Por Julio R. Otaño
"Esa mujer me ha mirado para toda la
vida" (San Martín en carta a su amigo Mariano Necochea) Poco después, y con solo quince años,
Remedios de Escalada se casa con San Martín, casi veinte mayor que ella, en la
Catedral de Buenos Aires. Disfrutan de una corta luna de miel pues los
compromisos militares de su esposo los obligan pronto a separarse. Mientras San
Martín marcha junto a los Granaderos a San Lorenzo, Remedios permanece en casa
de sus padres. Es el comienzo de una corta vida en común. No fue
hasta dos años después que se reúnen en Mendoza, siendo su esposo gobernador de
la provincia de Cuyo. Se integra con prontitud a las actividades políticas Al poco tiempo una noticia le causó inmensa
alegría al gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín. Remedios, su
esposa, le comentó sin rodeos que sería padre. Aquel hombre olvidó todas sus
preocupaciones y con una sonrisa se puso a soñar. El matrimonio San Martín esperaba ansioso la
llegada de su primer hijo en la casa que habitaban desde 1814 y que pertenecía
a la familia Alvarez (hoy Corrientes 343, Mendoza). El 24 de agosto de 1816,
Remedios dio a luz a una niña. Cuenta la tradición, que doña Josefa “Pepa
”Álvarez, fue llamada con urgencia para asistir el parto de Remedios. La “Pepa
” estaba en su casa amasando y entró por una puerta trasera que comunicaba
ambas casas. Cuando llegó recibió a la recién nacida con sus manos blancas de
harina.
La pequeña fue bautizada con el nombre de
Mercedes Tomasa por el presbítero Lorenzo Güiraldes. Fueron sus padrinos: el
sargento mayor don José Antonio Álvarez Condarco y la señora doña Josefa “Pepa”
Alvarez. En la madrugada del 25 de enero
de 1817, San Martín, se despidió de su esposa Remedios y de “Merceditas ” como
él la llamaba. Cuatro meses tenía Mercedes cuando su padre, el General San
Martín, partió para realizar la campaña libertadora. Días después, madre e hija
partieron hacia Buenos Aires y se alojaron en la casa de sus abuelos José
Escalada y Tomasa Quintana.
Remedios estaba muy preocupada al no tener
noticias de su esposo y de lo que ocurría en Chile, pero en la tarde del 26 de
febrero, su hermano, el capitán Escalada, llegó a su casa trayendo la noticia
de que se había vencido a los realistas en los llanos de Chacabuco y que Chile
era libre. Tres meses después, el Libertador llegó a Buenos Aires, pero
solamente pudo estar con su familia unos veinte días. Luego partió hacia Chile
para proseguir con la campaña.
En el año 1818, San Martín llegó a la capital
porteña y partieron los tres rumbo a Mendoza. Ya en la Chacra de Barriales,
Merceditas celebró su segundo año de vida en su tierra natal. San Martín y
Remedios pasaron juntos sus últimos días. Al agravarse la salud de su esposa tuvo
que retornar con la niña a Buenos Aires, y el militar regresó a Chile para
proseguir la campaña hacia el Perú.
La madre de Mercedes estaba muy enferma, la
niña fue atendida por sus abuelos y luego por su tía María Eugenia, a quien
Mercedes quería mucho y quien falleció al poco tiempo. Con Remedios muy
enferma, la abuela Tomasa tuvo que encargarse del cuidado de la niña. El 3 de agosto de 1823, su madre Remedios
falleció de tisis. Meses después, el
General San Martín regresó a Buenos Aires sigilosamente (ya que Rivadavia,
ministro de Rodríguez lo odiaba) y ambos
se reunieron en la casa de la familia Escalada. Mercedes amaba a su abuela
Tomasa y no fue fácil separarla de ella y convencerla de viajar al viejo
continente; José de San Martín no ha visto en siete años: pero considera que
de quedarse con su abuela materna, será una malcriada consentida ("¡Que
diablos!, la chicuela era muy voluntariosa e insubordinada, ya se ve, como
educada por la abuela".) Por eso
se dedica, en una forma casi obsesiva, a supervisar su educación. Estuvieron unidos a través de una relación
signada por el cariño y el respeto. Más allá de las batallas y de las
enfermedades, José Francisco de San Martín y su hija Mercedes Tomasa
permanecieron cerca, aunque distara entre ellos cientos de kilómetros.
Para el Libertador, la educación de su hija era una de sus principales prioridades y al llegar a Londres eligió uno de los mejores colegios: el HampsteadCollege. Finalizados sus estudios (se destacó en dibujo y música), la infanta mendocina partió hacia Bélgica, en donde se radicaron por un tiempo, y luego se establecieron en Francia. La siempre agitada tarea del General no fue excusa para desentenderse de la educación de su única hija. Si bien se preocupó por formar a una “tierna madre y buena esposa”, no se olvidó de estudiar en detalle qué conocimiento se le impartía a la niña. “Esta amable Señora con el excesivo cariño que le tenía me la había resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era un diablotín. La mutación que se ha experimentado en su carácter es tan marcada como el que se ha experimentado en su figura”.
El Libertador no se cansaba de repetir que “sin educación no hay sociedad”, y este concepto se lo transmitió a su hija durante toda su vida. Además, no faltaron las enciclopedias, las obras de Geografía, Derecho, Literatura, Bellas Artes y Agricultura en sus estantes. La educación que recibió Mercedes fue la que también le transmitió a sus dos hijas, María Mercedes y Josefa Dominga BalcarceLas máximas
En su tranquilo retiro belga, en 1825, San Martín escribe las doce máximas relativas a la educación de su hija. Su intención fue que sirvieran de guía para la formación de su “infanta mendocina”.
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca, abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.
2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3. Inspirarle una gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle amor por la Patria y por la libertad.
Para el Libertador, la educación de su hija era una de sus principales prioridades y al llegar a Londres eligió uno de los mejores colegios: el HampsteadCollege. Finalizados sus estudios (se destacó en dibujo y música), la infanta mendocina partió hacia Bélgica, en donde se radicaron por un tiempo, y luego se establecieron en Francia. La siempre agitada tarea del General no fue excusa para desentenderse de la educación de su única hija. Si bien se preocupó por formar a una “tierna madre y buena esposa”, no se olvidó de estudiar en detalle qué conocimiento se le impartía a la niña. “Esta amable Señora con el excesivo cariño que le tenía me la había resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era un diablotín. La mutación que se ha experimentado en su carácter es tan marcada como el que se ha experimentado en su figura”.
El Libertador no se cansaba de repetir que “sin educación no hay sociedad”, y este concepto se lo transmitió a su hija durante toda su vida. Además, no faltaron las enciclopedias, las obras de Geografía, Derecho, Literatura, Bellas Artes y Agricultura en sus estantes. La educación que recibió Mercedes fue la que también le transmitió a sus dos hijas, María Mercedes y Josefa Dominga BalcarceLas máximas
En su tranquilo retiro belga, en 1825, San Martín escribe las doce máximas relativas a la educación de su hija. Su intención fue que sirvieran de guía para la formación de su “infanta mendocina”.
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aún con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca, abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.
2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3. Inspirarle una gran confianza y amistad, pero uniendo el respeto.
4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle amor por la Patria y por la libertad.
En 1831, Mercedes y su padre se enfermaron de
cólera y fueron cuidados por el joven Mariano Balcarce, quien luego sería el
esposo de la infanta mendocina. Mercedes
y Mariano se casaron el 13 de setiembre de 1832.
"Antes
del nacimiento de mi Mercedes, mis votos eran porque fuese varón; contrariado
en mis deseos, mis esperanzas se dirigieron a que algún día se uniese a un
americano, hombre de bien, si posible, el que fuese hijo de un militar que
hubiese rendido servicios señalados a la dependencia de nuestra patria. Dios ha
escuchado mis votos, no sólo encontrando reunidas estas cualidades en su
virtuoso hijo don Mariano, sino también coincidir en serlo de un amigo y
compañero de armas”.
A excepción de dos años que pasa en Buenos
Aires, la pareja residirá siempre cerca de San Martín. A pesar de que confiesa
que quiso tener un hijo, es su hija Mercedes y las dos niñas que tendrá,
quienes acompañan al General hasta su muerte.
"Aunque
es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi
hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta y el constante cariño
y esmero que siempre me ha manifestado han recompensado con usura todos mis esmeros,
haciendo mi vejez feliz." (San Martín, 1844)
Mercedes se transforma en la única compañía
del Libertador en Europa. San Martín, sabiendo que Mercedes y Mariano Balcarce
se aman, se regocija por la felicidad de su hija y escribe a la madre del
futuro yerno: "La educación que
Mercedes ha recibido bajo mi vista no ha tenido por objeto formar de ella lo
que se llama una dama de gran tono, pero sí el de hacer una tierna madre y
buena esposa; con esta base y las recomendaciones que adornan a su hijo de
usted, podemos prometernos que estos jóvenes sean felices, que es a lo que
aspiro".
Esa
hija y sus “dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más
llevaderos mis viejos días”, vivirán, como su esposa Remedios, adorando a José
de San Martín. Será Mercedes la custodia, tanto de los documentos y recuerdos
del General, como de sus restos Después de la ceremonia, el General San Martín
invitó a festejar a los novios en el restaurante ChezGrignon. Para la pequeña
familia San Martín fue uno de los momentos más felices, después de tantos años
de desdicha. Los recién casados viajaron a Buenos Aires, en donde tuvieron a su
primera hija llamada María Mercedes y al regresar el matrimonio tuvo otra niña,
Josefa Dominga.
El 28 de febrero de 1875, Mercedes Tomasa
falleció en París a los 59 años de edad. Su esposo Mariano Balcarce murió en
1885 y su hija menor Josefa Dominga en 1924.
Sus restos, con los de su marido y María
Mercedes, descansan desde 1951 en un mausoleo que hay en la Basílica de San
Francisco, en la esquina de Necochea y España de Ciudad de Mendoza. Niñita rebelde en la infancia , hija ejemplar
en la adultez ... Mercedes fue el desvelo del General y la mayor razón de su
existencia.
No es hasta después de su muerte, a los 58
años, que se permite que las cenizas de San Martín regresen A Buenos Aires,
como él lo había deseado. Y es su nieta, Josefina Balcarce, única sobreviviente
de la familia para el 1899, quien lega al Museo Histórico Nacional todos los
muebles y objetos, guardados por ella en el mismo orden en que los tenía su ilustre
abuelo.
Su
única hija supo comprenderlo y cuidarlo con autentico cariño .Hasta su último
suspiro estuvo a su lado, velando en sus enfermedades y ayudándolo a vivir una
vejez tranquila y digna, tal como él se merecía. Las máximas que en su momento San Martín
escribiera para su pequeña hija y que aplicara en su educación tuvieron
finalmente los frutos esperados.
Mas allá de su patriotismo profundo , San
Martín nos guia en sus valores de vida, de hombría de bien, rectitud,
honestidad, excelente paternidad. Sólo
los hombres que tienen esta actitud de vida reciben al final de la misma la
mayor de las recompensas. El 17 de agosto de 1850, el Cóndor
Invencible levantó el vuelo a la eternidad. Había forjado en su retoño
mendocino a la hija modelo.
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