Por el Prof. Jbismarck
En un proceso histórico juegan tanto las ideas, como los hombres que las encarnan, como los intereses que los mueven, y todos ellos son abrazados como por círculos concéntricos por un tiempo y un lugar dados. Si no se lo ve en esa integridad, en esta complejidad, el fenómeno histórico se escamotea o se estereotipa. Es claro que si uno atiende a ciertos personajes típicos, un Bartolomé Mitre o un Facundo Quiroga por ejemplo, puede encontrar entre ellos tan marcadas diferencias de concepción del país y del mundo que le permitan sostener válidamente la existencia de dos líneas enfrentadas en la historia argentina.
En un proceso histórico juegan tanto las ideas, como los hombres que las encarnan, como los intereses que los mueven, y todos ellos son abrazados como por círculos concéntricos por un tiempo y un lugar dados. Si no se lo ve en esa integridad, en esta complejidad, el fenómeno histórico se escamotea o se estereotipa. Es claro que si uno atiende a ciertos personajes típicos, un Bartolomé Mitre o un Facundo Quiroga por ejemplo, puede encontrar entre ellos tan marcadas diferencias de concepción del país y del mundo que le permitan sostener válidamente la existencia de dos líneas enfrentadas en la historia argentina.
Pero otros hombres son más complejos, más atípicos, más incoherentes con sus ideas o menos consecuentes con sus intereses. Por eso el afán esquematizante pasado como un brasero no deja sino una historia tan simplificada, tan elemental e ingenua, que no puede ser cierta.
Esto es lo que ha pasado, en buena medida, con el caso de José
Hernández.
Hay quienes leyendo alguno de sus
escritos lo han visto como el abanderado del federalismo a ultranza (Manuel
Gálvez, de Paoli y quienes lo siguen), mientras que otros utilizando artículos
periodísticos distintos, lo juzgan como un progresista alberdiano-liberal
(Beatriz Bosch, Pagés Larraya, etcétera). Y aún existe un criterio más o menos
ecléctico, de situarlo como un federal tibio, reformista (Martínez Estrada).
Es claro que si solo se atiende a lo que Hernández expuso en sus artículos del
"Eco de Corrientes" ("Candidaturas"), de "La Capi tal" ("De mal
en peor"), de "El Argentino" ("Biografía de
Peñaloza"), o de "La
Libertad " ("¿Por qué mataron Sr. Sarmiento?"),
uno se enfrenta a un Hernández enemigo decidido de la persona y de la política
de Sarmiento. Lo mismo puede verificarse con respecto a Mitre (ver: artículo
"La Oligarquía "
de "El Río de la Plata
o los artículos de "El Río de la
Plata " que transcribe Pagés Larraya, o la mayoría de sus
discursos legislativos del 80 (recopilados en La Actuación Parlamentaria )
en especial el famoso sobre la "Capitalización de Buenos Aires", uno
tiene que llegar a la conclusión opuesta. Si a su vez se admite que colaboró en
"La Reforma
Pacífica ", o se leen los sueltos de "El Río de la Plata " dedicados a
simples cuestiones de administración provincial, la idea a formarse resulta la
del eclecticismo político.
¿Pero qué pasa si se leen todos esos escritos?
Lo mismo sucede con las obras
mayores. La sola lectura de La vida del Chacho (en particular el capítulo de
"La política del puñal"), unida a la del Gaucho Martín Fierro, nos
deja la convicción de estar ante un Hernández federal entero y de una sola
pieza. Pero quienes glosan la
Instrucción del Estanciero o La vuelta de Martín Fierro,
tienen derecho a sostener todo lo contrario.
Entonces tiene que preguntarse el
historiador: ¿Es imposible establecer la filiación política de nuestro personaje?
El remedio aparente se presenta
declarando en forma lisa y llana que existe una variación —defección o traición
si se quiere— dentro de los ideales políticos sustentados por Hernández.
En cierta medida esta es la
conclusión lógica a la que arriban Martínez Estrada y Fermín Chávez. Martínez
Estrada, en su gran estudio se aproximó
al problema. "vocación política activa", como homo políticus
específico.
Es decir, que ubicamos a
Hernández dentro de aquella categoría de los apasionados por la política, de
los mordidos por el virus de la cosa pública.
Por eso también cuando se
menciona el habitual curriculum, con las expresiones: "periodista,
legislador, convencional, taquígrafo, etcétera" y se incluye al pasar
"político", se escamotea la médula del asunto. Hernández fue todo
aquello y mucho más, pero su definición —exceptuando la de "Poeta"—
es una sola: Político.
Y orientó su invicta pluma
poética —que antes había sido acerada arma de combate— hacia la defensa del
sistema de opresión del gaucho, en La
Vuelta de Martín Fierro. Como
lo ha dicho de manera incomparable Martínez Estrada: "En la primera parte
Hernández era Martín Fierro, en la segunda Martín Fierro es Hernández".
Adolfo Alsina, conciliador,
brindando el puente necesario para que
el proceso no se fracture.
Lo que se fractura
definitivamente, y queda arrumbado en el desván de los trastos viejos es la Argentina anterior: la Argentina patriarcal,
guerrera, rural, sin alambrados,
confesional, latina, hispana, mediterránea, autárquica; "gaucha", en
la palabra-síntesis en la que vienen a coincidir sus amigos y enemigos.
Su última posibilidad de
sobrevivir se desvaneció en Ñaembé, el 26 de enero de 1871 (aunque luego
agonice en Don Gonzalo y Alcaracito). Es
notable cómo el sistema de medición por décadas, utilizado arbitrariamente por
la pedagogía histórica, En 1851, el pronunciamiento de Urquiza, en 1861, Pavón;
en 1871 Ñaembé, en 1881 Roca en la Presidencia de la República , treinta años
se ha dado vuelta como a un guante.
Pero en el momento en que la Argentina criolla muere
enciende en su apoteosis el más maravilloso poema hayan producido los
argentinos: El Gaucho Martín Fierro.
En la tarde del 22 de enero de
1853 el niño inglés William Henry Hudson presintió pasar los restos de una
tropa derrotada, "dispersados hacia el sur como flor de cardo que se lleva
el viento". Eran los hombres de don Pedro Rosas y Belgrano, que vencidos
en el "Rincón de San Gregorio",
se desbandaban para evitar la muerte que venía montada en los caballos de sus
perseguidores.
Tenían buen motivo para apurar a
sus cansadas cabalgaduras. Allí, sobre la orilla izquierda del Salado en la
estancia de Miguens, habían quedado los infantes, el parque y la artillería
apresados por el ejército federal de Lagos, al mando de su jefe de estado
mayor, general Gregorio Paz. El 15 de
diciembre de 1852 el ex juez de paz de Azul y fuerte hacendado sureño, hijo
natural de Manuel Belgrano y adoptivo de Juan Manuel de Rosas, en cumplimiento
de instrucciones del gobierno secesionista de Pinto del comandante del
departamento, Rosas y Belgrano consiguió totalizar unos 2.300 hombres de las
tres armas, tropa bisoña en su mayor parte, que reforzó con 300 lanceros
indígenas colocados a sus órdenes por el cacique Catriel se aventuraron no obstante a cruzar el
Salado, que venía muy crecido, y allí fueron envueltos por las veteranas tropas
de Gregorio Paz, quien les infligió la aniquiladora derrota de San Gregorio.
El autor de esos recuerdos era
entonces un mozo de 18 años, a quien —de grado o por fuerza— se había
incorporado a la milicia, e iba entre los que a uña de caballo escapaban de la
persecución.
Aunque la vida de José Hernández
—puesto que él era el joven miliciano— ha sido exhaustivamente estudiada, con
prolijos y cada vez más menudos detalles, nosotros tenemos que proporcionar al
lector una rápida semblanza biográfica. Como ya su hermano Rafael en el libro Pehuajó, dio los datos más
trascendentes de su vida, sólo insistiremos en los aspectos que más interesan a
nuestro asunto.
José Rafael Hernández Pueyrredón había nacido el 10 de noviembre de
1834, en la chacra de Perdriel, partido de San Isidro, luego de San Martín,
Provincia de Buenos Aires, propiedad de los esposos Mariano y Victoria
Pueyrredón. Sus padres eran Pedro Rafael
Hernández e Isabel Pueyrredón; sus abuelos paternos, José Gregorio Hernández
Plata y María Antonia Venancia de los Sanios, y sus abuelos maternos, Teniente
Coronel José Cipriano Pueyrredón y Manuela Caamuño. Fue bautizado el 27 de
julio de 1835 en la Iglesia
de la Merced
de Buenos Aires y habían sido sus padrinos el abuelo Hernández Plata y la
propia Virgen, tomada a ese efecto por el sacerdote. Entre sus familiares más
conocidos se contaban sus tíos paternos, los coroneles Eugenio y Juan José Hernández
(héroe de Ituzaingó, miembro del estado mayor de la Campaña del Desierto y
muerto en combate en las filas rosistas en Caseros), y el materno, coronel de
la guerra de la
Independencia , Manuel Alejandro Pueyrredón. El después famoso
pintor Prilidiano Pueyrredón, es su primo por vía materna y a esa misma familia
pertenece su más conspicuo pariente, su tío abuelo el ex Director Supremo de
las Provincias Unidas del Río de la
Plata , el Brigadier Juan Martín de Pueyrredón.
Como sus padres trabajaban en el
campo, él ha vivido hasta 1840 con su tía Victoria (apodada "Mamá
Totó"), año en que los Pueyrredón, tenidos por unitarios, se exilian y lo
dejan en la casa de su abuelo y padrino en Barracas. Desde allí concurrirá al
Liceo Argentino de San Telmo, que dirige Pedro Sánchez, hasta que en 1846 (ya
fallecida su madre el 11 de julio de 1843), el padre se lo lleve a las
estancias del sur, donde se desempeña como capataz de Juan Manuel de Rosas. En la ciudad quedará su único hermano varón,
Rafael Hernández, nacido el 1 de diciembre de 1840, y en la estancia "La Primavera ", de
Baradero, su hermana mayor Magdalena, casada con Gregorio Castro.
"Allá en Camarones y en Laguna de los Padres se hizo gaucho,
aprendió a jinetear, tomó parte en varios entreveros, rechazando malones de
los indios pampas y presenció aquellos grandes trabajos que su padre ejecutaba
y de que hoy no se tiene idea. Esta es la base de los profundos conocimientos
de la vida gaucha y amor al paisano que desplegó en todos sus actos".
De tales ocupaciones lo sacaron
las convulsiones de la
Provincia después de Caseros. Así se incorporó a las tropas
de Rosas y Belgrano, y luego en busca de la revancha, el 8 de noviembre de ese
mismo año entrará en un nuevo entrevero bélico. Ese día las tropas del general
Manuel Hornos, la más prestigiosa espada del septembrismo, derrotan en
"El Tala" a las partidas de federales porteños que manda el coronel
Gerónimo Costa y que han invadido a la Provincia bajo el mando del ahora exiliado
coronel Hilario Lagos, buscando cambiar la situación. Hernández ha entrado en
batalla formando en el primer escuadrón de la caballería liberal a las órdenes
del famoso rengo Sotelo.
¿Existe alguna razón política
para explicar ese doble bautismo de fuego en las filas liberales?
Pagés Larraya cree que sí y lo
atribuye a la suerte corrida por la familia Pueyrredón durante la dictadura de
Rosas, lo que explica "por qué en 1853, a los 19 años, Hernández tomó las armas
contra las fuerzas de Hilario Lagos, que estaban integradas por fieles del
rosismo. Pero se olvida que el padre del joven miliciano era un hombre de
confianza, capataz y adicto fervoroso de don Juan Manuel; que "Isabel
Pueyrredón simpatizaba con la causa de los federales, circunstancia que ahondó
la divergencia con sus parientes"; que la misma "mamá Totó vuelve en
1849, viuda, se supone que al amparo de la amnistía que se concede al general
Pueyrredón"; que él ha recibido con profunda aflicción la noticia de la
muerte de su tío, el coronel Juan José Hernández, y que los niños Hernández han
recibido educación federal.
La época es confusa para muchos
de sus actores y Hernández, por otra parte, no ha comenzado a formarse políticamente
y tomar posición". La edad del personaje avala este juicio, y quizás se
podría añadir algo que no tiene nada que ver con la "ideología" del
futuro poeta: son los probables lazos amistosos que lo ligan con Don Pedro
Rosas y Belgrano, quien ha convocado al paisanaje sureño más que contra Lagos,
contra Urquiza, que lo auxilia. Cuando el caudillo del sur advierta la
mendacidad de la argumentación con que Lorenzo Torres lo ha inducido a la
empresa y queden en claro los verdaderos objetivos de la Revolución del Once, se
pasará al bando de Urquiza e intervendrá en las sucesivas campañas contra
Buenos Aires. Para entonces también Hernández habrá cambiado de colores.
Pero inmediatamente después de
"El Tala" seguirá en el ejército porteño con el grado de capitán
ayudante (teniente). En 1857 muere su
padre, fulminado por un rayo, en medio del campo. Y se cree que él participa en
la guerra de fortines contra los indios y que se retira del ejército por causa
de cierto duelo que tiene en 1857. Mientras tanto, su opinión política ha
cambiado. No se ha vuelto precisamente urquicista, pero simpatiza con el partido,
en cierto modo intermedio, entre el Federal y el Liberal, llamado
'reformismo'... Este cambio de opinión del joven Hernández es perfectamente
lógico. El amigo de los gauchos, el criollo de ley, tiene que estar en contra
de los gobernantes liberales, que persiguen a los gauchos y que han hecho que
la vida tranquila en la campaña sea imposible. Ya no hay trabajo para el
paisano. Los malones de los indios se suceden con frecuencia. Las estancias
están arrasadas y uno de los perjudicados fue el padre del joven Hernández,
quien, al morir, sentíase derrotado y desesperado.
Aún se podría agregar otra causa
de orden psicológico a las ya apuntadas para explicar su cambio político. Es
la que trae Pedro De Paoli: luego del combate de Villamayor se ha producido el
fusilamiento de sus jefes y el día 4 de febrero de 1856 Hernández se encuentra
con el cadáver del general Gerónimo Costa que es llevado en una volanta por su
amiga y pariente, doña Mercedes Rosas de Rivera, hermana del Restaurador.
Hernández colabora en obtener la autorización del gobierno para poder dar cristiana
sepultura a los restos del héroe de Martín García y solo, junto a su amiga,
acompaña hasta el cementerio los
despojos mortales. Tal encuentro habría producido en su ánimo un shock que lo
impulsó inmediatamente a afiliarse al partido "chupandino". El mismo
Rafael Hernández nos mostrará qué pasó después. En el aludido discurso del
Senado (del 17-XII-91), destaca Rafael el luctuoso hecho de Villamayor y añade:
"A consecuencia de aquel hecho nefando, ocurrieron nuevas revoluciones en
la provincia de Buenos Aires. Se hallaba siempre revolucionada porque las
proscripciones no nos dejaron vivir un momento y tuvimos que emigrar millares
de porteños para peregrinar veinticinco años fuera de nuestro país. Concluyamos el itinerario de la mano del
biógrafo fraterno. En la sesión del 26 de setiembre de 1892 en el Senado
provincial, Rafael retoma el tema y dice: "Así resulta que íbamos a la provincia de Entre Ríos, a donde emigramos
como dos mil porteños el año 57, y durante el tiempo que allí permanecimos, los
porteños éramos el elemento más repudiado. Eran recibidos los alemanes,
los rusos, los turcos, los judíos, pero los porteños, no". E insistiendo
en la suerte corrida agrega: Pues bien; en la provincia de Entre Ríos durante
muchos años yo no he visto más que a un porteño desempeñar un puesto público,
lira el doctor Victorica, que ocupaba el puesto de secretario del general
Urquiza, y hasta puede decirse que no era funcionario público. Pero fuera de
esa excepción yo no he visto que se haya nombrado ni para alcalde a un porteño
..
En Santa Fe.. . ¡ qué diré! Con referirles a los Menores senadores que
reinaba este refrán: '¡Porteño y víbora de la cruz no se pueden dejar vivos!'
¡Por ahí pueden calcular cuál era nuestra situación. Entre tantos porteños emigrados, Hernández se
rodeó de los hermanos González del Solar, Andrés, Nicanor y Melitón, de
Martínez Fontes y de su inseparable más que hermano, ahijado, Rafael.
Instalado en la Capital de la Confederación ,
consigue trabajo, como tenedor de libros,
en el negocio del comerciante catalán don Ramón Puig (suegro de Ricardo López
Jordán). A poco, y de seguro por las relaciones de su tío el coronel Pueyrredón
residente en Rosario, es nombrado como oficial segundo de la teneduría de
libros de la Con taduría
Nacional (el 1-1-1859, D. en Registro Nacional, t. IV, p. 180). Y luego de
rendir un examen ingresa como taquígrafo
a la Cámara de
Senadores.
Mientras tanto, los sucesos de
San Juan han caldeado el ambiente y el ejército de la Confederación se
apresta a lograr "la integridad nacional" en los campos de Cepeda. En
la batalla —junto a Rafael y a Leandro Alem— participa José Hernández como
capitán.
Al volver de la guerra se
reincorpora a sus tareas del Senado y empieza a desempeñarse como secretario privado del vicepresidente,
general Juan Esteban Pedernera, después de la incomprensible para ellos,
derrota de Pavón, no cruzan el
Paraná, sino que siguen la lucha a las órdenes del Presidente Derqui y bajo el
mando inmediato del General Virasoro y del coronel Laprida. Así concurre al
encuentro de Cañada de Gómez con las
tropas de Venancio Flores. Hernández y su hermano se salvaron entonces de
entrar en la extensa lista de degollados
En esos fines del año 61 retorna
a Paraná, para prestar servicios junto al vicepresidente a cargo de la Presidencia.
"Pedernera recuerda al joven taquígrafo. Designa a José Hernández
secretario de la presidencia. Esa es una verdadera definición política que
señala la gravitación de Hernández en las filas federales. No puede llegar a creer que Urquiza
traicione a las provincias y a sus amigos. Junto con su secretario
Hernández planea una serie de medidas para bloquear la expansión de las fuerzas
porteñas. Ahí concluye la Confederación.
"Puede decirse. que en este año de 1862" —anota Gálvez—
"comienza para J. Hernández otra época de su vida. Su trabajo es únicamente
el periodismo. Ha perdido el puesto de taquígrafo porque el Congreso Nacional
ya no existe; y el de secretario del Presidente porque Pedernera ha disuelto
el Poder Ejecutivo de la Nación
en diciembre del año pasado. Hernández es ahora, tal vez desde hace un tiempo,
un federal ferviente. Redactará 'El
Argentino', en cuyas columnas ataca con tremenda violencia a Mitre, Presidente
de la República ,
y a Domingo Sarmiento, Gobernador de San Juan".
En realidad el federalismo de
Hernández, como diría Martínez Estrada, está "censurado", sometido a
la vigilante tutela de Urquiza.
Pero es cierto que su actividad
principal es el periodismo. Cuando a fines de 1863, cierre "El
Argentino", colaborará en "El Paraná". Este diario lo dirige
Manuel Martínez Fontes, con quien tiene íntima amistad. Viven juntos en la
misma casa y se casan casi a un tiempo
con las dos hermanas González del Solar, Teresa y Carolina. De esta última
hará Hernández "su novia, esposa y
compañera, niña dulce y de singular belleza, con quien había contraído enlace
en la Iglesia
Catedral de Paraná, el 8 de junio de 1863.
Se instalan a vivir en la misma
cuadra, acera opuesta, que los Martínez Fontes. Esta felicidad privada lo
compensa de los infortunios públicos. Él,
es de todas maneras un hombre alegre; "chispeante, oportuno, rápido y
original", cuyos "chistes epigramáticos" ponían "la nota!
bulliciosa", con sus "ocurrencias felices y siempre criollas". Por su
tendencia a la conversación demasiado fluida y sonora, de seguro ampliada en la
enorme caja de resonancia de su voluminoso tórax, recibir' el apodo de
"Matraca" y el de "Pepe Lata" después.
Nacen también sus primeros
hijos: Isabel (el 1S-V-64) y_Manuel Alejandro (el 6-XI-65).
Pero esa época se corresponde asimismo
con circunstancias políticas nacionales de trascendencia: la resistencia del
Chacho, la caída de Paysandú y la guerra del Paraguay. Por el primero
Hernández publicará en "El Argentino", los artículos que reúne bajo
el título de Rasgos biográficos del General D. Ángel Vicente Peñaloza, que en
el mismo año 1863 reeditará en forma de folleto. A fines del 64, Rafael se
traslada a Paysandú, donde el jefe de la ciudad sitiada, Leandro Gómez, le
otorga el grado de Ayudante. En la insostenible defensa cae herido en una
pierna por una bala de cañón; pese a lo cual consigue evadir el sitio y llegar
hasta la isla Caridad, donde
funciona un hospital de campaña. Ello permite a José Hernández y a Carlos Guido
Spano atender a otros refugiados, hasta que en el mes de febrero de 1865 se
embarcan rumbo a Paysandú, abandonada ya por el enemigo. El estado de la
pequeña ciudad es realmente deplorable y deprimente. Por todas partes hay
pruebas de lo que ha sido el sitio y la invasión.. . Pocos días permanecen en
Paysandú que abandonan después en compañía de Guido Spano, dirigiéndose
nuevamente a Paraná, donde tiene José su mujer y sus hijos" .
"Esta época" —asegura
Leumann— "fue de lucha difícil y de grandes sufrimientos morales para
José Hernández. La miseria y las vicisitudes tormentosas le destruyen la
felicidad doméstica. Contempla con pesar los acontecimientos que llevan
insensible y fatalmente a la guerra contra el Paraguay. Con su amigo Carlos
Guido Spano consideró luego que la triple alianza favorecía sólo al partido
colorado del general Flores y al Imperio". Indudablemente que ya se habría
formado la opinión que luego virtió en las páginas de "El Río de la Plata ", cuando atacó a
esa guerra "única en los anales de Sudamérica" que "paseó por
todas partes sus estandartes malditos, y las combinaciones clandestinas, y las
sugestiones diplomáticas (que), dieron origen a la funesta alianza de
intereses repulsivos" (ER, ps. 96, 88).
Por eso quizás permanece en
Paraná, sin intervenir en el conflicto. Viene después la etapa correntina en la
vida de José Hernández. Desde febrero de 1867 a noviembre de 1868, con algunos pequeños
intervalos permanece en Corrientes. Es el clan de Hernández el que se traslada
a aquella ciudad. Primero va su cuñado Melitón, en su carácter de médico para
atender una peste. Luego Nicanor González del Solar es designado Juez del
Crimen, y después es José, quien el 7 de marzo es nombrado Fiscal General de
Estado (interino), el que se traslada con su mujer, hijos (allí nacerá su hija
Mercedes el 24-XI-67) y hermano. Evaristo López, que está falto de personal
administrativo de confianza, se rodea de estos foráneos que le vienen recomendados
por Urquiza. Hernández acepta también (el 31 de marzo) ser secretario de la Legislatura , pero en
junio renuncia por incompatibilidad. En octubre pasa al Ministerio de
Hacienda. También tiene una cátedra de gramática en la Escuela de San Agustín. En un vapor con el sugestivo nombre de
"Río de la Plata ",
Hernández se aleja de la escena correntina hacia Buenos Aires. Con amargura en
el alma cree que ha dejado atrás para siempre a Urquiza y con él al litoral.
Al amparo de la amnistía, por el
fin de la Presiden cia
Mitre, regresa a su familia y a su chacra de Perdriel.
Pero él no estaba hecho para la
vida recoleta o para los simples gozos familiares. Enseguida entabla contacto
con los amigos de la generación de Paysandú. "Hernández, entusiasmado ya
por la presencia de sus amigos y las perspectivas de librar nuevas batallas de
la inteligencia en una ardorosa lucha de cerebros, lanza la iniciativa de
editar un nuevo diario. Y así el 6 de agosto de 1869, nace en Buenos Aires, con
la dirección y propiedad de José Hernández, y la colaboración de José y Carlos
Guido Spano, Miguel Navarro Viola, Agustín de Vedia, Mariano A. Pelliza,
Vicente Quesada y un mocito de Rosario, Estanislao Zeballos, el diario "El Río de la Plata "
El partido político restos de
unitarismo, que había dominado 25 años, empezaba a dividirse en dos bandos. La
figura de Alsina acentuaba sus perfiles federalistas y trazaba su propio rumbo.
Incorporando a la vida pública los señores Vicente F. López, Bernardo de
Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Alvear, Lahitte, Gutiérrez, Vicente G. Quesada,
Navarro Viola y Tomás Guido.
Estos tres últimos se conservaron
siempre finísimos amigos y muy consecuentes y cariñosos con Hernández ... Ya
estamos, pues, frente a la "evolución", que lo iba a apartar del
federalismo.
En eso estaba, por aquellos años
de 1869 y 1870, cuando la
Revolución de López Jordán lo conmueve, lo saca de su
proyecto reformista y lo lleva de nuevo a Entre Ríos y a la causa federal. La
decisión que se manifiesta en las palabras del cierre del diario (22-IV-70) es
personal; pero sin duda que Sarmiento le ha ayudado para tomar esa
determinación.
Eso es lo que dice Rafael:
"este diario de complexión robusta, que la administración Sarmiento mató
de un golpe, escapando a la cárcel su redactor-propietario gracias a sus
numerosos amigos"
Empieza acá su "intermedio
insurgente en los entreveros jordanistas".
El 7 de octubre se pone en
comunicación con Jordán para darle valiosísimos consejos. El caudillo, ya sea
por táctica para evitar la intervención federal, o por la limitación de su
horizonte litoraleño, ha presentado la revolución como algo concerniente a
Entre Ríos. Hernández le hace ver el grave error de su planteo: "Ud.
quiere, le dice, la felicidad de Entre Ríos, su prosperidad, su progreso, su
engrandecimiento moral y material.. . esta aspiración es noble y legítima de
parte suya; pero no puede realizarse, sino armonizando su suerte con la de las
demás Provincias Argentinas, y haciendo que todas ellas participen de los mismos
beneficios...".
Como ya hemos visto, en esta
misma notable carta, justifica sin reatos de lenguaje la muerte de Urquiza, "el Jefe Traidor del Gran Partido
Federal".
Después de esto se une
físicamente al ejército de López Jordán y asiste a la batalla de don Cristóbal
(12-XI-70) contra las tropas del general Gelly y Obes.
Y el 26 de enero de 1871
participa de la batalla de Ñaembé. Jordán ha seguido quizás su consejo, y se
dispone a dar batalla a los correntinos de Baibiene; pero éstos auxiliados por
la artillería nacional de Viejobueno y la infantería de Roca, vencen
terminantemente al jordanismo
También Hernández iría echando
llamas por sus ojos mientras con sus compañeros galopaban hacia Federación ' y
cruzaban el Uruguay, burlando la persecución del ejército sarmientino del
General Campos.
Casi un año va a permanecer en
Santa Ana do Livramento, pequeña población brasileña (de abril de 1871 a enero de 1872). Pasa
luego a Paysandú donde toma| contacto con el "Comité de emigrados
entrerrianos", que representaba a más de 6.000 jordanistas exiliados en el
Uruguay, el que lo propone como ministro al interventor Echagüe de Entre Ríos,
para entablar una negociación, basado en la confianza "en su lealtad
política", sin que su candidatura prospere. De allí sigue a Montevideo y
por último regresa a Buenos Aires.
¿Cuáles son las condiciones de
este regreso?
El primero es un viaje
clandestino dictado por la desesperación de ver a su familia, al enterarse del
azote de la peste, la fiebre amarilla, que pesa sobre la ciudad portería. En
el balandro del capitán Magnasco consigue atravesar el río y llegar hasta la
chacra de Perdriel donde se reúne con los suyos. Breve encuentro con su mujer,
sus hijos (está ahora la pequeña Margarita, nacida en su ausencia), su hermano
y su vieja "Mamá Totó". Y regresa, para intentar una y otra vez el
mismo itinerario. "Y nuevamente en el balandro unas veces, o en un simple
bote, otras, Hernández toma el camino de las costas de Belgrano. Viajes
furtivos, peligrosos porque Sarmiento ya conoce las incursiones del exiliado y
ha ordenado a la policía vigilar la costa y el caserón con orden de prender al
hombre, vivo o muerto". Como la
epidemia sigue haciendo estragos, la familia se traslada a la estancia
"Cañada Honda" de Baradero, donde vive su hermana, Magdalena de
Castro.
Entonces se produce la vuelta
pública de José Hernández. Se pregunta De Paoli: "¿Magnasco lo arregló
con Sarmiento? ¿Mediaron influencias políticas? ¿Sarmiento se olvidó del
periodista enemigo de su gobierno? Hernández llega en el mes de marzo a Buenos
Aires y se aloja en el 'Hotel
Argentino'.. . Más que hospedado, está
escondido en el Hotel... ¿Es la condición del arreglo con Sarmiento'? ¿Le
han impuesto que viva en Buenos Aires a condición que no escriba? En ese encierro fructificará, según su propia
confesión el 28 de noviembre de 1872,
el "pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el
fastidio de la vida del hotel" Rafael le trae algunas comisiones de
compra y venta de campos, con lo que lo ayuda económicamente. Pero la situación
en lujar de mejorar, empeora... Hasta que la vigilancia policial se hace más
estricta y el poeta de Martín Fierro debe abandonar una noche precipitadamente
su casa ante la presencia policial que irrumpe en ella. Así, José Hernández ayudado
por su hermano, Guido Spano y otros amigos, emprende otra vez el camino del destierro.
Ya no hay nada que hacer, sino esperar a que concluya el período presidencial
de Sarmiento. Pero la anunciada vuelta montonera de López Jordán a Entre Ríos,
lo obliga a radicarse en Montevideo. Entre julio de 1873 a enero de 1875 vivirá
en la capital oriental.
El l9 de enero de 1873 las
fuerzas gauchas de López Jordán han invadido a Entre Ríos; saben de las diferencias
de armas y de hombres con sus enemigos, pero ellos igual van cantando:
La represión la dirige
personalmente el ministro General Martín Gainza, el "Don Ganza" del
Martín Fierro. A pesar del éxito inicial
de "Yuquerí" (28 de junio), las tropas jordanistas son vencidas el 8
de diciembre en "El Talita" y luego, al día siguiente, destrozadas
por el uruguayo Juan Ayala en "Don Gonzalo". Nuevamente Jordán tiene
que exiliarse en Santa Ana do Livramento.
Desde Montevideo, sirve de enlace
a los jordanistas, y el l9 de noviembre saca con Héctor Soto el periódico
"La Patria " para secundar más activamente el
proyecto federal. De seguro que Sarmiento, con su intransigencia total, ha
colaborado a decidir la actitud del poeta. Precisamente
el 28 de mayo de 1873 el presidente ha remitido al Congreso un proyecto de ley
poniendo precio a la cabeza de los jordanistas. Ofrece 100.000 pesos fuertes
por la cabeza del Jefe; 10.000 por la del Dr. Mariano Querencio y 1.000 por la
de los otros dirigentes.
Era la ley de Lynch, trasladada
directamente del far west. "López Jordán cuya cabeza quiso Sarmiento
poner a precio, si bien el Congreso rechazó con honrada independencia la
monstruosa ley, era un ciudadano argentino amparado en su propio extravío por
la constitución que prohibe la muerte por delito político"
La importancia de Hernández se
acentúa después del fracaso de la invasión. La derrota apareja, como es frecuente
en estos casos, la división de los vencidos. Carlos María Querencio, que
después de Don Gonzalo ha exclamado "¡Que baraje otro!", se recupera
de su desilusión y en Montevideo forma el "Comité Central" del
jordanismo que repudia a su jefe natural. El suceso es grave para los
exiliados, pues los Querencios cuentan con gran simpatía en el Partido Blanco
uruguayo (es conveniente recordar que ambos partidos usan igual divisa y que
incluso han coordinado sus esfuerzos para hacer coincidir la revolución de
Jordán con la de Timoteo Aparicio en el Uruguay) y llegaron a ser
"protegidos del presidente Latorre
Si al Chacho lo abatieron los
fusiles Ensfield y a Varela los Sharp, a López Jordán lo derrotarán los cañones
Krupp y los fusiles y ametralladoras Remington.
El presidente Sarmiento probará
su mortífera acción contra las paredes de una Escuela y luego enviará al
Congreso un proyecto de ley poniendo precio a la cabeza de López Jordán y de
sus seguidores, con lo que justificaba el mote que le colgara el periodista
mitrista Gutiérrez de ser "un Sandes del pensamiento".
El jordanista Carlos María
Querencio le devolverá la gentileza, alquilando los servicios "profesionales"
de unos pistoleros, los italianos Güerri, para que maten al Presidente. Por
fortuna ninguna de las dos salvajadas se consuma íntegramente.
Pero en su consecuencia, al ser
vencido Jordan en Don Gonzalo (el 9-XII-1873), el interventor Gral. Ayala
desata una feroz persecución, una de cuyas víctimas es el coronel Cecilio Berón
de Astrada, cuyos despojos son entregados a los perros.
José Hernández, que desde el
diario montevideano "La Patria " ha
apoyado la revuelta, le prepara entonces (el 30 de mayo de 1874) al exiliado
López Jordán el Memorándum para el Barón de Río Branco, alegato éste que-es la
verdadera capitulación moral de un partido, que desde Artigas, triunfante en
Cepeda o derrotado en la Vuelta
de Obligado, lo había hecho siempre envuelto en la bandera argentina. Aunque el
pedido de protectorado extranjero no se concrete, su sola formulación escrita
basta para sellar la defunción de una causa.
Por entonces ha llegado
Avellaneda a la
Presidencia de la República , no obstante los esfuerzos
revolucionarios del mitrismo en 1874 por impedirlo. Con Avellaneda contará Adolfo Alsina con el
hombre adecuado para concretar su proyecto pacificador. Derrotados el
federalismo y el mitrismo intransigentes, podrá él integrarse al establishment
liberal.
Con la conciliación de los
intereses de los ganaderos de su partido y los de los comerciantes porteños de
filiación mitrista, ahora ligados por la relación
agroexportadora-mercantil-importadora; con el modelo anglosajón de
bipartidismo; con el espectro de Rosas agitado en los "funerales por las
víctimas de la tiranía", para resucitar la tradición única unitaria y con
la enorme fuerza unificadora de la masonería, en la que todos militan, Alsina
propondrá a Mitre "la conciliación".
En ella también los ex-federales, que renieguen de su pasado, tendrán un lugar.
Hernández, que desde "La Patria " ha ayudado al
ascenso de Avellaneda, atacando a la revolución mitrista del 74, vuelve
definitivamente a Buenos Aires a comienzos de 1875, para incorporarse al
autonomismo. donde va están ubicados casi todos sus viejos amigos de la
generación del 65. La "conciliación" lo inclinará al sector
"republicano" de ese partido. En él están también los jóvenes universitarios,
futura "generación del 80", que "quedaron colgados" con el
arreglo, como gráficamente lo expresa Lucio V. López en La Gran Aldea. Detrás de
Alem y Del Valle por algún tiempo, alternarán, como un partido diferenciado,
en las elecciones provinciales.
Pero contra Alsina no se puede. La "gran muñeca" de los
"crudos" (por oposición a los "cocidos" mitristas) tiene
demasiado prestigio.
"Más que Mitre" —anota
Alvaro Yunque— "por supuesto, hombre de acción complicado de intelectual
y lleno de preocupaciones de superior jerarquía, Adolfo Alsina era 'el
caudillo'. Y aún: _el caudillo porteño. Todas las características del
porteñismo estaban en él, aumentadas, que si no, no hubiese sido el caudillo
de los porteños: bravo, elegante, cordial, simpá-tico, ruidoso, conversador,
impulsivo, inteligente, vanidoso, altanero, brillante más que culto. Más
astucia que sabiduría".
La imprevista muerte de Adolfo
Alsina (el 29-XII-1877), destruye toda esa paciente labor de años, y sus
seguidores quedan a la deriva de los caudillos menores hasta la disolución del
partido.
Mientras los primates del
autonomismo se disputan el favor del presidente Avellaneda, probándose
anticipadamente la banda presidencial, en forma silenciosa y cauta —como
cuadra a un "zorro"— se alza la nueva estrella de la constelación
política, que viene a cubrir el vacío de poderLo que sigue es su historia en el
Autonomismo. Primero se inscribe en la lista "mixta" del partido,
para las elecciones de marzo del 77; que trata de zanjar las diferencias entre
los sectores de del Valle y de Cambaceres.
Pero viene la
"conciliación", y él, en agosto del 78, se une al grupo
"republicano", de Alem y del Valle. La razón de este cambio la dará
en junio del 79 al decir: "Yo estaba en contra de la conciliación entonces
y estoy en contra de la conciliación ahora, porque no creo que es ésa la
política sobre la cual pueda fundarse el porvenir del país".
Así es elegido diputado
provincial por esa fracción "y de este modo se incorporará al sistema
entendido como la legalidad sostenida por sus antiguos enemigos". La
adhesión a Alsina "nuestro ilustre jefe de partido", él la puso de manifiesto
en la carta de "Un Patagón" publicada en "La Patria ", al anotar:
"los elementos oficiales, significan Avellaneda. El personalismo es Mitre.
Alsina era él pueblo".
El 30 de marzo del 79 es reelecto
por la 3ra sección electoral y desde ese cargo le toca presenciar la crisis
del 80.
El 30 de julio se cuenta entre
los firmantes del manifiesto de fundación del Partido Autonomista Nacional.
"Allí están gran parte de los hombres representativos de las grandes
fuerzas económicas criollas engarzadas con el capital europeo" Durante ese lapso ocupa muchos otros cargos
públicos de secundaria importancia. En 1880 es presidente de la Cruz Roja Argentina,..y.
es incluido en la
Comisión Exa minadora del Ministerio de Educación. De 1881 a 1884 es vocal
consejero consultivo del Monte de Piedad. En 1882 es vocal del Consejo General
de Educación (hasta 1884); presidente de la Comisión de Provincias de la Exposición Continental ,
miembro de la
Convención Reformadora de la Constitución Provincial
(hasta 1885). En 1883 es comisionado por el Ministerio de Educación a
Corrientes; integra la comisión de la fundación de la ciudad de La Plata ; es director del Banco
Hipotecario y es sucesivamente diputado (1880) y senador provincial (1881,
1882 y 1885). Esta trayectoria pública
se compadece bien con su vida privada. En el 79 adquiere la "Librería del
Plata", que mantiene un intenso movimiento de libros con América y Europa
. También por entonces compra "una
vasta quinta en Belgrano, en la extensión hoy delimitada por la calle Luis
María Campos y Cabildo, y al otro por Olleros y Esteco, esta última José Hernández
actualmente, en el que "es hoy, y lo era entonces, el más hermoso de los
barrios porteños". Tendrá también tres estancias; mil novillos, dos casas,
dos conventillos en la ciudad... y dos terrenos en Rosario" Su profesión
es, dice Manuel Gálvez, "ganar dinero y escribir versos". ..
En Belgrano vive con su familia,
a la que se le han agregado nuevos hijos: María Josefa, nacida en 1877, y
Carolina, en abril de 1879. Con los González del Solar de la mano, ha vuelto a la Masonería. Por cierto que también por
entonces se reconcilió con sus antiguos enemigos, Sarmiento y Mitre. Rafael dice que su hermano "trabajó
mucho y no disfrutó nada", está aludiendo a la causa del abandono de la
pelea con el liberalismo. Lo que siguió
ya era previsible: "Y sepan que ningún vicio acaba donde comienza"
Su vida, cuyos últimos actos
trascendentes fueron la publicación de La Vuelta de Martín Fierro en 1879 y la Instrucción del
Estanciero en 1881, se extingue el 21 de octubre de 1886.
Por eso aquel "hijo que había dado nombre a su padre", lo
reivindicó para siempre en la memoria de todos los argentinos.
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