. El sacerdote hispano Francisco López actuaba
como espía para Marcó del Pont; sus mejores agentes estaban ubicados en Mendoza
como simples residentes españoles, los señores Maza y Zorraquín. Pero San
Martín cuidadosamente los había “dado vuelta”, y convertidos en agentes dobles.
Ambos escribían los informes que el
mismo San Martín les dictaba, y luego tras firmarlos, los enviaban a Chile por
medio del agente de enlace del padre López. De esta forma Marcó recibía una
gran suma de cartas falsas sin saber a qué atenerse...
San Martín necesitaba estar muy seguro de los pasos que su
ejército utilizaría para atravesar los Andes. La fortificación de estos pasos
por los españoles sería de una importancia clave para el resultado de su
ejército expedicionario.
“Llamó —dice Mitre— a
su ayudante de campo, el Ing. Alvarez Condarco y le dijo: ‘Mayor, voy a
confiarle a usted una comisión muy delicada. Que me reconozca los pasos de Los
Patos y Uspallata, y que levante dentro de su cabeza un plano de los dos sin
hacer ningún apunte, pero sin olvidarse de ninguna piedra...”
San Martín entregó un
pliego del acta de la Independencia para que los realistas cuando lo recibieran
lo rechazaran, y de esta forma el ingeniero espía pudiera regresar sano y
salvo. Agregó Alvarez Condarco a su misión algunas recomendaciones de
españoles residentes en Mendoza que colaboraban con San Martín. El espía-ingeniero
se puso en marcha el 2 de diciembre de 1815 (?) y al llegar al primer puesto
enemigo, se hizo el enfermo, cosa calculada, pues era de noche. A la mañana
siguiente pudo observar con la salida del sol los detalles del paso de Los
Patos. Como era de esperar, al llegar frente a las autoridades hispanas, su
copia del pliego fue quemada, y el espía devuelto por el otro paso, que era más
corto, el de Uspallata. La memoria de Condarco trabajó intensamente
y cuando arribó a Mendoza todavía con el sudor en su ropa, dibujó de memoria
los detalles de los pasos. El croquis sirvió a San Martín para sus cálculos
certeros. Entre las distintas
instrucciones dictadas por San Martín para el paso de los Andes, encontramos
algunas de gran interés, especialmente las dirigidas al general Las Heras:
“.. .El primer objeto que debe proponerse, es el de
sorprender a la guardia enemiga en términos, si es posible, que nadie pueda
llevar aviso. Si lo consigue y con los informes que adquiera de las fuerzas del
enemigo del valle y crea oportuno el atacarlo, lo verificará ...”
En otra instrucción leemos:
“...Posesionado de Chacabuco procurará introducir en la
capital el mayor número de espías que puedan saber e! movimiento que hace el
enemigo, de los que dará continuos partes al jefe de vanguardia...”
La psicosis del espionaje era tal. que Marcó del Pont envió
al Intendente de Concepción el 4 de febrero de 1817 el siguiente oficio :
“.. . Mis planes están reducidos a continuos cambios y
variaciones según ocurrencias y noticias del enemigo, cuyo jefe en Mendoza es
astuto para observar mi situación, teniendo innumerables comunicaciones y espías
infiltrados alrededor de mí y trata de sorprenderme ...”
El Plan de Operaciones de San Martín trazado el 15 de junio
de 1816, era el siguiente :
— Invadir
Chile por los pasos de Uspallata y Los Patos.
— Cortar el
centro de las fuerzas enemigas, previamente divididas.
— Atacar la
masa de ellas y apoderarse de Santiago rápidamente.
Para lograr poner en marcha dicho plan, debía primero
desorientar al adversario acerca de la forma y lugar de invasión, y luego dirigir
las marchas de su ejército en forma dé poder envolver al enemigo. Todo esto se logró gracias a la actividad
operativa de sus espías chilenos en su faz desinformativa, y a la actividad de
las células de agentes que le entregaron la posición, número, forma y objetivos
de los españoles a tal punto que San Martín tenía la lista de los oficiales de
los cuerpos más pequeños...
Su información sobre el ejército realista era tal, que ni
los mismos oficiales hispanos llegaban a tanta información y tan veraz.
Inicialmente Marcó del Pont tenía sus efectivos concentrados en Valparaíso,
Santiago y el valle del Aconcagua. Pero la actividad informativa y de guerra
psicológica fue esparciendo las tropas de Marcó por todo Chile. Cuando del Pont
preguntó a sus consejeros cuál era la mejor forma para luchar contra San
Martín, su secretario Judas Tadeo Reyes, fue el de más visión. El citado le
recomendó que concentrara los 5.000 veteranos en Santiago y el resto llenarlo
con milicias, esperando la invasión. Cuando Marcó se dio cuenta que San Martín
ya había cruzado los Andes, comprendió que había perdido la guerra... por otra
guerra... ¡la psicológica!
San Martín prohibió el paso por la cordillera rumbo a Chile
a toda persona que no tuviera un salvoconducto especial firmado por él mismo.
Organizó un registro sobre los viajeros que iban y venían de Chile a tal punto
que logró detener y ubicar a muchos espías, entre ellos el célebre padre López.
Impuso severas penas a los que “comunicaran verbalmente o
por escrito informaciones al enemigo haciendo alguna señal, revelando el santo
u otro secreto: serán ahorcados a las dos horas...” El 2 de noviembre de 1815 elevó al gobierno
“un plan para los delitos de espionaje e infidencia” en forma más radical y
severa que se hacía entonces. Dicho proyecto fue rechazado, pues “el gobierno
no podía alterar las leyes establecidas en los diferentes casos ...”
Uno de los casos de contraespionaje lo tenemos en la persona
de Miguel Castro, un sospechoso detenido en un puesto avanzado de la
cordillera. Castro, que intentaba hacerse pasar por minero, no pudiendo
justificar esa profesión, fue remitido a Buenos Aires. Allí fue interrogado por
una comisión especial, que constató que no llevaba ningún implemento de minero
y que en la zona donde fue hallado no había ninguna mina ni yacimiento ...
Los espías recompensados con dinero fueron pocos; la mayoría
lo eran por patriotismo. En un oficio dirigido por el ministro de Estado
Zañartú a San Martín en 1817, le dice:
“... Los meritorios agentes que han desempeñado el peligroso
encargo de espionaje en este país, durante la dominación tiránica, son
seguramente acreedores a toda consideración por sus servicios. El gobierno
dispuso gratificarlos con la entrega de varias cuadras de terrenos en los
lugares elegidos por ellos...”
Pero San Martín era hombre realista; sabía que un buen
agente necesita fondos para pagar a sus informantes, y corromper a los
indicados. En una de sus cartas dirigida al gobierno, encontramos la
proposición de remitir cartas (letras de cambio) sobre sujetos chilenos al
servicio de la causa americana. Pero el Gran Capitán prefería él mismo ocuparse
de los fondos enviándolos por medio de sus agentes de enlace a sus espías. Es
común ver su firma en las órdenes de pago. En un oficio del 24 de enero de
1816, San Martín informa al Director Supremo de haber remitido a Guzmán y
Picarte la cantidad de 1.200 pesos.
En su planilla de recibos y órdenes de pago a los agentes
secretos tenemos:
1815: 233 pesos.
1816: 3.823 pesos y 171 onzas de oro.
Total: 4.056 pesos y 171 onzas de oro.
En lo referente a la forma de transmisión no existen pruebas
concluyentes de que se usaran claves o cifrados, pero no sería extraño de que
este sistema se utilizara, más sabiendo lo precavido que era San Martín. Sin
embargo, existen constancias de que a San Martín el Gobierno le envió una tinta
simática en vez de una clave, pero posiblemente la reservó para transmisiones
muy importantes, y por ello no quiso confiarla a sus agentes secretos comunes.
Los medios más usuales del transporte del material eran los
caballos y mulas, pero se sospecha que se empleaban otros medios, pues el
agente Segovia dice así en un párrafo de un mensaje dirigido a San Martín:
“.. . Sea como fuere vuestra correspondencia ha de continuar
si no por esa vía será por los aires, pues lo adverso de la estación es corto
obstáculo para privarnos del sumo gusto que las de usted nos proporciona...”
Esta frase nos indicaría que las palomas mensajeras eran
conocidas por los espías americanos... San
Martín exigía que los mensajes fueran cortos y reales. Pues sus agentes
secretos tenían la costumbre de enviar cartas largas con detalles que no eran
importantes. En un mensaje dirigido por Manuel Rodríguez, el espía chileno, a
San Martín, le decía:
“. . . Aunque usted
quiera cartas cortas, ésta se ceñirá estrictamente a sus instrucciones. ..,
etc.”
¡ La carta de
Rodríguez tenía solamente 14 carillas...!
En el Perú, el centro de la reacción realista, San Martín no
descuidó el espionaje. En su carácter de generalísimo del Ejército Unido, se
dirigió en nombre de los aliados al virrey del Perú por medio de un
espía-parlamentario, el oficial argentino Domingo Torres. Este partió de Valparaíso el 1 de noviembre de 1817 en la
fragata inglesa Amphion. En Lima, Torres
bajo la excusa de tener la misión de regularizar la guerra y canjear
prisioneros, actuó con astucia, provocando intrigas en el frente adversario,
aprovechando las discrepancias entre la Serna y el virrey Pezuela.
Los agentes de San Martín se concentraron en el veterano
batallón realista Numancia, una élite de buenos y bravísimos guerreros que ya
estaban cansados de tanta promesa de refuerzos y de pelear tan lejos de sus
tierras. Mientras esto sucedía, las famosas damas
limeñas llevaban a cabo una obra maestra de seducción. Finalmente se consiguió
que el propio comandante del batallón, el colombiano Tomás Here. se pasara a la
causa revolucionaria con todos sus hombres
Además, San Martín
hizo levantar listas negras con los nombres de los ciudadanos que no comulgaban
con la revolución; estableció control sobre el clero y para evitar suspicacias
designó a un sacerdote —el padre Beltrán— como jefe de maestranza.
Leemos ahora una de sus cartas dirigidas al enemigo, cansado
de pelear sin solución inmediata. Es un modelo de guerra psicológica que hoy
día es utilizado en los combates modernos:
“Preguntad a vuestros
jefes dónde están los ejércitos españoles que antes han peleado desde México
hasta el Río de La Plata cuál ha sido el fruto de la sangre que han vertido y
de las fatigas que han experimentado. Preguntadles qué objeto se proponer, en
sacrificaros, sabiendo que vuestra suerte ha de ser igual a la que han tenido
todos los que combatieron contra la causa americana. Preguntadles, en fin, con
qué recursos cuentan, dónde están las fragatas Prueba y Venganza, con la
corbeta Alejandro, cuya entrega os han ocultado en sus boletines, y qué noticias
tienen de los navios de España con que os alucinan, porque ya no tienen más
esperanza sino en la falsedad y la impostura...”
De esta manera, San Martín preparó el camino de la victoria,
usando la inteligencia, la mente fría y brillante de sus espías.
Muy interesante!!! muchísimas gracias!!! Pina Poggi
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