Rosas

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lunes, 30 de marzo de 2020

Los primeros años de Juan Domingo Perón, hasta el Golpe de Estado Cívico Militar de 1930

Por Julio R. Otaño
En octubre de 1893, doña Juana Sosa Toledo (1875-1953) daba a luz a un niño al que llamó Juan Domingo, en homenaje a sus dos abuelos: Juan Irineo Sosa y Dominga Dutey. El General recordaría, muchos años después, que en realidad había nacido el 7 de octubre de 1893 y que su padre, Mario Tomás Perón, lo anotó como «hijo natural del declarante» con una demora de dos años.   Perón dijo con respecto a este concepto “Ese hijo no tenía padre y la ley argentina prohibía hasta investigar la paternidad del recién nacido. Pero sí se castigaba el adulterio de la mujer y ese hijo pasaba a ser un bastardo. Al padre se lo eximía de toda culpa y al hijo se le cerraban las puertas del futuro. ¿Eso era justo? Nosotros hicimos una ley que daba al hijo natural los mismos derechos que al hijo legítimo. […] Las leyes estarán siempre hechas por adúlteros que ignoran que no hay hijos ilegítimos sino padres ilegítimos”.                                                                    
Don Mario se radicó en Lobos, provincia de Buenos Aires, para dedicarse a una pequeña producción agrícola-ganadera. Tenía 23 años cuando conoció a Juana, una muchacha de 17, «criolla con todas las de la ley», al decir de Perón, que como muchos paisanos aunaba sangre indígena y española. En 1891 nació Mario Avelino, el primer hijo de la pareja.  El doctor Hipólito Barreiro en su libro Juancito Sosa, el Indio que cambió la Historia, sostiene que Juan Domingo nació en Roque Pérez.  Para fines de siglo, la situación económica de los Perón se volvió difícil y don Mario decidió probar suerte en la Patagonia. En  una estancia al noroeste de Río Gallegos, Santa Cruz. Implicó un mundo lleno de aventuras para los hermanos Perón. Aquellas expediciones en compañía de su padre y su hermano fueron el primer contacto con un paisaje que años después describiría minuciosamente en su libro Toponimia patagónica de etimología araucana.  Juancito se trasladó a Buenos Aires y se instaló en la casa de la abuela paterna, Dominga Dutey, para estudiar en la escuela ubicada en la calle San Martín 548 y luego en el Colegio Internacional Politécnico de Olivos.  
                                                    La curiosa historia del famoso abrigo de Perón que se hizo en tres ...
Cuando cumplió los 15, comenzó a estudiar las materias para ingresar en la Facultad de Medicina. Parecía dispuesto a seguir la tradición familiar y los deseos de su padre. Pero rindió y aprobó el examen de ingreso al Colegio Militar. Por ser quinto en el orden de mérito, consiguió una beca de apoyo económico. La vida militar no le trajo al joven Perón mayores dificultades. Era buen jinete y estaba acostumbrado al uso de las armas, el esfuerzo físico y las incomodidades de la vida al «aire libre”   Perón se recibió de subteniente de infantería el 13 de diciembre de 1913. Su padre le regaló como tributo de graduación tres libros que lo marcarían para siempre: Vidas paralelas, de Plutarco; Martín Fierro, de José Hernández y Cartas de Lord Chesterfield a su hijo Philip Stanhope.   La influencia del Martín Fierro en Perón será enorme. Fuente permanente de citas para sus escritos y discursos, le gustaba recitar frente a sus visitantes varios de sus octosílabos de memoria.  El flamante oficial Perón cumplió sus primeros cinco años de servicio en el Regimiento 12 de Infantería de Línea, con asiento en Paraná. Los informes sobre su aptitud física lo califican de «muy bueno» y como un «oficial de porvenir». En 1914, su pasión por el boxeo lo llevó a fundar el Boxing Club de Paraná, De aquellos años formativos contará Perón:  El 2 de abril de 1916, en las primeras elecciones sin fraude de la historia argentina, Perón estrenó su libreta de enrolamiento votando, como muchos compatriotas, por Hipólito Yrigoyen. Dos años más tarde integró varias comisiones militares enviadas a reprimir las huelgas y conflictos sociales en la zona de La Forestal. Allí pudo ver la miseria y la explotación en su punto más alto y la rapiña de la compañía británica que deforestaba impunemente amplias zonas derribando miles y miles de monumentales y añosos quebrachos sin plantar un solo árbol. La Forestal llegaba a cortarles el agua y el suministro de comida a las familias obreras.   
                                                              Perón, el elegido del pueblo | Notas
En noviembre de 1918, mientras se produce el desenlace de la Primera Guerra Mundial, escribe a sus padres una curiosa carta. En ella recoge la visión revisionista de la historia argentina, que estaba en las antípodas de la recibida en el Colegio Militar, donde había tenido como profesor nada menos que a Ricardo Levene, el pope de la historia liberal argentina:  “Mis queridos padres: Hoy he recibido carta y me alegra mucho que estén buenos y contentos con el triunfo de las ideas aliadas; yo la critico desde el punto de vista puramente neutral y argentino. Por la única que sentí siempre ser germanófilo fue porque Francia ha dado ejemplos de guerrera, pero también ha pecado grandemente de ingenua y se ha dejado arrastrar a la ruina casi, por oír los necios consejos de conquista comercial de la Pérfida Albión. No olvides papá, que este espíritu de patriotismo que vos mismo supiste inculcarme brama hoy un odio tremendo a Inglaterra, que se rebeló en 1806 y 1807 y con las tristemente argentinas Islas Malvinas, donde hasta hoy hay gobierno inglés; por eso fui contrario siempre a lo que fuera británico, y después del Brasil a nadie ni a nada tengo tanta repulsión. Francia e Inglaterra siempre conspiraron contra nuestro comercio y nuestro adelanto… Rosas con ser tirano, fue el más grande argentino de esos años y el mejor diplomático de su época… Rosas antes que todo fue patriota“.   
                                            SOBERANÍA NACIONAL / San Martín, Rosas y Perón… – Corriente ...
Perón fue trasladado al Arsenal Esteban de Luca en Buenos Aires y en enero de 1919 le tocó participar en la represión de la gran huelga obrera que pasará a la historia como la Semana Trágica. su biógrafo oficial, Enrique Pavón Pereyra, pone en boca de Perón estas palabras:  “Cuando los obreros se declaran en huelga, reclamando salarios, como en la Semana Trágica, se dijo que eran comunistas, que eran rusos; me inclino a pensar que eran solamente pobres argentinos azotados por las miserias fisiológicas y sociales”.
En 1920 fue transferido a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral en Campo de Mayo.  prontamente se convirtió en un militar carismático. En 1924, Perón fue ascendido a capitán. Al poco tiempo conoció a Aurelia «Potota» Tizón, una bella maestra de 17 años, concertista de piano y guitarra. El 5 de enero de 1929, se convirtió en la primera esposa de Perón. 
                                               Señorita Cluney on Twitter: "4 Aurelia Tizón, a quien llamaban ...    
Durante los meses previos al golpe de Estado que derrocó al presidente radical Hipólito Yrigoyen, Perón trabajó a favor del movimiento. Sus líderes visibles eran los generales José Félix Uriburu y Agustín Pedro Justo, que si bien coincidían en la metodología golpista para deponer a Yrigoyen, mantenían importantes diferencias sobre las formas políticas a aplicar a la hora de ejercer el poder. Mientras Uriburu pretendía hacer una profunda reforma constitucional que terminara con el sistema de partidos para implantar un régimen corporativo, Justo planteaba un modelo de gobierno provisional que convocara a elecciones en un tiempo prudencial y restableciera el clásico sistema de partidos con las restricciones que los dueños del poder creyeran convenientes, o sea, una democracia de ficción y fraudulenta.  No pocos oficiales y suboficiales se sumaron al golpe sin medir las consecuencias, sin tomar conciencia cabal del error gravísimo que estaban cometiendo. Uno de ellos, Perón, comentaba al respecto: “ yo recuerdo que el presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender a su pueblo. Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores. Yo, en esa época, era un joven y estaba contra Yrigoyen, porque hasta mí habían llegado los rumores, porque no había nadie que los desmintiera y dijera la verdad” 

domingo, 29 de marzo de 2020

Fallecimiento de Don Ale Fandi, Ciudadano Ilustre de Gral San Martín

por Julio R. Otaño
Un día muy triste, hoy 28 de marzo de 2020, ya que se fueron dos compañeros Aldo Ambrosino y un prócer del Peronismo Don Ale Fandi. Aldo, joven aún, se fue después de pelearla durante 34 días y dejando un vacío imposible de cubrir; Don Ale Fandi fue un ejemplo de dirigente y de hombre. Dos veces concejal por el PJ de Gral San Martín, adhirio desde muy joven al peronismo y fue partícipe de la resistencia (estuvo detenido durante el Plan Conintes) que logró el retorno definitivo de Perón. Siempre considerado modelo de militante fue declarado Ciudadano Ilustre del Partido de Gral. San Martín en el año 2013. 
La imagen puede contener: 2 personas, incluido Hector Rey, personas de pie y calzado Padrino de nuestros Héroes de la Guerra de Malvinas lo he visto todos estos años acompañando las causas y actos patrióticos (junto con su hija Eva) jamás faltaba a los actos en Homenaje al General San Martín, al Gral Belgrano, a Perón y Evita. a los veteranos de Malvinas y desde luego a Don Juan Manuel de Rosas. Siempre amable, modesto, con una palabra moderada y un espíritu juvenil, narrando acontecimientos que hicieron historia. Gracias por ser modelo de hombre político y de hombre de bien. Compañeros Ale y Aldo, descansen en paz. Bien viaje de retorno a la casa del Padre.
La imagen puede contener: 4 personas, incluido Hector Rey, personas de pie  La imagen puede contener: 10 personas, incluido Nestor Raimundo Güichal, personas sentadas, multitud y exteriorLa imagen puede contener: 13 personas, calzado y exteriorLa imagen puede contener: 3 personas, incluido Carlos Isla, personas sentadasLa imagen puede contener: 4 personas, incluidos Carlos De Santis, Juan Carlos Paoletta y Orsini Pablo, trajeLa imagen puede contener: 6 personas, incluidos Pina Poggi y Orsini Pablo, personas de pie y exterior La imagen puede contener: 4 personas, incluido Carlos De Santis, personas de pie

sábado, 28 de marzo de 2020

Vicente Sierra, liturgo de la historia argentina

Por Sebastián Sánchez

Enseña Chesterton que existen tres modos de escribir historia. El primero, "que solíamos encontrar en los libros de nuestra infancia, era pintoresco y en extremo falso. Otro, adoptado por los académicos, es el de pensar que se puede seguir siendo falso, siempre que se evite ser pintoresco". Para estos eruditos -dice Chesterton- "es suficiente que una mentira sea oscura para que se la crea verdadera". (¡Ay! ¡cuantos cultores de lo abstruso y apócrifo abundan por estos pagos!).   

                              

Pero para el genial Gordo existe aún un tercer modo de escribir historia, aquél "que utiliza lo pintoresco de tal forma que parezca un símbolo de la verdad en lugar de un símbolo de la mentira". Así, de esa original manera, que consiste en hacer evidente la verdad sin mengua de la belleza, supo escribir Vicente Sierra, nuestro gran historiador.   

No abundaremos demasiado en su ilustre biografía salvo para decir que nació en Buenos Aires en 1893 y que allí murió en 1982, a poco de terminar la Guerra de Malvinas. 

Asimismo, no es ocioso recordar que fue esencialmente autodidacta por lo que no deja de asombrar la vastedad y profundidad de su sapiencia. Durante muchos años ejerció el noble oficio de profesor de secundaria (solía decir que "lo que en la escuela argentina se enseña no es Historia; apenas si es un no siempre atractivo anecdotario... y muchas veces falso") y más tarde, ya maduro, enseñó en la Universidad de Buenos Aires y en la del Salvador. 

Por otro lado, no puede obviarse su paso por la función pública -siempre bajo los gobiernos peronistas a los que adhirió, y el hecho de que en 1973 sucediera a Jorge Luis Borges en la dirección de la Biblioteca Nacional.    

Vicente Sierra le obsequió a la Argentina un conjunto extraordinario de libros, entre los que mencionamos sólo algunos: Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispanoamérica (1944); Historia de las ideas políticas en la Argentina (1950); Así se hizo América (1952); Los Reyes Católicos. En torno a las Bulas Alejandrinas de 1493 (1953) y El hombre argentino y su historia (1966). 

Sin embargo, más allá de lo hasta aquí indicado, importa dejar anotado lo que a nuestro entender representa las columnas fundamentales, los ejes vertebrales de su obra histórica.   Lo primero es su cabal comprensión de que el origen y el ser de la Argentina es la Cristiandad hispana o la Hispanidad cristiana, que lo mismo da. De Castilla y de la Iglesia venimos -por ellas "somos"- y esa certeza recorre todas sus páginas.   

 El segundo gran puntal de su trayectoria intelectual es su incondicional amor por la Argentina. Fue el suyo -¿cómo no?- un amor doliente pero no desesperanzado. Nuestro autor no peroró sobre la "inviabilidad" de la Argentina sino que, por el contrario, procuró contribuir en las vías de su salvación.  La tercera y fundamental columna de su tarea historiológica es el entendimiento del carácter Cristocéntrico de la historia. Nadie más lejos del historicismo que Vicente Sierra pues entendió la historia a la luz de la irrupción del Verbo en ella. Ni quiso ni pudo estudiar el pasado de un modo distinto -por no decir prosaico- que el otorgado por el sentido de lo Eterno, sub specie aeternitatis.   
En ese aspecto, es posible que su libro más señalado sea el excepcional El sentido misional en la Conquista de América (1942), obra de abundante trabajo archivístico y hermenéutico y a la vez pletórica de originales reflexiones sazonadas con poético talante. En ese libro esencial Sierra explica la forja de la Cristiandad indiana que, proviniendo de la Iglesia y de Castilla, se resolvió finalmente en nuestras patrias autónomas.    Y lo propio se vislumbra en su agotadísima e inhallable Historia de la Argentina -cuyos 10 tomos escribió entre 1956 y 1972- en la que el sentido providencial de la historia palpita detrás del factum, de cada hecho descripto y explicado, lo mismo si se trata de un tratado que de un negociado económico, de una batalla heroica, una misión religiosa o un acuerdo constitucional. Por esas páginas despunta siempre la feliz asociación entre labor científica y atención a lo Alto, sin que nunca quede desmentida la distinción entre lo natural y lo sobrenatural.    Vicente Sierra fue un científico -conoció y enseñó por las causas- pero se engañará quien busque en sus libros las estrecheces mentales del positivista o el reduccionismo petulante del materialista. El hizo ciencia histórica al modo católico, con el esencial auxilio de la poesía y la metafísica.   Por eso, con toda justicia puede considerársele un historiador "liturgo" -siguiendo el acertado y singular descubrimiento de Antonio Caponnetto- pues escribió historia reconociendo el plan de la Providencia, entendiendo el pasado de modo sacramental, recorriéndolo con la certeza de la fe y la guía de la teología.    Vicente Sierra, ajeno al "pensamiento enjaulado" de las ideologías, carente de taras historiográficas, dejó a los argentinos una obra superlativa, hoy casi olvidada. Entendemos su ausencia del panteón de los "taitas oficiales" de la historia, como ocurrente y certeramente enseñó Castellani, pero no nos resignamos a su ingrato olvido.   Haga la prueba, amable lector, y procure conseguir algún libro de este noble historiador. Será tarea inútil. Hoy lo importante es ser amigo de las novedades, obnubilarse con la "bibliografía actualizada" -por falsa que sea- y desechar la antigua, por buena, bella y verdadera que sea. Quizás -¿quién lo sabe?- esta página sirva para que algún buen librero, de esos que nos consta aún subsisten, se proponga la reedición de los libros de este liturgo de la historia argentina. Dios lo permita

viernes, 27 de marzo de 2020

Max Weber y el Estado como monopolio del Poder: tipos de Dominación

Por el Dr. Julio R. Otaño
Max Weber: (Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo alemán. Max Weber era hijo de un jurista y político destacado del Partido Liberal Nacional en la época de Bismarck. Estudió en las universidades de Heidelberg Y Berlín, interesándose especialmente por el Derecho, la Historia y la Economía. Las primeras investigaciones de Max Weber versaron sobre temas económicos, algunas de ellas realizadas por cuenta de los intelectuales reformistas conocidos como «socialistas de cátedra». Desde 1893 fue catedrático en varias universidades alemanas, fundamentalmente en Heidelberg, salvo los años 1898-1906 en que, aquejado de fuertes depresiones, dejó la enseñanza para dedicarse a viajar y a investigar. En 1909 fundó la Asociación Sociológica Alemana.  Fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender. Weber puso los fundamentos del método de trabajo de la sociología moderna, a base de construir modelos teóricos que centren el análisis y la discusión sobre conceptos rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue la obra de Weber sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905); trabajando sobre los tipos ideales del «burgués càpitalista», la «ética protestante» y el «capitalismo industrial», estudió la moral que proponían algunas sectas calvinistas de los siglos XVI y XVII para mostrar que la reforma protestante habría creado en algunos países occidentales una cultura social más favorable al desarrollo económico capitalista que la predominante en los países católicos. Observó que el capitalismo moderno surgió primero en países protestantes, como Inglaterra y los Países Bajos.​ Teniendo en cuenta que el protestante es aquella persona estimulada a trabajar duramente y a practicar la austeridad para mayor gloria de Dios. Sin embargo su análisis se concentra en el calvinismo debido a que la doctrina de la predestinación alienta al creyente a buscar signos de su elección, entre los cuales se destaca el éxito en el trabajo contradiciendo así el análisis marxista.​ Por tal motivo, el trabajo en el mundo material goza para el calvinista de la más alta valoración ética positiva. La posesión de riqueza es algo importante y su acumulación se condena moralmente sobre la medida en que incita al lujo y a la pereza. Los orígenes del espíritu capitalista deben buscarse en aquella ética religiosa que se desarrolló de la forma más precisa en el calvinismo. Weber expone un documento de Benjamín Franklin que resume características del “espíritu”, resume los principios de esa ética o ethos del capitalismo moderno, que viene a decir que la moralidad es útil porque proporciona crédito y éstas con virtudes que benefician solo al individuo.   El hombre no existe para el negocio, sino que el negocio existe para el hombre. El “espíritu” rechaza el reconocimiento social, de la importancia a lo cualitativo y no lo cuantitativo.   Weber reivindicó la importancia de los elementos culturales, religiosos y las mentalidades colectivas en la evolución histórica, rechazando la exclusiva determinación económica defendida por Marx y Engels. Frente a la prioridad de la lucha de clases como motor de la historia en el pensamiento marxista, Weber prestó más atención a la racionalización como clave del desarrollo de la civilización occidental: un proceso guiado por la racionalidad instrumental plasmada en la burocracia.   Todos estos temas aparecen en su obra póstuma Economía y sociedad (1922). Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas de su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). Y después de la derrota adquirió influencia política como miembro del comité de expertos que acudió en representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París (1918) y como colaborador en la redacción de la Constitución republicana de Weimar (1919).


Estado-dominio-monopolio del poder legítimo
El Estado es aquella comunidad humana en el interior de un determinado territorio que reclama para sí, con éxito, el monopolio de la coacción física.  La política será la aspiración a la participación en el poder: la distribución, conservación o desplazamiento del poder.    Quien hace política aspira a poder.  El Estado es una relación de dominio de hombres sobre hombres apoyado en el medio de la coacción legítima. Para que subsista es necesario que los hombres dominados se sometan a la autoridad de los que dominan.

Motivos de la legitimidad de una dominación hay tres en principio:
1) Dominación tradicional: se obedece por tradición, porque así lo establecen las costumbres de un pueblo. Hay un líder y hay seguidores de ese líder. Entre los seguidores y el líder hay un grupo intermedio que impide que la dominación del líder sobre los seguidores sea tan directa, mediando la relación. Este es el ejemplo de los pueblos antiguos.
2) Dominación carismática: se obedece porque los seguidores ven en el líder a un líder con carisma. La devoción de su séquito se dirige a su persona y cualidades. Es una dominación directa que vincula al líder con los seguidores sin intermediarios. Un ejemplo es el gran demagogo y jefe político de un partido. Es particular de Occidente, el caudillaje político como Juan Manuel de Rosas
3) Dominación racional-legal: se obedece porque así lo dice la ley y los reglamentos (sociedades modernas). La estructura de dominación es mucho más compleja. Quien está en la base de la estructura obedece a su inmediatamente superior y, a la vez, al que está en la cúspide.  Cualquier empresa de dominación necesita por un lado la actitud de obediencia en el comportamiento humano con respecto a quienes se dan por portadores del poder legítimo y, por otro lado, por medio de tal obediencia, la disposición de elementos materiales necesarios para el empleo físico de la coacción, es decir: el cuerpo administrativo personal y los medios materiales de administración.  El desarrollo del Estado se inicia a partir del momento en que se empieza a expropiar por parte del príncipe a aquellos productores de poder administrativo que figuran a su lado.
La Burocracia
El Estado moderno es una asociación de dominio que, en el interior de un territorio, ha tratado con éxito de monopolizar la coerción  física legítima como instrumento de dominio, y reúne a dicho objeto los medios materiales de explotación, habiendo expropiado para ello a todos los funcionarios de la clase autónomos, y colocándose a sí mismo, en lugar de ellos, en la cima suprema.    En el Estado moderno, el verdadero dominio, que consiste en el manejo diario de la administración, se encuentra necesariamente en manos de la burocracia, tanto militar como civil. Se da un progreso hacia el funcionario burocrático. Así es cuando el Estado es un gran Estado de masas.      Funcionarios a sueldo deciden acerca de las necesidades de cada día. También el ejército moderno de masas es un ejército burocrático, y el oficial es una categoría especial de funcionario.    El Estado moderno es una “empresa” con el mismo título que una fábrica: los utensilios, existencias y medios pecuniarios indispensables para la empresa y su existencia económica están concentrados bajo la facultad de disposición del empresario.   El proceso hacia lo burocrático está en la conexión más íntima con el desarrollo capitalista moderno. La empresa capitalista moderna descansa ante todo en el cálculo.   Necesita para su existencia una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente.

ESTADO Y POLITICA
Hay dos maneras de hacer de la política una profesión.  En efecto, se vive “para” la política o “de” la política.     El que vive “para” la política hace de ella su vida. La distinción se refiere a un aspecto económico: vive “de” la política como profesión el que aspira a hacerse de ella una fuente permanente de ingresos, y vive “para” la política aquel en quien no sucede tal cosa.   Para que, en este sentido, económico alguien pueda vivir “para” la política, ha de ser independiente de los ingresos que la política le pueda reportar.   Sus ingresos deben ser independientes de su trabajo.   Ni el trabajador ni el empresario son sustituibles en tal sentido. La dirección de un Estado o de un partido por personas que viven exclusivamente para la política y no de ella implica necesariamente un reclutamiento de las clases políticamente dominantes.  Esto no significa afirmar que la capa políticamente dominante no trata de aprovechar su dominio político en beneficio de sus intereses económicos privados.   Significa que los políticos profesionales no se ven directamente obligados a buscar para su actividad política una retribución, como ha de hacerlo obviamente el que carece de bienes de fortuna propios. Tampoco significa que los políticos carentes de tales bienes tengan sólo en vista sus intereses privados en la política.   La política puede ser honorífica y practicarse por personas de “independientes”, o sea pudientes, rentistas.   El político profesional que vive “de” la política puede ser un punto “prebendario” (obtiene ingresos por determinadas actividades) o un “funcionario” a sueldo.                  El príncipe, que cada vez quedaba más relegado, trataba de sustraerse al peso creciente de la formación profesional de los funcionarios y de conservar la dirección suprema en sus manos: esta lucha entre el funcionarismo profesional y la autocracia se daba en todas partes.La situación sólo cambió frente a los Parlamentos y a las aspiraciones al poder de los jefes de los partidos.  Los funcionarios tenían interés en que los puestos directivos se proveyeran de sus filas, convirtiéndose así en oportunidad de ascenso.  Y el monarca, por su parte estaba interesado en poder nombrar a los ministros, a su criterio.  Por otra parte, el monarca también necesitaba de una persona individual responsable que respondiera ante el Parlamento, se le enfrentara y negociara con él.   Aquí se desarrolló el “gabinete” con el jefe unitario del Parlamento al a cabeza.  El gabinete necesitaba una guía responsable para todas las decisiones: el jefe de gabinete.  Este sistema ponía a la cabeza del aparato de funcionarios al jefe del partido vencedor, por elección popular directa, ligándolo sólo a la aprobación del Parlamento.  El desarrollo de la política en “empresa” imponía ahora la separación de los funcionarios públicos en dos categorías: los funcionarios profesionales y los funcionarios políticos.    Estos últimos se distinguen porque se les puede transferir y despedir en cualquier momento.  Los funcionarios profesionales no han de hacer política, sino que han de administrar de modo imparcial.  Un funcionario que recibe una orden en su opinión equivocada, puede formular reparos.  Pero si el superior jerárquico la mantiene a pesar de ello, entonces el deber del funcionario está en ejecutarla como si correspondiera a su convicción.  El funcionario está por fuera de la lucha por el poder propio y la responsabilidad personal.

jueves, 26 de marzo de 2020

Comandancia de los Santos Lugares de Rosas (Hoy Museo Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín)

Por el Prof. Julio R. Otaño 
Alrededor de 1840 el Gobernador y Encargado de las Relaciones Exteriores Juan Manuel de Rosas establece el Celebre Cuartel General de los Santos Lugares de Rosas, con base en las antiguas construcciones del convento de los Mercedarios, lIamadas "Las Crujias", y el que al poco tiempo se convirtió en el más importante centro militar de la Confederación.  La irradiación de las actividades colaterales del Cuartel General, de artesanos, profesionales y  asistentes de diversa orden, más el caudal humano especifico del ejército, contándose en forma  permanente con efectivos de las distintas armas que oscilaba entre los dos mil y cinco mil hombres,  produjeron un acentuado crecimiento poblacional y comercial del pueblo, que se mantuvo constante hasta 1852.

    Museo Histórico de Rosas (1840), Argentina .............. … | Flickr
El Cuartel General en su apogeo, ocupaba los terrenos que hoy corresponden a San Andrés, comenzando desde su asentamiento principal en el edificio de La Crujía que estaba ubicado aproximadamente sobre la intersección de las actuales Avenida Presidente Perón y Ayacucho y sus construcciones complementarias y carpas para la tropa hacia el otro edificio que fue de los Mercedarios y también cuartel, en parte del hoy Liceo Militar General San Martin (posiblemente comunicados a través de túneles).  
Rosas ordenó la construcción de una casa para su exclusivo alojamiento y que funcionó como Comandancia.  Las únicas personas autorizadas a acceder a la misma fueron el General Agustín Pinedo, Jefe supremo de los cuarteles y el Edecán y amigo de la familia Rosas: Antonino Reyes.
 La presencia habitual del Jefe de la Confederación en esta casa, posibilitó que aquí se escribiera gran parte de nuestra historia, aquí se ratificó la Convención Arana-Mackau, fechada en los Santos Lugares de Rosas el 31 de octubre de 1840 y luego entre 1845 y 1846, Rosas desde aquí, asumió la dirección estratégica de la "Guerra del Paraná" sostenida contra la Intervención Armada Anglo-Francesa y cuyo ícono fue la Batalla de la “Vuelta de Obligado”.  A unos 100 metros entre las calles Ayacucho y La Crujía fueron fusilados Camila y el Sacerdote Gutiérrez víctimas de una sociedad rígida, inflexible y con el agravante de una guerra civil.
Una vez loteados los terrenos, cambió toda la geografía física y humana. 
Sólo quedó la antigua comandancia adquirida por la familia Comastri, quién la conservó, con pequeños detalles; es el único testimonio físico de las antiguas construcciones del Cuartel General.
El Instituto de Investigaciones Históricas de Gral. San Martín encabezado por los Historiadores Jorge Perrone, Jaime González Polero, Mario Fraire, Peralta, Peláez, el padre Clovis, los hermanos Torreira, Luis Agosta buscaron incansablemente que la reliquia fuera adquirida por el Estado Municipal.  Para tener una idea: donde estaban las caballerizas hoy se encuentran regios duplex.......
El Intendente Carlos Brown mostró interés en adquirirla pero finalmente y por decisión Política del Intendente Antonio César Libonatti y el HCD se logró comprarla.  

Transformándose en el "Museo Regional Juan Manuel de Rosas"...Museo Histórico sito en la calle Diego Pombo 3324 de San Andrés.  Jaime González Polero, un gran luchador por la reivindicación de Rosas fué su primer Director.   
El Auditorio del Museo lleva su nombre.
El Intendente Dr. Ricardo Ivoskus realizó importantes obras y su sucesor el Dr. Gabriel Katopodis procedió a muchas reformas culturales y técnicas que lo han puesto en valor y no sólo es un orgullo de los sanmartinenses sino de aquellos que aman la Historia Nacional.  Durante muchos años, el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas presidido por el Dr. Carlos De Santis y la Asociación Cooperadora presidida por el Dr. Guichal realizaron y realizan múltiples conferencias y mesas redondas, sobre temáticas históricas. Además todos los 20 de Noviembre se celebra el Acto OFICIAL DEL DÍA DE LA SOBERANÍA.
HOY ES UN LUGAR HISTÓRICO Y CULTURAL QUE NADIE DEBE DEJAR DE CONOCER.
Revisionistas de Gral San Martín: Inaguración sala "Juan Manuel de ...             El municipio refacciono el museo juan manuel de rosas 2 ...

sábado, 21 de marzo de 2020

Michel Foucault y el Poder


Por el Dr. Julio R. Otaño
El Poder es la Capacidad que tiene una persona o un grupo de personas de imponer y tomar decisiones dentro de un sistema social, subsistema y parasistema, sobre otras personas o grupos de personas, con el consentimiento de éstas o en contra de su voluntad dentro de una relación dinámica y antagónica.  De esta definición podemos deducir que el poder siempre importa un comportamiento arbitrario dentro de una relación de mando-obediencia, una capacidad de imponer criterios y valores a costa de la opinión favorable y adversa de los demás, encuadrada en una actividad humana interrelacionada, dinámica y por ende conflictiva en una sistema político. 
Cuando la capacidad de decisión está respaldada por la fuerza pública y amparada por el Derecho Positivo, el poder se convierte en autoridad y es legítimo.
El poder, siguiendo la concepción foucaultiana, es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada. Ello implica que:   No hay un centro único y centralizado desde donde emana el poder sino que el poder está y viene de todas partes. El poder es siempre relacional y por lo tanto, un mismo sujeto puede ocupar una situación de dominio en una relación social dada y una situación de dominado en otra. De ahí que la metáfora que más da cuenta del concepto de relaciones de poder es la de la red.    El poder no se ejerce solamente desde un arriba donde están los dominadores hacia un abajo donde están los dominados sino que el sujeto está inmerso en relaciones de poder que lo atraviesan en múltiples direcciones. El poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, el poder se ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias.  
No hay un centro único de rechazo, rebelión o subversión del poder.
Lo que define una relación depoder es, por lo tanto, que constituye un modo de acción que no actúa directa o inmediatamente sobre otros.
Actúa, por el contrario, sobre acciones,sobre acciones existentes o sobre aquellas que pueden seguir en el presente o en el futuro (Foucault, 1990)
 Michel Foucault: filósofo francés nacido en 1926, que intentó mostrar que las ideas básicas que la gente considera verdades permanentes sobre la naturaleza humana y la sociedad cambian a lo largo de la historia.  Sus estudios pusieron en tela de juicio la influencia del filósofo político alemán Karl Marx y del psicoanalista austriaco Sigmund Freud.
Foucault aportó nuevos conceptos que desafiaron las convicciones de la gente sobre la cárcel, la policía, la seguridad, el cuidado de los enfermos mentales, los derechos de los homosexuales y el bienestar. Foucault estudió filosofía occidental y psicología en la École Normale Supérieure de París.     Durante la década de 1960, encabezó los departamentos de filosofía de las Universidades de Clermont-Ferrand y Vincennes (conocida de forma oficial como Centro Universitario Experimental de Vincennes). En 1970 fue elegido para el puesto académico más prestigioso en Francia, en el Collège de France, con el título de profesor de Historia de los Sistemas de Pensamiento. Uno de los análisis modernos más amplios sobre la importancia del poder en la actividad humana proviene de los trabajos del filósofo francés Michel Foucault: «El poder se encuentra en todos los sitios... porque no proviene de ningún sitio.»   
Para Foucault, el poder es ejercitado con una determinada intención y son acciones sobre otras acciones a fin de interferir con ellas. Foucault no recurre a la violencia, sino que afirma que el poder presume libertad en el sentido en que el poder no es forzar, sino formas de hacer que la gente se comporte por sí misma de modo distinto de cómo lo hubiesen hecho de otra manera.  Un modo de realizar esto es mediante la amenaza con violencia. Pero tratar de convencer a alguien de lo contento que se sentirá si adquiere un determinado producto, es también una forma de ejercitar el poder, y en el marketing hay un gran conocimiento de cómo (intentar) efectuar este cambio de comportamiento.   Los trabajos de Foucault analizan la relación entre poder y conocimiento.  El filósofo francés subraya las formas de poder disimulado: así, Foucault afirma que los sistemas de creencias ganan ímpetu (y por tanto poder) cuando un mayor número de gente acepta los puntos de vista asociados con el sistema de creencias como conocimiento general (hegemonía).  Tales sistemas de creencias definen su autoridad, como los médicos (en el sistema de creencias de la medicina occidental) o los curas (en el sistema de creencias de la religión católica).  Con tales sistemas de creencias, las ideas cristalizan como correctas o incorrectas, como normales o desviadas.  Estas ideas, consideradas como “verdades” irrefutables, definen una particular manera de ver el mundo.     El poder no es esencialmente represivo; puesto que incita, suscita, produce.    Se ejerce más que se posee; dado que no posee una forma definida; «el poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos, y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias»...   
Pasa por los dominados tanto como por los dominantes; ya que pasa por todas las fuerzas en relación.  Durante las décadas de 1970 y 1980, su reputación internacional creció gracias a las numerosas conferencias y cursos que impartió por todo el mundo.
La última etapa de Foucault empezó con la publicación de Vigilar y castigar, en 1975.   Se preguntaba en este ensayo si el encarcelamiento es un castigo más humano que la tortura, pero se ocupa más de la forma en que la sociedad ordena y controla a los individuos adiestrando sus cuerpos; por ejemplo, un entrenamiento básico puede disciplinar y preparar a una persona para ser un soldado.   Los últimos tres libros de Foucault Historia de la sexualidad, Volumen I: Introducción (1976), El uso del placer (1984) y La preocupación de sí mismo (1984), son parte de una truncada historia de la sexualidad.                                                                                                       
En estos libros, Foucault rastrea las etapas por las que la gente ha llegado a comprenderse a sí misma en las sociedades occidentales como seres sexuales, y relaciona el concepto sexual que cada uno tiene de sí mismo con la vida moral y ética del individuo.                         En todos los libros de este último periodo, Foucault intenta mostrar que la sociedad occidental ha desarrollado un nuevo tipo de poder, al que llamó bio-poder, es decir, un nuevo sistema de control que los conceptos tradicionales de autoridad son incapaces de entender y criticar.  En vez de ser represivo, este nuevo poder realza la vida. Foucault anima a la gente a resistir ante el Estado del bienestar desarrollando una ética individual en la que cada uno lleve su vida de tal forma que los demás puedan respetarla y admirarla. Murió en 1984 víctima de sida.
   Sujetos: La noción de sujetos permite hablar de personas ubicadas en tiempo y espacio, que establecen relaciones, y cuyas acciones y representaciones se desarrollan en contextos socio-culturales específicos. 
El contexto forma parte de cada uno de los sujetos entramándose en la constitución de la subjetividad, y se inscribe como memoria con todas las experiencias de realidad vividas y las significaciones, anhelos, deseos, expectativas que los otros tienen sobre uno y sobre el nosotros.
Las relaciones que establecen los sujetos –las relaciones sociales–, son siempre relaciones de poder.   Asumir esta perspectiva permite el análisis de las relaciones sociales como relaciones de lucha y disputa por posiciones sociales, por espacios, por bienes, por significados, por derechos y responsabilidades. 
Los tipos de relaciones entre los sujetos son también objeto de conocimiento en esta materia, tanto en sus caracterizaciones como relaciones de producción, de significación, o como en las modalidades que asuman y se logren describir, como por ejemplo cooperación, enfrentamiento, desigualdad, dominación, solidaridad, reciprocidad.  Las relaciones sociales no son sólo entre sujetos individuales.
Los sujetos existen como personas individuales –individuos– y también como colectivos, tomando la forma de grupos, asociaciones, organizaciones, movimientos, instituciones, comunidades, entre otras.
La dimensión colectiva de las relaciones sociales es fundamental para entender los sentidos de pertenencia, la construcción de identidades, los intereses en juego, el por qué de los vínculos de unos con otros, y sobre todo, para comprender el carácter social de las relaciones humanas y con ello, la potencialidad incluyente de los vínculos entre los sujetos, los grupos y la sociedad en general.
En el caso particular de la escuela, el enfoque de derecho desde el cual se concibe a todo ser humano conlleva el mutuo reconocimiento de los actores institucionales –directivos, docentes, alumnos, auxiliares, etcétera- como personas, no sólo con la capacidad de poder hacer sino con el derecho y la responsabilidad de intervenir en aquello de lo que son parte

sábado, 14 de marzo de 2020

La Fiebre Amarilla de 1871: actitud del Presidente Domingo Faustino Sarmiento

Por el Prof. Jbismarck
La fiebre amarilla había llegado anteriormente a Buenos Aires en los barcos que arribaban desde la costa del Brasil, donde era endémica. ​ No obstante, la epidemia de 1871 se cree que habría provenido de Asunción del Paraguay, portada por los soldados argentinos que regresaban de la Guerra de la Triple Alianza;​ ya que previamente se había propagado en la ciudad de Corrientes. ​ Algunas de las principales causas de propagación de esta enfermedad, transmitida por el mosquito Aedes aegypti,: la provisión insuficiente de agua potable; la contaminación de las napas de agua por los desechos humanos; el clima cálido y húmedo en el verano; el hacinamiento en que vivían en los conventillos los inmigrantes europeos, los saladeros que contaminaban el Riachuelo -límite sur de la ciudad-, el relleno de terrenos bajos con residuos y los riachos -denominados «zanjones»- que recorrían la urbe infectados por lo que la población arrojaba en ellos.  La plaga de 1871 hizo tomar conciencia a las autoridades de la urgente necesidad de mejorar las condiciones de higiene de la ciudad, de establecer una red de distribución de agua potable y de construir cloacas y desagües.  En 1871 convivían en la ciudad de Buenos Aires el Gobierno Nacional, presidido por Domingo Faustino Sarmiento, el de la Provincia de Buenos Aires, con el gobernador Emilio Castro, y el municipal, presidido por Narciso Martínez de Hoz.  Situada sobre una llanura, la ciudad no tenía sistema de drenaje, la situación era muy precaria en lo sanitario y existían muchos focos infecciosos como el Riachuelo convertido en sumidero de aguas servidas y de desperdicios arrojados por los saladeros y mataderos situados en sus costas. 
Un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires. Juan Manuel Blanes ...
Dado que se carecía de un sistema de cloacas, los desechos humanos acababan en los pozos negros, que contaminaban las napas de agua y en consecuencia los pozos, que constituían una de las dos principales fuentes del vital elemento para la mayoría de la población.​ La otra fuente era el Río de La Plata, de donde el agua se extraía cerca de la ribera contaminada y se distribuía por medio de carros aguateros, sin ningún saneamiento previo.  La ciudad crecía vertiginosamente debido principalmente a la gran inmigración extranjera: para esa época vivían tantos argentinos como extranjeros, y estos últimos sobrepasarían a los criollos pocos años más tarde. El primer censo argentino de 1869 registró en la Ciudad de Buenos Aires 177 787 habitantes, de los cuales 88126  eran extranjeros; de estos, 44 233 -la mitad de los extranjeros- eran italianos y 14 609 españoles.   Desde principios del año 1870 se había tenido noticias en Buenos Aires de un recrudecimiento de la fiebre amarilla en Río de Janeiro. En el mes de febrero —y nuevamente en marzo— se logró evitar el desembarco de pasajeros infectados que llegaron en dos vapores desde esa ciudad. No obstante, el presidente Sarmiento vetó el proyecto de extender la cuarentena a todos los buques procedentes de esa ciudad y en una oportunidad ordenó autorizar el desembarco de los pasajeros de dos buques provenientes de Río de Janeiro y la prisión del médico del puerto de Buenos Aires por haberlo impedido.  
Durante la guerra, la ciudad de Corrientes había sido el centro de comunicación y abastecimiento de las tropas aliadas, incluidas las brasileñas, de modo que no es seguro que la enfermedad haya llegado desde el Paraguay. En esta ciudad de 11 000 habitantes, murieron de fiebre amarilla alrededor de 2 000 personas entre diciembre de 1870 y junio del año siguiente.  Soldados que regresaron de la guerra transportaron el virus; se da como fecha de iniciación de la epidemia en Buenos Aires el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Pública de San Telmo Las mismas tuvieron lugar en dos manzanas del barrio de San Telmo, lugar que agrupaba a numerosos conventillos. La epidemia prosperó en los conventillos humildes de los barrios del sur, muy poblados y poco higiénicos.  Recién el 2 de marzo de 1871, cuando el carnaval llegaba a su fin, las autoridades encabezadas por Martínez de Hoz prohibieron su festejo: la peste ahora azotaba también a los barrios aristocráticos. Se prohibieron los bailes y más de la tercera parte de los ciudadanos decidió abandonar la ciudad. 
Otra fiebre amarilla, la de 1871, tuvo al presidente Sarmiento en ...
Los hospitales no dieron abasto y se alquilaron otros privados.  El puerto fue puesto en cuarentena y las provincias limítrofes impidieron el ingreso de personas y mercaderías procedentes de Buenos Aires.  Miles de vecinos se congregaron, en la Plaza de la Victoria para designar una «Comisión Popular de Salud Pública». Al día siguiente, tal agrupación nombró como presidente al abogado José Roque Pérez y como vicepresidente al periodista Héctor Varela; además, la conformaron, entre otros, el vicepresidente de la Nación Adolfo Alsina, Adolfo Argerich, el poeta Carlos Guido y Spano, el sacerdote irlandés Patricio Dillon.   La población negra, vivir en condiciones miserables los transformó en uno de los grupos poblacionales con mayor tasa de contagio. Según crónicas de la época, el ejército cercó las zonas donde residían y no les permitió emigrar hacia el Barrio Norte, donde la población blanca se estableció y escapó de la calamidad. Murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.  Entre las víctimas, estuvieron Luis José de la Peña, el ex diputado Juan Agustín García, el doctor Ventura Bosch y también murieron los doctores Francisco Javier Muñiz, Carlos Keen y Adolfo Argerich. El 24 de marzo, falleció el presidente de la Comisión Popular, José Roque Pérez, quien ya había escrito su testamento cuando asumió el cargo ante la certidumbre de que moriría contagiado.  Mientras tanto Sarmiento decidió huir. No sólo eso, sino que además empezó a promulgar la necesidad del éxodo: no debía quedar alma en la Buenos Aires infectada, todo el mundo debía marcharse hasta que desapareciera la peste.
Para dar el ejemplo, se subió a un tren puesto especialmente para él y la comitiva oficial de 70 autoridades, tanto del Gobierno como del Poder Judicial y del Congreso, incluido el vicepresidente Adolfo Alsina. Y se fue a Mercedes, a poco más de 100 kilómetros del delirio de tanta mortandad.   Fue una decisión que al Maestro de América no sólo le costó tomar, sino que además a partir de entonces le acarreó un precio altísimo, y de la que se arrepintió poco tiempo después, cuando volvió a la ciudad infectada todavía en medio de las críticas, pero cuando el pico epidémico ya había pasado.   Los ecos de mayor resonancia por la partida de Sarmiento y de buena parte de la dirigencia nacional aparecieron en el diario La Prensa, propiedad de José C. Paz, un rico estanciero y encumbrado diplomático que enarbolaba a ultranza los valores del conservadurismo de la época. Los dardos al sanjuanino se volvieron muletilla. "Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos", decía el diario en su edición del 21 de marzo de 1871.
Cuando la fiebre amarilla castigó a Buenos Aires y el presidente ...
El progreso de la epidemia, el abandono de la ciudad de unos 62.000 habitantes, que habían huido presas del terror, la feria declarada a las actividades administrativas, con excepción de los indispensables organismos del estado, la clausura de las escuelas y de las iglesias, el cierre del puerto, transformaron a Buenos Aires en una gran aldea silenciosa. Los médicos no sabían que el mosquito era el vector de la enfermedad, algo que no sería descubierto hasta una década más tarde.​  De modo que, aparte de expulsar a los habitantes de los conventillos, tarea de la que se encargaba la Comisión Popular, los médicos sólo podían actuar sobre los síntomas. ​ Estos se desarrollaban en dos períodos: en el primero el paciente tenía repentinos dolores de cabeza con escalofríos y decaimiento general. Luego seguía el calor y el sudor, la sed se intensificaba y el paciente se debilitaba,  sus miembros se agitaban fuertemente. En este punto la enfermedad a veces podía ser vencida naturalmente y el paciente se hallaba mejor al día siguiente con tan solo dolores de cabeza y debilidad en el cuerpo, y al poco tiempo se recuperaba. Pero si los síntomas y signos se agravaban, se llegaba entonces al segundo período de la enfermedad: la piel del paciente tomaba color amarillo, los vómitos se volvían sanguinolentos y finalmente negros. La orina disminuía hasta suprimirse completamente. Se producían hemorragias en las encías, lengua, nariz y ano. El paciente carecía de sed y a veces tenía hipo, su pulso se debilitaba. Llegaba entonces el delirio, seguido de la muerte.  El clero secular y regular permaneció en sus puestos, asistiendo en sus domicilios a enfermos y moribundos. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, también conocidas como Hermanitas de la Caridad, cerraron sus establecimientos de enseñanza para poder dedicarse a trabajar en los hospitales.  El cura Eduardo O'Gorman,​ párroco de San Nicolás de Bari, se preocupó por las necesidades de numerosos niños desamparados y huérfanos y en abril fundó el Asilo de Huérfanos, del que se hizo cargo personalmente.  Fallecieron durante la epidemia más de 50 sacerdotes y el propio arzobispo Federico Aneiros estuvo muy grave.  La ciudad contaba solamente 40 coches fúnebres, de modo que los ataúdes se apilaban en las esquinas a la espera de que coches con recorrido fijo los transportasen. Como eran cada vez más los muertos, y entre ellos se contaban los carpinteros, dejaron de fabricarse los ataúdes de madera para comenzar a envolverse los cadáveres en trapos. Por otra parte, los carros de basura se incorporaron al servicio fúnebre y se inauguraron fosas colectivas.  El gobierno municipal adquirió entonces siete hectáreas en la Chacarita de los Colegiales  y lo llamó Cementerio del Oeste. Los decesos disminuyeron en mayo, y a mediados de ese mes la ciudad recuperó su actividad normal; el día 20 la comisión dio por finalizada su misión. El 2 de junio, por primera vez, ya no se registró ningún caso. 
El diario inglés The Standard publicó una cifra de víctimas fatales por la fiebre que se consideró exagerada y provocó indignación a los porteños: 26 000 muertos. Es difícil establecer con exactitud la cantidad correcta, pero los datos de las fuentes más serias la cifran entre los 14000 y los 15000.  La mayor parte de las víctimas vivían en los barrios de San Telmo y Monserrat (el centro de Buenos Aires) y en los barrios situados en proximidades del Riachuelo, bajos y húmedos, aptos para la proliferación de mosquitos.​
 Del total de muertos, un 75 % del total fueron inmigrantes, especialmente italianos.
A partir de la epidemia, las autoridades y la población de la ciudad tomaron conciencia de la urgencia de establecer una solución integral al problema de la obtención y distribución de agua potable. El Ingeniero Bateman dirigió —a partir de 1874— la construcción de la red de aguas corrientes, que hacia 1880 proveyó de agua a la cuarta parte de la ciudad. En 1873 se inició la construcción de obras cloacales. En 1875 se centralizó la recolección de residuos al crear vaciaderos específicos para depositarlos.  En 1884, temiendo la aparición de un nuevo brote, los doctores José María Ramos Mejía, director de la asistencia pública, y José Penna, director de la Casa de Aislamiento (actual Hospital Muñiz), se decidieron por cremar el cuerpo de un tal Pedro Doime, que había sido afectado de fiebre amarilla. Esta se convirtió en la primera cremación realizada en Buenos Aires.  ​ La sociedad fue dejada a su suerte por sus dirigentes políticos encabezados por el Presidente de la Nación, quienes tenían la responsabilidad de sostener la función indelegable del Estado ante una emergencia como la de 1871. Quizás, no se hubiera logrado, por la ausencia del conocimiento científico de entonces, salvar más vidas. Pero sí, la tragedia hubiese tenido menos ribetes inhumanos.   Nunca tuvo tanta pertinencia el pensamiento del Dr. Ramón Carrillo al afirmar que “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.”