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sábado, 13 de mayo de 2023

María Remedios del Valle Rosas (1767-1847) 2da Parte

Por el Prof. Julio R. Otaño
Tomás M. de Anchorena, secretario de Manuel Belgrano en la campaña al Alto Perú, también toma la palabra en esta ocasión:
“Yo me hallaba de Secretario del General Belgrano cuando esta muger estaba en el Ejército, y no había acción, en que ella pudiera tomar parte que no tomase, y en unos términos que podía ponerse en competencia con el soldado más valiente; admiraba al general, a los oficiales, a todos cuantos acompañaban al ejército y en medio de este valor tenía una virtud a prueba y presentaré un hecho que la manifiesta. El general Belgrano creo que ha sido el general más riguroso: no permitía que siguiese ninguna muger al ejército; y esta era la única que tenía facultad para seguirlo. Al pasar por la ciudad de Salta, teniendo que atravesar el río del Pasage […] el ejército dejó una división allí sin más objeto que contener entre los bosques de aquellos contornos, a las mugeres que seguían siempre al ejército y contenerlas allí para evitar que pasasen, menos a María Remedios del Valle […] Era el paño de lágrimas, de todos aquellos jefes y oficiales y demás individuos a quienes pudiera servir sin el menor interés. Yo los he oído a todos, a voz pública hacer elogios de esta mujer por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los hombres en la desgracia y miseria en que quedaban después de una acción de guerra: sin piernas unos, y otros sin brazos, sin tener auxilios ni recursos para remediar a sus dolencias. De esa clase era esta muger. Si no me engaño, ese título de Capitana del ejército se lo dio el General Belgrano. No tengo presente si fue en Tucumán o en Salta, que después de esa sangrienta acción que entre muertos y heridos quedaron 700 hombres sobre el campo, oí al mismo Belgrano ponderar la oficiosidad y el esmero de esta mujer en asistir a todos los enfermos que ella podía asistir […] Una muger tan singular como ésta entre nosotros debe ser el objeto de admiración de cada ciudadano, y adonde quiera que vaya de ellas debía ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a un General”. Al finalizar la sesión se aprobó unánimemente su reconocimiento como capitana de infantería y la pensión correspondiente, a lo cual se le sumaron confeccionar una biografía y mandar a hacer un monumento. Sin embargo, estas propuestas no hallaron su curso.  
Años más tarde, otros militares recuperan su figura. Entre ellos, Gregorio Aráoz de Lamadrid, en sus memorias redactadas en 1841, recuerda:  “Es digno de trasmitirse a la historia una acción sublime que practicaba una morena, hija de Buenos Aires llamada tía María y conocida por madre de la Patria, mientras duraba este horroroso cañoneo como a las 12 del día 14 de noviembre y con un sol que abrasaba. Esta morena tenía dos hijas mozas y se ocupaba con ellas en lavar la ropa de la mayor parte de los jefes u oficiales, pero acompañada de ambas se la vio constantemente conduciendo agua en tres cántaros que llevaban a la cabeza. Desde un lago o vertiente situado entre ambas líneas y distribuyéndola entre los diferentes cuerpos de la nuestra y sin la menor alteración”.
Mientras José María Paz, en sus memorias escritas en 1848, anota:
“Allí reaparece en su memoria el accionar valiente de ‘María’, la ‘Madre de la Patria’, quien, junto a sus dos hijas, en el medio del intenso cañoneo realista llevaba cántaros de agua en la cabeza y les acercaba a los soldados de la línea patriota. Una célebre parda, creo llamada María, que seguía al ejército nuestro, no recuerdo si con una ó dos hijas, y que le llamaban la madre de la patria y que ha muerto aquí en Buenos Aires no hace muchos años, andaba con sus hijas entre las balas de cañón enemigo, arreando agua en ´cantaros a la cabeza y alcanzándola a los cuerpos de nuestra línea, por más de media hora que duró el cañoneo”.
Finalmente le acordaron una pensión de 30 pesos por mes, más o menos lo que ganaba una costurera, Tantos papeles, tantas palabras laudatorias se tradujeron en 30 míseros pesos mensuales. La “Madre de la Patria” se las tenía que arreglar con un peso por día en una ciudad bastante cara donde la carne costaba dos pesos la libra y la yerba 70 centavos. Más tarde, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, decretó su jerarquía de mayor de caballería y le aumentó su pensión de 30 pesos a 216 pesos. Ella, por gratitud hacia quien la sacó de la miseria, cambió su nombre por el de Remedios Rosas.
Murió el 8 de noviembre de 1847, sin haber recibido en vida el reconocimiento merecido. Honrar su figura constituye un acto de justicia para quienes, sometidos a la condición de esclavos en los orígenes de la Patria, se identificaron con este país y lucharon por su Independencia.
No hubo monumento ni biografía para María. Pasaron casi doscientos años hasta que en octubre de 2010 las diputadas Paula Merchan y Victoria Donda presentaron un proyecto en el Congreso Nacional para levantarle el adeudado monumento a la “parda María”.  Finalmente el 8 de noviembre de 2022 el ministro de Cultura, Tristán Bauer, encabezó la ceremonia de emplazamiento del monumento que honra a María Remedios del Valle, recordada como la “Madre de la Patria”, en la plazoleta Alfonso Castelao, ubicada en Bernardo de Irigoyen y Estados Unidos, CABA.
Luego de anunciar que Manuel Belgrano y Del Valle estarán en los billetes de circulación nacional próximamente, Bauer reivindicó la figura de la capitana del ejército de la independencia

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