Por el Prof. Jbismarck
Nacido en Santa Fe el 25 de agosto de 1743; época de dura lucha para consolidar la situación de la provincia. En ese ambiente tenso por las penurias, sacrificios y perseverancia por la consolidación de la ciudad, nació y fue creciendo; su padre que descubre en el hijo ese temperamento inquieto sin ser enfermizo, no le desagrada porque lo hereda de él: Ya desde los 6 a 7 años, su única preocupación es el caballo que aprende a jinetear perfectamente, deciden enviarlo al Perú a los 9 años de edad, por ser el centro más adelantado de enseñanza. Años después de la muerte de su padre, cuando regresa del Perú en 1762, hecho ya todo un hombre fuerte, de excelente salud, de una constitución a toda prueba y con una cultura más sólida adquirida con sus estudios y la vida social en Perú con parientes y amigos, se hace cargo de inmediato de los comercios y estancias de Santa Fe heredados de su padre; impulsando acertadamente sus negocios con Buenos Aires, las Provincias del Nordoeste, la Banda Oriental, Paraguay, etc. Experto en estos viajes y recordando siempre la importancia del Perú como plaza comercial, donde había observado una gran demanda de ganado caballar y mular como medio de transporte para esas regiones áridas y montañosas, intensifica la cría de mulas y caballos, con el propósito de realizar su sueño dorado. Con este motivo se ha dedicado más a sus estancias trabajando a la par de sus peones, con el afán de hacerse más gaucho; lo que en corto tiempo consigue hasta superar a sus mejores peones; pues se ha hecho buen jinete, domador como el mejor y sumamente diestro en el manejo del lazo y las boleadoras; Se le ve constantemente a caballo hasta en la ciudad. Planea con todo cuidado un viaje al Perú conduciendo un arreo o caravana y un día a fines de mayo de 1764, monta ágilmente en su caballo, bayo cabos negros, pelo de su preferencia y tranquilamente, se dirige a reunirse con sus arrieros que han quedando rondando la tropa compuesta de más de mil mulas chúcaras, otro gran número de cargueras, varias tropillas de caballos seleccionados, entre las que se cuentan las de su silla, numerosos potros, suficiente ganado para la alimentación y gran cantidad de bueyes para el tiro de las carretas, etc.
Es tal el entusiasmo despertado en él por su primer viaje al Perú, que una vez reorganizado su comercio de la ciudad, un tanto descuidado debido a su ausencia, otorga poderes a personas amigas, para cobrar lo que se le adeuda en todo el territorio del Virreinato. Año tras año, sigue repitiendo esas hazañas hasta contar más de 17 excursiones hasta el Alto Perú, Lima, Chile, etc. Así continúa con esas caravanas tan numerosas que parecen verdaderos ejércitos en marcha (ruda tarea, en que persiste hasta avanzada edad, en que sus compromisos políticos y sociales, le absorben casi todo el tiempo); en sus estancias, según los hermanos Robertson, Candioti tiene más de 300.000 caballos y mulas y 250.000 vacunos y lanares; considerándolo como el más fuerte ganadero de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el primer exportador de ganado en pie.
Los 10.000 pesos producto de su primer
viaje al Perú, que constituyen ya en esa época una fortuna, los emplea
conjuntamente con lo que va adquiriendo en los sucesivos viajes, en la
adquisición de campos en Santa Fe y especialmente en Entre Ríos, donde llega a
poseer más de 300 leguas cuadradas con la población ganadera citada. Bien es cierto,
como dice Cervera, que la tierra como el ganado entonces, se adquiría
fácilmente; pues era suficiente declarar la extensión de campo que se desea
obtener y la cantidad de ganado con que lo va a poblar; y como en la Pampa
abundan por millares los yeguarizos y vacunos salvajes, sólo era necesario
rodearlos y arreándolos, encajonarlos en una ensenada del campo, en que parando
rodeo, se procedía a marcarlos como propios, sin que con ello se defraudara a
nadie.
Don Francisco Antonio Candioti, hombre de
gran fortuna y fuerte comerciante de Santa Fe, fue siempre de trato afable y
acariciador, tanto con el rico como con el pobre, no haciendo diferencia alguna
entre uno y otro; era generoso y magnánimo, siempre dispuesto a la ayuda sobre
todo del estudiante pobre para continuar sus estudios Universitarios; daba
amplias garantías a algunos empleados y otras personas que merecían su
confianza. Era miembro de varias
Hermandades y con tal motivo el año 1807, destinó la suma de 200 pesos fuertes
anuales, como padrino, para la construcción de las iglesias de Paraná y la de
Santo Domingo de Santa Fe y como tradicional recuerdo, dice Cervera: "fue
gran benefactor de su pueblo y amante de su terruño, que defendió a todo trance
para mantener su autonomía dentro de un cabal federalismo”.
A la erección del Virreinato del Río de la
Plata en 1776, siguen otras creaciones, como el Reglamento de Libre Comercio de
1778, que posibilita en el año 1794 la instalación del Real Consulado de Buenos
Aires. Éste reúne un doble aspecto, como tribunal del fuero mercantil y de
cuerpo colegiado destinado a fomentar las artes, la agricultura, la industria y
el comercio del Plata. En él hará sus primeras armas un abogado llamado Manuel
Belgrano. Diputado del Comercio por
Santa Fe será designado por dos años Francisco Antonio Candioti, con uso de
armas en la ciudad para su auxilio, pidiéndosele desde Buenos Aires que informara
sobre la agricultura, comercio e industria santafesina. Lo llevó a vislumbrar
posibles salidas políticas y económicas para la jurisdicción santafesina, tan
menoscabada por la disminución de la actividad minera en el Alto Perú, con la
menor demanda de mulas. Esta interacción sin duda le permitió estar al tanto de
la distribución de los grupos económicos dominantes de la capital y de las ciudades
del interior. La relación de Francisco
Antonio Candioti con Manuel Belgrano se mantuvo a lo largo de los años.
Producida la revolución de Mayo de 1810, Candioti auxilió con sus bienes a la
expedición comandada por Belgrano que marchó hacia el Paraguay. Le entregó una primera ayuda de doscientos
pesos fuertes. Lo acompañó luego hasta sus estancias de Arroyo Hondo y lo
auxilió con 1.350 caballos y con todo el ganado vacuno que habría de necesitar
el ejército para mantenerse durante el viaje; también con 12 carretas para
conducir una partida de yerba del Paraguay y Salto.
Previo a la Revolución, surgieron
sospechas en 1809 en torno a su probable conexión desde Santa Fe con el
movimiento conspirativo de Martín de Álzaga en Buenos Aires, situación que no
pudo ser comprobada. Durante las guerras desatadas a partir de la Revolución su
participación política no fue permanente, sin embargo, se requería su presencia
para la decisión de asuntos claves de la ciudad. Hay que destacar que Santa Fe se vio envuelta
en el clima de violencia general del Río de la Plata. Desde Buenos Aires se
sospechaban alianzas contrarias a la revolución y con los años se incrementó el
control sobre los santafesinos. Cuando se estableció la Junta en Buenos Aires
el 25 de mayo de 1810 y se fija desde la elite porteña como prioridad lograr el
acatamiento en todo el virreinato, el cabildo santafesino tomó conocimiento de
la obligación de nombrar un diputado para la Junta. Candioti fue considerado
como uno de los candidatos que pudiera garantizar ‘seguridad, tranquilidad y
felicidad general’ aunque finalmente la votación recayó sobre Juan Francisco
Tarragona. En octubre de ese año Santa Fe adhirió de forma activa a la causa
revolucionaria y nombró a Pedro Aldao, sobrino de Candioti, como diputado para
recibir a Belgrano destinado como jefe de expediciones a la banda oriental del
río Paraná y demostrar el patriotismo del vecindario”, describió. A fin de ese
año fue convocado como sargento mayor de milicias urbanas de la ciudad para
conformar la Junta de Guerra para mayor servicio al gobierno. Fue propuesto en
1811 como alternativa local al gobernador militar porteño designado luego de la
instalación del Primer Triunvirato en un ambiente de tendencias
antirrevolucionarias en Santa Fe. Luego de estos en varias oportunidades más
Candioti fue señalado como el hombre idóneo para asumir las responsabilidades
que la coyuntura exigía para definir y defender la posición de la ciudad.
En 1813 recibe una carta de Belgrano,
desde la Quebrada de Humahuaca, que lo torna desalentado y la entrega para que
la lean; dice así: “ Mi amigo: no conseguí victoria en Vilcapugio, un
contraste, sí, que aunque no destruidor, todavía me dejó capaz de una otra
acción, en fin, que fue en las Pampas de Ayohuma; el contraste ha sido terrible
y necesitamos mucho para reponernos. Por fortuna los pueblos han tomado con
empeño rehacer el ejército y veo el mayor anhelo para la salvación de la
Patria. Necesito caballos y mulas mansas en cantidad de cuatro a seis mil, por
mitad unos y otros; si Vd. quiere entrar en ese contrato con el Ejército y conducirlos
al punto que sea necesario, a saber: Tucumán, Salta o Jujuy, no sólo hará Vd.
un gran servicio a la Patria, sino a mí también, advirtiéndole que los
satisfaré a los precios corrientes. Espero que Vd. haga todo esfuerzo y tome
con empeño que consiga este auxilio, seguro de mi agradecimiento; acaso Vd. no
pueda solo y en tal caso propóngale a otros, en la inteligencia de que la paga
será efectiva y pronta. Quiera Vd. volver las expresiones a su digna familia y
amigos y mandar francamente a su servidor. Manuel Belgrano. Humahuaca 15 de
diciembre de 1813.— La actitud de Candioti es como siempre espontánea, resuelve
inmediatamente se reúnan los animales y dinero que se les pide; siendo también
en este caso, el mayor contribuyente. Así,
en los primeros días de febrero entra en la ciudad de Tucumán al frente de su
arreo, el caballero anciano con más de 70 años.
Su amigo Belgrano se encuentra en la ciudad; pero tristemente comprueba,
que no como General en Jefe del Ejército del Norte, sino como simple subalterno
y procesado por su Gobierno. Candioti que ha recorrido más de 200 leguas, se
enfrenta al cuadro más desolador: la
tristeza de un hombre sin tachas, que quieren humillar y a quien debieran
guardar suma gratitud. El efecto producido en el anciano amigo por este hecho,
fue desastroso; ni siquiera entra en Santa Fe a su regreso, pasa de largo a su estancia
de Arroyo Hondo donde se recluye desengañado y sin querer hablar con
nadie. Esta enorme decepción y la vejez,
lo torna triste y nada comunicativo; dedicado a sus tareas de campo y
aparejando siempre sus tropillas de caballos bayos cabos negros, que son su
debilidad y orgullo de buen gaucho.
No
quiere asistir al derrocamiento del Gobernador Montes de Oca de funesta
actuación para Santa Fe; quien fue reemplazado por el Coronel Alvarez Thomas,
bajo la protesta silenciosa del pueblo santafesino, porque en lugar de nombrar
al Gobernador que hace años reclaman, después de soportar un español y varios
porteños, todavía le nombran un peruano.
Si la actuación de Candioti fue buena o mala, no se puede aseverar; su
política consistió en tratar de conseguir la armonía y la autonomía de Santa
Fe; pero a raíz de órdenes emanadas de Buenos Aires de organizar una fuerza
para luchar contra el caudillo Hereñú de Entre Ríos, los santafesinos le niegan
su apoyo; pues el poderío de Artigas se extiende rápidamente hacia el litoral y
Candioti que es amigo de Artigas, que no interviene en los asuntos de Santa Fe,
sostiene que esa política puede ser de graves consecuencias y trata de prevenirlas
negándose a toda colaboración con Alvarez Thomas.
A su vez, el centralismo porteño incide en
el cercenamiento del control que los santafesinos ejercen sobre su jurisdicción
y que hará crisis a partir de 1812, cuando tal accionar se traduce en la
desprotección de las fronteras, lo que permite el avance indígena; a lo que se
suma la desprotección militar, ya que Santa Fe colabora con hombres y armas en
las campañas independentistas; y el elevado costo de los impuestos que Buenos
Aires exige. Este ahogo económico
obliga a los estamentos santafesinos a buscar apertura con Artigas, que le
ofrece soluciones de mayor plasticidad en el orden económico y seguridad de
poder efectivo sobre su autonomía. La
incorporación de Santa Fe a la Liga Federal provoca la reacción de Buenos
Aires, que somete a la provincia a sucesivas invasiones que deterioran aún más
su situación. José Luis Busaniche, en
“Santa Fe y el Uruguay”, relata que en marzo de 1815 llegaba a Santa Fe la
primera fuerza artiguista, y el gobernador Eustaquio Díaz Vélez se entregaba
sin combatir, siendo embarcado para Buenos Aires junto a oficiales y soldados
allegados.
El 2 de abril de 1815 eligió el Ilustre
Cabildo a D. Francisco Antonio Candioti, Gobernador de Santa Fé, y El día 13 de
abril llegó a esta ciudad el General D. José Artigas con una escolta de
veinticinco hombres. José Rafael López
Rosas, en “El Pronunciamiento Federal de Santa Fe”, referencia un acta firmada
por Francisco Antonio Candioti, los miembros del Cabildo, los de la Junta
Representativa y el diputado de la Villa del Rosario don Tiburcio Benegas, los
que reunidos el 17 de mayo de 1815 resuelven, en atención a las distintas
solicitudes presentadas por el representante sureño, dictar diversas medidas de
gobierno en pro del adelantamiento de la Villa. Así disponen que se establezca
una escuela de primeras letras “costeada con los derechos del nuevo impuesto
para propietarios establecidos…”.
El
flamante Gobernador enarbola en el Cabildo la bandera de la libertad de
Artigas, que es la argentina de Belgrano, cruzada en diagonal por una franja
roja, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. El Gobernador que tanto había anhelado el
pueblo, lleno de achaqües por su edad y enfermo, pero lo que más lo preocupa y
teme, es una reacción de Buenos Aires, sobre todo por la ayuda prestada por el Jefe
Oriental; por ello, se decide a organizar fuerzas armadas para la defensa;
consiguiendo ésto en parte, al requisar un cargamento de armas al pasar por el
puerto de Santa Fe, que conducía su amigo Robertson al Paraguay, por encargo de
Francia. Esta prevención del Gobernador
era bien justificada; por cuanto el General Alvear, que sucedió como Director
Supremo a Posadas, era considerado allí como arbitrario y pretencioso; Derrotado
Alvear, el nuevo Director Coronel Alvarez Thomas, suplente de Rondeau, por
enfermedad, rompe su pacto con Artigas y con el pretexto de ayuda solicitada
por intermedio de Mariano Vera, para evitar las invasiones de indios, pero con
el evidente objeto de cerrar el paso del Paraná a las fuerzas de Artigas, envía
tropas a Santa Fe, bajo el título de Ejército de Observación, al mando del
Coronel J. J. Viamonte y algunos buques de guerra.
Artigas convoca a los pueblos de su protectorado con el propósito de deliberar sobre la política a seguir en el futuro. Atento a la convocatoria, el 29 de junio se reúnen en Concepción del Uruguay los diputados de la Banda Oriental, Córdoba, Corrientes, Misiones y Pueblos de Entre Ríos. Santa Fe envía en carácter de Diputado al Dr. Pascual Diez de Andino. En las instrucciones otorgadas al Diputado por Santa Fe, se resume el pensamiento federal de la época y las ideas políticas de las provincias litoraleñas: la soberanía de los Estados particulares frente a la soberanía de la Nación. El 25 de junio de 1815, sintiéndose enfermo, don Francisco Antonio Candioti, se dirige al Cabildo y a la Junta Representativa en los siguientes términos: “El Gobernador de la Plaza se halla bastante enfermo y no puede ya fijarse en las atenciones que demanda el gobierno; por esto, lo pone en manos de V.S. para que ínterin se restablece lo encarguen a la persona que corresponda; sin que este sea motivo de tropiezo, pues ruego a V.S. la buena armonía y concordia que exigen las circunstancias presentes”.
El 27 de junio, el pueblo de Santa Fe es
sorprendido por la noticia de que su patriarca y Gobernador acaba de delegar el
mando, en el Alcalde de Primer Voto, Don Pedro Tom ás de Larrechea, porque se encuentra
muy enfermo. El vecindario que cree que el Alcalde simpatiza con el Gobierno de
Buenos Aires, se niega a obedecerle como Gobernador aunque sea interino y se
reúne en la plaza gritando "que si Candioti está enfermo, que gobierne
desde la cama”. Es tan resuelta la
actitud del pueblo, que el Cabildo rechaza la renuncia del Príncipe de los
Gauchos; Cuando el Director avisó a Candioti del envío de tropas que iba a
hacer a Santa Fe, éste contestó en términos enérgicos oponiéndose a esa medida
cuyos resultados podían ser funestos, de los que él no podía responder. El 27
de agosto de 1815, el pueblo entero de Santa Fe se aglomera frente a la casa de
Candioti, al conocerse la noticia de la muerte del Príncipe de los Gauchos. Al
día siguiente el pueblo entero llorando esa pérdida irreparable para Santa Fe
conduce su ataúd hasta la iglesia de Santo Domingo; mientras que las tropas
invasoras de Viamonte, que si el patriarca hubiera tenido energías habría
luchado contra ellas, antes de avasallar la autonomía de su provincia, le
rinden los honores correspondientes a Gobernador.
Al dar su poder para testar a su legítima esposa, doña Juana Ramona de Larramendi, pide ser sepultado en la Iglesia de Santo Domingo y amortajado con el hábito de la Orden. Finalmente, instituye como legítimas, únicas y universales herederas a sus hijas María de los Dolores y Petrona Ramona. María de los Dolores se casó con don Antonio Crespo (1818) y Petrona Ramona se casó con Urbano de Iriondo (1827). Antonio Crespo fue gobernador de Entre Ríos, y Urbano de Iriondo, padre y abuelo a su vez de dos gobernadores santafesinos: Simón de Iriondo y Manuel María de Iriondo.
No menciona la vasta descendencia de hijos
tenidos fuera del matrimonio, aunque pudiera ser que diera instrucciones
respecto de ellos. Robertson afirma que comió con Candioti y con cuatro hijos
que presentó como tales al inglés; y le dio cartas para otros dos hijos que le
cuidaban sus estancias en “el Entre Ríos”. Candioti tenía, a más de los hijos
naturales, un hijo de su primer matrimonio.
Un
recorrido vital plagado de peripecias le permitieron conquistar ese lugar como
uno de los hombres más conocidos de la historia santafesina virreinal e
independentista. Un liderazgo que forjó en base a su habilidad para los
negocios y el cultivo de las relaciones interpersonales, que extendieron su
fama hasta Chile, Asunción, el Atlántico y el Perú. Que inclusive le granjeó el
respeto de próceres como Manuel Belgrano y José Gervasio de Artigas. Además del
apelativo de “Príncipe de los Gauchos”, impuesto por el viajero inglés John
Parish Robertson en sus escritos. Aunque como bien lo aclaró José Luis Busaniche,
no un gaucho, sino “un criollo principesco” que despertaba admiración, no sólo
por su apostura, sino por las relevantes condiciones personales y morales que
lo adornaban, por ser extremadamente generoso y cordial con sus hombres y
modesto a pesar de su inmensa riqueza.
El General Juan José Viamonte, al mando
del Ejército de Observación arribado a la ciudad el día 25, enviado desde
Buenos Aires por Álvarez Thomas para vigilar a Artigas y someter a Santa Fe, le
rindió con sus tropas “todos los honores militares”; El pueblo en masa
concurrió a dar el último adiós a su primer Gobernador Independiente. El entonces Teniente Estanislao López en
combinación con Mariano Vera y las fuerzas auxiliares de Artigas, comandadas
por José Francisco Rodríguez, harán capitular al General Viamonte el 31 de
marzo de 1816.
Bibliografía
Busaniche
José Luis “Historia Argentina”
Candioti Agustín “Francisco Antonio
Candioti y Zeballos”
Cervera Manuel “Historia de la Ciudad y
provincia de Santa Fé”
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo
Diccionario Biográfico Argentino
Milano Adriana “Candioti Un liderazgo
local entre el virreinato y la revolución (Santa Fe, 1743-1815)
Montenegro de Arévalo Liliana “Candioti
primer Gobernador Autónomo de Santa Fé”