Por el Prof. Jbismarck
Era un ataque suicida. La orden que había recibido sonó a sentencia
de muerte. Al escucharla, el comandante del Regimiento Nº 1 de Caballería,
teniente coronel Charles Louis Frederic de Brandsen se dió cuenta de su final. La batalla estaba en ciernes y no le quedaba otra que llevar adelante el
polémico cometido. No ocultó su fastidio.
El entredicho con el general
Carlos María de Alvear, jefe del ejército patriota y de quien emanó la consigna
lo puso muy mal. Era una locura lo que le pedía.
-¡Usted comandará una carga
contra la infantería brasileña!, le espetó.
Frunció el ceño. Era una locura atacar de esa manera a una fuerza de
2000 mercenarios austríacos y alemanes. Se lo recalcó con crudeza.
-¡General, es un suicidio
atacar a esa unidad de élite fortificada detrás de una profunda hondonada casi
imposible de sortear!!!!
Alvear lo miró con severidad. No esperaba tal respuesta. Hizo caso
omiso de sus argumentos y le gritó en la cara.
-¡Cuando el emperador
Napoleón le daba una orden ¿usted dudaba en cumplirla?!
Brandsen sostuvo la mirada. Las palabras tocaron a su amor propio.
Con una profunda crispación, dijo escuetamente.
-Está bien mi general, sé
que voy a morir, pero cumpliré con lo que se me ordena. Saludó, dio media
vuelta y se retiró.
En la carpa de campaña comenzó a vestirse con el uniforme del ejército imperial francés. Era el único que tenía. El resto de su equipaje lo había extraviado con el avance del ejército republicano. En eso estaba cuando sus pensamientos volaron lejos, muy lejos… Ya tenía 41 años. Había nacido en la Ciudad Luz el 28 de noviembre de 1785. Hijo de un médico holandés y luego de recibir educación en el Liceo Imperial de Francia, Brandsen ingresó en el ejército. Recordó que tras prestar servicios en la secretaría del Ministerio de Guerra, en 1811 se incorporó como subteniente de caballería en el Ejército del Reino de Italia, cuyo monarca era Napoleón Bonaparte y donde servían numerosos compatriotas.
Suspiró largamente al memorizar aquellos tiempos. En 1813, estuvo
en la campaña de Alemania, donde cayó herido tres veces. Fue ascendido a
teniente y nombrado ayudante de campo del emperador. En Bautzen, a la cabeza de
un destacamento, tomó una posición prusiana. Por esta acción recibió la
condecoración Real Orden Italiana de la Corona de Hierro de manos del Gran
Corzo y con ella, el grado de capitán de caballería. Tras la abdicación de Napoleón en 1814, Brandsen regresó a Francia. En
1815, intervino en la campaña de los Cien Días que culminó con la batalla de
Waterloo donde resultó herido otra vez.
Finalmente, en 1817 pidió la baja del ejército. En ese ínterin y en
París, conoció a Bernardino Rivadavia quien lo convenció para que se uniera a
la causa de la independencia americana. No dudó. En Calais y a bordo del navío
Celeste puso rumbo a Buenos Aires. El 19 de diciembre de ese año, el gobierno
de las Provincias Unidas del Río de la Plata lo destinó al II Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo, como capitán de
caballería en Las Tablas, cerca de Valparaíso, Chile y que combatía bajo las
órdenes del general San Martín. Entre 1818 y 1819, Brandsen participó en la
segunda campaña al sur del país trasandino que culminaría con la victoria de
Bío Bío. Posteriormente, formó parte de la expedición libertadora al Perú. El
28 de abril de 1821, en Huaura, se casó
con Rosa Jáuregui, nieta del virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa. Tuvieron
tres hijos; uno en Lima y dos niñas en Santiago de Chile.
De pronto, volvió a la realidad. Con parsimonia ciñó su correaje,
acomodó la espada y siguió recordando aquella acción de Nazca junto al mayor
Juan Lavalle. Tampoco olvidó ese 8 de noviembre de 1820, en Chancay cuando con
36 Cazadores vencieron a una fuerza
realista de casi 200 hombres. Así, ascendió a sargento mayor. San Martín lo
puso al frente del regimiento de Húsares de la Legión Peruana de la Guardia con
el grado de teniente coronel y con el que triunfó en Zepita. Luego, con la
Caballería de la Vanguardia del Ejército del Perú intervino en Sica-Sica y en
Ayo-Ayo donde contuvo la persecución enemiga para salvar los restos del
ejército derrotado en esos encuentros. Entre 1822 y 1823 participó en otras
operaciones contra los realistas. Encarcelado, desterrado y luego liberado por
Simón Bolívar, el 5 de marzo de 1825 embarcó con su familia en el buque Livonia,
a Santiago de Chile. Tras una breve permanencia en esa ciudad, regresó al Río
de la Plata. El 23 de enero de 1826 el gobierno lo designó jefe del Regimiento
1 de Caballería con las jinetas de teniente coronel y se preparó parta luchar
contra el Imperio del Brasil. Finalmente, llegó el 20 de febrero de 1827 y la
fatídica orden.
Salió de la tienda de campaña y montó a caballo. Al paso, cabalgó
al frente de sus hombres con el pecho cubierto de medallas. Alvear lo seguía unos metros más atrás como
esperando que cumpliese con su orden. El guerrero napoleónico lo vio y se le
acercó.
-General, por favor, no me
ofenda, le pidió.
Entonces, Alvear luego de excusarse, se alejó. Frente al 2º
Escuadrón, Brandsen ordenó una carga escalonada. Blandió su espada y gritó:
-¡Escuadrón… marche…al galope…a la carga…!
Tal como lo había previsto, el ataque fracasó y la metralla enemiga rápidamente terminó con su vida y la de varios de
sus soldados.
Sin embargo, luego de varios intentos, el empeño patriota dio
resultados. Tras 5 y 6 horas de combate, las tropas imperiales tocaron a
retirada. El triunfo de las fuerzas de la República es total. Las cargas
encabezadas por Juan Lavalleja, Estanislao Soler, Lucio Mansilla y el general
paz, entre otros, fueron decisivas. Finalizada las acciones, el propio Juan
Lavalle recorrió la zona y encontró el
cadáver de Brandsen entremezclado entre los cuerpos de sus hombres. Estaba
completamente desnudo porque en su huída, los imperiales le habían quitado el
uniforme y sus medallas. El valiente guerrero fue promovido póstumamente a
coronel y sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.
Su sepultura fue declarada Monumento Histórico Nacional. La ciudad y el partido
homónimos de la provincia de Buenos Aires, llevan su nombre. En su honor, el
Regimiento 1 de Caballería del Ejército Argentino, del que fuera primer
comandante, se denomina Regimiento de Caballería de Tanques 1 “Coronel
Brandsen”, con asiento en Villaguay, Entre Ríos.
Ituzaingó o batalla del Paso de Rosa se desarrolló en lo que hoy es
el centro-oeste del estado de Río Grande del Sur. Allí chocaron las tropas
aliadas de los insurrectos orientales y el Ejército Argentino, por una parte
contra las tropas del Imperio del Brasil por la otra, por el control de la
Banda Oriental en manos brasileñas desde 1820. Fue una victoria táctica de los
aliados. Contribuyó al nacimiento de la convención preliminar de paz firmada
1828 y que reconoció como estado libre, independiente y soberano al Uruguay. El
imperio sufrió 200 muertos, entre ellos su jefe, el mariscal José de Abreu Mena
Barreto, 150 prisioneros y 800 extraviados. Las Provincias Unidas tuvieron 139
bajas de caballería y 9 de los Cazadores de Infantería.
Hallazgo : Entre los
pertrechos abandonados por el ejército imperial se encontraba un cofre con una
partitura de una marcha entregada por el emperador brasileño al marqués de
Barbacena para que la interpretase tras obtener la supuesta victoria. Sin
embargo, los patriotas vencedores se apoderaron de ella y la bautizaron “Marcha
de Ituzaingó”. Sus sones son escuchados cuando la bandera Argentina se traslada
en actos oficiales y es uno de los tres atributos que ostenta el presidente de
la República junto con el bastón de mando y la banda presidencial.
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