Por Iciar Recalde
La obra del Padre Leonardo Castellani, grande, profunda y heterogénea, es casi inhallable. Un silenciado más entre tanto entierro de nacionalistas acontecido en el país. Conocí su existencia por tipos como Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, quienes lo consideraban maestro y “adelantado.” La influencia en el primero la estudié pormenorizadamente, en el segundo menos. Mucho le debe Conti a Castellani respecto a su distanciamiento de la tradición liberal de la que era, en sus comienzos, un exponente prometedor (un único dato entre otros múltiples: los avances de su primera novela, Sudeste, se los edita ni más ni menos que Sur). Ese distanciamiento no se da sin más a través de Cuba y la militancia tardía en el FAS del PRT como versan los lugares comunes de la crítica literaria y la historia intelectual de los años 60 y 70. Hay en Haroldo Conti un sentir religioso vinculado al compromiso con los humildes y una lectura cristiana de la cuestión social de su experiencia como seminarista que lo marcan a fuego y que, además, se leen en algunos de sus textos más entrañables. Construir “izquierdistas puros”, anti Iglesia y, digo más, anti Fuerzas Armadas, es una constante en los que escriben sobre el período. Repelen instituciones complejas que han corrido la suerte del país y de nuestro pueblo y que les tiran por la borda sus lecturas de nazis fascismos y hordas salvajes… en fin, la cosa es Castellani. Hoy releía “La muerte de Martín Fierro”, un poema de 1953 que canta opinando según la estrategia hernandiana de escribir para testimoniar la verdad a la Patria de los argentinos.
Se abre con un epígrafe de Fermín Chávez: “Aquí la tierra no florece mucho/ los lirios no resisten esta tierra”, amarga certidumbre que alude menos a la esterilidad de la tierra que a su incapacidad para retener a los virtuosos, representados simbólicamente por la pureza de los lirios. Los versos pertenecen al poema “Pasa el río lo mismo que otras veces”, incluido en Una provincia al este (1951) de Fermín, que se iniciaban a su vez con un epígrafe de Castellani: “Pobre y cansado corazón de niño.” El poema de Castellani afirma: “Argentinito que naces/ ahora te guarde Dios:/ una de dos Argentinas/ te romperá el corazón./ Ya hay una Argentina joven/ y hay una Argentina vieja./ Ya hay una Argentina mustia/ y hay una Argentina nueva./ Ya hay una Patria que es cáscara/ de una crisálida eterna,/ un alma que se reencarna/ y una carne que se enferma […] Argentinito que naces/ tal cual los del año 10/ tú verás lótra Argentina/ la que yo quisiera ver.” Que así sea para nosotros o para nuestros hijos o para los hijos de nuestros hijos pero que sea.
La obra del Padre Leonardo Castellani, grande, profunda y heterogénea, es casi inhallable. Un silenciado más entre tanto entierro de nacionalistas acontecido en el país. Conocí su existencia por tipos como Haroldo Conti y Rodolfo Walsh, quienes lo consideraban maestro y “adelantado.” La influencia en el primero la estudié pormenorizadamente, en el segundo menos. Mucho le debe Conti a Castellani respecto a su distanciamiento de la tradición liberal de la que era, en sus comienzos, un exponente prometedor (un único dato entre otros múltiples: los avances de su primera novela, Sudeste, se los edita ni más ni menos que Sur). Ese distanciamiento no se da sin más a través de Cuba y la militancia tardía en el FAS del PRT como versan los lugares comunes de la crítica literaria y la historia intelectual de los años 60 y 70. Hay en Haroldo Conti un sentir religioso vinculado al compromiso con los humildes y una lectura cristiana de la cuestión social de su experiencia como seminarista que lo marcan a fuego y que, además, se leen en algunos de sus textos más entrañables. Construir “izquierdistas puros”, anti Iglesia y, digo más, anti Fuerzas Armadas, es una constante en los que escriben sobre el período. Repelen instituciones complejas que han corrido la suerte del país y de nuestro pueblo y que les tiran por la borda sus lecturas de nazis fascismos y hordas salvajes… en fin, la cosa es Castellani. Hoy releía “La muerte de Martín Fierro”, un poema de 1953 que canta opinando según la estrategia hernandiana de escribir para testimoniar la verdad a la Patria de los argentinos.
Se abre con un epígrafe de Fermín Chávez: “Aquí la tierra no florece mucho/ los lirios no resisten esta tierra”, amarga certidumbre que alude menos a la esterilidad de la tierra que a su incapacidad para retener a los virtuosos, representados simbólicamente por la pureza de los lirios. Los versos pertenecen al poema “Pasa el río lo mismo que otras veces”, incluido en Una provincia al este (1951) de Fermín, que se iniciaban a su vez con un epígrafe de Castellani: “Pobre y cansado corazón de niño.” El poema de Castellani afirma: “Argentinito que naces/ ahora te guarde Dios:/ una de dos Argentinas/ te romperá el corazón./ Ya hay una Argentina joven/ y hay una Argentina vieja./ Ya hay una Argentina mustia/ y hay una Argentina nueva./ Ya hay una Patria que es cáscara/ de una crisálida eterna,/ un alma que se reencarna/ y una carne que se enferma […] Argentinito que naces/ tal cual los del año 10/ tú verás lótra Argentina/ la que yo quisiera ver.” Que así sea para nosotros o para nuestros hijos o para los hijos de nuestros hijos pero que sea.
Fermin Chavez fue uno de los pocos discipulos de este grande hombre!!
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