Rosas

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jueves, 16 de julio de 2020

Pepa "La Federala"


Por Julio R. Otaño
José María Ramos Mejía en su libro Rosas y su tiempo ha definido a la "mujer soldado”.   Siempre elitista y denostando a los sectores proletarios y sospechosos de nacionalismo rosista.  "La mujer de la plebe tenía en los ejército federales su parte de afecto oficial y en el reparto del rancho, porque alegraba al soldado; y a ciertas horas los encantos de la familia, para los unos, y los alicientes de la orgía para otros, derramaba calor y fuerza; en aquellos pechos que tanto lo necesitaban. El más experto espía «bombero», en el orden militar como en el otro, fueron estas mujeres negras y mulatas especialmente, que metiéndose en las filas de los ejércitos unitarios enemigos y bajo el imperio de las necesidades físicas que afluíar a su carne, seducían la tropa y provocaban la deserción o se apoderaban de todos los secretos que podían en las intimidades de sus rápidas excursiones”.
Y más adelante agrega el mismo Culto y civilizado escritor:  “Las negras servían para todo: mucamas, bailarinas, vivanderas y hasta soldados”.

El siguiente documento de 1844, da cuenta de las acciones y vicisitudes de Pepa la Federala:

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA! ¡MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS!
Buenos Aires, Marzo 19 de 1844. Año 35 de la Libertad, 29 de la Independencia y 15 de la Confederación Argentina.
La alférez graduada de Caballería, doña Pepa la Federala: Solicita el ajuste de sus sueldos, haciendo una breve reseña de sus servicios y acciones de guerra en que se ha hallado, citando varios jefes para los efectos consiguientes y obtención á las gracias que la munificencia de S. E. ha sabido acordar al ejército,
Excmo. señor:
Doña Josefa la Federala, Alférez graduado de Caballería, ante la justificada integridad de V. E., con mi mayor respeto digo: Que habiéndome hallado en la acción de Chascomús á las órdenes del señor General don Prudencío Ortiz de Rosas, y de allí en Marzo de 1840 en Entre Ríos a las órdenes de aquel General en jefe don Pascual Echagüe, llevando en mi compañía 26 hombres voluntarios á mis órdenes, vecinos de Ranchos Blancos; que en mi marcha tomé un bombero de los salvajes, que presenté al gobernador, salvaje hoy día Mascarilla, y de allí me incorporé al mencionado ejército de Entre Ríos, habiendo sido agregados dichos 26 hombres al núm. 2 de Caballería de Buenos Aires, quedando yo en la escolta de aquel General en Jefe. Fuí bombera voluntaria y entré en la trinchera del salvaje Lavalle, donde fuí tusada del salvaje Benaventos y sentenciada á muerte por el de igual clase Pedro Díaz, teniendo la suerte de escapar y reunirme al Ejército Confederado, hallándome en seguida en la batalla de Sauce Grande, cuyos testigos cito en esta Capital, que pido á V. E. certifiquen: el Coronel graduado don Antonio Félix de Meneses, y el que era comandante del Batallón Entre Riano, sargento mayor don jacinto Maroto, hallándome desempeñando las funciones de Posta, quedé herida en la batalla, y salvé por una partida del núm. 2 en comisión, recogiendo heridos, que como yo, éramos 70 ú 80, y conduciéndonos a la Capital del Paraná, a las órdenes de Don José M. Echagüe, quien me prodigó todos los auxilios necesarios; cumplidos diez días supliqué al Excmo. señor Presidente Oribe se dignase llevarme en su compañia, aunque muriese en el camino, lo que conseguí y fui conducida a San Nicolás, dejándome dicho Excmo. señor en casa del comandante Garretón para curar de mis heridas, pero sabiendo que mi Coronel Don Vicente González se hallaba acampado en el Arroyo del Medio, me olvidé de mis heridas y haciendo un carguero de jabón conchavando dos peones envié innumerables partidas de salvajes que salían de San Pedro, teniendo la dicha de incorporarme a mi coronel, el que siguió con el Presidente Oribe y por consiguiente me hallé en la acción de Quebracho Herrado y sin sanar de las heridas me hice cargo del Hospital de Sangre, y sucesivamente en todas las demás acciones cual fue la del Monte Grande en Tucumán; y por último, de regreso, en la de Coronda y Santa Fe; siendo después nombrada por el señor Presidente Oribe ayudante del Hospital de Sangre, hasta que vine a esta Capital.
Excmo. señor, desde el año 1810 sirvo a la Patria con el mayor desinterés.   Viuda del Sargento Mayor Don Raymundo Rosa, que murió de diez y ocho heridas en el campo de batalla en la Cañada de la Cruz a las órdenes del Señor General Soler, la posición triste en que me encuentro, de tantas vicisitudes de la guerra, me pone en la precisión de implorar del Padre de mi Patria, por lo que humilde suplico se digne ordenar sean hechos mis ajustes por la contaduría y opción a los premios que V. E. tiene conferidos al Ejército, para poderme reponer de mi salud y estar pronto y de centinela contra todos los salvajes que quieran envolvernos en su inmunda rebeldía a cuya gracia quedaré eternamente reconocida.
                                              Pepa La Federala

Era muy difícil ser mujer en el siglo XIX; sobre todo aquellas que participaron de las guerras civiles y aquellas que vivieron en las fronteras con el indio.  Eran mujeres especiales fueron blancas, negras (Como Pepa La Federala), mulatas, mestizas e indias. No hay perfiles muy definidos de ellas, tanto eran hoy mujeres de tropa como podían convertirse mañana en humilladas víctimas del malón. Es difícil intentar encontrar sus nombres. Mujeres en su mayoría anónimas, necesarias compañeras de soldados, morochas de piel curtida, ojos achinados y cuerpo fuerte, eran criollas de pies a cabeza. Duras para el frío, sabias en amaneceres repetidos, resistían con igual indiferencia los abrasadores calores del verano pampero.   Mentes pequeñas  tiñeron su conducta de agravios por mucho tiempo, el más común de prostituta. Recibían ración, y en muchos casos paga, como los hombres. Las hubo bravas y decididas en la lucha, con voz de mando, como la negra Pepa la Federala.  "Es costumbre que cada soldado lleve consigo una compañera durante la campaña", relata William MacCann en su obra Viaje a caballo por las provincias argentinas, explicando "el soldado se siente así menos inclinado a la deserción, teniendo una mujer que le haga la cocina, lave sus ropas y remiende sus vestidos..."

Esta carta de Pepa, Josefa la Federala, se da en un momento en que no existía la posibilidad oficial que la mujer reclamara ni enviara notas haciendo descargos personales por los servicios personales prestados en el campo de batalla. Siempre el hombre era quien realizaba estas exposiciones, por tanto esta decisión de "Pepa" contenía mucho de su guapeza y carácter a la hora de reclamar aquello que le correspondía.   Historiadores de la llamada “Historia Social” señalan como fórmula repetida “Falleció pobre, olvidada y sin reconocimiento por su labor a favor de la patria”
Existe la carta pero no la respuesta.
Para nosotros NO HAY DUDAS DE LA RESOLUCIÓN FINAL Y TOMANDO COMO ANTECEDENTE LA ACTITUD DE ROSAS CON MARIA REMEDIOS DEL VALLE…..NO DUDAMOS QUE EL RESTAURADOR DECIDIÓ DE LA MISMA MANERA Y PEPA PUDO TERMINAR SUS DÍAS CON DIGNIDAD Y  CON EL RECONOCIMIENTO DE LOS PATRIOTAS ARGENTINOS

Bibliografía
Chávez Fermín. Iconografía de Rosas y la Federación.
García Abós Eva Grupos sociales en los ejércitos argentinos durante la época de Rosas (1829-1852)
MacCann William Viaje a Caballo por las Provincias Argentinas
Ramos Mejía. José María "La Epoca de Rosas" T2 pág. 441





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