Rosas

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sábado, 1 de mayo de 2021

La Revancha de Ituzaingó

 Por el Prof. Jbismarck

La considerable extensión del campo de batalla hizo que se la llamara de diversas maneras: Morón, le dijeron en un principio, porque su centro y su derecha quedaban en el arroyo de ese nombre; Monte Caseros o Caseros quisieron corregir los brasileños, no obstante encontrarse la estancia y palomar de Caseros a la derecha, pero allí, en Caseros, precisamente habían combatido los imperiales mientras los cuerpos argentinos y orientales lo hicieron en Morón. Un comunicado de Urquiza adoptaría definitivamente el nombre Caseros, dando, por lo tanto, la gloria del combate a la División de Marques de Souza.


Caseros era el desquite, tantas veces deseado, desde el negro día de Ituzaingó. No llegaba muy limpiamente, pero de cualquier manera ahí estaba. Con orgullo, Caxias remite el parte de la batalla al ministro de Guerra Souza e Mello:

“Habiéndose encontrado a las 6  horas del día 3 del cte. las fuerzas del Ejército Aliado con las del Ejército enemigo en los campos de Morón, se dio la batalla del mismo día como consta en el parte del Comandante de la I División del Ejército bajo mi mando. Cúmpleme comunicar a V. E., para que lo haga llegar a S. M. el emperador, que la citada 1^ División, formando parte del Ejército Aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 20 de febrero de 1827”

El 20 de febrero de 1827 se había librado Ituzaingó, fecha lapidada de negro en los nefastos imperiales. Había que festejar el "desquite” de una manera imborrable, y Marques de Souza pidió dos espléndidos gajes por la victoria: la entrada triunfal de los brasileños en Buenos Aires, y la devolución de las banderas imperiales tomadas en la guerra de 1825-27.

Para impedir las manifestaciones desagradables que temía Mansilla, hubo que imponer el terrorismo; ya se había empezado con Chilavert, Santa Colonia y el regimiento Aquino, cuyos cadáveres estaban pudriéndose en los caminos de acceso a Palermo o en los árboles que circundaban la Residencia. Seguiría con fusilamientos y degüellos por el menor motivo, y aun sin motivo, contra hombres y mujeres del pueblo. Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de 500 civiles ejecutados, dice Hortelano; César Díaz rebaja la cifra a 200; de cualquier manera es pavorosa en una ciudad de poco más de 70.000 habitantes. Lo cierto —y desconcertante para muchos- es que fueron más los fusilados en los diecisiete días que van desde Caseros al desfile de los brasileños en la ciudad, que en los veinte años del gobierno de Rosas.

El mal humor de Urquiza, dicen Sarmiento y César Díaz, testigos de presencia, había sido constante durante la marcha del Ejército Aliado. Según el primero, ese estado de ánimo lo llevó el día de la batalla a “obrar con desgano, como si no tuviera interés en el triunfo”. Llegará a su paroxismo después de la entrevista con Marques de Souza; no era esto, no, lo que se había imaginado cuando el pronunciamiento. Llegó el día de la entrada triunfal de los vencedores realizada el 20 de febrero de 1852 (25 años exactos después de Ituzaingó)

Se había fijado el recorrido: desde la plaza de Marte (San Martín) por la calle del Perú (Florida) hasta Federación (Rivadavia) ; en las gradas de la catedral esperarían las autoridades provinciales. Después llegaría el momento culminante: el desfile por la plaza de la Victoria frente a la Pirámide y bajo el arco mayor de la Recoba Vieja que tantas veces sirviera de arco de triunfo en las guerras pasadas. Exactamente el mismo trayecto proyectado en 1828 para los vencedores de Ituzaingó, que éstos no cumplieron por la revolución del 1 de diciembre.

Todas las precauciones fueron tomadas. El terror había alejado la posibilidad de desórdenes. Los brasileños entraron majestuosamente. No obstante Cegar con una hora de retraso al sitio inicial, y haberse producido ya el desfile, Marques de Souza ordenó impertérrito tomar la calle del Perú: la División llegaba de gran gala, con sus banderas verde y oro desplegadas y charangas tocando la Marcha de Caxias desde entonces conocida por “Marcha de Caseros”.

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