Por Julio R. Otaño
Manuel Joaquín del
Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, hijo del
comerciante genovés Domingo Belgrano y Peri y de Josefa González, cuarto
descendiente de ocho hijos varones y tres mujeres. Estudió latín y filosofía en el Colegio San
Carlos y luego viajó a España, donde se recibió de abogado en la Universidad de
Salamanca. Allí recibió una comunicación oficial informándole que lo habían nombrado
Secretario perpetuo del Consulado en Buenos Aires. Tenía 24 años. Fue el primer
impulsor de la educación argentina “Educación es lo que necesitan estos pueblos
para ser virtuosos e ilustrados como corresponde”, escribió. Entonces decide
que “el país necesita escuelas”. Y las crea, comenzando por una Escuela de
Niñas. Hasta ahí se pensaba que la mujer no tenía necesidad de saber nada, y
todo quedaba reducido a aquellas pocas casas en las que les enseñaban a leer y
escribir. Belgrano combate este absurdo y a partir de él se inicia la educación
de la mujer en nuestra Patria. También incorpora al aprendizaje a los niños
negros.
En 1806, durante la Segunda Invasión Inglesa fue obligado a jurar obediencia a su Majestad Británica y lealtad a la corona inglesa. Belgrano se negó, fugándose a la Banda Oriental. Al año siguiente ya en Buenos Aires, como Sargento Mayor de Patricios, participó en la Resistencia contra la Tercera Invasión. Belgrano, su primo Castelli y Saavedra fueron los primeros en enterarse de la disolución de la Junta de Sevilla: El 21 una pequeña multitud se reunió en la Plaza de la Victoria liderados por Belgrano, Rodríguez Peña, French y Beruti. Fue vocal de la Junta de Mayo y, paralelamente, fundó el Correo de Comercio. Cedió su sueldo de vocal para financiar una expedición militar a Córdoba, y donó la mayoría de sus libros para crear la base de la Biblioteca Nacional, fundada por La Junta. En agosto de 1810 fue enviado a Paraguay, a fin de terminar con las acciones hostiles del gobernador Velazco. "Mis conocimientos militares eran muy cortos", reconoció Belgrano. Su presencia no imponía mucho respeto: a su corta estatura (1,62) se le sumaba una insoportable voz de pito la que, probablemente, diera nacimiento al fantasma de su homosexualidad, explotada por inescrupulosos y desprovista de toda verdad. Y ahora será coronel, después, general y jefe del ejército. Allí nace el militar. Su sable ya enaltece los triunfos de la Patria en la lucha independentista. Demostró coraje, estrategia, inteligencia. Ganó y perdió, pero siempre peleó. Y hasta lo hizo en condiciones muy difíciles. Belgrano dispuso el trazado definitivo de dos pueblos Mandisoví y Curuzú Cuatiá. El 19 de enero de 1811 los setecientos hombres de Belgrano se enfrentaron con los siete mil de Velazco. Fue la derrota honrosa de Paraguari; en Tacuarí su ejército quedó diezmado; el inicuo gobierno de Bs As le suspendió las funciones y el grado, y se ordenó enjuiciarlo, pero el proceso era tan manifiestamente injusto que ningún oficial se presentó a declarar. El 27 de febrero de 1812 (ya devuelto su grado militar) creó la bandera Nacional lo que le valió la reprimenda del primer triunvirato a través de Bernardino Rivadavia. En agosto los españoles invadieron Humahuaca con una fuerza de tres mil hombres. Belgrano, entonces, evacuó Jujuy: es el célebre y heroico “exodo jujeño”: las cosechas habían sido incendiadas y en las calles de Jujuy ardían muebles, enseres y otras cosas que no habían podido cargar. Belgrano, que fue soltero toda su vida, tuvo algunos romances, entre los cuales dos le dieron descendencia. María Josefa Ezcurra, una dama de buena posición social y económica, es posible que conociera a Belgrano desde su primera juventud, pero lo cierto es que iniciaron una intensa relación en la época en que Belgrano regresó de su campaña al Paraguay hacia 1811.
En 1806, durante la Segunda Invasión Inglesa fue obligado a jurar obediencia a su Majestad Británica y lealtad a la corona inglesa. Belgrano se negó, fugándose a la Banda Oriental. Al año siguiente ya en Buenos Aires, como Sargento Mayor de Patricios, participó en la Resistencia contra la Tercera Invasión. Belgrano, su primo Castelli y Saavedra fueron los primeros en enterarse de la disolución de la Junta de Sevilla: El 21 una pequeña multitud se reunió en la Plaza de la Victoria liderados por Belgrano, Rodríguez Peña, French y Beruti. Fue vocal de la Junta de Mayo y, paralelamente, fundó el Correo de Comercio. Cedió su sueldo de vocal para financiar una expedición militar a Córdoba, y donó la mayoría de sus libros para crear la base de la Biblioteca Nacional, fundada por La Junta. En agosto de 1810 fue enviado a Paraguay, a fin de terminar con las acciones hostiles del gobernador Velazco. "Mis conocimientos militares eran muy cortos", reconoció Belgrano. Su presencia no imponía mucho respeto: a su corta estatura (1,62) se le sumaba una insoportable voz de pito la que, probablemente, diera nacimiento al fantasma de su homosexualidad, explotada por inescrupulosos y desprovista de toda verdad. Y ahora será coronel, después, general y jefe del ejército. Allí nace el militar. Su sable ya enaltece los triunfos de la Patria en la lucha independentista. Demostró coraje, estrategia, inteligencia. Ganó y perdió, pero siempre peleó. Y hasta lo hizo en condiciones muy difíciles. Belgrano dispuso el trazado definitivo de dos pueblos Mandisoví y Curuzú Cuatiá. El 19 de enero de 1811 los setecientos hombres de Belgrano se enfrentaron con los siete mil de Velazco. Fue la derrota honrosa de Paraguari; en Tacuarí su ejército quedó diezmado; el inicuo gobierno de Bs As le suspendió las funciones y el grado, y se ordenó enjuiciarlo, pero el proceso era tan manifiestamente injusto que ningún oficial se presentó a declarar. El 27 de febrero de 1812 (ya devuelto su grado militar) creó la bandera Nacional lo que le valió la reprimenda del primer triunvirato a través de Bernardino Rivadavia. En agosto los españoles invadieron Humahuaca con una fuerza de tres mil hombres. Belgrano, entonces, evacuó Jujuy: es el célebre y heroico “exodo jujeño”: las cosechas habían sido incendiadas y en las calles de Jujuy ardían muebles, enseres y otras cosas que no habían podido cargar. Belgrano, que fue soltero toda su vida, tuvo algunos romances, entre los cuales dos le dieron descendencia. María Josefa Ezcurra, una dama de buena posición social y económica, es posible que conociera a Belgrano desde su primera juventud, pero lo cierto es que iniciaron una intensa relación en la época en que Belgrano regresó de su campaña al Paraguay hacia 1811.
Ella acompañó al Ejército en la campaña del Norte. y fue que durante la misma y
producto de esa relacion sentimental concibió un hijo, que meses despues
nacería en la estancia de unos amigos en la provincia de Santa Fé
(30 de julio de 1813). Fue bautizado con el nombre de Pedro Pablo. Se ignora si
el niño llego a conocer a su verdadero y biologico padre. Inmediatamente lo adoptó su tía materna,
Encarnación Ezcurra, casada con Don Juan Manuel de Rosas. Desde entonces se
lo conocería como Pedro Pablo Rosas Tuvo una educación limitada en la capital,
y muy joven pasó a formar una carrera militar destinado al campo y a la
frontera con los indios. Mas tarde cuando el Ilustre Restaurador le hiciera
conocer su verdadero origen y quien fue su progenitor hizo los tramites
necesarios para inscribirse con el nombre de Pedro Pablo Rosas y Belgrano. El
hijo mayor de Belgrano se instaló en la zona de los actuales distritos de Azul
y Olavarria, donde Rosas, le había obsequiado enormes extensiones de tierra.
Fue designado juez de paz y comandante militar interino de esos pagos y se
dedicó a las tareas vinculadas a la explotación ganadera. Se casó en 1851 con
Juana Rodríguez con la que tuvo dieciséis hijos. . Conoció a su hermana,
cultivaron una profunda relación y se presume que fue su hermano quien le presentara
a su futuro esposo, Manuel Vega Belgrano, un pariente político con quien se
casó Manuela en 1852 y tuvo tres hijos. Manuel Belgrano sabía que su hijo no
necesitaría su protección económica (gracias a Rosas) por eso, lo poco con lo
que contaba trató de dejarlo para su hija. En un escrito citado por Mitre,
Belgrano solicita a su hermano, el sacerdote Domingo Estanislao Belgrano
"[…] que, pagadas todas sus deudas, aplicase todo el remanente de sus
bienes a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica, de edad de poco más
de un año, que había dejado en Tucumán".
Pedro Rosas y Belgrano combatió en Caseros con las tropas nacionalistas
y soportó con estoicismo la persecución de los unitarios, quienes al recuperar
el poder en Buenos Aires confiscaron todos sus bienes dado que — legalmente —
don Pedro era hijo de Rosas, once estancias en total. También fue acusado de
participar en las invasiones de los generales Jerónimo Costa y José María Flores. Harto de todo eso, a
fines de 1855 se marchó a Santa Fe, donde prestó
servicios en la frontera. En 1859, poco después de la batalla de Cepeda, el general Urquiza volvió a avanzar sobre Buenos Aires. Y lo
nombró comandante de armas del sur de la provincia y lo envió hacia esa zona.
Convenció al cacique general Calfucurá, que atacó al comandante Ignacio Rivas en Cruz de guerra, pero este ataque fracasó. Después de la Batalla de Pavón fue tomado prisionero en Rosario.
Indultado se lo dejó regresar a Buenos Aires donde falleció en Buenos
Aires en septiembre de 1863
Belgrano, instalado
en Tucumán, volvió a avanzar con sus tropas, y ganó la batalla de Las Piedras. El
gobierno central le ordenó retroceder hasta Córdoba, pero Belgrano desobedeció:
se enfrentó a los españoles el 24 de septiembre a las ocho de la mañana. La
batalla de Tucumán duró hasta las primeras horas de la noche: quedaron en
tierra cuatrocientos cincuenta muertos y setecientos prisioneros del ejército
realista. El ejército español lo esperaba en Salta, con cuatro mil soldados. El
20 de febrero de 1813 los derrotó luego de tres horas de batalla: dos
generales, siete jefes, 117 oficiales y 2.683 soldados españoles se entregaron
al ejército patriota. Cuando Belgrano volvió a Buenos Aires la Asamblea Constituyente
lo premió con cuarenta mil pesos: los donó para construir escuelas en Tarija,
Jujuy, Tucumán y Salta, y volvió al Norte, a la zona de Potosí.
Allí sufrió las
derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Enterado del viaje de San Martín al Norte,
pidió su relevo del mando, que entregó en Yatasto el 20 de enero de 1814.
En 1816, durante un
baile por los festejos de la
Independencia, Belgrano conoció a María Dolores Helguera y
Liendo, tucumana de catorce años, una chica rubia de ojos café, descendiente de
"una vieja familia tucumana retirada de la vida social". Belgrano se
enamoró perdidamente de ella. Dolores
quedó embarazada. Sus padres, para proteger el honor familiar, la obligaron a
casarse con un catamarqueño de apellido Rivas. El 4 de mayo de 1819 nació una
niña que fue llamada Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Paul Groussac, en El
Viaje Intelectual, alude a aquella noche de festejos de la independencia en que
Dolores y Belgrano se vieron por primera vez. "Entre las beldades de la
fiesta se encontraban Teresa Gramajo y su prima Juana Rosa, que fue de San
Martín; la seductora y seducida Dolores Helguero, a cuyos pies rejuveneció el
vencedor de Tucumán, hallando a su lado tanto sosiego y consuelo, como tormento
con Mme. Pichegru."
Al poco tiempo cayó gravemente enfermo de
sífilis e hidropesía, por lo que debía volver a Buenos Aires, pero no tenía un
peso para hacerlo. José Celedonio Balbín, un comerciante amigo, le prestó dos
mil quinientos pesos para el viaje, que hizo acompañado por el doctor Redhead,
su médico, el capellán y sus dos ayudantes Gerónimo Helguera y Emilio Salvigny. Finalmente llegó a su casa de la calle Piran
(hoy Belgrano), vecina a Santo Domingo. El
gobierno central le debía quince mil pesos de sueldos atrasados, pero había
guerra con Santa Fe y le enviaron un mensaje diciéndole que no tenían fondos.
Le adelantaron 2.300 pesos.
Fray Cayetano
Rodríguez anunció en una carta dirigida al doctor José Agustín Molina:
"Belgrano ha llegado hace seis días; está bastante malo, todos dudan de su
salud y aun de su vida. (...) El pueblo de Buenos Aires está convertido en una
horda de bandidos", le dijo en otro tramo de la carta.
El 25 de mayo
Belgrano llamó al escribano y le dictó su testamento. Allí aseguró en el ítem
tercero: "Que soy de estado soltero, y que no tengo ascendiente ni
descendiente".
Diversos historiadores suponen que la omisión de Manuela
Mónica se debió al secreto de su relación y al casamiento de Dolores con Rivas.
Belgrano designó albacea a su hermano Domingo Estanislao, y lo instituyó su
heredero. A él le dijo secretamente que "pagadas todas sus deudas,
aplicase todo el remanente de sus bienes a favor de una hija natural llamada
Manuela Mónica que de edad de poco más de un año había dejado en Tucumán".
El 3 de julio de
1848, al morir Joaquín Belgrano, otro de sus hermanos, hombre de considerable
fortuna, viudo sin hijos de Catalina Melián, ordenó en su testamento que
"la casa de la Victoria
en que viven las señoras Robledo la lego a favor de mi sobrina doña Manuela
Belgrano, hija de mi hermano el señor General Don Manuel Belgrano".
Finalmente, a
pedido de la familia Belgrano, Manuela Mónica fue traída a la ciudad y criada
en la casa de Juana Belgrano, una de las hermanas del General.
Francisco de Paula
Castañeda, director del Despertador Teofilantrópico Místico-Político, el
suplemento al Despertador, el Paralipómenon al Suplemento y el Desengañador
Gauchi-Político, fue el único de los ocho periódicos de Buenos Aires que dio la
noticia. No lo hizo ni La
Gaceta de Buenos Aires, ni el Boletín del Ejército, ni el
Termómetro del Día, ni el Argos, etc. Nadie
podía imaginar entonces que el olvido no iba a ser la peor afrenta contra el
prócer:
Un grande don Manuel y tambien su hijo don Pedro!!
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