POR OSCAR J.C. DENOVI
El 16 de marzo de 1813, se casaban en la Iglesia
de Monserrat una joven pareja, que vistas a los ojos de nuestra
contemporaneidad, lo sería con singular simpatía entre algunos mayores, siendo
para muchos otros, una locura que preanunciaba la rápida ruptura de los lazos
que los unieran. Más, en aquel tiempo, cuando las mujeres de esa edad eran
casadas con hombres mucho mayores que ella en los sectores altos y de alcurnia,
debió despertar cierta simpatía en el mundo femenino de esa alta sociedad, y
cierta reprobación en el mundo varonil en el mismo terreno social. ¿Quiénes eran los contrayentes? Juan Manuel
Ortiz de Rozas de 20 años de edad (nacido el 30 de marzo de 1793) y Encarnación
Ezcurra, de 17 años (nacida el 25 de marzo de 1795). Cumpliría sus 18 años
Encarnación 9 días después de su casamiento, y Juan Manuel Ortiz de Rozas 21,
14 días después.
Ambos serían demasiados jóvenes ahora, y
entonces, sobre todo el varón, de acuerdo a las costumbres de la época, por lo
que ya hemos dicho más arriba. Pero el varón, era un joven que venía acumulando
experiencia afrontando los peligros de la campaña en la Estancia de su abuelo,
el Rincón de López, donde además ya llevaba alrededor de cuatro años
administrando aquel establecimiento al que por entonces, en orden
administrativo, ya se le habían sumado algunos establecimientos cercanos,
atraídos por el prestigio adquirido en la materia por Juan Manuel, y por la
conducción ejercida sobre los difíciles hombres que constituían la peonada de
las estancias. La relativa corta edad del joven Juan Manuel,
quedaba relativizada por la forja que sobre él había ejercido ese desafío que
había abrazado cuando niño aún, había rechazado de su madre, la intención de
colocarlo como habilitado en una tienda de la ciudad, y había elegido su
destino campestre. Tenía entonces dieciséis años. Pero que era Encarnación a su lado, una niña de
la sociedad de la Alta Clase, deslumbrada por ese Joven atractivo, que juntaba
su encanto con su varonil apostura y su carácter decidido?
Desde el mismo momento en que se forma la pareja
a la que nos estamos refiriendo, Encarnación que tenía una ascendencia familiar
de menor prestigio social que los Ortiz de Rosas, mostró que su temperamento, y
su consecuencia natural, su carácter, tenía rasgos equivalentes a su enamorado. Fue madre de tres hijos, dos mujeres y un varón,
y tuvo un varón más adoptado, hijo de su hermana Josefa, separada de su esposo
- un primo español que se volvió a España apenas declarado el movimiento
político iniciado el 25 de mayo de 1810. Josefa, enamorada de Manuel Belgrano,
lo siguió desde Buenos Aires cuando él partió al Norte para hacerse cargo del
Ejército que tenía como escenario esa región geográfica de la Patria, y que se
encontraba en grave situación por la derrota de Huaqui. Del romance que mantuvieron en Jujuy, Josefa
quedó embarazada, y tuvo su hijo en una estancia de Santa Fé. Vuelta a Buenos
Aires, encubrió el niño con su hermana Encarnación y su esposo Juan Manuel,
quedando el vástago como hijo de la joven pareja Ortiz de Rozas, con el nombre
de Pedro. Durante un tiempo, Encarnación vivió en casa de
sus suegros, pero luego de algo más de dos años, se trasladó a casa de sus
padres, en ese lapso tuvo dos de sus tres hijos, Juan en 1814 y María de la
Encarnación, de muy corta vida, y en 1817 tendría a Manuela Robustiana que con
el correr de los años fuera la popular Manuelita. En 1815 se produce el incidente por el que Juan
Manuel Ortiz de Rozas se aleja de sus padres y cambia su apellido por el que es
conocido históricamente: Rosas.
El acontecimiento, torna difícil la posición
económica de la Familia, (por entonces con un niño, y con Encarnación ya
embarazada) pero Rosas la conjura rápidamente con la asociación con Juan
Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego, que inician las operaciones de salazón en el
establecimiento Las Higueritas. Aunque el carácter de Juan Manuel era
evidentemente de un hombre emprendedor, y que frente a la adversidad
atropellaba en vez de recular, debió tener a su lado quien no se inquietase o
que fuera compañera hasta en enfrentar la adversidad con la misma entereza. Lo cierto
es que salió airoso, y en 1817, con sus socios, compra a Julián del Molino
Torres la estancia Los Cerrillos sobre el río Salado, en las cercanías de San
Miguel del Monte, que con el correr de los años se transformará en una estancia
modelo, donde se criaba vacunos equinos y ovinos, se cultivaba y se molía
granos para hacer harinas, y donde cruzando el río, sobre la otra orilla, se
fundaba otro establecimiento con el nombre de “Independencia”,exclusivamente
dedicado al cultivo de hortalizas. Así pasarán los años, en los que Juan Manuel
habrá de ampliar su experiencia de productor y organizador de la explotación
agropecuaria, y comenzará sin quererlo a tener experiencia política y militar,
a partir de su acción asociativa con sus pares del campo estancieros como él, y
de la formación de una milicia “Los Colorados del Monte”, constituido por los
peones de su estancia, y de los asociados a su administración. Con el tiempo
constituirán el 5º Regimiento de Campaña de la Provincia de Buenos Aires, cuya
actuación en 1820, llevará a Rosas y sus hombres, a la lucha para imponer el
orden alterado en la ciudad de Buenos Aires.
En acontecimientos posteriores, interviene en
cuestiones de relaciones provinciales con el caudillo Estanislao López de Santa
Fe, y en el Pacto de Benegas. Por esa época se proyecta la convención
constituyente convocada por Bustos, que fracasaría por la acción destructiva
del Ministro de Gobierno de Buenos Aires, bajo la gobernación de Martín
Rodriguez, Don Bernardino Gonzalez Rivadavia.
En todo este tiempo, y en el que sigue hasta
1828, Encarnación es la persona que apoya sin condiciones a su marido, y así lo
hará cuando Rosas dispone ir solo al parlamento de Tandil, donde parlamentará
con los “indios”, y de ese parlamento surgirá el acuerdo para ampliar las
fronteras de la Pcia de Buenos Aires mas allá del Salado, la fundación de
varios pueblos de la Provincia, Junín, 9 de Julio, 25 de Mayo, Bahía Blanca y
Olavarría, Tareas que demandaban mucho tiempo fuera del hogar a Juan Manuel, y
que fueron acompañadas por Encarnación sin que se haya escuchado o escrito
ninguna queja que se conozca.El tiempo discurrirá implacable durante algunos
años, en que la actuación de Rosas, lo lleva al gobierno de la Provincia y el
encargo de las Relaciones Exteriores.
Algunas manifestaciones de la época, ilustran
esta relación entre Encarnación y Juan Manuel. Así, el hijo del primo de Rosas,
General Lucio Norberto Mansilla, Jefe de las tropas de Obligado, Lucio V.
Mansilla (autor de “Una Excursión a los Indios Ranqueles) dice respecto a sus
tíos: “A nadie quizás amó tanto Rosas como a su mujer, ni nadie creyó tanto en
él como ella; de modo que llegó a ser su brazo derecho, con esa impunidad,
habilidad, perspicacia, y doble vista que es peculiar en la organización femenil.”
(*)
Muchos años después de esta manifestación, esta
de Manuelita:“Pobre mamita si abriera sus ojos, y viera su esposo querido en la
miseria, despojado con tanta infamia de los bienes que ella misma y por su
virtuosa humildad y economía le ayudó a ganar y a sus hijos sufriendo
privación:” (**)
Se ajusta a esta apreciación la manifestada en
el diario “La Prensa” por el periodista Correa Luna en el suplemento dominical
del 7 de octubre de 1932, sostuvo la opinión de que la mujer de Rosas había
tomado parte activa en la política antes de los acontecimientos del 33
revelaran sus condiciones extraordinarias para la movilización de las masas.
“Por cierto , dice Correa Luna, si la enérgica
señora – ‘compañera y amiga’, (1) mucho más que simple consorte del héroe de la
Federación – pudiera oírlos (a los historiadores que negaban su actuación) nada
igualaría en elementos pintorescos a la escena en que los obligaría a
retractarse.”
“Basta en efecto un mínimo conocimiento de la
vida criolla para comprender que si en lo privado, desde 1814 (sic) año en que
se celebró el matrimonio, fue irreprochable la unidad de la inmortal pareja,
aún más grande , más apasionada y ardiente debió mostrarse en lo público la
identificación de la esposa con los ideales políticos de su incomparable
marido.”” ¿Quién no ve a la férrea y orgullosa mujer consagrada con furia desde
el primer instante, a la tarea de mantener encendida la llama del entusiasmo
federal en el corazón de los correligionarios? Así su frenética exaltación de
1833 por conservar intacta la autoridad del Restaurador, es la misma de 1820,
cuando contribuye con sus votos a la derrota de los amotinados del 1º de
octubre, la misma de 1828 cuando propaga el horror a los despiadados verdugos
de Dorrego, y la misma de 1829, de 1830, de 1831 y de 1832, cuando por fin,
encumbrado el caudillo a la suprema grandeza, debe, sin embargo, seguir su
formidable pugna con los ‘parricidas’, cismáticos, y demás endiablados
opositores a la gloriosa causa de la Federación que él representa y dirige.”
En apoyo de su tesis, Correa Luna publica una
carta de Encarnación a Rosas, en julio de 1831, que dice:”Los unitarios se han
vuelto a erguir con la demasiada condescendencia que hay con ellos; están
insolentes. Dios quiera que no tengamos pronto que sentir por una caridad tan
mal entendida; permíteme esta franqueza.” (***)
Pero es en 1833, ausente de Buenos Aires su
esposo por encontrarse en el Sur en la campaña al Desierto de ese año y los
primeros meses de 1834,que finalizó el 25 de marzo de ese año, es cuando
Encarnación se expone a una actuación pública de destacados ribetes, al punto
que dirige una sublevación contra el Gobierno del Gral. Juan Ramón Balcarce,
cismático Federal, partidario de un régimen atemperado, donde la realidad
aconsejaba lo contrario, y con cierto acercamiento con los unitarios.
Es en abril de 1833, por mano del Gral.
Martínez, que comienza una campaña contra los apostólicos, seguidores de Rosas,
en vistas a las elecciones para renovar la legislatura. Tal campaña sube de
tono cruzándose de ambos bandos acusaciones, que cobran un giro escandaloso por
el lenguaje empleado. El gobierno nada hace, y ganadas las elecciones por los
cismáticos, los periódicos continúan con su acusaciones entre sí, y el hecho
crea una situación de agitación pública que Encarnación aprovechará para organizar
grupos de choque, constituidos en general por los orilleros de la ciudad, (por
vivir en las orillas) aunque no faltaron también gente proveniente de sectores
sociales más elevados.
He aquí como se manifiesta Encarnación, y se
prepara la contraofensiva apostólica, en carta al Coronel Vicente González,‘el
Carancho’ de San Miguel del Monte, Juez de Paz en aquel partido: “La acción de
una logia encabezada por el Ministro de Guerra Enrique Martínez y el General
Olazábal de acuerdo con el actual gobernador tratan de dar por tierra con el
referido mi esposo, para cuyo efecto han tenido la perversidad de unirse a los
unitarios más exaltados haciendo venir con el mismo objeto muchos de ellos
desde Montevideo. Espero que no se deje sorprender pues aquí estamos ya alerta
para cualquier cosa y que usted debe hacer lo mismo precaviéndose de las
órdenes que pueda recibir de estos hombres mal agradecidos. Expresiones de toda
la familia para la de Usted, disponiendo del afecto de su servidora y muy amiga
que espera le comunique la menor novedad que ocurra por ese punto” (****)
Mas adelante y respecto de las elecciones de
abril, le escribe a su esposo Juan Manuel: “Fueron ganadas por nuestros
enemigos sin oposición, pues nada se trabajó para que no lo lograran. Esto los
volvió altaneros y jactanciosos y públicamente hablaban de la caída de Rosas.
Pero en los comicios últimos las cosas se revirtieron pues los paisanos
empezaron a entender que era contra la federación y contra vos, se movieron y
empezaron a trabajar, dándoles una lección práctica que ellos no se venden a
los malvados.” (*****)
Este clima que refleja la carta de Encarnación,
y que no es menor entre los cismáticos y aun sus mujeres, se extiende en el
tiempo y va ‘in crescendo’, hasta el 11 de octubre, en que el gobierno en días
anteriores manifiesta públicamente la formación de un juicio al ‘El Restaurador
de las Leyes’. Se trata de un periódico alineado con los apostólicos, que ha
incurrido en similares manifestaciones, aunque opuestas, a las publicadas por
los periódicos cismáticos. Encarnación mueve sus resortes, y convoca a los
federales, en su mayoría de la periferia. Federales armados se concentran en
Barracas a la espera que su movimiento suscite la adhesión que permita
desplazar a los cismáticos. El gobierno está desorientado y no acierta a
disponer contra medida adecuada. Encarnación, desde su propia casa mueve los
hilos en busca de un objetivo, la caída del gobierno.
Tropas del ejército se suman a los concentrados
en Barracas. Como son tiempo de dudas entre los que tienen el poder gobernante,
recién el 3 de noviembre es exonerado del gobierno Balcarce por la legislatura,
que elige en su lugar al Gral. Juan José Viamonte. Encarnación dirá frente a
ello “ no es nuestro amigo, ni jamás podrá serlo; asi es que a mi ver solo
hemos ganado en quitar una porción de malvados para poner otros menos
malos”.(******) Esta afirmación de la Heroína de la Federación, como en aquel
momento fue llamada, preanunciaba que su lucha por la posición ideológica de su
marido y del movimiento político Federal sin concesiones, continuaría con la
acción de ella a su frente, mientras su marido estaba ausente. Ausencia que se
prolongaba en lo epistolar, porque desde el 30 de octubre, hasta el 26 de
noviembre, no recibió carta de su querido Juan Manuel. Encarnación había
actuado sin guía en los momentos decisivos de la Revolución de los
Restauradores.
Y entonces contesta esa carta del 26 de
noviembre en los siguientes términos:”Juan Manuel, a mi ver nunca mejor que
ahora te debes retraer cuanto sea posible de los magnates que no hace otra cosa
que explotar te para vivir ellos con más comodidad, y solo te muestran amistad
porque te creen como en realidad eres un don preciso. Déjalos que marchen solos
hasta que palpen su nulidad que no tardará muchos días”… “todos los de
categoría no tenían más paño de lágrimas que yo, y todo el día me molían; por
aquí ya no aportan después del triunfo, no me importa nada, yo para nada los
necesito; y por sistema no me he querido servir de ellos para nada, sin dejar
por eso de servir en cuanto puedo a los pobres”.
“El pueblo esta tranquilo como que todo lo han
hecho los pobres, que no tienen aspiraciones; el gobernador me ha visitado dos
veces, no se lo agradezco, pues como mi nombre ha sonado por decidida contra
los furiosos, me tiene miedo, y porque debe estar seguro que no me he de callar
cuando no se porte bien, es decir cuando haga la desgracia de mi Patria y de
los hombres de bien.”(*******)
Encarnación continuara esa tarea patriótica que
se había impuesto, hasta contribuir a la renuncia de Viamonte, y su sustitución
por Maza.
Ya Rosas había regresado de la
campaña al Desierto, y su presencia hizo innecesaria la gestión que en su favor
había realizado su esposa. La imagen pública de Encarnación se desdibuja en
1835. En 1836, acompañada por la mujer de Facundo Quiroga, concurrirá a los
actos que fundan los Santos Lugares de Rosas (2), y dejan en aquella visita, la
elocuente imagen de una virgen tallada en madera, que se encuentra en la
Catedral de la ciudad de San Martín, testimonio sin duda de la religiosidad de
ambas mujeres y del pueblo argentino, y una manifestación plástica de los
pobres queridos por Encarnación y protegidos en la Confederación, por aquella
heroína Federal.
Luego cae enferma, larga
enfermedad que cierra su ciclo en la madrugada del 20 de octubre de 1838, hace
180 años, con la muerte de la conductora que sostuvo con valentía y decisión el
prestigio político de su esposo, que contribuyó a su encumbramiento como
gobernador en 1835. A su muerte, había sido la esposa de Juan Manuel durante 25
años y 7 meses. Tenía 43 años
La Heroína de la
Federación había ganado honestamente su honorífico nombre, en la luchatraicionera y oscura que
planteaban los enemigos del Federalismo, la oligarquía porteña unitaria y sus
cómplices de ocasión, los federales lomos negros miembros también de aquella
oligarquía.
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