Rosas

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viernes, 30 de julio de 2021

La guerra "olvidada" de Paraguay contra la Confederación Argentina

 Por Emilio urdapilleta   

Contrariamente a lo que se estableció en la historiografía paraguaya, nuestro país tuvo muy pocos momentos de paz a nivel internacional desde que se inició su Independencia en 1810. El Dr. Francia enfrentó con las armas varias amenazas extranjeras, contra los bandoleros de Artigas (su prisionero de guerra) y el Gral. Ferré.  Murió convencido de que «los cañones eran la mejor protección para la Patria antes que los Santos». Y aunque el llamado «Restaurador de las Leyes» de Buenos Aires, Gral. Juan Manuel de Rosas, tenía una gran consideración hacia el pueblo paraguayo y su Supremo Dictador, eso no evitó que Paraguay y los Porteños entraran en una guerra abierta y declarada que duró más de seis años.

Siguiendo la tradición política del país, una Junta Militar encabezada por Medina, Ortiz y Roque Alonso (con diferencias entre ellos) convocaron al Congreso Nacional para elegir al nuevo gobernante del país.   De idéntica manera a lo ocurrido en el Primer Consulado, el más prestigioso Jefe Militar era el Cnel. Mariano Roque Alonso, quien conformó el Gobierno con el más prestigioso de los civiles, el Dr. Carlos Antonio López Ynsfrán, ahijado del Supremo Dictador, ex profesor de Teología del Colegio de Asunción y abogado del fuero civil. Todo se siguió meticulosamente. Los paraguayos, siguiendo la línea de su tradición, hicieron desaparecer al Consulado cuando el Jefe Militar Roque Alonso entregó todos los poderes al Jefe Civil, con aprobación del Congreso (tal cual ocurrió 30 años antes, cuando el Cnel. Fulgencio Yegros entregó todo el poder civil al Dr. Francia).

Se podría decir que los Jefes Militares eran como «senescales» que resguardaban el «trono» hasta que el legítimo «Regente» fuera establecido. Don Carlos intentó por todos los medios negociar pacíficamente con Juan Manuel de Rosas. Desde 1842 hasta 1844, todo fue diplomacia y búsqueda de amistad.  Incluso envió una comitiva a Buenos Aires, encabezada por su primo hermano Manuel Pedro de la Peña y en la que se encontraba el joven de 15 años de edad, Francisco Solano López Carrillo, recién egresado de la escuela del Prof. Escalada. Al estilo de las monarquías tradicionales, el joven delfín iba para ser «ojos y oídos» del regente.    Conoció en persona al Dictador Porteño, que desde entonces sintió profundo cariño hacia el joven por sus modales, rectitud y cultura. Manuel Pedro de la Peña entró en contactos con los exiliados del Dr. Francia (los que posteriormente serían llamados «los legionarios») y además realizó un malgasto del dinero de la delegación.

Esto no pasó desapercibido por el «delfín» quien informó plenamente a Don Carlos. La consecuencia fue que Manuel Pedro de la Peña fue severamente reprendido a su regreso a Asunción y despojado de sus cargos políticos.

Este decidió auto-exiliarse y luego declaró una guerra personal contra los López, que quedó registrada en varios de sus escritos. Lo cierto es que a pesar de todos estos intentos, Rosas no reconocía la independencia paraguaya para desesperación del Gobierno Nacional. Error político y diplomático del Restaurador Porteño que fue prontamente aprovechado por los avezados e insidiosos agentes de Itamaraty.

El Imperio del Brasil, en larga guerra contra Rosas, vio una posibilidad para poder debilitar y quizás destruir a los Porteños. Sin pérdida de tiempo envió a un prestigioso diplomático, José Pimienta Bueno, como el Ministro Plenipotenciario de Brasil ante Paraguay. (Cabe recordar que el Dr. Francia mantuvo relaciones cordiales con Brasil, incluso llegó a tener un Chargé d’Affaires acreditado en Asunción, Antonio Correa da Cámara).

El resultado de ese approach fue que Brasil fue la primera potencia internacional en reconocer la Independencia Paraguaya (de facto ya la había reconocido, como hemos mencionado, en tiempos del Dr. Francia). Pero ese reconocimiento oficial no venía gratis.

De manera secreta Don Carlos concretó una Alianza Ofensiva y Defensiva con Brasil y los disidentes argentinos que eran enemigos de Rosas y que tenían en Corrientes su cuartel general. Así, en Diciembre de 1845, Paraguay declara guerra al Gobierno de Buenos Aires y envía al joven Cnel. Francisco Solano López Carrillo como Jefe Expedicionario de Paraguay, unos 5.000 soldados que se unirían a las tropas antirrosistas lideradas por los generales Paz y Madariaga.

Juan Manuel de Rosas, retrato de 1842. De Raymond Auguste Quinsac Monvoisin – Este archivo, parte de la Colección del Museo Nacional de Bellas Artes, ha sido publicado en Wikimedia Commons gracias a una colaboración entre el Museo Nacional de Bellas Artes y Wikimedia Argentina., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=40768056

Las tropas paraguayas desembarcan en Corrientes desde Paso de Patria en Enero de 1846. Los problemas no se hicieron esperar. José María Paz y Madariaga tenían constantes diferencias. Los paraguayos fueron enviados a un mero rol defensivo a pesar de su número y poco o nada comunicaban al joven Cnel. Solano López sobre los planes militares. Esto obedecía a las eternas desavenencias políticas entre los argentinos: Madariaga bamboleaba entre bandos como hoja ante el viento de verano. Aceptando su rol defensivo, López tuvo tiempo de ver algunos combates menores en los que sus tropas lograban capturar convoyes enemigos e intercambiar tiros con los adversarios.

El combate más importante de los paraguayos fue en la zona de Jaguarete Cora, que dejó unos 50 muertos y heridos entre los argentinos con bajas despreciables entre los guaraníes. En esta expedición se unió a los paraguayos el Cnel. Pedro Abad Oro, instructor militar colombiano pero que daba mala espina por su condición de liberal y progresista de la época. López lo aceptó para aprender de él ciertas cuestiones militares, pero rápidamente fue expulsado del Ejército al ser descubierto dando discursos revolucionarios ante la tropa.

Esto aparentemente tuvo efecto pues algunos paraguayos desafectos con los López, aprovechando la situación, iniciaron una rebelión que fue bastante grave. El mismo Cnel. Solano López debió introducirse en medio de las tropas rebeldes, arriesgando su vida. Les enfrentó personalmente con su guardia personal, les derrotó y desarmó.

Carlos Antonio López. De Imp. Simonau & Toovey – Alfred Louis Hubert Ghislain baron Marbais du Graty – La República del Paraguay, J. Jacquin, 1862 (https://books.google.com.br/books?id=AimyGxVKnpgC&hl=pt-BR&source=gbs_navlinks_s), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=44787422

En juicio sumarísimo, siguiendo la draconiana disciplina que le caracterizó toda la vida, el futuro Mariscal hizo fusilar a todos los implicados, directos o indirectos. Fue la última acción en esa primera campaña, por órdenes de Don Carlos, a mediados de 1846 regresan los expedicionarios a Paso de Patria. La actividad del joven Solano López no terminó allí.  Mientras recibía instrucción del R.P. Bernardo Pares, el «delfín» se preparaba para organizar al nuevo Ejército. Cuando concluyó sus estudios regresó al frente y modernizó las defensas de Paso de Patria y la organización militar del Ejército.

La acción más temeraria de los paraguayos contra Rosas fue a inicios de 1848. El Gral. Solano López hacía largo tiempo buscaba recuperar el territorio de las Misiones, abandonado en manos de los porteños. Con la llegada de un emisario del Imperio Austrohúngaro (primera potencia europea en reconocer la Independencia Paraguaya, de la mano del Príncipe Klemens von Metternich, gran ariete de los reaccionarios europeos y artífice de la derrota de Napoleón en el Congreso de Viena), Cnel. Franz Wisner von Morgenstern, quien se puso bajo las órdenes del futuro Mariscal.

Este le dio la directiva de avanzar hasta la línea del Río Uruguay, en camino recto desde los antiguos caminos de San Borja y la Trinchera de los Paraguayos, más allá de la abandonada Fortaleza de San José. Wisner intentó avanzar sobre una posición rosista llamada «El Hormiguero», en la frontera con Entre Ríos, siguiendo la línea del Río.

En esa línea, atrincherados esperaban los hombres del Cnel. Virasoro, jinetes expertos que eran la primera línea de defensa de Rosas. La vanguardia paraguaya liderada por Wisner fue emboscada y estuvo a punto de ser aniquilada. El austrohúngaro pidió auxilio al Gral. Solano López, quien llegó milagrosamente al rescate, liberando a los asediados y emprendiendo retirada hasta la Trinchera de los Paraguayos, que partía casi por la mitad a las Misiones que hoy son de Argentina.

El futuro Gral. Virasoro cometió el mismo error que el Cnel. Wisner: lanzó una persecución a los paraguayos hasta su posición defensiva, y allí estos los esperaban preparados. Tuvieron su venganza, pues Virasoro se retiró con terribles bajas, unas 250 entre muertos y heridos. Esa fue la última y sangrienta acción. Luego, hubo una tácita tregua entre ambos bandos.

Los paraguayos ya habían cumplido ampliamente su parte para 1850 en la lucha contra Rosas. Pero Brasil volvió a acercarse a los López para solicitar una nueva Alianza. Don Carlos en esta ocasión fue más pedigüeño: la Alianza sólo sería defensiva, Paraguay quería recibir entrenamiento y modernización militar de Brasil y que su Independencia fuera reconocida por más países. A cambio, daría víveres y armas a los rebeldes, pero no aportaría soldados.

Brasil aceptó todo, no estaba para dar vueltas al asunto. Ese Tratado fue la base para que Paraguay y Brasil se hicieran «garantes» de la Independencia de Uruguay (fue recordado por el Mariscal López al estallar la Guerra de la Triple Alianza) y también para que varias potencias europeas reconocieran la Independencia Paraguaya. De allí la gran importancia que tuvo para el Gobierno de Asunción. Para Brasil en cambio, sólo era una herramienta más para derrocar a Rosas.

Barón de Coimbra, Gral Portocarrero, fue el instructor personal del Mariscal López. Le enseñó todo lo que conocía sobre artillería y fortalezas, y sus consejos fueron de vital importancia para la modernización de la Fortaleza de Humaita y el famoso «Cuadrilátero».

De allí que muchos brasileños siempre afirman que Humaita en parte, fue una obra brasileña. Aunque exagerado, no deja de tener algo de realidad. El Mariscal López y el Gral. Portocarrero se tuvieron inmenso respeto e incluso cariño.

El líder paraguayo siempre se refería a él como «mi maestro», y Portocarrero incluso tras la postguerra, nunca habló mal sobre López. Al contrario, destacada sus virtudes personales y como militar a pesar de que fueron adversarios. La ironía también cayó en este aspecto: en 1864 el Mariscal López ordenó el contraataque sobre Mato Grosso, cuyo principal defensor era «su maestro» Portocarrero en el Fuerte Coimbra. Los paraguayos sufrieron graves bajas en esa fortaleza pero el Gral. Portocarrero, considerando que no se podía defender la posición, ordenó abandonarla.

Fue sometido a «Corte Marcial», sospechado de «entenderse» con su ex pupilo Solano López, pero los cargos fueron levantados: era evidente que los brasileños iban a ser arrasados por los paraguayos en el durísimo Mato Grosso (lo que se volvió a demostrar en la trágica «Retirada de Laguna»).

El 3 de Febrero de 1851, Juan Manuel de Rosas fue definitivamente derrotado en Caseros. Paraguay hizo su parte importante desde 1845 para que eso se logre, y los López festejaron con todo derecho, legítimamente, la gran victoria diplomática y militar que obtuvieron. El Imperio del Brasil otorgó en persona al Gral. Solano López el título de Caballero de la Orden de Cristo, y enviaron por correo la Gran Cruz de dicha orden a Don Carlos. En 1853 – 1855, gracias a ese tratado entre Brasil y Paraguay, se pudo obtener el reconocimiento de la soberanía guaraní a nivel internacional por las grandes potencias europeas.

Era una victoria, pero no sin ironía. Los mismos que fueron aliados contra Rosas, terminarían aliándose contra Paraguay 15 años después. Pero esa es otra historia…

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