por el Prof. Jbismarck
Lorenzo Barcala nació en Mendoza en 1795. Su madre fue una
mujer africana que llegó a esta ciudad muy joven como esclava. Fue comprada por
Cristóbal Barcala, uno de los más importantes escribanos de aquel tiempo. Desde muy niño, Lorenzo se destacó por su
inteligencia y no fue esclavo –como siempre se sostuvo– ya que su tutor le dio
la libertad y se desempeñó desde muy chico en el oficio de sastre. Durante la guerra de la Independencia,
Barcala se alistó en 1815 en las milicias de Cívicos Pardos de Mendoza. Unos meses antes de realizar la campaña a
Chile, el General José de San Martín, jefe del Ejército de los Andes, dejó a
cargo del batallón de negros a éste, para que se ocupara de instruir en la
ciudad a las tropas inexpertas.
En 1826
se unió al Ejército que luchó en la Guerra del Brasil, a órdenes del coronel
Ramón Bernabé Estomba. Participó en el fracasado ataque a Punta del Este y fue
tomado prisionero. Estuvo varios meses en una cárcel en Río de Janeiro con la
permanente amenaza de ser vendido como esclavo, hasta que recuperó la libertad
en un cambio de prisioneros.
Se unió a la campaña del General José María Paz contra los
federales del interior en 1829, y a sus órdenes peleó en la batalla de San
Roque. El vencedor le encargó organizar un batallón de infantes negros,
libertos: una libertad muy cara, que se pagaba con muchos años de servicio en
el ejército. Al frente de ese batallón
peleó en las batallas de La Tablada, tras la cual fue ascendido al grado de
Teniente Coronel, y en Oncativo.
Después de esta última victoria fue ascendido a Coronel, y
enviado como segundo jefe del ejército de ocupación de Mendoza, que iba al
mando de José Videla Castillo. Éste fue nombrado Gobernador, y Barcala quedó
como jefe de vanguardia. Participó en la Batalla de Rodeo de Chacón como jefe
de un ala de caballería contra las fuerzas de Facundo Quiroga, que los venció
con relativa fácilidad.
Protegió a su jefe Videla Castillo en su retirada hacia el
norte, donde se unieron a las fuerzas del General Lamadrid, nuevo jefe del
ejército de la Liga Unitaria. A órdenes de éste combatió en la definitiva
derrota que fue la Batalla de la Ciudadela. Después de la batalla, Facundo Quiroga fusiló algunos oficiales,
pero decidió indultar a Barcala — que daba su muerte por segura — y lo nombró
su jefe de estado mayor.
Cuando Quiroga se retiró de las actividades militares,
instalándose en San Juan, Barcala se radicó allí. No quiso volver a Mendoza, ya que Aldao había jurado matarlo; incluso
intentó convencer a Quiroga de que lo hiciera fusilar.
Participó de la campaña al desierto de 1833 bajo el mando
del General José Ruiz Huidobro, y combatió contra los Ranqueles de Yanquetruz
en el Combate de las Acollaradas.
Muerto Quiroga en 1835, sus lugartenientes comenzaron a
disputarse su herencia y se produjo una serie de conflictos entre Aldao, de
Mendoza, Martín Yanzón, Gobernador de San Juan, y Tomás Brizuela, de La Rioja.
Más independiente y poderoso que éstos, el tucumano Alejandro Heredia pronto
dominó todo el noroeste. El intrigante ministro de Yanzón, Domingo de Oro
intentó librarse de Aldao por medio de una conspiración que dirigió Barcala
desde San Juan. La conjura fue descubierta y sus jefes mendocinos arrestados y
ejecutados, entre ellos el coronel José Ignacio Correa de Saá.
Pasado el peligro, Aldao exigió la extradición de Barcala y
Oro, que estaba comprometido en el asunto, decidió salvar su vida entregando a
Barcala. Tras un juicio que duró un mes, Barcala fue condenado a muerte y
fusilado en Mendoza el 1 de agosto de 1835.
Su hijo Celestino Barcalá peleó contra los federales en la
década de 1860 y fue fusilado por Felipe Varela poco antes de su derrota en la
batalla de PoZo de Vargas
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