Por
la Prof. Cecilia González Espul
Manuel
Bilbao fue un prolífero escritor, novelista, historiador,
periodista, empresario, exitoso abogado,
nacido en Chile en 1827, de antigua familia aristocrática
instalada en América desde la época colonial, y muy ligado a
la Argentina, por su madre y esposa.
Su
figura ha quedado opacada por el mayor renombre que logró su
hermano Francisco, a quien se recuerda por su fogosa defensa
de las ideas liberales, y por su más famosa obra: El
Evangelio Americano. A causa de ello, dice la historiadora
chilena Mabel González Quiroz sobre Manuel: “…no ha
habido una investigación biográfica exhaustiva, en los últimos
sesenta años, razón por la cual parte de la información se
ha perdido”.[1]
Aunque
este llamativo olvido pueda deberse al hecho de haber pasado
de “militante liberal acérrimo durante su juventud, a
intelectual con matices de orden conservador en los años de
madurez”, como la misma González Quiroz reconoce. Explicaría
esto que una calle de Buenos Aires lleve el nombre de
Francisco Bilbao y ninguna el de Manuel que considero con más
méritos para ello.
A
partir de 1865 se instaló en la Argentina, donde se casó,
tuvo sus hijos, y donde murió en 1895.
Revalidó su título de abogado como lo había hecho
antes en Perú y Ecuador, exiliado de Chile por participar de
revoluciones liberales.
Nunca
se nacionalizó argentino, se dedicó a su profesión y al
periodismo desde donde participó de la vida política
argentina a través de artículos polémicos.
Pero
han sido sus trabajos de investigación histórica que más
han trascendido en nuestras tierras, aquellos sobre la
historia de Rosas, por
los que se justifica sea uno de los patronos de este
Instituto.
Según
el Dr. Pérez Amuchástegui[2],
una excepción a la corriente historiográfica liberal que
condenaba irremisiblemente a Rosas, está dada por la obra de
Manuel Bilbao que precedió en veinte años a la de Saldías. “En
ambos, sin duda, es dable descubrir un propósito
reivindicativo, pero ninguno de los dos consiguió
desaferrarse de la sujeción estricta a la letra escrita.”
Por ello sostiene que: “El revisionismo como tal fue
iniciado con “La época de Rosas” de Ernesto Quesada
(1898), obra que por primera vez denunció la necesidad de
superar el método de la historiografía liberal.” “La
renovación metodológica en la obra de Quesada, la comprensión
historicista, es el mayor aporte del revisionismo
argentino.”[3]
Sin
embargo, Bilbao fue el
primero que consideró que había que replantearse la versión
de los liberales unitarios sobre Juan Manuel de Rosas, y que
había que estudiar su época
sin odios previos, buscando comprender las causas de su
gobierno dictatorial. Por ello pienso que es justo ubicarlo
como el primer revisionista o al menos el precursor.
Dos
son las obras de Bilbao sobre Rosas: Historia de Rosas de 1868 y Vindicación
y Memorias de Antonino Reyes de 1883. La primera, le
indignó al mismo Rosas, porque muchos de los conceptos
vertidos se hacían eco de las calumnias de los unitarios, que
modificó en la segunda luego del cúmulo de documentos que le
brindó Antonino Reyes en Montevideo, y del propio testimonio
de Reyes.
La
Historia de Rosas
tiene valor porque al plantearse las causas por las que se
llegó a un gobierno despótico, responsabiliza de ello a los
unitarios, y más aun porque los
responsabiliza de la pérdida de la Banda Oriental, Paraguay y
Bolivia. Nadie se atrevía a sostener esto en esa época.
Datos
biográficos
Había
nacido en Santiago de Chile un 26 de marzo de 1827, de padre
chileno y madre argentina. Rafael Bilbao Beyner, su padre, de
militancia liberal, emparentado por vía materna con el francés
Juan Antonio Beyner, participante del frustrado complot de
“Los tres Antonios” en 1780. Movimiento revolucionario que
pretendió emancipar a Chile de España. [4]
Su madre, Mercedes Barquín, argentina.[5]
En
1847 obtuvo el título de abogado en la Universidad de
Santiago de Chile, a la edad de 20 años, versando su tesis
sobre la abolición de los mayorazgos. Formó parte junto a su
hermano Francisco del grupo de intelectuales liberales que se
hacían llamar los girondinos chilenos, afiliados a los
preceptos del romanticismo hispanoamericano. Participó de la
fundación de la Sociedad Literaria encabezada por Victorino
Lastarria que buscaba fomentar la creación de una literatura
chilena libre de la influencia de modelos extranjeros.
Colaboró
con la Sociedad de la Igualdad creada por su hermano Francisco
y Santiago Arcos en 1850, bajo la influencia del socialismo utópico.
Fue clausurada por su rechazo a la candidatura a la
presidencia de Manuel Montt.
En
la pugna entre conservadores y liberales conocidos como
pelucones y pipiolos respectivamente, participó junto a
Francisco, en el movimiento antipelucón durante la
revolución del 20 de abril de 1851, contra el presidente
Bulnes. Fue herido en combate y capturado por los conservadores, huyó
de la cárcel, y pudo
exiliarse en el Perú. Luego realizó
un viaje por Europa. En esta revolución, también
participó y cayó prisionero Bartolomé Mitre.
Actuó
en apoyo del presidente Mariscal Castilla[6].
Conservador, que sin embargo, admitió una política de
reformas liberales moderadas. Contra el presidente Pezet por
su débil actuación ante la ocupación por España de las
islas guaneras Chinchas. A raíz de ello peligró su vida y
debió huir del Perú en 1864.
Francisco
había emigrado a la Argentina en 1857, y en 1859 ingresó a
la masonería, en la logia “Unión del Plata”. Estuvo a
favor de la integración de Buenos Aires a la Confederación.
Manuel
llegó a Buenos Aires en 1865, casi diez años más tarde. No
hemos podido confirmar si ingresó a la masonería, aunque por
sus ideas anticatólicas y antihispánicas , y por haber
seguido en todo a su hermano podríamos conjeturar que sí .[7] Ese mismo año muere su
hermano. Ambos se casaron con argentinas. Francisco con una
hija del general Tomás Guido[8].
Manuel con
Mercedes Rivera Ortiz de Rosas, hija de Mercedes Rosas de
Rivero, hermana de Rosas, en 1879. Ambos hermanos se
vincularon con familias de tradición federal.
En
1867 fundó un periódico, La
República, dirigido por Wenceslao Pacheco y editado por
Alejandro Berheim, que tenía los talleres tipográficos de más
alta tecnología de la época .[9]
Su publicación duró hasta 1885.
Este
periódico se destacó por tener sólidos contactos en todas
las provincias argentinas y contar con corresponsales en
Chile, Perú, Brasil y Francia.
Hasta
esa época los diarios llegaban a sus destinatarios por
suscripción, a través del correo, o se compraban en la misma
imprenta. Pero a partir de entonces por iniciativa de Manuel
Bilbao, comenzaron a ser vendidos por
muchachos que lo pregonaban por las calles céntricas de
Buenos Aires. Se llamaron “canillitas” denominación que
creó Florencio Sánchez, en su obra homónima.
En
1873 fundó La Libertad,
diario de gran tamaño a siete columnas, de carácter político,
noticioso, literario, barato como había sido el anterior. [10]
En 1882 se retiró y su parte se la vendió a Adolfo Saldías,
junto a sus socios Edelmiro Mayer y Juan José Lanusse,
quienes realizaron desde sus páginas durante dos años una
oposición tenaz a Roca.
Bilbao
pasó a colaborar como redactor en El Nacional y más tarde en La
Prensa. Luego se retiró del periodismo y se dedicó a la
investigación histórica y a su profesión de abogado
reabriendo su estudio. Su título lo había revalidado en las
Universidades de Lima, Montevideo y Buenos Aires.
Fue
extraordinaria su cooperación durante la epidemia de fiebre
amarilla de 1871, formando parte de la comisión que gobernó
interinamente la ciudad.
En
1878 durante el conflicto de límites con Chile defendió la
postura argentina, viajando a Santiago, donde publicó una
serie de artículos en el diario El
Ferrocarril, entrevistándose con el presidente Pinto.
Contribuyó a evitar la guerra que parecía inminente.
Falleció
en Buenos Aires el 15 de agosto de 1895, con la tranquilidad
de saber que el diferendo con Chile estaba en vías de un
arreglo definitivo.
Obras
Obras
literarias: Escribió tres novelas entre 1852 y 1855: El
Inquisidor Mayor sobre las costumbres de Lima en tiempos
de la colonia, y una crítica a la Inquisición y a la orden
jesuítica, Los dos
hermanos sobre las costumbres de Chile, y El
pirata de Guayas sobre las de Ecuador. El objetivo de
estas obras es contraponer el mundo colonial, injusto y
perjudicial, al mundo ilustrado, que es el que defiende. Se lo
considera como el primer escritor chileno de novela histórica.[11]
Obras
históricas: Compendio
de la historia del Perú, 1856, de carácter didáctico, La historia del General
Salaberry(1853, edición corregida de 1867). Para esta última
visitó al Mariscal Santa Cruz en Versalles y consultó su
archivo, habiéndole reconocido que fue un error
su decisión de condenarlo a muerte. Es una defensa de
Salaberry, la gran figura romántica del Perú.
Como
dato ilustrativo, que habla de la rectitud del pensamiento de
Bilbao, al referirse a la corrupción en el manejo de la
hacienda nacional que existía en el Perú, reconoce un mérito
a la administración colonial, tan vilipendiada por él mismo.
Dice lo siguiente: “Los españoles tenían sobrantes porque
eran honrados. He ahí la diferencia que deslindaba la cuestión
de la decadencia en la riqueza del Perú.”[12]
Historia
de Rosas, desde 1810 hasta 1832,
Bs.As., 1868. Vindicación
y memorias de Antonino Reyes, Bs.As., 1883. Cuestión
chileno- argentina, 1878.
Escritos
polémicos: Juicio
contra Vicente Vicuña Mackena, 1863. Elisa
Linch, por Orión. Juicio crítico dado por el diario La República,
Bs.As. 1870, Defensa del
Redactor de La República ante el jurado en el juicio
entablado por el Dr.Adolfo Alsina, Bs.As., 1873, Cartas de Bilbao a Sarmiento recopiladas por unos amigos de la verdad,
Bs.As. 1875.
Traducción
al castellano de Las
Memorias de Lord Cochrane, 1863, a quien conoció en
Londres en 1860. Originó una controversia con el historiador
chileno Vicente Vicuña Mackena, que calificaba de codicioso y
aventurero al marino inglés. Derivó en un juicio de Bilbao
contra Mackena por calumnias. Este último lo acusó de
oportunista, especulador, agente secreto de Castilla, haberse
enriquecido con negocios vinculados a la política de Perú.
(rescate fragata Apurimac, compra de maquinaria para abastecer
de hielo a la costa de Perú). El jurado aplicó la sanción mínima
de $2 y 15 días de prisión. Bilbao lo libró de cumplir la
pena.
Recopilación
de las Obras completas
de Francisco Bilbao, 1866, y en colaboración con Arturo
Reynal O’Connor, las Obras
Completas de Juan Bautista Alberdi, 1886.
Pasamos
a analizar brevemente aquellas obras relacionadas con la
historia argentina y específicamente con la de Juan Manuel de
Rosas.
Entre
sus escritos polémicos comenzamos
por el juicio crítico sobre Elisa Lynch, por Orión”. Orión era el seudónimo de Héctor
Varela, quien junto a su hermano Mariano fundara el famoso
periódico La Tribuna
en 1853, órgano
de la propaganda unitaria, que incitaba al exterminio de
Antonino Reyes y los mazorqueros, condenándoles antes de ser
juzgados. En 1867 comenzó a publicar en el mismo la sección
“Cosas” que firmaba como Orión. Nombre que se hizo muy
popular en la ciudad.
Bilbao
había publicado en La
República, periódico fundado por él en 1867, una serie
de artículos sobre esta obra, que después reúne y publica
por separado en 1870.
La
obra, que tuvo gran repercusión, se origina en un viaje que
realizó Héctor Varela a Asunción en 1856, así
la primera parte es una descripción de ese viaje, y
las otras dos se refieren a la vida de Elisa Lynch en Europa,
y su vida en Paraguay junto al mandarín de la China americana
como llamaban a Solano López.[13]
Bilbao
no sólo va a criticar el juicio que hace Varela sobre Madame
Lynch, sino también la obra en sí y los juicios elogiosos de
la prensa de entonces y de los más destacados hombres de
letras. Estrada en la Revista Argentina decía: “Los porteños se
aman a sí mismos amando a Orión”, porque por su carácter
alegre y popular estaba identificado con la vida porteña.
Varela
presenta a Elisa Lynch como una prostituta, mujer sin alma, ávida
de oro y de coronas recogidas en las orgías en Europa. Se
casa con un joven distinguido, profana el lecho nupcial y se
entrega a un sinnúmero de amantes. De un príncipe pasa a un
lord, explota a un banquero de Londres y termina de querida de
López. Bilbao sostiene que Varela no tiene ni una sola
prueba, las fuentes son parciales, la verdad histórica no las
puede aceptar. Los datos habidos en Paraguay
sobre la vida de Lynch en Europa no pueden aceptarse,
debido al aislamiento de ese pueblo en esos tiempos. Pero sí
los datos más ciertos de los amigos de López que estuvieron
con él en Europa. La Lynch era una mujer casada con un
oficial francés. Cuando López la conoció en París su
marido se encontraba de servicio en África. Ella recibía en
sus salones y era solicitada por un ministro de Rusia. López
se deslumbró con su belleza, triunfó sobre el ruso y Lynch
fue al Paraguay a ser su compañera. Dice Bilbao en su
defensa: “Si la Lynch hubiera sido un monstruo de depravación
no hubiera abandonado París, donde abunda el oro y las orgías,
y no habría quedado catorce años en Asunción repelida por
las familias más honradas, no habría quedado cinco años de
la guerra al lado del déspota, ni habría conocido los
peligros y sinsabores de las derrotas y hecatombes, ni habría
acompañado a ese monstruo hasta el extremo de darle sepultura
con sus propias manos a la vez que al mayor de sus hijos.”[14]
Sostiene
Bilbao que: “La historia en todos los tiempos y lugares ha
tenido por base la verdad de los hechos narrados, y esta
condición indispensable es lo que le falta a la obra. No
podemos considerarla historia.”[15]
A
través del análisis de esta obra, Bilbao expresa su concepción
de la literatura como agente moralizador del pueblo más que
como agente de un ideal estético. Sostiene que no es
historia, no es viaje, no encuentra una clasificación propia
de la literatura, no satisface ninguna de las leyes del buen
gusto. No tiene plan, no tiene unidad. Ha ido aglomerando
cuanto tenía a mano o en su cabeza, adornado con creaciones
fantásticas de una imaginación ardiente. Contraria al ideal
que persigue la literatura moderna: el de deleitar
moralizando. Lo que consigue es lo opuesto, porque muestra el
espectáculo de la prostitución victoriosa. Debería haber
en todo caso, mostrado la lucha de una mujer perdida
sufriendo las torturas de su conciencia.
Se
refiere también al papel de la crítica, dice: “El que sabe
elogiar tiene que saber criticar. Siendo esta obra la que más
ha circulado, la que más furor ha hecho en nuestra sociedad
merece por lo mismo un juicio recto.” Sostiene Bilbao a raíz
de los elogios de la prensa a la obra de Orión, que son producciones
que renuncian al juicio crítico. Es la escuela de la recíproca
adoración como en tiempos de Moliere, cuando el poeta decía
con sarcasmo: Nadie tendrá talento sino nosotros y nuestros
amigos. “Pero sus amigos le han extraviado, aplaudiéndole
cuando debían criticarle.”[16]
Para
la valoración de Bilbao como historiador, como estudioso y crítico
de los hombres de su
época, estos artículos sobre la obra de Orión, ponen de
manifiesto la independencia de su criterio. Defender a Elisa
Lynch en esa época, fines de la guerra de la Triple Alianza,
era ir contra-corriente, era estar contra la opinión comúnmente
aceptada. No estaba absolutamente solo. Un ejemplo fue, entre
otros, Guido y Spano, con quien estaba emparentado por lazos
familiares. Bilbao fue el único que fue a recibir al puerto a
Elisa Lynch en su viaje de regreso a Europa desde el Paraguay.
José Arturo Scotto, uno de sus biógrafos, comenta que cinco
años después reivindicaba las propiedades adquiridas por
Lynch, abogando por la protección de sus derechos.[17]
Otro
escrito polémico de Bilbao fue la Defensa del Redactor de “La República” ante el jurado en el juicio
entablado por el Dr. D. Adolfo
Alsina en 1873, quien en ese momento era el
vice-presidente de la Nación.
Cuentan
que Alsina dijo de él: “para no perdonarlo es preciso que
no lo vea, porque si lo veo me cautiva.”Ya que Bilbao era un
hombre de buena apariencia, de ojos celestes y larga
cabellera, de personalidad agradable y cautivante, que causaba
admiración aun entre sus adversarios.
Estamos
a fines del gobierno de Sarmiento, frente a la lucha electoral
por su sucesión. Mitre, Alsina, y Avellaneda, candidato del
presidente, aspiran a sucederle. En marzo se iban a realizar
elecciones para la renovación legislativa.
El
juicio que entabla Alsina contra Bilbao es sobre calumnias.
Bilbao había publicado una editorial en su diario, titulado
“El movimiento de opinión” el 15 de enero de 1873, donde
saca a relucir un hecho ocurrido varios años antes, en 1868.
En él cuenta que fue defensor de los vecinos de un partido de
campaña que acusaban al juez de paz, al cura y a la
municipalidad de defraudación del tesoro municipal y de las
rentas nacionales. Pero Bilbao agrega que no tenían otro
apoyo que el del gobernador, a quien pagaban el servicio, enviándole
elecciones hechas a su paladar.
La
acusación de los vecinos fue presentada ante el Dr. Alsina,
en ese momento gobernador de Buenos Aires, y no se pudo
obtener la destitución de los acusados. El proceso terminó
en el Superior Tribunal, luego de litigar tres años, con una
condena sólo moral, porque ninguno de ellos recibió pena
alguna.
Sostuvo
Bilbao que ello ocurrió “porque la administración de
justicia responde a intereses de partido y todo se sacrifica
al juego criminal de fraguar elecciones. Se debe cambiar el
sistema electoral. Los partidos se oponen porque quieren ganar
las elecciones consiguiendo el nombramiento de jueces de paz
que le den elecciones fraguadas.”
Por
estas expresiones, Alsina recurre a los tribunales acusando a
Bilbao de calumniador desvergonzado.
El
27 de enero se reunió el jurado integrado por Julián Balbín,
Alejo Arocena, Sebastián Lezica, Mariano Billinghurst y Juan
A. Fernández. Bilbao en la primera sesión pide se muestren
los expedientes de la causa de la Municipalidad de Monte, del
expediente sobre la denuncia del vecino Zenón Videla Dorna
contra el juez de paz de Monte, Feliciano Licea por defraudación
al tesoro nacional. Esto ocurría en 1868.
Entre
las pruebas que presentó Bilbao figura una carta del juez de
paz de Azul, Enrique Aramburú, dirigida a Alsina, donde se
evidencia la práctica del fraude electoral. Porque en ella le
cuenta a Alsina que como no tuvo tiempo de formar mesa para su
recomendado para diputado provincial, llenó los registros con
la candidatura de Sundblad por 316 votos, en
reunión realizada en su casa con cuatro amigos de confianza.
“Y si lo hice así fue en el deseo de hacer lo que usted me
indicaba.”[18]
El
veredicto estuvo dividido, tres jueces lo condenan al pago de
una multa de $500 y las costas causada, y por minoría, los
jueces Mariano Billinghurst y Juan Antonio Fernández[19]
lo absuelven. Bilbao apela y el veredicto de apelación lo
absuelve de calumnia y lo condena por injuria, librándolo de
las costas. El jurado aplicó el mínimo de la pena, $500 pero
no la inhibición de escribir en la prensa por el término de
un mes como establecía la ley. Hubo manifestaciones de la Bolsa de Comercio, de diarios nacionales y extranjeros a
favor de Bilbao, y a favor de la libertad de prensa.
Bilbao
pone en evidencia algo ya sabido que era el abuso de autoridad
de los jueces de paz y su complicidad en el fraude electoral
que era cosa corriente en esa época. Hubo que esperar hasta
1912 para que se reformara el sistema electoral. Pero ya
Bilbao reclamaba que debía reformarse el sistema de
inscripciones y la manera de recibir el sufragio.
Este
juicio afectó las posibilidades de Adolfo Alsina de acceder a
la presidencia de la Nación. Un folleto anónimo, relacionado
con este tema, de 1873, titulado: El
vice-presidente es candidato inconstitucional para la
presidencia de la Nación. Artículos de la redacción del
diario La República, es sin duda obra de Bilbao.[20]
Bilbao
fue un acérrimo opositor a Sarmiento, a través de artículos
en La República y La Libertad. La publicación en La
Tribuna de una carta de Sarmiento enviada a Mariano Varela
del 26 de abril de 1875, tuvo como respuesta ocho cartas de
Bilbao, publicadas en La República. Luego las reunió y
publicó bajo el título: Cartas
de Bilbao a Sarmiento recopiladas por unos amigos de la verdad.[21]
Ellas
constituyen una muy crítica historia de la actuación de
Sarmiento en Chile, país al que llegó como emigrado en 1841 y en Argentina desde Caseros hasta el final de su presidencia
en 1874.
La
carta de Sarmiento en La Tribuna tiene por objeto desmentir y
atacar a Bilbao, quien había identificado a Sarmiento como el
autor de un escrito contra Bartolomé Mitre. Dice: “D.
Manuel Bilbao, ese paladín de la libertad que anda a la caza
de tiranos, ataca los molinos de viento y castillos en el
aire, pero defiende a Castilla en el Perú, fue partidario de
Urquiza y ha escrito una vida de Rosas, o que se yo, que sin
duda el Sr. Bilbao no me hace el disfavor de creer que yo he
abierto. (…) No quiere dejarme vivir en mi país, ladrándome
y mordiéndome los talones todos los días. Manuelito déjeme
tranquilo.”
Lo
llama Bilbao II o Manuelito, en forma despectiva, y minimizándolo
con respecto a su hermano Francisco. Dice: “El equipaje de
Bilbao II se compone de poca cosa, y puede llevarlo en una
hoja de cigarrillo. El pueblo, el poder, los déspotas, la
libertad. Con esas cuatro palabras compone su artículo
diario.(…) Hoy de un modo mañana de otro modo y los
suscriptores llueven y el negocio florece. La revolución es
el término, el objetivo de sus tareas.”
Bilbao,
nos dice, fue uno de los resortes más robustos de la Revolución
de 1874. “Es el fiscal que ha nombrado el ladrón para
perseguir al juez.” pág.7
De
Francisco Bilbao dice que es un escritor disparatado, de su
obra “Sociabilidad chilena” antisocial y herética, por la
que fue excomulgado. De Manuel, un saltimbanqui de la prensa.
Concluye
su carta con ironía y sarcasmo: “Viva el pueblo Bilbao!
Mueran los déspotas! Que el último déspota del mundo, ande
con espuelas de fuego, sobre un universo de pólvora para su
castigo eterno!
Bilbao
estará siempre, creánselo, por la libertad contra el poder!
Yo me voy para Zárate amigo Bilbao y no le he de contestar
nunca!” pág. 12 Aunque
Manuel Gálvez, en su Vida
de Sarmiento, consigna que le responde con un artículo
titulado “Poetas menores de la detracción, Bilbao don
Manuel”, y nos dice que: “Un juez de polémicas, si lo
hubiera, fallaría a favor de Bilbao”. [22]
Ocho
cartas publicó Bilbao en “La República” en las que
realizó una crítica lapidaria sobre la personalidad y
actuación de Sarmiento.
La
primera carta fechada el 26/4/75, dice que Sarmiento apoyando
a Montt estaba con el despotismo, fue un escritor asalariado
por 100 fuertes al mes, al servicio del despotismo y del patíbulo
político.
Pone
en duda sus méritos militares y de patriota: “Combatiendo
desde los 19 años tuvo la suerte de no encontrarse en combate
alguno (…) mientras Ud. ha combatido en parte soñando y en
parte despierto, siempre lo ha hecho poniendo un mar de por
medio. Todos sus ataques han sido con anteojos de
largavista.” pp.33/34 Por combatir a Rosas combatirá a su
patria (cordillera de por medio). Llamó contra ella la
coalición europea. Eso era poco. Ud. sostuvo que el Estrecho
de Magallanes, disputado por su patria como territorio
argentino, era territorio chileno, sin que nadie se lo
pidiese.” pág.19
La
segunda carta, del 27/4/75, trata principalmente de la defensa
de su hermano Francisco, porque Sarmiento da a entender que su
vinculación con Urquiza, era a raíz de un negocio de
estancia en Entre Ríos. Esta aseveración, le provoca a
Manuel una santa indignación. Y llama a Sarmiento miserable
calumniador. Porque jamás estuvo mezclado el interés en los
actos de su hermano Francisco. Explica el negocio de estancia.
La familia Barquín poseía un campo de 70 leguas en Entre Ríos.
Pero el establecimiento fue incendiado, los herederos
decidieron vendérselos a Urquiza, quien lo compró por 6000
onzas . La hijuela de la madre era la cuarta parte. La venta
ocurrió cuando ya Francisco se había separado de Urquiza. El
que realizó el gran negocio fue Urquiza porque seis años más
tarde las vendía a 10.000 fuertes cada una. Pero su hermano
no intervino en nada en ese negocio.
Francisco,
radicado en la Argentina desde 1857, estuvo a favor de la
incorporación de Buenos Aires a la Confederación. Urquiza lo
llamó a colaborar redactando el periódico “EL Nacional
Argentino”. Pero al enfermarse se retira a la vida privada.
Después de Pavón se desengaña de Urquiza. Y en respuesta a
un artículo de La Nación por su apoyo a Urquiza, dice que
siempre estuvo a favor de la integridad nacional. “El
Urquiza de Caseros y presidente constitucional de la
Confederación, era para mí, extranjero recién llegado, un héroe
argentino, y para Bartolomé Mitre, un caudillo de salvajes.
Después de la batalla de Pavón, el extranjero lo despreció,
y Mitre le llama su querido amigo.”
Sarmiento
es un mentiroso.
Se
hizo el educacionista reduciendo la cuestión a la antinomia
civilización y barbarie.
Para
quien su credo político era el despotismo y el patíbulo su
sistema, era acción santa asesinar a Benavídez, era acción
santa asesinar a Virasoro, fusilar a los prisioneros, al
Chacho Peñaloza, a sostener a Montt por 100 fuertes, no
separarse de los destinos, ser sostenido por el tesoro, no podía
comprender que hubiese un ser humano que prefiriese la pobreza
a cualquier transacción con su conciencia. pág.25
Lo
acusa de hacer uso de la violencia en forma sistemática y de
la represión como método. Transcribe máximas de política y
de guerra de la Comisión unitaria en Chile, en 1841, donde se
recomienda emplear el terror para triunfar en la guerra,
documento firmado por él. Dice: “…que Rosas, poder
personal, dictador, en una época anárquica, barbarizadas las
masas fuere sanguinario, se comprende. Pero que usted
representando un poder constituido, en una época adelantada,
pacificado el país, apoyado por los intereses industriales,
se esforzase en asilar, en desorganizar, perturbar las
nociones democráticas, eso no se comprende, sino como
perversión del corazón y como fruto de una naturaleza
ansiosa de crueldades.” pp.33
Fue
en nombre de los principios liberales que combatió a
Sarmiento. En 1874 apoyó la revolución encabezada por Mitre
que desconocía el triunfo de Avellaneda como presidente de la
Nación en elecciones consideradas fraudulentas. Aunque debería
haber pensado que Mitre también recurrió al fraude, como lo
sostuvo Héctor Varela en un discurso en la Legislatura: “…Bartolomé
Mitre, nuestro amigo político cometió grandes fraudes
para vencer en las urnas al caudillo (Urquiza)”
Estuvo
contra Mitre en 1866 por su alianza con Brasil para hacer la
guerra al Paraguay y por sus intervenciones a las provincias,
y lo apoyó cuando se opuso a Sarmiento, por ser un gobierno destructor de la federación.
Critica
la política educativa de Sarmiento, enormes gastos, los
libros se compran a millares, los libros en español son estúpidos,
recurre a traductores para que traduzcan obras Yankees, se
pide todo al exterior que es más barato, pero la tipografía
nacional está muerta. De paso sostiene que el sistema ortográfico
que Sarmiento se atribuía su creación había sido creado por
un autor anterior muy poco conocido.
Se
retira de Buenos Aires abandonando
sus funciones durante la epidemia de fiebre amarilla.
Critica
su administración. Su voluntad era la única Constitución,
las provincias sucursales del poder central y la federación sólo
una música para ahogar el clamor del pueblo por su libertad.
Fue el más ruinoso de los administradores. Se lanzó en
aventuras de progreso. Prosperidad ficticia, riqueza
imaginaria, el consumo del país excede en el doble de su
producción. En 1874 lega al país la ruina del comercio y del
tesoro.
“A
los 66 años ¿Qué había conquistado para su nombre? El
apodo de loco cuando le correspondía el de verdugo.”
pp.166/167
Así
concluye sus cartas Bilbao. El trasfondo de esta polémica está
el hecho de la Revolución mitrista de 1874, a la que Bilbao
había adherido, en contra del triunfo electoral del candidato
de Sarmiento, Avellaneda.
Tanto
en el juicio de Adolfo Alsina como en la polémica con
Sarmiento se presenta Bilbao como defensor de principios
liberales democráticos, contra el fraude electoral, el
despotismo, el centralismo. En aras de esos principios se
enfrentó a Adolfo Alsina, ídolo popular de la época, jefe
del partido autonomista al que se unieron los antiguos
federales, y hombres como Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen y
Aristóbulo del Valle, y de ese modo sirvió a los intereses
de Bartolomé Mitre, al que podría haber acusado de muchos de
los cargos que le hizo a Sarmiento.
Cuestión
de límites con Chile, 1878.Colección de artículos
publicados a ambos lados de la cordillera, en el periódico La Libertad en Argentina, y el El
Ferrocarril en Chile. Todos ellos a favor de la tesis
argentina. Hipoteca una propiedad para costearse el viaje a
Santiago de Chile para exponer su posición ante el mismo
presidente Pinto y
evitar la guerra. En Chile, una multitud se dirige al hotel
donde se alojaba frente a la plaza de Armas al grito de
“Muera Bilbao” y “abajo la Argentina”. Logra huir
junto a su hija tomando un coche, ocupando el lugar del
cochero y colocándose su sombrero atravesó por el centro la
manifestación que venía en su búsqueda sin ser reconocido,
hasta llegar a la estación central del ferrocarril, partir a
Valparaíso y a bordo del “Britania” arribar a Buenos
Aires.[23]
Pasamos
a analizar las dos obras sobre el gobierno de Rosas, que entre
una y otra median quince años.
Historia
de Rosas
(1868)[24]
“Fue
una obra muy leída en su época”, nos dice Clifton Kroeber,
a la que le reconoce cierta objetividad, aunque no está mejor
informada que otras de su tiempo.[25]
No habiéndose escrito ninguna exclusivamente sobre Rosas,
hasta ese momento. Del mismo año son las Lecciones
sobre la historia de la República Argentina de José
Manuel Estrada, que sigue la interpretación liberal.
En
la advertencia nos dice que este es el primer tomo que abarca
desde 1810 hasta 1832, de doce capítulos, sólo los últimos
cuatro se refieren al primer gobierno de Rosas. Y para el
segundo espera reunir todos los documentos
“para formar un juicio exacto, que nos permita
exponer los hechos con la veracidad histórica precisa.” Ese
segundo tomo nunca lo llegó a escribir. Bilbao como la mayoría
de los hombres de su época era liberal, anticlerical, y
consideraba a España como un país atrasado causa de todos
nuestros males, y por supuesto a Rosas un tirano. Pero sin
embargo se propone realizar la historia de los sucesos y de
las causas que los han producido, libre de las pasiones políticas,
para poder descubrir la verdad histórica. Es una historia que
aun no había sido escrita, y que él se propone realizar, y
que lo lleva a revisar la interpretación oficial instaurada
después de Caseros. Por esta razón Pérez Amuchástegui lo
consideró el primer precursor del revisionismo. Si bien no
escribió el segundo tomo que completara su estudio sobre el
período rosista, lo hará en su obra más destacada,
“Vindicación y memorias de Antonino Reyes” en 1883,
quince años después, y donde se produce un cambio de su
juicio acerca de Rosas, aun considerándolo tirano, encuentra
justificaciones a su proceder, de los que culpa a los
unitarios.
El
objeto filosófico de esta obra es, nos dice, : …que la
historia de Rosas viene a ser la historia del curso que ha
seguido la idea democrática en la República Argentina….”
pág.7 La
explicación de las causas de las contiendas ha sido la causa
personal de este o aquel individuo, pero no el estudio de los
principios. Pero el mal no estaba en que gobernase este o
aquel hombre, porque el mal continuaba a
pesar que se los cambiaba. Hay que buscar el remedio,
“no en el terreno de las individualidades, sino en otro más
elevado: en el terreno de las ideas que han militado”. pág.8
La
historia del general Rosas nos va a demostrar la marcha que ha
seguido el principio de la revolución americana, la lucha
entre ese principio y el que sirvió de base a la dominación
colonial. El principio de la revolución americana fue la
emancipación material y moral del colono. El primero se logró
al expulsar a los mandatarios españoles, y el segundo, la
emancipación del espíritu, quedó por realizar. “Arrojado
el cuerpo de la conquista, quedó entre nosotros su alma”. pág.8
Y
el alma de España es la superstición religiosa y la adoración
a los reyes.
El
alma de la emancipación es la libertad, la independencia física
y moral del hombre.
Y
desde 1810 se lucha por la definitiva implantación del
sistema democrático, contra el poder absoluto del sistema
colonial.
En
las revoluciones americanas se produce el choque entre el espíritu
viejo y el espíritu nuevo. Surgen divergencias sobre las
bases que debían servir de organización: 1) para la mayoría
de los pueblos emancipados debían seguir gobernándose por
las leyes y costumbres legadas de la conquista. La forma
republicana sólo servía
para tener un gobierno propio, que desconocía los
derechos individuales.
2)
para otros, los pueblos emancipados debían imitar el gobierno
de la revolución francesa, desenfreno de la demagogia, que
desconocía el derecho individual. La República significaba
dominio dictatorial del poder civil.
En
la revolución de Mayo,
caracteriza a Mariano Moreno y Cornelio Saavedra como dos
figuras contrapuestas. Moreno, imitador de la conducta
omnipotente de la Convención francesa, fundador del sistema
unitario, Buenos Aires, metrópoli de las provincias como
antes del Virreinato.(Recordemos que la postura de Bilbao era
a favor de los girondinos y no de los jacobinos.) Saavedra,
defensor del principio de igualdad política, las provincias
tenían derecho a elegir Juntas de gobierno como en Buenos
Aires. Estas ideas serían más tarde las del partido federal.
La lucha entre estos dos bandos conducirá a la anarquía. Se
aparta así de la interpretación liberal, que exalta la
figura de Moreno. Bilbao defiende a Saavedra y al sistema
federal.
Un
aporte valioso de Bilbao es el mostrar la complejidad de esa
lucha, que no estaba constituida sólo por dos bandos sino
tres, en los que se entrecruzan ideas y posiciones. Dice,
entonces, que se formaron tres partidos: el unitario, el
federal y el separatista. El unitario, representado por
Rivadavia, el federal, representado por Dorrego, y el
separatista por Rosas.
1)
Unitario: hasta 1820 por preferir una organización de una
monarquía coincidía con el régimen colonial. En 1821 se
vuelca a un régimen republicano unitario. Era revolucionario
en ideas sociales, pero colonial adelantado en ideas políticas.
Por su posición centralista, Buenos Aires, metrópoli para
las provincias en vez de España, violaba el principio de
igualdad política, trajo la anarquía y la pérdida del
Paraguay, la Banda Oriental y Bolivia. En este último caso,
porque el partido unitario abandonó la guerra de la
independencia, para imponer a las provincias el unitarismo,
dando lugar a que Bolívar viniera a emanciparla. Vemos que en
esta interpretación se aparta de la interpretación liberal.
Su
representante, Rivadavia: “demoledor del pasado, allanando
las vías por donde debía entrar el espíritu nuevo a
reinar”, p.53 Analiza sus reformas, y sostiene que vino a
suplantar el alma de España por el alma de la República. Con
la reforma educativa, despañolizarnos en cuerpo y alma. En
cuanto a la reforma religiosa, para Bilbao, “El imperio del
catolicismo era la anonadación del pensamiento y la muerte de
la razón en el ser creado”. Incompatible con la democracia.
Rivadavia pensaba
que no, creyó que podía servirse del clero católico para
contribuir a la civilización. El clero se opuso a la reforma
porque su imperio estaba basado en la ignorancia de los
hombres. pág.58
Según
Bilbao, el gobierno de Rivadavia debió postergar la obra de
implantación unitaria, respetar el statu quo de las
provincias y consagrado su atención a la guerra del Brasil. pág.80
Hace, entonces recaer más en Rivadavia la responsabilidad del
fracaso de la guerra.
La
consecuencia fue que los caudillos, que encubrían su ambición
de dominio absoluto, plegándose a la federación, y los que
odiaban a Rivadavia por sus reformas, se unieron para derribar
la administración unitaria. A estos últimos los llama
coloniales netos. Y allí podemos ubicar a los primos de
Rosas, los Anchorena.
2)
Separatista: Sostiene el derecho de cada provincia para darse
sus autoridades locales y concurrir por igual a formar el
gobierno nacional. Estos principios se modificaron ante la
oposición unitaria. Los caudillos convirtieron la idea
separatista en el propósito de aislamiento completo, y así
constituir cacicazgos vitalicios en vez de autoridades democráticas.
Este partido fue contrario a la reforma de la educación y de
los hábitos coloniales, querían la continuación del régimen
colonial.
Podríamos
reemplazar el vocablo separatista por el de autonomismo. Un
ejemplo lo tenemos en Estanislao López, así lo califica
Julio Irazusta: “como autonomista a todo trance antes que
como patriarca de la federación.” [26]
En
Buenos Aires se produce un cambio de propósitos con el
gobierno de Martín Rodríguez, porque los coloniales netos
prefirieron la separación antes que convalidar la reforma
social acometida por Rivadavia. Los enemigos de la reforma se
dieron la mano con los separatistas, por su reverencia a la
educación colonial. Las provincias pensaron encontrar la
salvación de sus autonomías, pero no fue así.
Buenos Aires al disponer de las rentas de aduana y la
representación de las relaciones exteriores, concentró en
sus manos la riqueza y la fuerza, y las provincias quedaron
tributarias de ella. El resultado fue el triunfo del
unitarismo dictatorial y reaccionario.
Rosas
accede al poder con facultades extraordinarias porque la
legislatura compuesta por hombres reaccionarios, dominados por
el espíritu colonial, preferían el despotismo al partido
vencido. Rosas se convirtió así en jefe del partido
colonial. pág.122 En esta visión de los hechos, Bilbao no
puede desligarse de la interpretación liberal.
3)
Federal: El partido federal, representado por Dorrego, era el
verdadero representante de la idea democrática, quería la
reforma social, la emancipación del espíritu, en lo cual
estaba de acuerdo con el unitarismo. Quería que las
provincias nombrasen a sus gobernantes y concurriesen a la
formación, por igual, del poder nacional, en lo que estaban
de acuerdo con los separatistas.
Su
opinión sobre Rosas
coincide con la interpretación de la historiografía oficial,
que convierte a Rosas en un ambicioso de poder, que en forma
encubierta buscaba deponer a Dorrego. Espíritu centralizador
y localista, quería la desunión para mantener a Buenos Aires
dueño de sus recursos.
Sin
embargo reconoce que los consejos que Rosas dio a Dorrego le
hubieran evitado su triste fin: le aconsejaba que disolviese
el ejército de la Banda Oriental o lo enviase a la Patagonia
dividido en fracciones. Pero Dorrego temía más la
preponderancia del partido de Rosas que a los unitarios. Incluso señala su intento de
aproximación a los unitarios, e impidió que se llevasen a
cabo medidas contra los hombres de la presidencia de
Rivadavia. Rosas alertó a Dorrego sobre la conspiración y le
pidió armas para robustecer las fuerzas de la campaña pero
éste le negó el pedido. Luego de la derrota en Navarro le
aconsejó dirigirse a Santa Fe, pero prefirió ir en busca de
un escuadrón de húsares que creía fiel. Los segundos jefes,
Escribano y Acha se sublevaron y tomaron prisionero a Dorrego.
Concluye
Bilbao, que los unitarios creían que derribando a los
caudillos podían volver
a instaurar su sistema. Porque las causas de los
sucesos, erróneamente, la hacían emanar de las personas.
Otro error fue creer que Dorrego era jefe del caudillaje y
creer al caudillaje sinónimo de la federación.
Dorrego,
es entonces según
Bilbao, el único representante del verdadero federalismo,
porque defiende además los principios liberales. Sus epígonos
fueron los federales doctrinarios, quienes durante el gobierno
de Balcarce buscaron la fusión con los unitarios.
La
Historia de Rosas no
contó con el beneplácito de Sarmiento, libro que ni siquiera
leyó, pero también indignó a Rosas. Manuel Gálvez comenta:
“El libro de Bilbao lo indigna más (que el de Memorias
póstumas del general Paz)….Mercedes, la hermana del
general, pidió a Rosas datos para Bilbao, que él no pudo
enviarle por falta de un copista. Mercedes ha creído que el libro era favorable a su hermano, y así se
lo ha escrito a Manuelita. Pero, lejos de eso, hasta cobarde
lo considera. ….el historiador para escribir su libro, ha
debido informarse en fuentes adversas a Rosas. Don Juan Manuel
cree que su historia verdadera será la que se haga en el
futuro.”[27]
Dorrego[28] que tuvo tan destacada
actuación durante el Congreso constituyente de 1826
defendiendo el federalismo y el voto de las clases no
propietarias, y en su lucha desesperada durante la Guerra del
Brasil, y su muerte trágica, merece un juicio crítico de
Julio Irazusta cuando lo califica de aventurero, al referirse
a la crisis del año
20: “Entre medio, se agitaban los aventureros que crecen
como hongos en la humedad de todas las revoluciones. Soler,
Sarratea, Alvear, Dorrego, dispuestos a servirse de o servir a
cualquier partido, en los mejores confundiéndose la ambición
con la predestinación a la grandeza; en los peores chocando
de modo resaltante con la ineptitud.”[29] Dorrego obviamente entre
los mejores. Fue utilizado por los directoriales como
instrumento y luego eliminado.
Con
respecto a los revisionistas sostiene Julio Irazusta: “En el
ensayo que dedico al historiador de la Confederación…(Saldías)
esbozo el movimiento de revisión histórica, decididamente
favorable al caudillo, emprendido por Vicente y Ernesto
Quesada, Manuel Bilbao, Samuel Lafone Quevedo, y el propio
Adolfo Saldías, cuyos antepasados eran unitarios, y que se
habían formado en el seno de la tradición heredada. Tampoco
éstos, con excepción de Bilbao, elaboraron
satisfactoriamente la materia.” (se refiere a las enseñanzas
de la diplomacia de Rosas)[30]
Con
respecto a las dos obras
de Bilbao dice: “…Manuel Bilbao, salido del riñón del
liberalismo continental, había llegado a conclusiones
favorables a Rosas mucho más avanzadas que las de Saldías,
aunque su falta de tesón le hiciese dejar otra obra
inconclusa, y el resultado de su esfuerzo fuera por eso menos
impresionante; había empezado una Historia de Rosas, con
pretensiones científicas pero en la que recogió todas las
escorias de la calumnia banderiza; la había interrumpido en
la mitad de su curso, como sintiendo al fin la inanidad de su
empresa; y puesto en contacto con Antonio Reyes, ex edecán de
Rosas, había reconstruido la época con singular acierto en
el enfoque, si bien sus deficiencias de narrador le impidieron
dejarnos una obra lograda cabalmente.”[31]
Pasamos
entonces al análisis de Vindicación
y memorias de Antonino Reyes. (1883)
Antonino
Reyes era el edecán de Rosas, jefe de la secretaría y
despacho en el Cuartel General de Santos Lugares en 1840.
Luego de Caseros, y del sitio de Hilario Lagos, es detenido,
procesado y condenado a muerte con calidad de aleve en 1854,
por su participación en el sitio y acusado de ejecuciones y
torturas a los prisioneros en Santos Lugares. Antes de que se
cumpla la sentencia, logra huir a Montevideo. En 1855, la Cámara
de Justicia, ante el alegato del fiscal Miguel Valencia y la
defensa de Manuel de Escalada, lo absuelve y levanta el
embargo sobre sus bienes.
Sin
embargo la opinión que Reyes como brazo ejecutor del tirano,
era un malvado que se complacía en inventar martirios a los
presos políticos en Santos Lugares, perduraba. Eduardo Gutiérrez
en su obra Dramas del Terror mencionaba a Reyes como un criminal famoso. Esto
lo decide a emprender su defensa.
Cuenta
en la introducción, que hallándose en Montevideo, en 1881,
fue a visitarlo Antonino Reyes,
para agradecerle palabras que puso en el diario La
Libertad, cuando otros periódicos lo ofendían. Fruto de esa
primera larga reunión de más de cuatro horas, surgió la
idea del libro no sólo para vindicarse sino también como
explicación de la dictadura del General Rosas, dando a
publicidad los documentos que poseía.
Dice
Bilbao, que estuvo durante más de veinte días escudriñando
papeles y recibiendo explicaciones que: “no podían dejar de
producir una modificación en las concepciones formadas por el
aturdimiento del juicio propio, cuando éste es movido por la
propaganda sistemada(sic) de hechos y actos que se imponen por
su repetición y brillante manifestación.”[32]
El
había querido encontrarse con Reyes cuando escribió la
“Historia de Rosas”, porque se lo consideraba como el
archivo secreto de Rosas, y porque éste le había enviado
documentación para que se defendiera en el juicio que se le
hacía. Y evidentemente muchos de los conceptos vertidos en
esa obra producto de la propaganda unitaria, Bilbao los
modifica en esta otra sobre Reyes, que tiene un objetivo mayor
que vindicarlo. Porque también busca explicar por qué el
pueblo argentino apoyó la dictadura de Rosas.
La
obra consta de tres partes: 1)La
Introducción, donde hace un resumen de los hechos desde
1810 hasta 1829 necesarios para explicar por qué llegó Rosas
al poder. 2) La vindicación de Antonino Reyes, no sólo para rehabilitar su
nombre, sino también por las enseñanzas que deja. “Se
descubre el móvil que guiaba a políticos que estaban en el
poder, al decretar prisiones y juicios que tendían a sepultar
con el acusado al testigo de actos vergonzosos.”[33]
Buscan dar una explicación de por qué Reyes estuvo al
servicio de Rosas. 3)
Las Memorias, sobre la administración en la que figuró.
Estas no fueron escritas. Al final de la obra se adjunta un Apéndice
documental y Lista de federales fieles en 1840, muchos de los
cuales figuran en el gobierno de Buenos Aires en 1853.
Introducción
Analiza
la historia del país desde 1810 hasta el nombramiento de
Rosas como gobernador. En general sigue los mismos
lineamientos que en su Historia de Rosas, pero modifica
principalmente su interpretación sobre la relación entre
Dorrego y Rosas, que había sido desfavorable para este último
en la primera obra.
Sostiene
que debido al unitarismo, centralista, pro monárquico, que
estableció el terror como sistema, que trajo una vorágine de
sangre y de desquicio y de anarquía, responsables de la pérdida
de los territorios de Bolivia, Paraguay y la Banda Oriental,
que buscaron en el motín y el terror imponerse, surge Juan
Manuel de Rosas como sostén de la autoridad y el orden público.
(pág.58)
Los
unitarios, nos dice, “implantado el terror, habían
derramado la sangre a torrentes, habían intentado en tres
ocasiones entregar la nación a príncipes extranjeros.”(pág.59)
Se adelanta a Ernesto Quesada en su denuncia de traición a la
patria de los unitarios. En defensa del patriotismo de Reyes,
que estuvo con la autoridad nacional durante las agresiones de
Francia e Inglaterra, nos señala que los unitarios “se
pusieron del lado de los extranjeros, hicieron fuego con los
cañones de estos sobre la bandera de la patria y se sirvieron
del oro francés para armar brazos que ayudasen a vencer al ejército
argentino.” … “Si fusilaban a Don Antonino Reyes… por
el hecho de haber servido a Rosas que defendía la patria de
las agresiones extranjeras, teniendo de su parte la justicia,
¿qué pena habrían merecido los que servían bajo las
banderas de los enemigos de la nación?” (pág.340)
Y
hace una muy interesante defensa del gobierno de Rosas
rescatando los hechos positivos, que sus enemigos nunca habían
valorado.
1)
La administración de Rosas fue ordenada y honrada en el
manejo de los caudales públicos. 2) A pesar de la guerra
interna y externa, los impuestos fueron módicos, como no lo
ha sido después. 3) No hubo negocios que defraudaran al
fisco. 4) Nadie se enriqueció con los dineros de la nación.
5) No se vio prodigalidad de grados en el ejército, ni la
distribución de fortunas entre los amigos del poder, buscando
por medio de esos halagos el apoyo a la autoridad. 6)
Severidad del gobierno. No hubo favoritismos. 7) Defensa del
honor nacional ante las intervenciones armadas extranjeras.
Vindicación
Se
relatan todas las alternativas del juicio, la acusación, la
defensa, las pruebas, sus sufrimientos en la cárcel, la
condena y la evasión. A los testigos presentados por el
acusador, reconocidos como vagos, enemigos o interesados,
Reyes opuso el testimonio de personas honestas que no podía
decirse que fueran sus amigos. Rescatamos la declaración de los testigos con respecto a la acusación
de actos de crueldad con los prisioneros, quienes reconocen,
en cambio, que fue muy humano, que les mitigaba los
sufrimientos, daba limosnas, les auxiliaba con dinero de su
bolsillo, ayudaba desinteresadamente sin pedir ni recibir nada
a cambio, pagaba a los peones que trabajan en su propiedad, no
utilizaba a los presos para ello.
Sí
hubo actos de crueldad realizados por otros subordinados a
Rosas, en especial en el cuartel del Retiro.
Antonino
Reyes fue arrestado y conducido a la cárcel pública por
orden del Ministro de Gobierno, Lorenzo Torres, el 11 de
agosto de 1853, acusado de ser un criminal famoso, con quien
el Juez del Crimen, Dr. Domingo Pica, debía proceder sin
demora abandonando toda otra causa judicial.
Lorenzo
Torres era un asiduo concurrente a Palermo en tiempos de
Rosas, y luego de su caída se pasó de bando, y por ello debía
dar pruebas de su odio a los hombres que sirvieron a Rosas,
para aventar sospechas sobre su conducta. Pero además Reyes
tenía conocimiento de un acto vergonzoso: Torres en sociedad
con un escribano Conde habían querido quedarse con una
herencia de un oficial Matorras, al servicio del General
Pacheco, quien lo había recomendado ante Rosas. Reyes estaba
involucrado involuntariamente porque le había firmado un
poder a Conde. Enterado del asunto por Manuelita, les obliga a
devolver lo que habían usurpado. Otro motivo de rencor que
tenía Lorenzo Torres era que Antonino Reyes no lo invitaba
como a su hermano Eustaquio, a todas las reuniones y paseos que
hacía, salvo a algunas
notables fiestas. Pues no le tenía confianza. Se fue
alejando más cuando, en la reunión en Colón se dio un
abrazo con el Dr. Alsina, a la que Reyes se negó a ir.
Comportándose como Judas en la Revolución de Lagos.
Otro
personaje que tenía otros móviles para condenar a Reyes fue
el Juez Andrés Somellera, que al poco tiempo de iniciado el
juicio reemplazó al juez Domingo Pica. Fue el que dictó,
junto a Martínez, la sentencia que lo condenó a la pena
ordinaria de muerte con calidad de aleve, y la inhibición de
sus bienes.
Hubo
un incidente entre Somellera y Reyes, a raíz de que el juez
le agrega otro cargo, responsabilizándolo de haber hecho
denuncias a Rosas y contribuido a aumentar el número de los
perseguidos por el Dictador. Reyes le contesta que es un cargo
infundado y que puede ofrecer el testimonio de su mismo padre.
El juez resolvió suspender la confesión sin consignar el
dato que le suministraba el reo.
Relata
el hecho Reyes, diciendo que el Sr. Somellera, padre del Dr.
Andrés, entre 1849 y 1850, fecha que no recuerda con
exactitud, pidió al gobernador una suma de dinero por medio
de una carta y por tal motivo fue llamado a Palermo. Reyes lo
encontró paseándose por los corredores de la casa. Rosas le
encargó al escribiente Luis Fontana entregara el dinero
(30.000 $ moneda corriente)
a Somellera y previa
firma de un recibo y a Reyes que presenciara la
entrega. Así se hizo y Somellera se resistió a firmarlo
empleando duras palabras. Reyes lo convenció. Después, en un
lugar apartado, pero a la puerta de una sala donde con
frecuencia se paseaba Rosas, se desahogó con insultos y
quejas contra el hombre del que acababa de recibir una suma de
dinero, llamándole malvado, ignorante y brutal.
Cuando
Reyes regresó al despacho, Rosas le preguntó qué había
dicho, si quedó agradecido o lo maldijo. Si le decía la
verdad el hombre estaba perdido, si le engañaba el perdido
era él. Mecánicamente le contestó que el Sr. Somellera quedó
sumamente agradecido y se fue muy contento. De ese modo poniéndose
él en riesgo, protegió a un hombre de un grave peligro. Su
hijo no le pagó con la misma moneda.
Otro
caso es el del gobernador de Buenos Aires en esa época:
Pastor Obligado. La señora de Reyes le presentó una carta
que había sido entregada en forma anónima redactada por el
fiscal Andrés Ferrera, compadecido de Reyes y convencido de
la injusticia que se estaba cometiendo con él, en la que
amparándose en la recientemente dictada Constitución de
Buenos Aires (1854), le solicitaba al gobernador que
sobreseyera en la causa a su marido, teniendo en cuenta el carácter
político de los antecedentes por los cuales se lo condenaba a
muerte, de acuerdo con la atribución que le concede la
constitución en el artículo 108.
La
señora fue personalmente a entregársela a Obligado quien se
la devolvió indignado, diciéndole que sólo un insolente y
atrevido podía haber aconsejado semejante escrito. La
siguiente reflexión le merece a Reyes esta actitud. Dice así:
“Cualquier otro gobernador no habría podido expresarse así,
quien desde mi entrada a la cárcel había hecho pesar su
influencia clasificándome anticipadamente de criminal famoso.
El Sr. Pastor Obligado, que fue secretario y consejero del
coronel Cuitiño y que en su ausencia recibía y ejecutaba las órdenes que se impartían; que fue
el sargento 1° en el cuartel a quien obedecían todos, que
probablemente usaba la divisa más grande y gritaba más alto:
‘Mueran los Salvages Unitarios’; ese hombre condenaba mi
conducta digan, circunspecta en el puesto de Gefe de la
Secretaría del inmediato despacho del gobierno de la
Provincia, de Sargento mayor y Edecán en servicio.”[34]
Estos
datos sobre Pastor Obligado no figuran en ninguna biografía,
han sido borrados, ocultados. Mostrar quiénes eran los
hombres que detentaban el poder en esta época es también la
finalidad de esta obra. Y de este modo no sólo reivindica a
Reyes sino también a Rosas. Nos dice Bilbao: “La
personalidad de D. Antonino Reyes aparecía levantada por cien
testimonios de ciudadanos, que habían ido al juicio a amparar
y defender a la víctima designada al sacrificio por
la tiranía de la demagogia, que aterraba a Buenos Aires en
esos tiempos, tanto o más que la tiranía de Rosas, desde
que aquella no solo inmolaba al enemigo violando la fe pública
comprometida en pactos solemnes, sino que la difamaba en su
vida pública y privada, sin permitirle la defensa.”[35]
Esos
pactos solemnes eran los que había firmado el gobierno de
Buenos Aires, una vez levantado el sitio de Lagos, por el que
se ofrecieron amplias garantías y seguridades para los
vencidos y una
amnistía otorgada por la mediación de los representantes
extranjeros de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Pero el
gobierno no cumplió su palabra.
Otro
personaje de conducta vergonzosa fue el fiscal en lo criminal
Dr. Emilio Agrelo, encargado de la acusación , que cuando lo
visitó la familia de Reyes para pedirle su clemencia, se avenía
a pedir otra pena que no fuera la muerte, si se le entregaba
de contado la suma de $500.000. La esposa logró reunir
$300.000, prometiéndole integrarle el resto, pero se negó a ello. Esta narración se encuentra en carta
que Reyes dirigió a Pastor Obligado en 1857 desde Montevideo,
y otra a Agrelo en1873, que está incluida en esta obra.
En
ella le recuerda y recrimina los $500.000 que le pidió a su
esposa, mostrando una conducta atroz y miserable digna de un
juez inmoral y corrompido. Se la envía
en circunstancias muy especiales para el ex fiscal,
pues se encontraba preso a raíz de una causa que se le seguía
por ladrón de los depósitos judiciales y de sumas tomadas a
algunos presos. Podría, le avisa, aumentar el número de
declaraciones en su contra, pero no quiere contribuir aun más
a hundir su reputación ya muy sabida y solo quiere
manifestarle los altos motivos que tiene para conservarle mala
voluntad.[36]Esta era la clase de
persona que se encargó de reunir pruebas para condenarlo
injustamente.
Lorenzo
Torres, Andrés Somellera, Pastor Obligado, Emilio Agrelo son
nítidos casos de mala conciencia que se repiten en nuestra
historia. En su libro “La Revolución de los Generales”,
Rogelio García Luppo, explica los casos de “mala
conciencia” de los principales partícipes de la Revolución
Libertadora que de fieles oficiales peronistas se convirtieron
en acérrimos antiperonistas Pone el caso del almirante Isaac
Rojas, oficial de marina distinguido especialmente por Perón,
premiado con el cargo de ataché naval en Río de Janeiro. O
el de Pedro Eugenio Aramburu, que al ser menos peronista que
Rojas, éste se sintió impelido de demostrar el más absoluto
fanatismo antiperonista cuando compartió con él el gobierno
provisorio de Argentina.
Los
tres últimos capítulos tienen por objeto explicar las causas
que llevaron a Reyes a servir a Rosas. El primero, Cargos políticos, se refiere al absolutismo de los gobiernos
revolucionarios, la anarquía que provocaron los unitarios al
no aceptar la organización que las provincias querían, y al
fusilamiento de Dorrego a instancias de los unitarios. El
segundo, Más sobre
cargos políticos, sobre la traición a la patria de los
unitarios al aliarse al enemigo extranjero, y a favorecer la
disgregación del territorio. El tercero sobre Camila
O’Gorman.
Así
dice Bilbao: “El absolutismo de los gobernantes, como el
sistema del terror nacieron con el primer gobierno de 1810.”
[37]
“Don
Juan Manuel de Rosas no era el inventor del terror, de las
confiscaciones ni el que traía la novedad de disponer de la
vida y de los intereses de los hombres. La teoría y la práctica
de esas teorías, la habían enseñado los unitarios, mientras
estuvieron con mando.(…) Los pueblos buscaban en este hombre
el mandatario que los librara de la anarquía, de la opresión,
de todo cuanto había hecho a los unitarios odiosos ante la
opinión de las masas.”[38]
Adjunta
documentos como la orden de la junta de arcabucear a Liniers y
sus compañeros en el momento en que sean pillados. Circular y
bandos del Primer Triunvirato sobre confiscación de bienes de
comerciantes que no cumplieran con sus disposiciones.
Pero
lo que más impresionó al país entero fue la usurpación del
poder y el asesinato de Dorrego, gobernador legítimo en 1828.
Adjunta las cartas dirigidas a Lavalle por Juan Cruz Varela y
Salvador María del Carril.
Inserta
Bilbao una larga defensa de Rosas hecha por los federales en
septiembre de 1843, durante la agresión extranjera. La
finalidad es justificar el apoyo de Reyes a Rosas. En ella se
enumeran todos los crímenes y estragos que cometieron los
unitarios en Buenos Aires y en las provincias del interior.
“Pero el general Rosas dirigió esa resistencia nacional; se
restauraron nuestras leyes; y renació el impero feliz del
orden y la paz.” [39]dicen.
Se
refieren también al asesinato de Quiroga, que condujo a
otorgar a Rosas la suma del poder público. Ello estaba
justificado porque: “El poder extraordinario que hoy ejerce
nuestro gobierno ha sido el medio a que han apelado y recurren
las naciones más libres, para salvarse en las circunstancias
oscilantes y tremendas; enfermedades mortales del cuerpo político,
que como en el humano, es preciso curar por medios vivos y
eficaces. En la alternativa que se defienda así la sociedad,
o de que se hunda, jamás fue, ni es dudosa la elección.”[40]
Si
a Antonino Reyes lo juzgaban por servir al general Rosas, quién
los iba a juzgar a ellos por la muerte de Dorrego. Por ello no
podía culparse a Reyes por las banderas que seguía, desde
que las acusaciones a los unitarios
eran, desgraciadamente, en su mayor parte fundadas.
Reconoce cautelosamente Bilbao.
Inserta
documentación como la carta de Manuel Moreno informando sobre
los planes de los unitarios en Montevideo, o la de Lavalle a
Martiniano Chilavert, con la famosa frase, ahora ya muy
sabida, pero en esa época no, - ¿qué hacen con la
legislatura? La opinión de aquellos amigos es que s i creen
no contar con sus miembros, no se acuerden de ella para nada,
pero sin decir que la disuelven. Pero si cuentan con una mayoría
segura, agarrarse de ella al instante.
En
el siguiente capítulo Bilbao transcribe documentos que
muestran a las claras la alianza de los unitarios con los
agresores extranjeros, y que además procuraron separar las
provincias de Entre Ríos y Corrientes. Cartas de Lavalle a
Bouchaud, escritos de Lamartine, del mariscal Soult, de los
comerciantes de Londres al Parlamento, opiniones del cuerpo
diplomático en Washington, del general San Martín. Todos
estos documentos muestran que el que cumplía con su deber al
servir a Rosas que defendía
la patria contra agresiones armadas extranjeras era Antonino Reyes y no los unitarios que se aliaron al enemigo
para hacer la guerra a Rosas ofreciendo parte del territorio
argentino a cambio de su apoyo. Frente a esta cuestión no hay
duda posible. La patria o el extranjero. Rosas y Reyes
defendieron la integridad y dignidad nacional. Los otros no. Sin embargo eran a los que
se debía premiar y a los federales condenar.
El
tercer capítulo se refiere a Camila O’Gorman. Ya se había
hecho referencia a este sonado caso, en el capítulo sobre su
defensa, ya que se lo acusaba de ser cómplice de Rosas en la
muerte del cura Gutiérrez y de Camila.
Dice
Bilbao: “Bien merece que figuren en este tomo los dos actos
mas estupendos de los viejos partidos que luchaban. La ejecución
de Dorrego, que derribó para siempre al partido unitario. La
ejecución de Camila, que precipitó la caída de la Dictadura
de Rosas
para
no volver a reaparecer.”[41]
Rosas
se veía burlado por la ocultación de la fuga ocurrida. Tardó
nueve días en enterarse. Y a la vez difamado por la prensa de
los unitarios de Montevideo, que lo responsabilizaba de la
inmoralidad de Gutiérrez como fruto de la corrupción que
atribuían a la vida en Palermo. Interpreta Bilbao que para
Rosas, “el verdadero crimen de Gutiérrez y Camila fue el
haber burlado su autoridad, y el aparecer burlado ésta ante
la faz de la sociedad.”[42]
A mi entender, llegó a esa conclusión errónea, porque no
logró desprenderse de considerar a Rosas un tirano. Explicación
más ajustada a la realidad la expresa Manuel Bilbao (hijo),
cuando transcribe lo siguiente: “Se trata de la moral del
pueblo, de los principios en que se basa la sociedad, de las
normas sagradas de la religión. Y debo poner freno a las
malas pasiones” le dice Rosas a Manuelita cuando ésta le
pide que los perdone .[43]
La
decisión de hacerlos fusilar en cuanto se los encuentre ya la
tenía tomada. Aún así consultó a los juristas más
afamados, quienes dictaminaron que correspondía la pena de
muerte,( Vélez Sarsfield, Lorenzo Torres, Baldomero García)
salvo una sola opinión en contrario, la del Dr. Eduardo
Lahitte.
Reyes
trató de aliviar todo lo más posible la situación de
los presos, eligiendo los grillos más livianos para Camila.
Envió una carta a Manuelita para que intercediera ante Rosas
por ella. Y le
hizo saber a Rosas que Camila estaba encinta. Dice Bilbao:
“Este recurso lo empleaba Don Antonino Reyes, dudando de la
verdad de la situación de Camila; porque no lo manifestaba el
cuerpo de la joven, ni se advertían indicios de semejante preñez.
Si la había, ella no podía ser sino muy
reciente; pero como tal causa servía en aquel momento
para salvarla, la alegaba poniéndose de acuerdo con el médico
del campamento Dr.
Martínez.”[44]
Reyes
encargó a dos subalternos que diesen cumplimiento a la orden
de Rosas, y se encerró en su pieza, muy impresionado.
Bilbao
concluye: “Mas le valía a Rosas haber perdido una batalla
que el haber hecho fusilar a Camila. Tal fue el daño que le
hizo a su prestigio y autoridad.”[45] De hecho la historia de Camila y Gutiérrez sigue
siendo un argumento en su contra y ha sido llevado al cine y
últimamente al teatro.
Rosas,
en carta a Federico Terrero, documento con que Bilbao da por
concluida su obra, expresa que ninguna persona le habló en su
favor, que el clero sostuvo que se requería un castigo
ejemplar. El creyó lo mismo. Y teniendo la suma del poder público
gobernó según su conciencia, por lo tanto, asumía toda
la responsabilidad de la ejecución. Pero concluye:
“Soy,
pues, el único responsable de todos mis actos: de mis hechos
buenos, como de los malos; de mis errores y de mis aciertos.
Las
circunstancias durante los años de mi administración fueron
siempre extraordinarias: y no es justo, que durante ellas, se
me juzgue como en tiempos tranquilos y serenos.”
Repercusión
de la obra en la prensa de la época.
En
la edición de 1943 de la Editorial Americana de Buenos Aires,
titulada Memorias del
edecán de Rosas, se incluye una noticia biográfica
redactada por su hijo Jorge Bilbao, más un agregado
documental con los comentarios hechos por la prensa
de la época : La Unión, El Nacional, El Diario.
Comienza
con un artículo favorable: la reseña bibliográfica
realizada por La Unión
el 21 de junio de 1883. Aclarando que el juicio sobre la tiranía
de Rosas no puede cambiar, sí pueden modificarse las
opiniones sobre determinadas circunstancias y personas. Se
pregunta si todas las culpas deben recaer sólo sobre el
partido que elevó a Rosas al poder omnímodo, como si todo lo
malo estuviera de una parte y todo lo bueno de otra. Considera
que es posible que las responsabilidades se compartieran.
Estas reflexiones hace el articulista sobre la lectura del
libro de Bilbao, que no puede menos de suscitar el interés más
vivo, el primero en su género después de treinta años de
derrota y silencio rosista. Opinión muy cauta, pero valiente
si se tiene en cuenta los persistentes odios contra Rosas de
los que detentaban el poder en ese entonces. Por eso asevera
su hijo sobre la obra publicada en 1883: “…fecha en que
nadie y lo repito
–nadie- se atrevía a nombrar al general Rosas, sino para
denigrarlo.” pág.18
El
mismo día publica El
Nacional (periódico fundado por Vélez Sarsfield) un artículo
titulado “Un libro de Chantage”, sin firma. La idea
principal es que el libro no viene tanto a reivindicar a
Antonino Reyes como a la tiranía de Rosas. Bilbao pone su
ilustración, su nombre al servicio de una reacción federal.
No hay en toda la obra una sola frase que condene los actos de
la tiranía de
Rosas. La Lista de los federales fieles en medio del gran
conflicto de 1840, del apéndice N°8 es lo que más lo
irrita, porque publica muchos nombres que figuran después de
la caída de Rosas.
Bilbao
publica en El Diario
de Buenos Aires una contestación a los artículos críticos
sobre su libro, en la que descarta que su intención haya sido
defender la tiranía de Rosas. A sus críticos los llama
liberales. El que buscara las causas
que produjeron la anarquía y que llevó a Rosas al
poder, no con el espíritu de servir a un partido sino con el
propósito de establecer la verdad de la historia, es el gran
crimen que ha cometido Bilbao para los liberales. Dice también:
“Los liberales que impugnan esa vindicación, tienen por
principio el juzgar sin oír al acusado. Esta posición acusa
un despotismo superior al de Rosas.”
Es
interesante que llama a sus críticos, liberales, como si él
no lo fuera. Pero lo que lo distancia de ellos es esa búsqueda
de la verdad histórica, por encima de los odios y pasiones de
partido.
Conclusión
Manuel
Bilbao, fue
precursor de la escuela revisionista, o el primer historiador
revisionista, si consideramos su intención de comprender la
época de Rosas, libre de las pasiones de partido, y de
revisar la interpretación oficial instaurada después de
Caseros. Tiene el mérito de haber podido estar por encima de
los condicionamientos de su tiempo, en que estaba condenado
defender a Rosas, considerado un monstruo de perversidad, y su
historia negada en bloque.
A
pesar de su postura
liberal, como ocurría también con los más destacados revisionistas
como Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, descendientes de
familias unitarias, fue el primero que se atrevió a poner en
tela de juicio la actuación de los unitarios y
responsabilizarlos del poder despótico de Rosas.
Debido
a ello fue relegado al olvido, y tampoco se tuvo en cuenta su
abnegada actuación durante la epidemia de fiebre amarilla, su
defensa de la posición argentina durante la cuestión de límites
con Chile, arriesgando su vida y su fortuna, su valentía en
la defensa de Elisa Lynch, que lo hacían mucho más meritorio
para ser recordado por lo menos con el nombre de una calle de
nuestra ciudad. Esta falta de reconocimiento se observa también
en los historiadores revisionistas, Saldías[46]
y Quesada, que no hacen ninguna referencia a las obras de
Bilbao sobre Rosas que precedieron a la de ellos. Tal vez le
jugó en contra su actitud polémica especialmente contra
Sarmiento.
Digno
de reconocimiento y estudio. Fue un hombre libre, se mantuvo
fiel a sus principios, y ejerció un espíritu crítico que le impidió repetir en forma mecánica los conceptos o
interpretaciones comúnmente aceptadas, para someterlas a análisis
y buscar la verdad histórica.
Nunca
renunció a su patria de origen, Chile, pero por su actuación
en varias de las nacientes repúblicas de la América del Sur,
aun en proceso de constituir el estado nación, podemos
considerarlo antes que nada un americano.
Referencias:
[1]
González Quiroz, Mabel: “Manuel Bilbao and the first
chilean historical novel. Critical introduction and
annontated Edition of “The Great Inquisidor” Proquest,
2008.
[2] Pérez
Amuchástegui, A.J.: Federalismo e historiografía” en
Revista de la Escuela de Defensa Nacional N°13, Año IV,
septiembre 1976. “Rosas y la historiografía” en Crónica
Histórica Argentina. Buenos Aires. Editorial Codex.
1968/1969, t.3, pp.cv-cxii
[3] Buela, Alberto: “Quesada
y su método histórico-hermenéutico”, Ciclo de
historiadores revisionistas en Biblioteca Nacional,
julio-agosto 2013, donde denomina al método “festina
lente”.
[4] Participaron en la
conspiración dos franceses, Antonio Gramusset, inventor
fantástico y agricultor fracasado, Antonio Berney,
profesor de latín y matemática, y José Antonio Rojas,
un criollo acaudalado. Influídos por las ideas de la
Ilustración, querían establecer una república en la que
votarían también los araucanos, en la que se repartirían
las tierras en lotes iguales. Al ser descubiertos, los dos
franceses fueron enviados presos a España. El barco
naufragó frente a las costas de Portugal, Berney murió
ahogado, el otro poco después y a Rojas no se lo molestó.
[5] Mercedes de Barquín y
Velasco Tagle Bracho. Descendiente de Andrea Bráccio da
Montóne, guerrero del siglo XV en Italia, pero en
realidad español, Andrés Bracho, Señor del Valle de
Ruiseñada y heredero del palacio de Torno. Su hijo,
Manuel Bilbao Rivera en su libro Tradiciones
y recuerdos de Buenos Aires, menciona el juicio de
Robertson sobre la familia Barquín, uno de los hogares más
distinguidos de la ciudad y de Merceditas una de las
bellas más seductoras de Buenos Aires. Sus padres eran
Manuel Antonio de Barquín y Ana María de Velazco,
tercera condesa de Torre Tagle.Págs. 239/240
[6] Castilla envía a Rosas en
1846 en la que lo considera “uno de los primeros
campeones de la libertad”, en Revista de Inst.J.M. de
Rosas, N°23, 1961.
[7] Alcibíades Lappas en su
libro La masonería
argentina a través de sus hombres coloca a Francisco
como masón pero no a Manuel.
[8] Su
novia desde 1844 hasta que la hizo su esposa a fines de
1863, luego de 20 años de novios. Tuvieron sólo un hijo
que falleció a los 43 días. Muere de tuberculosis en
febrero de 1865.
[9] José
Alejandro Berheim, imprentero, nacido en Alsacia en 1822,
fallecido en Buenos Aires 1897. En París activista del
grupo liberal, que provocó la caída del rey Carlos X,
por lo que debió emigrar. Llegó a Montevideo en 1850 y
se enroló en el partido unitario. En la batalla de
Caseros, imprime los boletines del ejército grande que
redacta Sarmiento en una prensa portátil adquirida en
Montevideo por orden de Urquiza. En 1852 fundó una
imprenta en Rosario. Se traslada a Buenos Aires, y se casa
con una joven danesa. Instala una imprenta, imprimió The
Standard, Le Courrier de La Plata, y La República.
[10] Yaben,
Jacinto: Biografías argentinas y sudamericanas, pág.593
[11] González Quiroz, Mabel:
op.cit.
[12] Idem: pág.175/176
[13] La Editorial El Elefante
Blanco la ha vuelto a publicar recientemente.
[14] Bilbao, Manuel: Elisa
Linch por Orión.
Juicio crítico dado por el diario “La República”,
Buenos Aires, noviembre 9 de 1870. Pág. 18
[15] Idem:
págs.19/20
[16] Ibdem: pág. 31
[17] Scotto, José Arturo:
Notas biográficas, Tomo IV,
Bs. As. , 1910, pág. 288.
[18] Bilbao, Manuel:
“Defensa del Redactor de La República ante el jurado en
el juicio entablado por el Dr.D. Adolfo Alsina”, Buenos
Aires, Imprenta, litografía y fundición de tipos, Calle
Belgrano 126, 1873, págs. 65/66
[19] Tanto Billinghurst como
Fernández eran masones, de sólida posición económica.
Fernández fue uno de los fundadores de la Bolsa de
Comercio.
[20] González Quiroz, Mabel:
op.cit. Afirma que se encuentra en la Biblioteca Nacional
de Chile.
[21] Bilbao, Manuel: “Cartas
de Bilbao a Sarmiento recopiladas por unos amigos de la
verdad”, Buenos Aires, Imprenta Rural, calle Belgrano
133 y 135, 1875. Debería encontrarse en el acervo de la
Biblioteca Nacional, figura en el antiguo fichero bajo la
signatura N°32423 como folleto. Pero ya misteriosamente
no se encuentra más en esta biblioteca sino en la de la
Universidad de Toronto en Canadá desde 1970 fecha del
sello de la misma, y se puede consultar en Internet.
[22] Gálvez, Manuel: “Vida
de Sarmiento. El hombre de autoridad”, Buenos Aires,
Editorial Tor, 1952, pág 383
[23] Bilbao, Jorge: Noticia
biográfica en Vindicación ….pág.12
[24] Bilbao, Manuel: Historia
de Rosas, tomo único, 2° edición, Buenos Aires,
Editorial Sopena, 1940. Otra edición de 1934 incluye un
Estudio psicológico de Ramos Mejía.
[25] Kroeber, Clifton B.: Rosas
y la revisión de la historia argentina, traducción y
notas de J. L. Muñoz Aspiri, Buenos Aires, Fondo Editor
Argentino, 1965, pág. 18.
[26] Irazusta,
Julio: “Ensayos históricos”, Bs.As., EUDEBA, 1968, pág.112
[27]
Gálvez, Manuel:
“Vida de Don Juan Manuel de Rosas”, 3° edición,
Bs.As., Editorial Tor, 1949, págs.480/481. También
Adolfo Saldías lo cita en su Historia de la Confederación
Argentina, Tomo I, cuando se refiere a la carta de Rosas
del 25/7/1869, desde Southampton, con motivo del libro de
Bilbao, en la que critica ciertas apreciaciones que hace
el autor sobre su persona. pp.186, 197 y 198.
[28] Fue separado del ejército
por Belgrano y por San Martín por actos de insubordinación
y altanería.
[29] Irazusta,
Julio: “Ensayos históricos”, Bs.As., Eudeba, 1968
[30] Idem: pág.25
[31] Idem: pág.217
[32] Bilbao,
Manuel: “Vindicación y Memorias de Antonino Reyes”,
Buenos Aires, Editorial Freeland, 1974, pág.8
[33] Idem,
pág.12
[34] Bilbao,
Manuel: “Vindicación y …..pág. 248
[35] Idem.
Pág. 209za
[36] Bilbao,
Manuel: “Vindicación… pág.129
[37] Idem: pág.282
[38] Idem:
pág. 284
[39] Idem:
pág.294
[40] Idem:
pág.298
[41] Idem:
pág. 344
[42] Idem:
pág. 357
[43] En
Bilbao, Manuel:
Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires, en Un idilio
trágico. pág.191/198
[44] Bilbao,
Manuel: “Vindicación…..pág.365
[45] Idem:
pág. 367
[46] Saldías
lo cita solamente al referirse a la carta de Rosas sobre
el libro de Bilbao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario