Es el lunes 24 de junio. Seguro que frío y nublado.
A la tardecita.
En el café El Foro, de Corrientes y
Uruguay, se reunió una treintena de hombres maduros, abogados,
ingenieros, médicos, periodistas, escritores, artistas, todos notables
militantes del partido fundado por Leandro Alem, con el propósito de
lanzar una nueva agrupación política como corriente de pensamiento
irigoyenista dentro de la UCR.
Bajo la dirección inicial de Juan B.
Fleitas y Manuel Ortiz Pereyra, el grupo que unos días más tarde daría
origen a la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina –
FORJA estaba integrado por Arturo
Jauretche, Homero Manzione (Manzi), Félix García Ramírez, José María
Cané, Oscar López Serrot, José Constantino Barro, Juan Luis Alvarado,
Conrado Míguez, Abel Sánchez Uncal, Amable Gutiérrez Diez, Juan Molas
Teran, Germán Pais, Ismael Segovia, Atilio García Mellid, Gabriel del
Mazo, José Peco, Jorge Walter Perkins, Carlos Menica, Luis Dellepiane,
Silvano Santander, Martín Irigoyen, Manuel Belnicoff, Rodolfo Alvarez
Prado, Camilo Stanchina, Ernesto Laclau, Jorge Luis Borges, Ernesto
Vatteone, Guillermo y Carlos Maya, Oscar Correa, Angel y Nestor Banfi,
Jorge del Río, Oscar Meana, Orlando Paoletta y los hermanos Fernando,
Carlos y Ubaldo Estrada, entre otros.
Raúl Scalabrini Ortíz participa pero no adhirió por no cumplir con la condición de ser afiliado radical.
Ese mismo día.
Al anochecer. Las voces del canillita disuelvieron la reunión.
Crítica: titular en tipografía catástrofe.
Carlos Gardel muere en un accidente aéreo en Medellín.
Conmoción y congoja nacional.
Manzi le escribe un epitafio imperecedero:
“...en esta Patria que tiene un pueblo sentimental como una novia,
derecho como una daga y amigo como un poncho, a Gardel se lo considera
un compañero más”.
29 de junio de 1935. Sábado. En un sótano
de Corrientes 1778, se lanzó, por fin, la “Fuerza de Orientación Radical
de la Nueva Argentina”, FORJA. Presidían la primera reunión Jauretche,
Manzi, Alvarado, Dellepiane, del Río, Correa y Molas Terán.
El nombre de la agrupación, inspirado en
un concepto atribuido a Yrigoyen, describía a la vez el panorama
pavoroso de la década infame y la oportunidad luminosa que animaba los
jóvenes militantes del nacionalismo popular y democrático de aquellos
tiempos: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”.
FORJA, a partir de esa definición
fundacional, fue una experiencia inédita en la política nacional: “De
los nacionalistas, compartimos la exaltación patriótica y de los
comunistas, su conocimiento del fenómeno imperialista.
Pero el patriotismo de símbolos de los
nacionalistas fue, en nosotros, amor a la sustancia de lo argentino y no
su expresión abstracta, y de la concepción doctrinaria de los segundos,
apreciamos las generalizaciones y el aspecto mecánico del capitalismo,
para abocarnos al conocimiento y soluciones de nuestra realidad...
Los socialistas pretenden excluir la realidad para cambiarla, en lugar de comprenderla para superarla.
Así han fracasado en el interior, al rechazar a las masas por incultas, ineptas, etc...
Las masas se saben desapreciadas por la petulancia socialista...
El partido socialista es el de los hombres que no quieren que pase nada.
A los nacionalistas les dije: el nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba de su padre.
El nuestro, se parece al amor del padre, junto a la cuna del hijo y ésta es la sustancial diferencia.
Para ustedes, la Nación se realizó y fue derogada; para nosotros, todavía sigue naciendo”.[1]
Jauretche declina la presidencia, que a propuesta de Manzi recae en Luis Dellepiane.
Ese pequeño grupo marginado de la llamada
política grande consagró términos que luego serían cotidianos, como
“vendepatria” y “cipayo”, y desnudó "Estatuto legal del coloniaje" que dio el carácter de “infame” a la década.
Pero lo más importante: fue el primer
intento orgánico de ver la Argentina con ojos argentinos y de crear
categorías propias de análisis para entender la realidad nacional.
Desde entonces hasta hoy las definiciones
forjistas constituyen el piso conceptual en que se asienta todo proyecto
nacional, popular y democrático.
“Hasta entonces se había procedido así: dada tal doctrina, es necesario que la realidad se someta a ella.
Nosotros nos propusimos que dada nuestra
realidad, resultase una doctrina que sirviera a nuestros intereses y no a
los ajenos. Hasta entonces habíamos ido al almacén con el "manual del
perfecto comprador", pero escrito por el almacenero.
Empezamos por estudiar, libres de las anteojeras, algunos problemas de nuestro presente y de nuestro pasado.
De su conocimiento resultaron conclusiones que siguen dando frutos.
Del conjunto de esas conclusiones han
resultado puntos de vista generales que, ahora sí, permiten deducciones
propias y auténticas.
Se era liberal, marxista o nacionalista,
partiendo del supuesto que el país debía adoptar el liberalismo, el
socialismo o el nacionalismo y adaptarse a él, partiendo del supuesto
doctrinario importado, reproduciéndolo y forzando a la naturaleza a
condicionarse a él.
La tarea de FORJA no fue hacer ni
liberalismo, ni marxismo ni nacionalismo, sino contribuir a una
comprensión en que el proceso fuera inverso y que las ideas universales
se tomaran sólo en su valor universal, pero según las necesidades del
país y según su momento histórico las reclamasen, como creaciones
propias del mismo, en su marcha ascendente.
En una palabra, utilizar las doctrinas y las ideologías y no ser utilizado”[2].
De esa época es el siguiente texto, que denota la vocación latinoamericanista revolucionaria del nuevo grupo:
“Como en 1810, sólo por la
acción de los pueblos, la Argentina y los países indoamericanos
conquistarán la emancipación económica.
Ciudadano, no se resigne. Luche.
Oponga la rebelión de su conciencia a la fuerza de los usurpadores”.
Juan José Hernández Arregui describe el momento:
“Jauretche no fue solamente uno de los fundadores de FORJA, sino su activista panfletario...
A diferencia de los fantasmas hinchados
por la oligarquía, Arturo prefirió al narcisismo literario el folleto
anónimo, el volante insurrecto, el fragor callejero y el puñetazo, en
medio del terrible muro de silencio, cuestionado por economistas
universitarios y escritores lacayos del imperialismo y, por eso,
famosos.
La antipatria le cerró a Jauretche y a su generación, todos los caminos.
Me alegro.
En un país colonial, el patriotismo es eso.
Mirar a la Patria, olvidarse de uno y darle al pueblo lo mejor de si mismo”:
Un volante de FORJA convoca, para el
miércoles 31 de marzo de 1940, a un GRAN MITIN DEL SALON AUGUSTEO,
templo de los bailarines de tango de la época (¡qué paradoja!: otro 29
de junio, pero de 2006, un incendio provocó graves daños en el salón).
Titula: LOS PROBLEMAS DE LA PATRIA –la
corrupción de las direcciones políticas; su traición a la democracia; la
colonización económica; el caos social; SERAN DENUNCIADOS POR FORJA,
con claridad, con franqueza, con energía. UNA CITA RADICAL Y ARGENTINA.
Serán ORADORES: Atilio García Mellid, Homero Manzione, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz, Luis Dellepiane.
Otro volante de FORJA, que adelanta la
definición de conceptos que el peronismo convertirá en sus banderas una
década y media después, dice: “En el territorio más rico de la tierra
vive un pueblo pobre, mal nutrido y con salarios de hambre. Hasta que
los argentinos no recuperemos para la Nación y el Pueblo el dominio de
nuestras riquezas, no seremos una Nación soberana ni un pueblo feliz.
Hay que sentir y obrar como argentinos.
Contra todos los vendepatrias nativos y contra todo imperialismo.
La restauración argentina sólo podrá
cumplirse sobre la base de la soberanía popular, la emancipación
económica y el imperio de la justicia”.
Manzi escribe la “Milonga de FORJA”:
“Forjista que estás de guardia/si te preguntan, contesta,/que estás de
guardia en la noche/esperando que amanezca./ Bajo la luz del
crucero,/signo plateado de estrellas,/el sol del Inca y de Mayo/dora tu
afán en la espera./ Está velando la noche/en que Argentina
despierta:/mañana cuando haya sol/será libre nuestra América./ Bajo la
luz del crucero/ si alguno a caer acierta;/¡un laurel para su frente/y
adelante los que quedan./ Que se rompa y no se doble/ésa es la voz de tu
espera./¡Qué lindo será mañana,/mañana cuando amanezca ”
Recién el 2 de setiembre se dio a conocer
el Manifiesto liminar de FORJA, puesto a consideración en la reunión
fundacional del 29 de junio: “Somos una Argentina colonial. Queremos ser
una Argentina libre”.
Estas palabras, ahora en boca de los forjistas, hubieran sonado inverosímiles antes de la crisis de los años 30.
Sin embargo, en esos momentos, desnudaban
la realidad: la orgullosa Argentina del Centenario, con gran impudicia,
confesaba su dependencia del Imperio Británico.
En su Preámbulo, el Manifiesto denunciaba a
las direcciones de la UCR “que tienden a destruirla por el abandono de
los ideales que le dieron origen y por el debilitamiento de los valores
morales que han definido al movimiento histórico del radicalismo...” y
las acusa de “colaborar con las oligarquías económicas entregadas al
capital extranjero...” (hace casi un siglo y nada nuevo, no?)
El documento de la Asamblea Constituyente
de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, consideraba:
“Que el proceso histórico argentino en particular y Latinoamericano en
general, revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en
procura de la Soberanía Popular, para la realización de los fines
emancipadores de la Revolución Americana, contra las oligarquías como
agentes de los imperialismos en su penetración económica, política y
cultural, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de
América...”, declara:
“Que la tarea de la nueva emancipación
sólo puede realizarse por la acción de los pueblos... consumando hasta
la totalidad la obra truncada por la desaparición de Hipólito
Yrigoyen... única forma de cumplir incorruptiblemente los ideales que le
dieron vida y determinan su perduración histórica al servicio de la
Nación Argentina”, y “abre sus puertas a todos los radicales y
particularmente a los jóvenes que aspiren a intervenir en la
construcción de la Argentina grande y libre soñada por Hipólito
Yrigoyen”.
Y concluye: “Por el radicalismo a la soberanía popular. Por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino”.
Se fijaron como objetivo revelar el
silencio de radicales alvearistas y socialistas frente a lo que
denominaban “El estatuto legal del coloniaje”:
1.- la entrega a Otto Niemeyer del Banco Central;
2.- la unificación de los impuestos internos;
3.- la Coordinación de Transportes;
4.- las Juntas Reguladoras;
5.- el Tratado de Londres (Pacto Roca-Runciman);
6.- el abandono de la neutralidad internacional de Yrigoyen;
7.- el Régimen de Cambios;
8.- la Política Petrolífera;
9.- la sujeción de la enseñanza a organizaciones extranjeras;
10.- la participación en intervenciones militares en América Latina;
11.- la restricción de las libertades de palabra y asociación;
12.- leyes que otorgan facultades discrecionales al Poder Ejecutivo;
13.- las graves irregularidades con la
venta de armamentos, la política frigorífica y la venta de carnes
comprobadas en la investigación parlamentaria y el asesinato del senador
Bordabehere;
14.- la implantación de la censura previa y,
15.- la complicidad del Poder Judicial.
Sus consignas reclamarán:
“Patria, Pan y Poder al Pueblo”, “Ni plutocracia ni nazifascismo”, y
después del golpe de Estado del 4 de junio del 43, “Radicalizar la
revolución y revolucionar al radicalismo”.
Hacia 1940, la facción liderada por
Dellepiane y Del Mazo pactó su reintegración a la conducción nacional de
la UCR, y abandonó el movimiento.
Esto favoreció a la línea más
radicalizada, que representaba Scalabrini Ortiz —quien se incorporó
formalmente al eliminarse la obligatoria adhesión a la UCR—, y colocó a
Jauretche al frente del grupo.
“Se prepara una revolución radical”, anunciaba el coronel Pomar a sus amigos forjistas.
Aludía a las reuniones que oficiales del GOU sostienían con el general Arturo Rawson en Campo de Mayo.
A un llamado, los muchachos de FORJA se
juntaron en el sótano de la calle Lavalle, uniformados, de boina blanca y
bajo el liderazgo de Darío Alessandro.
Jauretche concurrió al Edelweiss de la
calle Libertad, lugar habitual de reunión de nacionalistas y forjistas y
allí, por boca de un mensajero de los conjurados, confirmó la partida
de las tropas.
Trescientos forjistas marcharon hacia el Congreso para sumarse a la columna militar que baja por la avenida Rivadavia.
Diez mil hombres convergieron desde todos los rumbos sobre la Plaza de Mayo.
El movimiento castrense del 4 de junio de 1943 derrocó al presidente Castillo.
El general Arturo Rawson ocupó el sillón presidencial sin resistencia alguna.
El primer decreto del gobierno revolucionario nombró a oficiales del GOU en los comandos de los regimientos y de la policía.
El segundo disuelvió el Congreso y los partidos políticos.
Con un comunicado, FORJA caracterizaba al
nuevo gobierno militar como el fin de la década infame: “FORJA declara
que contempla con serenidad no exenta de esperanza la constitución de
las nuevas autoridades nacionales, en cuanto las mismas surgen de un
movimiento que derroca al ‘régimen’ y han adquirido el compromiso de
reparar la disolución moral en que se debatía nuestra política y de
crear un sistema basado en normas éticas y en claros principios de
responsabilidad y soberanía. FORJA... ratifica su demanda total de
emancipación nacional y soberanía política...”.
El nuevo jefe de gobierno, general Arturo
Rawson, que ha firmado un decreto rompiendo relaciones con el Eje que no
llega a publicarse, mantuvo una entrevista con Jauretche: “Con esas
ideas, le dice, no va a ser presidente por mucho tiempo”.
El general Pedro Pablo Ramírez, de
posición neutralista, desplazó al belicista Rawson y nombró a Farrell
secretario de Guerra y éste a Perón en la subsecretaría. Los logistas
instalaron otros integrantes del GOU en puestos clave de gobierno. Los
forjistas miraban con esperanza el avance de los viejos conocidos y
especialmente de Perón, en el que reconocen un lector de sus
“Cuadernos”, los libros de José Luis Torres y la “Historia de los ferrocarriles” de Raúl Scalabrini.
Sin embargo, FORJA no cesaba su combate desde las bases.
El frente de trabajo universitario de
FORJA había alcanzado para esas fechas importantes conquistas: el
presidente de la FUA, Francisco J. Capelli, provenía de las filas
forjistas de la ciudad de La Plata. Carlos Maya era presidente del
Centro de Derecho de la UBA y Mario Pascale era delegado a la FUBA. En
Córdoba, el forjista José Cafasso y Mario Roberto, vinculado a
Sabattini, constituían una agrupación de gran relieve: la
Unión Federalista Revolucionaria Argentina, que defendía posiciones
federalistas y latinoamericanas. En Tucumán, Celestino Gelsi (que llegó a
ser Gobernador de la provincia en la década del 50), en Mendoza Mathus
Hoyos, en Santa Fe Alejandro Greca, en Salta Juan Carlos Cornejo Linares
(también de distinguida actuación política más tarde) y en La Rioja
Ramón Torres Molina eran militantes forjistas e importantes dirigentes
universitarios. En todas las facultades de la Universidad de La Plata
había forjistas que ocupaban cargos dirigentes.
A causa de la suspensión de los partidos
políticos decretada por el gobierno de facto, FORJA funcionó como “Club
Argentino” en Florida 334.
Ante ciertas actitudes autoritarias y
ultramontanas de sectores del gobierno (como la prohibición del lunfardo
en las letras de tango) y una serie de medidas inspiradas en el
nacionalismo oligárquico, FORJA emitió un pronunciamiento: “La
revolución del 4 de junio ha abierto un paréntesis en la política
argentina y ese paréntesis se ha poblado de interrogantes...
La única salida del movimiento
de junio es alinearse junto a la voluntad de las grandes mayorías sin
sectarismos de estilo, subordinándose a un movimiento nacional que está
en la calle y en las fábricas a la espera de canales políticos que lo
interpreten...
Lo que en FORJA llamamos
voluntad nacional, es cosa distinta a la simple y ocasional suma de
voluntades que se da en oportunidades electorales...
Y no puede construirse desde arriba sino trabajando en el seno del pueblo”.
En octubre del 43 el gobierno dió a
conocer como decreto-ley el “Estatuto del peón”, lo que despiertó un
violento rechazo de todo el establishment económico y político,
encabezado por la Sociedad Rural y la “prensa seria”.
La serie de normas legales que tenían por
objeto proteger a los trabajadores del campo, manejados hasta entonces
como parias, había sido diseñada por Jauretche. Perón respondió con un
discurso de neta hechura jauretcheana: “Hoy llegamos con el Estatuto del
Peón.
Se bien que ello no agrada a algunos explotadores sin conciencia.
Se también que será motivo de crítica por
parte de algunos merodeadores de las grandes empresas y escribas sin
escrúpulos al servicio de los vacunos, que ya han visto mal que yo
defienda con más entusiasmo el perfeccionamiento de la raza humana que
la de los toros y los perros argentinos”.
El 16 de diciembre apareció el primer número del semanario “La Víspera”, un tabloid que dirige Francisco J. Capelli.
El primer editorial escrito por Jauretche decía: “La Víspera es una publicación modesta.
Saldrá una vez por semana.
El sábado... Del sábado inglés La Víspera aspira a hacer un sábado argentino...
No es La Víspera una voz nueva.
Viene desde el fondo de la historia... porque el pueblo está en la raíz de lo nacional...
En lo grande no se han equivocado nunca ni
el pueblo de la emancipación ni el de los caudillos federales, ni el de
Yrigoyen. Los doctorcitos son los que se equivocan...
Por eso no somos maestros de nada.
Nos dimos cuenta, simplemente, de lo que verdaderamente intuíamos hasta hacerlo pensamiento primero que otros, y nada más.
Ahora queremos ayudar a que ese descubrimiento de la verdad de cada uno se haga en todos.
Cuando ello haya ocurrido habrá dejado de ser La Víspera. Será el día”.
El periódico sobrevivirá a las graves penurias financieras y a la ofensiva reaccionaria hasta el 24 de marzo de 1945.
Adquirió la apariencia de vocero forjista, no siéndolo oficialmente.
Escribieron en sus páginas un nutrido
grupo de intelectuales jóvenes que con los años se destacarán en la
política y en la academia universitaria: José Aralda, Guillermo Borda,
Miguel López Francés, Mario Pascale, Carlos Maya, César Bunge, Roque
Raúl Aragón, Basilio Ruiz, Vicente Trípoli, Atilio García Mellid, Juan
Pastor y los latinoamericanos Natalicio González, paraguayo, Tulio
Cestero Burgos, puertorriqueño, Isa Carballo, cubano, etc. Publican
poemas de Andrés Bello, Guido Spano, Rafael Alberti, Rubén Darío y,
entre otros, de Julián Barrientos, seudónimo de Jauretche.
Algunos títulos de las principales notas
son indicativos de la línea editorial del periódico: “El imperialismo:
historia y utopía”, de Abel Cardelicchio; “La Tercera Posición”, de
Alejandro Greca; “Rehabilitación de la figura revolucionaria de
Castelli”, de Guillermo Borda; “¿Adónde va indoamérica”, de Cestero
Burgos; “Valores estéticos en la música popular”, de Vicente Demarco;
“Iniciativa privada y librecomercio: bases del predominio yanqui”, de
López Francés, etc.
“La Víspera” defiendía la neutralidad
argentina frente a la guerra mundial. Jauretche tituló su nota: “General
Farrell: queremos morir aquí” .
El presidente Farrell clausuró entonces el periódico y el Club Argentino.
Al tiempo que el gobierno declara la
guerra al Eje, EEUU envía al embajador designado para atender los
asuntos argentinos: Spruille Braden.
De allí en adelante los forjistas, contando con la anuencia y apoyo de Perón, empiezaron a recorrer el país.
En Villa María, Jauretche se entrevistó
todas las semanas, durante todo un año, con Amadeo Sabattini, la más
caracterizada figura del radicalismo de entonces.
Le planteó organizar un movimiento de solidaridad con la gestión de la flamante Secretaría de Trabajo y Previsión.
Sabattini, sin rechazar la propuesta,
quedó en que lo pensaría, lo que dio lugar a otros numerosos encuentros.
“... todos estaban de acuerdo, pero no se animaban a dar el primer
paso.
Los radicales son enfermos
de timidez”, acusará Jauretche admitiendo el fracaso de intentar hacer
converger en un único movimiento político al radicalismo con la
emergente fuerza histórica.
En otoño López Francés y René Orsi viajaron desde la Plata a la casa de Moisés Lebensohn en Junín con el mismo propósito.
A Lebensohn no le disgustaba la
posibilidad de apoyar el Secretario de Trabajo, pero disentía con su
posición de neutralidad frente a la guerra.
Al fin, solicitó tiempo para consultar con don Amadeo para fijar posición conjunta, lo que nunca se concretó.
Jauretche declina el ofrecimiento de Perón de ser nombrado Interventor Federal en la provincia de Buenos Aires.
En cambio, acepta comprometer a varios de
sus compañeros forjistas para integrar el gabinete de gobierno del
interventor militar designado: el general Juan Carlos Sanguinetti.
El acuerdo consistía en que la casa de
gobierno de La Plata pasaría a ser el nódulo central de la política
sustentada por FORJA.
Pero Sanguinetti no respeta el acuerdo y
Jauretche se distancia entonces de Perón considerando que no ha hecho
todo lo necesario para llevar a cabo el cumplimiento de su palabra.
E interrumpe sus visitas al coronel.
El mismo Jauretche le puso fecha a esta separación: “En julio del `44 me disgusté con Perón”.
El lunes 8 de octubre de 1945 Perón cumplía 50 años: una jornada turbulenta.
En la mañana siguiente renunciará a todos
sus cargos: secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y
vicepresidente de la República.
La noticia sacudió al país.
En su despedida de los afligidos
trabajadores que lo aclamaron cuando se retiraba de la Secretaría que él
mismo había creado, Perón pronunció frases que quedaron para siempre
grabadas en la conciencia proletaria: "Los trabajadores sólo deben confiar en sí mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio obrero".
El 11 de octubre Jauretche se entrevistó
con el dirigente radical intransigente Amadeo Sabattini solicitándole
que asuma el gobierno.
Pero los radicales insistieron con la entrega del gobierno a la Corte.
“Ya no hay otra alternativa para el país que Perón o la oligarquía –expresa Jauretche. Nosotros nos vamos con Perón”.
Entre los forjistas el 17 de octubre provocó un terremoto.
Unos iniciaron su emigración hacia el Partido Laborista; otros creyeron que eliminando la palabra Radical de la sigla, FORJA podría subsistir; los menos se aprestarán a regresar al radicalismo atemorizados por las masas en la calle.
El 15 de diciembre, FORJA se disuelvió:
“...el pensamiento y las
finalidades perseguidas por FORJA están cumplidas al definirse un
movimiento popular en condiciones políticas y sociales que son la
expresión de una voluntad nacional de realización...
Las ideas que habíamos sembrado habían madurado y percibíamos su eclosión en el movimiento en marcha.
La bandera de las clases
medias que el radicalismo irigoyenista no ha sabido sostener pasó a
manos de los trabajadores que la llevaron a la victoria”.
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