Rosas

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sábado, 21 de mayo de 2022

Manuelita Rosas ¿sucesora de su padre?

Por el Prof. Julio R. Otaño 

La muerte de Encarnación puso a Manuela en un escenario de extrema exposición pública, completamente inusual para las mujeres en ese entonces. Madre e hija tuvieron de este modo un peculiar rol en la política, pues lo frecuente era que las mujeres de hombres prominentes formaran parte de sus círculos íntimos, opinaran pero sin adquirir tal presencia pública. Manuela cumplió también con esas prácticas usuales, pero lo distintivo fue su rol de mediadora con sujetos provenientes de los más variados ámbitos sociales, desde los negros y las negras de la plebe urbana hasta los ministros de las legaciones diplomáticas.  Manuela había nacido en 1817 y su formación política corrió bajo el influjo de su madre, y fue su muerte la que cambió completamente su lugar en la vida familiar y social. Tan es así que a sólo días de acaecida, ya se hacía cargo de su correspondencia y ayudaba a su padre como escriba. Pocos años después cumplía también delicadas tareas diplomáticas trabando una relación particularmente amable con el enviado británico hasta 1845, John H. Mandeville, y especialmente con su sucesor, Lord Howden, quien la llamaba su “linda, buena, querida y apreciadísima hermana, amiga y dueña”, un lenguaje muy amoroso, por cierto. Hacia 1848, un norteamericano que lo entrevistó relataba que le habría dicho: 

Esta es mi mujer -me dijo señalando a Manuelita-. Tengo que alimentarla y vestirla y eso es todo: no puedo tener con ella los placeres del matrimonio; dice que es hija mía pero yo no sé por qué; cuando estuve casado, teníamos en la casa a un gallego y puede ser que él la engendrara. Se la doy a usted, señor, para que sea su mujer y podrá tener con ella, no solamente los inconvenientes sino también las satisfacciones del matrimonio. [...] La pobre Manuelita se ruborizó ante la grosería de su padre y se disculpó diciéndome: Mi padre trabaja rnucho y cuando ve alguna visita, es como una criatura, como en este caso.(en Busaniche "Rosas visto por sus contemporáneos) Es dificil confirmar la veracidad de este relato. Aunque este tipo de situaciones parecen haber sido habituales en los encuentros de Rosas con visitantes extranjeros, a quienes buscaba incomodar. Pero, frente a otros interlocutores, Rosas no escatimaba elogios para su hija: “En Manuela, mi querida hija, tienen ustedes una heroína - ¡Qué valor! Si es el misino de la Madre”, había escrito a su colaborador Vicente González en 1839. 

Más aún: también le habría dicho: “Si Yo falto por disposición de Dios en ellos -en Manuela y en su hermano Juan- han de encontrar usted quienes pueden sucederme”. No se trataba de un rumor sino que la carta fue publicada en La Gaceta Mercantil y se entiende que en 1841 varios de sus más destacados partidarios pensaran en proponer a Manuela como su heredera en el gobierno, en caso de necesidad. Fuera alentada o no por Rosas esta posibilidad, lo cierto es que llama la atención en Rosas mantuvo su rasgo más prototípico, el acentuado patriarcalismo y pese a ello no parece haberle asignado a su hijo Juan Bautista un rol relevante en su “sistema”, el cual, incluso, fue menor del que tuvo su hijo adoptado, Pedro Rosas y Belgrano, el hijo no reconocido de su cuñada con Manuel Belgrano. El lugar decisivo fue claramente ocupado por Manuela. Y, sin embargo, no era la única mujer que rodeaba a Rosas. María Eugenia Castro fue su compañera y madre de cinco hijos que Rosas nunca reconoció, al punto de que en su testamento negó expresamente haber tenido otros hijos que no fueran los que le dio Encarnación. No es claro cuándo comenzó esa relación, pero se sabe que Rosas había sido su albacea y tutor y que María Eugenia era una de las personas que atendían a Encarnación desde que tenía trece años. 

Su trayectoria personal sólo es excepcional porque se vinculó con alguien como Rosas, pero este tipo de relaciones eran un rasgo típico de los entramados sociales elitistas. Como fuera, no se trató de un vínculo ocasional y la relación se mantuvo al menos entre 1840 y 1852, tiempo durante el cual María Eugenia parece haber sido una de las pocas personas que compartían la intimidad de Rosas, lo atendía en sus frecuentes enfermedades. ¿Hubo otras mujeres en la viudez de Rosas? Según algunas versiones, al parecer se habría enamorado de una acompañante de su hija, Juanita Sosa, pero Manuela se opuso firmemente a que contrajera un nuevo matrimonio: si lo hacía, debía ser con María Eugenia

Bibliografía

Busaniche José Luis "Rosas visto por sus contemporáneos"

Ibarguren Carlos "Manuelita Rosas"

Gelman, Fradkin "Rosas la construcción de un liderazgo político"

Lynch John  "Juan Manuel de Rosas"

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