Rosas

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martes, 22 de septiembre de 2020

Encarnación Ezcurra a 182 años de su fallecimiento

Por Ricardo Geraci del Campo

El próximo 20 de octubre se cumplen 182 años del fallecimiento de una mujer extraordinaria y poco difundida por la Historiografía Oficial.
Doña Encarnación de carácter apasionado, humilde y tumultuosa si era necesario, fue el amor de Juan Manuel de Rosas.
Se casaron el 16 de marzo de 1813, luego de pergeñar una historia a los padres de ambos, para que se celebrase dicha unión. Fue la permanente consulta de Rosas en cuestiones políticas, fue dueña de su hogar, sumisa y apegada a su esposo, pero dueña también de un temperamento de alto voltaje.
Fue una mujer de influencia debido a su apellido de alcurnia, pero ni esto ni los lujos de los cuales podría haberse servido, le hicieron modificar una expresiva humildad, acompañando a su marido en cualquier empresa que encare. Solo en momentos de mucho frio y de la amenaza de los malones desde la Estancia Los Cerrillos, que Encarnación dejó solo a su esposo.
Fue capaz siendo católica y devota, de ayudar a su hermana María Josefa, en su "affaire" con Belgrano y con la siguiente adopción de Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
Parte de su carácter puede apreciarse en palabras de la propia Encarnación.
En las cartas que la misma le escribiera a Vicente González, en octubre de 1833, mientras Rosas se hallaba en la Campaña del Desierto y en Buenos Aires se conspiraba contra Balcarce , le decía: " (...) Ya le he escrito a Juan Manuel que si se descuida conmigo,a él mismo le he de hacer una revolución, tales son los recursos y opiniones que he merecido de mis amigos ".
Más alla de este rasgo de una personalidad arrollante, la sumisión y admiración mutua que había entre ambos, generó una complementación extraordinaria que derivó por ejemplo en la llamada " Revolución de los Restauradores" donde tuvo una participación muy activa y diría decisiva. Los diarios unitarios de la época y la traición hacia Rosas de los "cismáticos" o " lomos negros " utilizaban la propaganda grafica para llamarla entre otros improperios como " la mulata toribia", como si ello fuera para la madre de los humildes, un insulto, ya que, el cariño y el afecto que recibiría de los mulatos era mutuo y leal.
En palabras de el mismo Rosas se desprende ese amor y devoción, cuando motivo de su temprana partida, exclamó a su general Pacheco: " Traspasado de un dolor intenso ", le confía: " Esa santa era la esencia de la virtud sublime y del valor sin ejemplo ".

NACE EL CINTILLO FEDERAL.
A la noche siguiente a su partida, nace el cintillo federal. Ya no basta para la demostración de adhesión, el cariño por la causa y el respeto en momentos aciagos para el Restaurador, la divisa punzó.
Los generales se ponen de acuerdo y a la divisa federal que se lleva en la solapa, se agrega una cinta punzó fina, que se coloca en el sombrero.
Fue el mismo Vicente González que inicio la idea, y pasado el luto, mucho tiempo después, se seguía utilizando el mencionado cintillo, como recuerdo y adhesión.

SU MULTITUDINARIO FUNERAL.
Se le hacen funerales imponentes donde asisten alrededor de  treinta mil personas ( en una ciudad de sesenta mil )
Ciento ochenta misas. Durante su vida entera, Rosas le hace decir misas, en Buenos Aires o en Southampton. También levanta un templo en su honor, el de nuestra señora de Balvanera.
Rosas desea en su insoportable dolor, que todos la lloren, que el luto sea total, viste de negro a sus criados. El ejército por su parte, le rinde honores llevando el velillo negro alrededor del morrión o del quepí.
El Restaurador, no fue el mismo luego de semejante perdida, su amiga y compañera, su amor incondicional, su camarada de armas también,se había ido, y Rosas a partir de allí, se recluyó, en la vida administrativa del trabajo y dejó de frecuentar, lugares que atestiguaban verlo. Según Lucio V. Mansilla: " (...) Rosas en los primeros tiempos de su gobierno no vivía aislado. Su aislamiento vino después de la muerte de su mujer. Salía, circulaba, hasta de noche era fácil hallarlo solo por barrios apartados, él mismo parece que hacía su policía tomándole el pulso a la ciudad ".

SEPULCRO.
Su cuerpo fue encerrado en un lujoso ataúd y fue conducido en procesión en la noche del 21 hasta la iglesia de San Francisco, donde fue depositado.
Lo precedia el obispo diocesano doctor Medrano, del de Aulon, doctor Escalada, del senado, del clero y los padres franciscanos y dominicos. Arana, Lamadrid y componentes diplomáticos.
Las parroquias de la ciudad solicitaron a la Legislatura que se le atribuyera el grado de Capitán General.
Fueron tan públicas y populares las manifestaciones, que los ministros extranjeros izaron sus banderas a media asta.

SU LEGADO.
Tuvo dos hijos ( perdió una niña ). Dió a luz un varón el 30 de junio de 1814 que llamaron Juan Bautista y una niña el 24 de mayo de 1817 que llamaron Manuela Robustiana. Crió y adopto a Pedro Pablo y fue una madre ejemplar.
A su partida, fue Manuelita, la que " heredó " la actividad política en connivencia con su padre y el partido federal. A diferencia de la exaltación, pasión y también inteligente mesura  de la madre, la hija fue el equilibrio diplomático que Rosas necesitó, en momentos de mucha fragilidad política, debido al ataque permanente de extranjeros y los propios traidores a la Federación. Fue su "hada buena", mientras que doña Encarnación fue el complemento e impulso necesario que necesitó y fue testigo en momentos donde había que actuar.
Rosas lloró por días enteros, inmerso en una congoja sin fin. Los restos de su mujer, amiga y compañera, descansan a su lado, en la bóveda de los Ortiz de Rozas en el cementerio de la Recoleta, para nunca más separarse.


Fuentes consultadas:
Pacho O' Donnell
Rosas, el maldito de la historia oficial.

Adolfo Saldías.
Historia de la Confederación Argentina.
Tomo II.

Jorge Oscar Sulé.
Cinco mujeres de Rosas.

Imagenes:
Colección Vertanessian.
Autor de " Rosas, el retrato imposible 

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