Por Hipólito Yrigoyen
Buenos Aires, setiembre de 1909
Señor doctor Pedro C. Molina
Distinguido doctor: […] En la extremada degeneración porque pasa el país, muchas aberraciones se verán todavía, entre las que se ha confundido usted; pero lo que no se verá jamás es que en nuestras frentes llegue a rendirse o abatirse siquiera en lo mínimo, la enseña más sagrada que pueblo alguno de la tierra se haya dado para redimir la afrenta que lo ha difamado ante el mundo, le ha cerrado sus horizontes y le tiene expuesto a todos los desastres, enseña a la que hemos consagrado la plenitud de la vida y la integridad de nuestra existencia.
¡El día que aquello pudiera suceder, que Dios nos fulmine y la Patria nos execre!
Sí, porque los que subyugan y detentan a las sociedades en su marcha progresiva, llevan el sello del eterno delito; y los que abjuran de su fe redentora, son los Judas malogradores de las más justas y santas inspiraciones. Era usted el correligionario que más obligado estaba a todos los merecimientos hacia el Partido y sus hombres, porque ha tenido incongruencias de todo orden y disparidades de todo género, que aun me complazco en no consignarlas, y no sólo se le han tolerado, sino que hasta se ha cohonestado aparentemente con ellas, guardándole siempre los mejores comedimientos, las mayores distinciones y las más amplias generosidades. Se aleja cuando por todas partes repercuten las vibraciones del sentimiento nacional, que por medio de sus delegaciones llegara hasta el altar de la Patria, a renovar sus votos de honor y de austeridad ciudadana en aras de su redención. Deja su puesto cuando la conjuración oficial tramada desde el primer día, acometiendo y arrasando desaforadamente con todo lo que ha creído y cree necesario a su plan, se descubre reproduciéndose con procederes tan indignos y temerarios que me quedo absorto de que los consienta, y no estalle todo el pueblo argentino arrojando para siempre de su seno tamañas felonías contra la majestad soberana de la Nación. Procede usted así porque un diario escrito por los radicales ha dado cabida a una tesis económica distinta de la que sostiene el suyo. Nunca una Nación soportó más duros golpes, pero tampoco el esfuerzo humano hizo más grandes sacrificios para resistirlos; ni hubo mayores transgresiones a las leyes que rigen las sociedades, pero tampoco mejores comprensiones de deberes para combatirlas; ni causas más graves determinaron la acción general, ni oposición alguna estuvo a más altura para repararlas, que las de ese movimiento. ¿No sabe usted que del principio democrático del sistema republicano y del régimen federal, de ese vasto monumento científico ideado por el saber humano, bajo cuyos auspicios y enseñanzas tienden a llenar su cometido todas las sociedades libres, no queda ya en la nuestra más que la tradición y su leyenda? Adoptado desde la aurora de la independencia por la nacionalidad argentina y cimentado después de cincuenta años de cruentas vicisitudes, de dolorosas alternativas y de inquietudes, todo ha sido derribado y se posa sobre sus ruinas el más disoluto predominio de que haya de consumir, dilapidar y usurpar… no tiene más miraje que el peculado y la logrería, sea lo que fuere, pase lo que pase y suceda lo que suceda, con tal que haya que consumir, dilapidar y usurpar… (!) ¡sumido y abyecto hasta la vileza dentro de su imperio, como procaz y agresivo con la opinión pública y vandálico en todas las formas, gravita sobre la Nación, en vorágine devastadora de la más nefasta fatalidad!
Todo se ha concusado y subvertido, respirando relajación y desconcierto; todo sentimiento de respeto, de bien y de justicia ha sido profanado. Tan hondos trastornos políticos y morales no sólo producen múltiples males y dejan irreparables lesiones, sino que amenazan mayores peligros, sobre los que detengo la pluma; pero que evidenciaría en tribunal de fuero interno patentizando su magnitud y sus consecuencias. Los perversores de los pueblos nunca transformaron su acción en regeneradora; millares de veces lo prometieron, y tantas otras fueron conversos al bien general. Es natural que así suceda, porque no puede sinceramente sostenerse la posibilidad de transiciones tan acentuadas, ni el cambio de condiciones tan distintas. Las acciones humanas se manifiestan según los factores psicológicos que las determinan y no germinan, sino aquellas que le dieron vida. La escuela que se aprende, o el ejemplo que se recibe, es el mismo que se propaga. Los actos y los hechos que se dejan consumar, es de rigurosa exactitud que se produzcan, y el ambiente en que se vive, es el que satura la existencia. Con la tendencia a olvidar el pasado, porque a todos conviene, desde que contados son los que no tienen participación en el punto de partida o en los sucesivos, con el dominio del poder y sus atracciones, en recursos, elementos y medios de todo orden y con la impunidad por delante, nadie puede dudar de lo que seguirá siendo y de la posteridad que nos depara. Sólo los mentecatos y los malvados pueden ignorar o hacerse los desentendidos para comprender hasta dónde hayan penetrado las raíces de la depravación de esta progresiva “crisis de progreso”. La corrupción continuará avanzando y todo irá precipitándose mientras haya pendiente, porque los discípulos aventajarán consecutivamente a sus maestros y los hechos verdaderamente portentosos anuncian sin ambigüedad cuál será el fin de esa batahola infernal. Hace treinta años que recíprocamente se imputan las responsabilidades en que igualmente han incurrido y cometen la sarcástica ironía de referirse a ellas en las asonadas que alternativamente se hacen, concluyendo para convertirse en juez el que tiene la fuerza, al cual los que ayer le desdeñaban se le rinden hoy y le repudiarán mañana, para posternarse ante el nuevo omnipotente. Es un proceso que lleva entre sus entrañas el germen productor de todas las perversiones. Un hacinamiento en que se confunden gobiernos, grupos y hombres, con denominaciones de Acuerdos, Paralelas, Uniones Provinciales, Republicanos, Partidos Unidos,
Liberales, Autonomistas, Coalicionistas, Conservadores, Unión Nacional y tantas otras buscando en figuraciones y desfiguraciones encubrir su delincuencia y hacer prevalecer sus móviles utilitarios, variando por momentos, según las mejores ventajas y oportunidades para la posesión o participación en los gobiernos. Todo, todo eso causa un estado morboso incurable por sí mismo, tan infeccioso que cada vez se esparcirá más ocasionando a la República los perjuicios consiguientes, y por fin quedará sepultado en la fosa común de esta época con la lápida del oprobio. Pero a su frente, con el lema de la Unión Cívica Radical, perdurará una pirámide de proyecciones tan luminosas y de perspectivas tan vastas, como su propia idealización levantada por las más caras consagraciones del espíritu y el alma, de la frente y el pecho de la personificación humana y sobre su cúspide la razón, la justicia y el derecho, como antorcha permanente de la civilización argentina. Tal es la síntesis de esta crisis moral y política, a la que seguirán crisis económicas, porque ésa es una de sus fatales consecutivas. Para honor y bien de la Nación, se caracteriza en el más opuesto antagonismo contra las fuerzas destructoras por las creaciones reparadoras. Así debía ser, porque si la resistencia no tuviese ese carácter, habría demostrado que los gobiernos eran apropiados y lógicos a la Nación, y ambas entidades, situación y oposición, hubieran merecido igual juicio y caído en el mismo nivel de depresión y de desdoro. Ahí tiene usted el programa de la Unión Cívica Radical; y debe ser el de todo ciudadano que tenga sangre en las venas, patriotismo en el pecho y pundonor en la frente. El único camino es la UCR para libertarla, arrancándola de las garras de sus malhechores y tránsfugas; lo demás, todo lo demás es mentira, es deshonra y es especulación, entregándola indefensa a todas las traficaciones y sin resguardo a las suspicacias de toda especie que crecientemente la circundan, amparadas y estimuladas por su desmedro y desgobierno. En tal situación, tampoco se conciben ni se justifican las tendencias partidarias, ni las propensiones singulares; porque deben callar esos intereses, volviendo todos sobre los de la Nación, antes de que sea demasiado tarde para evitar el peso de una mayor calamidad y lamentarla recién cuando ya no hay remedio; ni pueden desenvolverse sino sometiéndose para participar de la concupiscencia o gastándose estérilmente en las acciones aisladas y sustrayéndose a las que obran en sentido general.
Son tan ciertas esas proposiciones, que todos los ciudadanos que no profesan el credo de la Unión Cívica Radical, contribuyen, directa o indirectamente, en una forma o en otra, a afianzar el régimen imperante y se hacen causantes como los mismos autores. Habiéndose congregado ese movimiento para fines generales y comunes y siendo cada vez más definido en sus objetivos, no sólo son compatibles en su seno todas las creencias en que se diversifican y sintetizan las actividades sociales, sino que le dan y le imprimen su verdadera significación. La denominación de “Unión Cívica” expresa su origen, y el agregado “Radical” es el vivo anatema de las atroces felonías de que ha sido víctima dentro de su propia entidad, haciéndole malograr acciones ya decididas en su favor y obligándola a prolongar su azarosa vida, multiplicándole sus crucificaciones e infiriendo a la Patria muchos más sensibles y grandes males que aquellos que motivaron su convocatoria. Su causa es la de la Nación misma y su representación la del poder público. Así será juzgado y así pasará a la Historia como fundamento cardinal y resumen entero de la heroica resistencia que el pueblo argentino hiciera a la más odiosa de las imposiciones; porque no tiene ni una sola atenuante, y sí todas las agravantes. ¡Es sublime la majestad de su misión, y a ella entrega sus fervores infinitos! Por eso perdura su obra y son poderosos sus esfuerzos, se robustece y vivifica constantemente en las puras corrientes de la opinión: es la escuela y el punto de mira de las sucesivas generaciones y hasta el ensueño de los niños y el santuario cívico de los hogares! Precisamente, uno de los inmensos bienes que ha hecho, y que bastaría para su eterna culminación, es haber consolidado la unión nacional y su identificación orgánica de tal modo que ya nadie podrá explotar la criminal perfidia que tanta sangre argentina ha hecho verter: porque la solidaridad está definitivamente consolidada ––no por las bacanales victoriosas contra ella misma, sí por los infortunios y las desventuras, por los esfuerzos y los sacrificios en unísono pensar y sentir, en una sola alma: la de la Patria y en un solo espíritu: ¡el de Dios! Hemos sufrido dolorosos desgarramientos, que han lacerado nuestros pechos y nos han dejado imborrables impresiones; pero sin un instante de vacilación o incertidumbre, erguidos siempre por el deber, estamos en su senda cada vez más fuertes, y templados hasta por la misma adversidad que se cierne sobre nosotros y que al fin será la precursora de todas las prosperidades. Es un espectáculo interesante ante propios y extraños y digno de la mayor admiración, el de esa fuerza que, desprovista de toda función de gobierno y alentada tan sólo por el espíritu público, persiste desde hace veinte años con absoluta abnegación. Sostiene la más cruenta oposición que se conozca, y apartando de sí todas las compensaciones y aceptando todos los sinsabores, hace de esto su sólido punto de apoyo. Inaccesible a todas las seducciones, prefiere antes las inexorables persecuciones, agresiones, abusos y desamparos. Jamás un movimiento de opinión ha ocupado la escena con más suma de calidades ni mayores desprendimientos ni más intensos sacrificios. Será una figura histórica de imperecederas irradiaciones tanto más fulgurantes, cuanto que su obra es eminentemente nacional, perseguida con el más acendrado desinterés, y a impulsos de los más generosos afanes y de los más nobles sentimientos.
Hemos luchado imperturbables y perseverantes con el emblema del honor, de la justicia y de las instituciones, y guiados por su credo y abrazados a la bandera de la Patria, hemos consagrado nuestra vida, reposo, bienestar y patrimonio, renunciando mil veces y siempre a todos los halagos, a trueque de las más crueles proscripciones e inmolaciones! Esa lucha no sólo es con los adueñados de los poderes que tienen subyugados y sometidos a su servicio todos los resortes oficiales, sino también a despecho de sus aliados, las malevolencias, diatribas, infidencias, perfidias, defecciones, deslealtad y traiciones, que son exponentes de la degradación reinante; más los indiferentes, apáticos, parasitarios y decrépitos, y aun esa masa de gente rendida a los éxitos y egoísta a las contiendas que no sean mercenarias, con aplausos a todos los triunfadores y fustigaciones a todos los infortunados, álbumes para los que suben y censura para los que bajan. Contra toda esa parte, en fin, de la humanidad que nace muerta a la vida moral y del espíritu, a la que tiene que sobrellevar a cuestas la que llenando su cometido, conforme con los designios de la Providencia, forma y reforma las sociedades, reconstituyendo el mundo y perfeccionando el Universo sobre la base inmutable de la libertad y de la justicia. Hemos ido sucesivamente a la acción armada y muchas otras a los comicios difundiendo en la próspera, como en la adversa suerte, enseñanzas benéficas en todo sentido, y después de veinte años de continuo batallar, no tenemos la más leve sombra en la trayectoria tan luminosa que viene siempre a nuestra mente a manera de brisa fortificante en tan ruda y profunda labor. En todos los momentos, desde los primordiales hasta los más trascendentales, así como en las prisiones, confinamientos, expatriaciones, tropelías y crueldades que se nos han hecho sufrir, hemos dejado también la estela indeleble de la elevada conducta y correcta cultura. Nunca hemos deseado mal a nadie, porque no está en nuestra índole, ni tenemos un solo latido que nos mueva a ello: nuestros actos llevan solamente, los ardores del firme cumplimiento de deberes y del recto ejercicio de derechos, fuera de cuya órbita no se puede legalmente pretender que vivamos, y si la fuerza ciega, torpe y criminosa nos oprime, no por eso nos hará desistir. No dañamos intereses ni pretensiones legítimas ni buscamos posiciones, a todas las que hemos declinado siempre, porque lejos, muy lejos de ser legionarios de nadie, ni de bandería alguna, somos legionarios de la sacrosanta causa por que nos debatimos en bien de todos, desde que es por y para la Patria. Relevantes inspiraciones y justísimos anhelos de reparación, es lo que anima e induce a ese movimiento: y potente en sus fuerzas y en el principio que las ha producido, permanece invulnerable en ellas, siendo la imagen fiel de todo cuanto de altivo ha palpado la Nación en estos treinta años. La clarísima visión con que ha previsto y seguido los acontecimientos, teniendo en ellos las notas más altas, serenas y dignas, así como su probidad y alejamientos de todas las menguas y supercherías. Se levanta y se mantiene arriba de todas las brumas y estrechas miras en la más pura atmósfera del patriotismo, simbolizando la grandeza moral de la Nación, sus verdaderas energías y el juicio que presidirá sus destinos. Que los espíritus que estudian las acciones humanas a través de los arcanos de la existencia para grabar sus caracteres esenciales, digan cuánto hay de genio, de virtud y de fortaleza en esa obra guiada por las más augustas concepciones, coronadas por las mayores austeridades y santificada por todas las consagraciones. Ha dado un ejemplo tan notable en las lides, por las libertades y derechos humanos, que difícilmente será superado, y no hay en sus anales otro cometido encuadrado en principios y reglas tan uniformes y con gentilezas, hidalguías y nobilidades llevadas a tal grado. Sobre esa cumbre de gloriosas rutas hacia todas las ascenciones, es que usted ha blasfemado; y de los artífices, sus compatricios y correligionarios es que usted ha renegado. Maldiga, entonces, a la patria misma; porque no es posible concebir mayor identidad.
[…] Los acontecimientos humanos enseñan en su constante sucesión, que lo que triunfa después de todo es la virtud, la integridad y el patriotismo. Cuando podamos asistir a un orden de cosas enteramente nuevo, respecto del que acabamos de pasar, se podrá entonces apreciar bien, la importancia de esa transición y los mismos que la resisten la aplaudirán ante la realidad de sus inmensos y saludables beneficios para todos. Es indispensable luchar en todas partes, pero no parcialmente, sino en completa unidad de acción y en la forma conducente para llegar hasta el origen y el fondo de donde el mal procede. Las mejores intenciones, siendo inadecuadas e insuficientes, no harán más que preparar mayores inconvenientes, y así lo comprueban los años corridos. Hay que reconocer las causas con plena lealtad ciudadana y con toda decisión y eficacia buscar la reparación de tan deplorable, alarmante y vergonzoso estado, porque las tentativas para orillar las dificultades, servirán nada más que para aumentar los odios del elemento opuesto.
No es el caso de mejorar los efectos de las causas, sino de extirpar las causas para que no se produzcan los efectos. La manera de alcanzar los bienes como de conjurar los males, es siempre igual, y debe ser conforme a la naturaleza de ellos. Nunca ningún esfuerzo bien dirigido y encaminado, ha dejado de ser fructífero, y siempre ha dado al hombre y a las sociedades mayor conciencia de sí mismos. No debemos esperar que nos impelan apremiantes necesidades, ni tener que ir detrás de los sucesos, sino delante de ellos, para llevarlos por los cauces correspondientes, como han hecho todas las sociedades sabias y previsoras. Lo esencial es reconquistar ese carácter constitucional, fundamento de la legitimidad de todos los poderes y que ha sido a tal punto desnaturalizado, que los gobernantes proceden nada más que por su exclusiva cuenta y propio interés. Es indispensable entonces recuperar el mecanismo electoral, legalmente ejercido, bajo los principios democráticos, con lo que la paz y el orden público serán perdurables, extinguiéndose desde luego los vicios actuales. La República dejará de ser el gobierno de un hombre, de círculos o de facciones, que no son sino despojos y absorciones contra la igualdad política, y hacen ilusorias todas las libertades y derechos; será el gobierno de la voluntad popular por medio de partidos o de corporaciones con el confortante y vivificante prestigio de llevar simultáneamente a su seno todas las representaciones de la opinión. A conseguir ese resultado, a preparar esa escena y a abrir ese certamen, deben concurrir en unidad de acción todos los ciudadanos que no miren a la Patria con indiferencia; y ésa será la primicia de la ansiada redención que fecundará todos los bienes. Hipólito Yrigoyen
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