Por Julio R. Otaño
En octubre de 1893, doña Juana Sosa Toledo
(1875-1953) daba a luz a un niño al que llamó Juan Domingo, en homenaje a sus
dos abuelos: Juan Irineo Sosa y Dominga Dutey. El General recordaría, muchos
años después, que en realidad había nacido el 7 de octubre de 1893 y que su
padre, Mario Tomás Perón, lo anotó como «hijo
natural del declarante» con una demora de dos años. Perón dijo con respecto a este concepto “Ese hijo no tenía padre y la ley argentina
prohibía hasta investigar la paternidad del recién nacido. Pero sí se castigaba
el adulterio de la mujer y ese hijo pasaba a ser un bastardo. Al padre se lo
eximía de toda culpa y al hijo se le cerraban las puertas del futuro. ¿Eso era
justo? Nosotros hicimos una ley que daba al hijo natural los mismos derechos
que al hijo legítimo. […] Las leyes estarán siempre hechas por adúlteros que
ignoran que no hay hijos ilegítimos sino padres ilegítimos”.
Don Mario se radicó en Lobos, provincia
de Buenos Aires, para dedicarse a una pequeña producción agrícola-ganadera.
Tenía 23 años cuando conoció a Juana, una muchacha de 17, «criolla con todas
las de la ley», al decir de Perón, que como muchos paisanos aunaba sangre
indígena y española. En 1891 nació Mario Avelino, el primer hijo de la pareja. El doctor Hipólito Barreiro en su libro Juancito Sosa, el Indio que cambió la
Historia, sostiene que Juan Domingo nació en Roque Pérez. Para fines de siglo,
la situación económica de los Perón se volvió difícil y don Mario decidió
probar suerte en la Patagonia. En una
estancia al noroeste de Río Gallegos, Santa Cruz. Implicó un mundo lleno de
aventuras para los hermanos Perón. Aquellas expediciones en compañía de su
padre y su hermano fueron el primer contacto con un paisaje que años después
describiría minuciosamente en su libro Toponimia patagónica de etimología
araucana. Juancito se trasladó a Buenos
Aires y se instaló en la casa de la abuela paterna, Dominga Dutey, para
estudiar en la escuela ubicada en la calle San Martín 548 y luego en el Colegio
Internacional Politécnico de Olivos.
Cuando
cumplió los 15, comenzó a estudiar las materias para ingresar en la Facultad de
Medicina. Parecía dispuesto a seguir la tradición familiar y los deseos de su
padre. Pero rindió y aprobó el examen de ingreso al Colegio Militar. Por ser
quinto en el orden de mérito, consiguió una beca de apoyo económico. La vida
militar no le trajo al joven Perón mayores dificultades. Era buen jinete y
estaba acostumbrado al uso de las armas, el esfuerzo físico y las incomodidades
de la vida al «aire libre” Perón se
recibió de subteniente de infantería el 13 de diciembre de 1913. Su padre le
regaló como tributo de graduación tres libros que lo marcarían para siempre: Vidas paralelas, de Plutarco; Martín
Fierro, de José Hernández y Cartas de Lord Chesterfield a su hijo Philip
Stanhope. La influencia del Martín
Fierro en Perón será enorme. Fuente permanente de citas para sus escritos y
discursos, le gustaba recitar frente a sus visitantes varios de sus octosílabos
de memoria. El flamante oficial Perón
cumplió sus primeros cinco años de servicio en el Regimiento 12 de Infantería
de Línea, con asiento en Paraná. Los informes sobre su aptitud física lo
califican de «muy bueno» y como un «oficial de porvenir». En 1914, su pasión
por el boxeo lo llevó a fundar el Boxing Club de Paraná, De aquellos años
formativos contará Perón: El 2 de abril
de 1916, en las primeras elecciones sin fraude de la historia argentina, Perón estrenó su libreta de enrolamiento
votando, como muchos compatriotas, por Hipólito Yrigoyen. Dos años más
tarde integró varias comisiones militares enviadas a reprimir las huelgas y
conflictos sociales en la zona de La Forestal. Allí pudo ver la miseria y la explotación en su punto más alto y la
rapiña de la compañía británica que deforestaba impunemente amplias zonas derribando
miles y miles de monumentales y añosos quebrachos sin plantar un solo árbol.
La Forestal llegaba a cortarles el agua y el suministro de comida a las
familias obreras.
En noviembre de 1918,
mientras se produce el desenlace de la Primera Guerra Mundial, escribe a sus padres una curiosa carta. En
ella recoge la visión revisionista de la historia argentina, que estaba en las
antípodas de la recibida en el Colegio Militar, donde había tenido como
profesor nada menos que a Ricardo Levene, el pope de la historia liberal
argentina: “Mis queridos padres: Hoy he
recibido carta y me alegra mucho que estén buenos y contentos con el triunfo de
las ideas aliadas; yo la critico desde el punto de vista puramente neutral y
argentino. Por la única que sentí siempre ser germanófilo fue porque Francia ha
dado ejemplos de guerrera, pero también ha pecado grandemente de ingenua y se
ha dejado arrastrar a la ruina casi, por oír los necios consejos de conquista
comercial de la Pérfida Albión. No olvides papá, que este espíritu de
patriotismo que vos mismo supiste inculcarme brama hoy un odio tremendo a
Inglaterra, que se rebeló en 1806 y 1807 y con las tristemente argentinas Islas
Malvinas, donde hasta hoy hay gobierno inglés; por eso fui contrario siempre a
lo que fuera británico, y después del Brasil a nadie ni a nada tengo tanta
repulsión. Francia e Inglaterra siempre conspiraron contra nuestro comercio y
nuestro adelanto… Rosas con ser tirano, fue el más grande argentino de esos
años y el mejor diplomático de su época… Rosas antes que todo fue patriota“.
Perón fue trasladado al Arsenal Esteban
de Luca en Buenos Aires y en enero de 1919 le tocó participar en la represión
de la gran huelga obrera que pasará a la historia como la Semana Trágica. su
biógrafo oficial, Enrique Pavón Pereyra, pone en boca de Perón estas palabras: “Cuando
los obreros se declaran en huelga, reclamando salarios, como en la Semana
Trágica, se dijo que eran comunistas, que eran rusos; me inclino a pensar que
eran solamente pobres argentinos azotados por las miserias fisiológicas y
sociales”.
En 1920 fue transferido a la Escuela de Suboficiales
Sargento Cabral en Campo de Mayo. prontamente se convirtió en un militar
carismático. En 1924, Perón fue ascendido a capitán. Al poco tiempo conoció a Aurelia «Potota» Tizón, una bella maestra
de 17 años, concertista de piano y guitarra. El 5 de enero de 1929, se
convirtió en la primera esposa de Perón.
Durante los meses previos al golpe de Estado que derrocó al presidente
radical Hipólito Yrigoyen, Perón trabajó a favor del movimiento. Sus líderes
visibles eran los generales José Félix
Uriburu y Agustín Pedro Justo, que si bien coincidían en la metodología
golpista para deponer a Yrigoyen, mantenían importantes diferencias sobre las
formas políticas a aplicar a la hora de ejercer el poder. Mientras Uriburu
pretendía hacer una profunda reforma constitucional que terminara con el sistema
de partidos para implantar un régimen corporativo,
Justo planteaba un modelo de gobierno provisional que convocara a elecciones en
un tiempo prudencial y restableciera el clásico sistema de partidos con las restricciones que los dueños del poder
creyeran convenientes, o sea, una democracia de ficción y fraudulenta. No pocos oficiales y suboficiales se sumaron
al golpe sin medir las consecuencias, sin tomar conciencia cabal del error
gravísimo que estaban cometiendo. Uno de ellos, Perón, comentaba al respecto: “ yo recuerdo que el presidente Yrigoyen
fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que
enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender
a su pueblo. Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores.
Yo, en esa época, era un joven y estaba contra Yrigoyen, porque hasta mí habían
llegado los rumores, porque no había nadie que los desmintiera y dijera la
verdad”
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