Por Alberto Gelly Cantilo.
Juan Manuel de Rosas siempre se
interesó en combatir la enfermedad epidémica de la viruela por ser tan mortal
mediante la aplicación de la vacuna y extenderla fundamentalmente entre las
tribus indígenas que tanto sufrían por este flagelo que producía miles de
víctimas. Por ello realizó una importante acción para que los pueblos
originarios confiaran en los médicos y no en los curanderos y hechiceros
aprovechando sus estrechas relaciones con los diversos caciques
fundamentalmente con Pincén, Cachul y Catriel a quienes convence ante la grave epidemia
de viruela que atacaba a los indígenas en el año 1836. Finalmente esos caciques
se trasladan a la ciudad de Buenos Aires a solicitarle un remedio contra la
viruela sobre el que tanto les había hablado Rosas. Esa medicina tan famosa era
la vacuna antivariólica. Sin embargo el Restaurador los convence primero en
consultar a los médicos y de ese modo logra que además de vacunarlos los
médicos los atiendan con medidas de higiene y además los traten de otras
enfermedades dejando paulatinamente olvidada la influencia de curanderos y
hechiceros.
También concurre en numerosas ocasiones a reuniones con los
integrantes de los pueblos indígenas donde se hace vacunar en presencia de
todos ellos diciéndoles “ Ustedes son los que deben ver lo que mejor les
convenga. Entre nosotros los cristianos, este remedio es muy bueno, porque nos
priva de la enfermedad terrible de la viruela; pero es necesario para
administrar la vacuna que el médico la aplique con mucho cuidado, y que la
vacuna sea buena, que el médico la reconozca. También es necesario, que aún
cuando a una persona le prenda la vacuna bien, y sea buena, a los cinco años
después, se vuelva a vacunar porque en esto nada se pierde, y puede aventajarse
mucho. Después de esto si quieren ustedes que se vacune la gente puede el
médico empezar a hacerlo poco a poco, para que pueda hacerlo con provecho, y
bien hecho, y para que tiempo tiempo también, para reconocer prolijamente a los
vacunados". Rosas les hablaba en
forma breve, clara y simple y les da el ejemplo haciéndose vacunar él mismo.
Era un profundo conocedor de los medios primitivos de curación que tenían los
indígenas y de su preocupación ante la terrible enfermedad. Sin embargo siempre les demuestra que respeta
su libertad y ante sus consultas les responde señalándoles la ventaja de la
aplicación de la vacuna, su forma de aplicación, la ventaja que tiene y por
último les señala que es fundamental e indispensable la intervención del médico
para el éxito de este remedio. No obstante siempre les dice que son ellos los
que libremente deben decidir que hacer. No impone sólo informa y sugiere. Es interesante señalar la preocupación de
Rosas por el avance y el desarrollo de la medicina en nuestro país
fundamentalmente en lo que se refiere a la población indígena. No sólo el
médico debe ingresar en la comunidad de las tribus de indios para vacunar sino
que luego deberá ser consultado para el tratamiento de las otras enfermedades y
de esa forma esos pueblos irán saliendo de la ignorancia y el atraso para ir
integrándolos al resto del país. Incluso
en sus tratos con los indios Rosas antes de entregarles yerba o tabaco les
pedía que se vacunasen en las épocas de epidemias de viruela. El cacique Pincén
decía "Juan Manuel muy bueno pero muy loco. No podíamos recibir sus
regalos sin que un gringo nos tajeara el brazo, que decía que era un gran
gualicho contra la viruela". Rosas
difundió la aplicación de la vacuna contra la viruela a todos los habitantes la
Confederación Argentina y en reconocimiento a su labor fue designado Miembro
Honorario de la Real Sociedad Jenneriana para la Exterminación de la Viruela de
Londres, creada cinco años después de que Edward Jenner descubriera la vacuna
antivariólica.
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