Por Pepe Muñoz Azpiri “Natura abhorret a vacuo” Principio
de física, anterior a Torricelli
Sir
Charles Adderley
En
1925 tuvo lugar en Dayton, Tennessee, en los propios Estados Unidos, el llamado
Monkey Trial (El juicio del Mono). En el mismo se condenó al maestro de escuela
John Scopes a una multa de 100 dólares por haber comentado en clase la teoría
de Darwin Si bien el docente perdió el juicio, fue la oportunidad (recreada en
la citada película “Heredarás el viento”) para que dos formidables abogados
debatieran sobre el creacionismo y la teoría evolutiva: Clarence Darrow y
Arthur Garfield Hays. Darrow
perdió el juicio, pero hizo que Dayton y todo el estado de Tennesse se
convirtieran en el hazmerreír del mundo entero ante preguntas de puro sentido
común: ¿cree usted que el mundo fue creado por Dios sólo 4004 años antes de
Cristo y que el diluvio universal se produjo aproximadamente 1650 años
después?, ¿cómo cree usted que Caín consiguió esposa, si no había otra mujer
que Eva sobre la Tierra ?
Y así. Recuérdese que en 1650 el arzobispo James Ussher, basándose en la Biblia , más precisamente en
la edad de los profetas, calculó que la creación del mundo debió tener lugar el
26 de octubre del año 4004 antes del nacimiento de Jesucristo, a las 9 de la
mañana. Sin entrar en tantos detalles, ya en 1599 hacía decir Shakespeare a un
personaje de su comedia Como gustéis:
“Este pobre mundo tiene unos seis mil años”.
Sin
embargo, para muchos norteamericanos toda mención a la evolución o algo
parecido, sigue siendo indigerible. Si bien en 1966 una profesora de biología
de Alabama, Miss Susan Epperson había logrado tras su apelación, que el 12 de
noviembre de 1968 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declarara
“anticonstitucional” toda ley que se opusiera a la enseñanza de la teoría de
Darwin, aún hoy estados como Florida, Mississippi, Missouri, Illinois, Kentucky
y Oklahoma omiten la palabra “evolución” de sus programas de estudio y el 2004
el sistema escolar del condado de Cobb, en Georgia, fue por más.
Sus
autoridades obligaron a que todos los libros que aludieran a la teoría de la
evolución llevasen un aviso que advirtiera que se trata apenas de una entre
tantas otras posibles explicaciones sobre el origen de la vida. Entre las
teorías a la que implícitamente alude la advertencia, figura de manera
prominente una denominada “diseño
inteligente”.
El
término apareció por primera vez en 1984, en el libro “El misterio del origen
de la vida: un reexamen de las teorías actuales”, escrito por Charles B.
Thaxton, Walter L. Bradley y Roger L. Olsen. Los autores son tres bioquímicos
que se proclaman “cristianos renacidos” y argumentan que la diversidad de las
cosas vivas es tan abundante y tan compleja que no puede haber evolucionado
como resultado de un proceso azaroso y gradual. El concepto fue abrazado con
entusiasmo por los defensores del creacionismo, doctrina que propone una
interpretación literal de la
Biblia , como una forma de conferirle un peso “científico” a
lo que de otra manera, sería meramente una interpretación teológica. Aunque estos
intentos vienen de larga data. “A la necesidad de pruebas experimentales,
algunas sectas dieron respuestas que pretendieron ser científicas, tales como
un pequeño juego de las cifras llamado gematría. Manipulando las fechas y las
cifras. Literales o simbólicas, que abundan en la Biblia (y en la historia de
la humanidad), es posible demostrar lo que se quiera. ¿No se ha probado que la Bestia del Apocalipsis
(13,18), cuyo número es 666, designa a Nerón, a tal o cual Papa, a Hitler,
Stalin y aún a Henry Kissinger”. (3)
Sucede
que tal como hemos visto en el comentario de Garaudy, la ciencia todavía no lo
explica todo, es más genera sorpresas, imponderables y enigmas todavía
irresolubles ¿con que prodigioso juego de casualidades consiguió la Naturaleza crear un
órgano tan perfecto como el ojo de los vertebrados superiores? Darwin confesaba que no podía pensar en esto
sin que le entrara la fiebre. Pero, contrariamente a sus acérrimos adversarios,
era un intelectual carente de fanatismo, prodigiosamente abierto y aventurero,
que hacía, solo por ver lo que el llamaba “experimentos idiotas”, como tocar la
trompeta a unas enredaderas. Y Wallace, tan abierto como él, fue un pionero de
Parapsicología.
En
la actualidad, los teólogos reconocen como error de aquella época el haber
tomado a la Biblia
como un libro de ciencias naturales, y las relaciones entre ciencia y religión
son de mutuo respeto. Es
por ello que pese al empecinamiento de los funcionarios escolares de varios
estados, que consideran que repetir la teoría de Darwin en exclusividad, año
tras año, constituye un fraude para los estudiantes y proponen contraponerla a
la teoría del diseño inteligente como una forma de “presentar un cuadro más
balanceado”, se ha manifestado la Academia
Nacional de Ciencias de Estados Unidos sosteniendo que no es
otra cosa que el viejo creacionismo con nuevo envase.
Contrariamente
a lo que se supone, salvo sectores integristas, la Iglesia Católica no se opone
taxativamente al evolucionismo. Y aunque parezca mentira, fue un Papa estigmatizado
por muchos como excesivamente conservador, Pío XII, quien en la encíclica Humani Generis (1950) expresó:
“La Iglesia no prohíbe que la
teoría de la evolución, que trata del origen del cuerpo humano como resultado
de otra formas vivas preexistentes, sea investigada y discutida por los
expertos, en la medida que lo permita el estado actual de las ciencias humanas
y de la teología sagrada”
El
Génesis expone metáforas. Lo que son días para Dios son millones de años para
los hombres. Pese a ello, Juan Pablo II, dijo en 1996 que la evolución era
apenas una hipótesis y que sólo debía ser aceptada cuando se encontraran
evidencias.
En realidad, este cambio de parecer, responde
a hechos concretos: “Desde comienzos de los años 90 se ha ido formando un frente
de evangélicos y católicos que asesoran al presidente (norteamericano). Uno de
ellos, el padre Richard John Neuhaus, pastor luterano hasta 1988 y sacerdote
católico desde 1991, es una figura tan cercana a Busch que, según el semanario
Times, “nadie lo ayuda tanto a articular sus ideas religiosas”. La preocupación
central de Neuhaus – quien dirige el semanario ultraconservador First Things (Primeras cosas) – es cómo
enderezar una nación de apóstatas, cuya cultura ha sido corrompida durante más
de un siglo. La respuesta es simple: hay que gobernarla moralmente aún a
contracorriente de sus propios designios. La ciencia debe basarse en la fe y no
a la inversa: ésa es la bandera de la nueva revolución. El combate ha empezado
antes aún del 11 de septiembre de 2001, mediante los severos recortes del
gobierno a los gastos de investigación en terrenos tan sensibles como el
calentamiento global, la emisión o derrame de residuos tóxicos y la
contraconcepción. Ahora, en todas las dependencias oficiales que controlan los
medicamentos, la salud y el medio ambiente, se respeta una agenda férrea que se
opone al aborto – por supuesto – a los programas de prevención del sida, al uso
de preservativos, a cualquier educación sexual que no preconice la abstinencia,
a la llamada píldora del día siguiente y a la fertilización artificial”. (4)
Desde luego que para quienes integran este
frente político-religioso el “diseño inteligente” no admite discusión. Sin
embargo, no todas las opiniones son simétricas, muchos católicos han criticado
este pastiche, entre ellos el reverendo George Coyne, un jesuita que dirige el
Observatorio Vaticano, “El diseño inteligente no es ciencia, aunque pretenda
serlo. Debe transmitirse dentro de la enseñanza de la religión o de la historia
cultural, no en el campo de la ciencia”, afirmó. Convengamos (seamos creyentes
o no) que los jesuitas tienen una formación tanto teológica como profana…. un
poquito mejor que la de los predicadores de Arkansas o algún otro lugar del
Medio Oeste norteamericano.
No
obstante, para un new born Cristian,
un cristiano renacido que recién dejó la botella como Busch, meditar sobre los
meandros y enigmas de la existencia a la luz de la ciencia, puede representar
el peligro de un derrame cerebral.
“Por
medio de Karl Rove, su mano derecha, el presidente está trazando una alianza de
hierro con los grupos más conservadores de la Iglesia Católica. Rove se había acercado a Juan Pablo II a
través del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo y de Comunicación y
Liberación. Junto a todos ellos, ha celebrado ahora la consigna según la cual
Benedicto XVI prefiere una iglesia con menos feligreses, pero todos ellos
incondicionales y absolutamente fieles a la doctrina. Así es también la
revolución que Busch predica, tanto en contra del terrorismo como a favor de la
moral conservadora: que sean pocos, pero dispuestos a todo” (5).
(3) Woodrow, Alain
“Las nuevas sectas”. México. Fondo de Cultura Económica.1993
(4) Martínez, Tomás
Eloy “La creación según Busch”. En: diario “La Nación ” 24/9/05
(5) Ibíd.
El “diseño inteligente” “Una
palabra más sobre ‘leyes diseñadas’. Veo un pájaro que quiero para comer, cojo
mi escopeta y lo mato: lo hago diseñadamente.
Un hombre bueno e inocente se sienta bajo un árbol y muere por un rayo ¿Cree
usted (y la verdad es que me gustaría oírlo) que Dios mató a ese hombre diseñadamente? ¿Piensa que cuando una
golondrina se zampa un mosquito lo hace porque Dios diseñó que esa golondrina
se zampara ese mosquito en particular en ese momento en particular?” Carta
de Charles Darwin al Dr. Gray (julio.1860)
En
otra carta sostuvo: “Soy consciente de que aún admitiendo una Primera Causa, la
mente sigue anhelando saber de donde y cómo surgió”. Y en otra correspondencia
narra cómo fue variando su pensamiento desde su creencia en la Biblia a pies juntillas
hasta su agnosticismo, pasando por el relativismo religioso: “Entre 1836 y 1839
llegué gradualmente a ver que el Antiguo Testamento y los libros sagrados
hindúes merecían igual nivel de confianza”.
Más
adelante, Darwin relata su pasaje definitivo hacia el agnosticismo: “La
incredulidad fue poco a poco adueñándose de mi, hasta ser total. Y el proceso
fue tan lento que no me provocó ningún tipo de ansiedad.”
Finalmente,
a los 67 años. Discute directamente el argumento de Paley que le había
fascinado cuando estudiaba. Paley sostenía que una piedra hallada en el camino
podría haber estado allí desde el origen de los tiempos, pero que si
encontramos un reloj, era seguro de que éste habría sido fabricado por alguien.
Y de allí la consecuencia lógica: los
animales y las plantas también debían de ser obra de un diseñador inteligente,
es decir, Dios.
Darwin,
en 1876, refuta con firmeza al teólogo Paley: “No podemos seguir afirmando que
la bella charnela de una concha bivalva es el resultado de la creación de un
ser inteligente, igual que la bisagra de una puerta es el resultado de la mano
del hombre. La variabilidad de los seres vivos, y la acción de la selección
natural, parecen no tener otro diseño que la dirección hacia donde sopla el
viento”. A
comienzos de 2006, el periódico oficial del Vaticano publicó un artículo en el
que calificó de correcta la decisión de un juez de Pennsylvania que establece
que el diseño inteligente no debe enseñarse como alternativa científica a la
evolución. “Si el modelo propuesto por Darwin no se considera suficiente,
debemos buscar otro”, escribió Fiorenzo Facchini, profesor de Biología
Evolutiva de la
Universidad de Bolonia, en L´Osservatore Romano.
“Pero
desde el punto de vista metodológico no es correcto desviarse del campo de la ciencia cuando se pretende
hacer ciencia” escribió, con lo que calificó al diseño inteligente de teoría no
científica. “Eso solo crea confusión entre el plano científico y los planes que
pueden ser filosóficos o religiosos”. El
artículo no se presentó como postura oficial de la Iglesia. Pero en el mundo sutil
y deliberadamente ambiguo del Vaticano, el comentario resultó notable, dado su
incidencia sobre un tema delicado que es objeto de acalorados debates desde la
asunción de Benedicto XVI.
Los
defensores de la enseñanza de la evolución recibieron con júbilo el artículo.
“Facchini señala que no hay necesidad de ver una contradicción entre las enseñanzas católicas
y la evolución”, dijo el doctor Francisco Ayala, profesor de biología de la Universidad de
California y ex sacerdote dominico. L´Osservatore
Romano es el periódico oficial del Vaticano y básicamente representa sus
posturas, aunque no todos sus artículos reflejen la política oficial de la Iglesia. Al mismo tiempo, no se
espera que se ofrezca un artículo que disienta profundamente de esa política.
El
20 de diciembre de 2005, un juez federal norteamericano determinó que las
escuelas no podían presentar el “diseño
inteligente” como alternativa de la teoría de la evolución. En el artículo de
L´Osservatore, Facchini escribió que los científicos no podían descartar el
“diseño superior” divino en la creación, pero agregó que el pensamiento
católico no excluía la posibilidad de un diseño modelado por medio de un
proceso evolutivo.
En
julio del mismo año, Christoph Schöenborn, un cardenal austríaco próximo a
Benedicto XVI, puso en cuestión la enseñanza oficial de la Iglesia durante años: que
el catolicismo y la evolución no son necesariamente contradictorios. En
un artículo de opinión en The New York Times desmereció la importancia de una
carta de 1996 en la que el Papa Juan Pablo II decía que la evolución era “más
que una hipótesis”. Schoenborn escribió: “La evolución puede ser verdadera en
el sentido de un linaje común, pero la
evolución en el sentido neodarwiniano, como un proceso arbitrario y no
planificado de variación azarosa y selección natural, no es verdadera”.
No
existe ningún cuestionamiento científico creíble de la idea de que la evolución
explica la diversidad de la vida en la Tierra , pero los defensores del “diseño
inteligente” plantean que la vida biológica es tan compleja que seguramente fue
diseñada y planificada por un autor inteligente.
Al
menos dos veces Benedicto XVI ha señalado su preocupación por este tema. Cuando
fue formalmente designado Papa, dijo que los seres humanos “no son un producto
casual e insignificante de la evolución”. Posteriormente dijo que la creación
del universo era un “proyecto inteligente”, palabras que fueron celebradas por
los partidarios de esa tendencia.
Muchos
científicos católicos han criticado el diseño inteligente, entre ellos el
reverendo George Coyne, un jesuita que dirige el Observatorio Vaticano. “El
diseño inteligente no es ciencia, aunque pretenda serlo. Debe transmitirse
dentro de la enseñanza de la religión o de la historia cultural, no en el campo
de la ciencia”, afirmó.
Schoenborn
quiso esclarecer sus propios comentarios diciendo que no pretendía cuestionar
la ciencia de la evolución sino lo que denominó “evolucionismo”, el intento de
usar la teoría para refutar el protagonismo de Dios en la Creación. “No veo
dificultades para unir la creencia en el Creador con la teoría de la evolución,
pero con el prerrequisito de que se mantengan los límites de teoría
científica”, dijo en una alocución.
Kenneth
R. Miller, profesor de biología y católico, comparte esa opinión. “Mientras la
ciencia no pretenda ser capaz de responder a temas espirituales, está bien”,
dijo. Miller, quién prestó testimonio en el juicio desarrollado en Dover,
Pennsylvania, que cuestionaba la enseñanza del “diseño inteligente”, dijo que
Facchini, Coyne y Shöenborn estaban confirmando “el pensamiento católico
tradicional”.
“El
proyecto de la Creación
de Dios puede desarrollarse por medio de causas secundarias del curso natural
de los acontecimientos, sin tener que acudir a intervenciones milagrosas que
apuntan hacia una u otra dirección”, escribió ( ).
“A
comienzos de julio pasado, el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, expuso
al fin los principios de la llamada intervención inteligente que Busch abrazaría
con tanto entusiasmo. No es una refutación de Darwin sino una corrección
religiosa de sus teorías. En la evolución de las especies – sostiene el
cardenal Schönbrorn – hay brechas, vacíos que sólo la mano de Dios podría
explicar. De otro modo, dice, no se entendería el abismo abierto entre la
simplicidad de los microorganismos y la complejidad del ojo humano, por
ejemplo. La evolución existe, pero el Señor la guía. Los críticos del cardenal
han señalado que su tesis le hace flaco favor a Dios, porque, a medida que la
ciencia vaya cerrando esas brechas, sus providencias irán pareciendo menos
relevantes y porque, además, si las erupciones volcánicas, las epidemias, los
huracanes y las eras glaciares son pasos inevitables en la mutación de las
especies, entonces el Creador es más maligno que misericordioso. El padre
Neuhaus transmitió esos conceptos al presidente en una versión sencilla, a su
alcance, e hizo de él un rápido converso. Un New born Christian, un cristiano
que acaba de recibir la Luz ,
como Busch, es una esponja muy sensible para esas revelaciones”. ( )
( ) “El diseño inteligente no es una teoría científica dicen en Roma”. En:
diario “La Nación ”20/1/06 (
) Martínez, Tomás Eloy Op. Cit.
Pero en algún punto de la confusión de su
conciencia nacional, los norteamericanos saben que están atrapados en la
pequeña contradicción de amar a Jesús los domingos y codiciar una fortuna el
resto de la semana
Renunciar
a la bebida puede haber sido el acto más heroico de la vida de George W. Busch
– dijo en algún momento Norman Mailer – pero ahora los Estados Unidos podrían
estar pagando el precio. La religiosidad de George W. se convirtió en un
ungüento que cubre toda la locura del alcohólico en recuperación que aún
respira en su interior.
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