Por Rodolfo Rudy
Así
llamaba Juan Manuel de Rosas al almirante Guillermo Brown, del mismo
modo cariñoso y familiar con que los paisanos argentinos pronunciaban
su nombre.
Guillermo
Brown nació en Foxford, pueblo de Irlanda el 22 de junio de 1777, en
épocas difíciles, en las cuales los hogares católicos eran
arbitrariamente atacados por los dominadores ingleses. Intentando
respirar algo de libertad y escapando del acoso permanente de los
británicos, su padre lo llevó a los EEUU. Allí quedó huérfano, ingresó
como grumete en un barco y en una ocasión cuyos detalles no son bien
conocidos, fue obligado por el comandante de un buque inglés a formar
parte de la tripulación. En la época eran frecuentes los enrolamientos
forzosos de marinos.
Sea
como sea, pronto se convirtió en un marino experto, con un coraje a
toda prueba. Inteligente y con naturales condiciones de mando, por la
admiración que sabía despertar en sus subordinados. Estuvo prisionero
de los franceses, logró fugar y llegó hasta Inglaterra, en donde
contrajo matrimonio en 1809. En ese mismo año, el matrimonio Brown se
traslada al Río de la Plata en busca de paz y con la digna aspiración
de labrarse un futuro promisorio.
Allí
lo sorprende la revolución de mayo, a la cual se pliega con fervoroso
entusiasmo. Sus proezas individuales enfrentando a los barcos realistas
procedentes de Montevideo que acosan a sus naves mercantes por navegar
bajo la soberanía de Bs As, le merecen la admiración de todos los
patriotas.
En
1814 se le encarga el mando supremo de la flota naval que debe vencer a
la escuadra realista del almirante Romarate. Con un valor a toda prueba
defiende la isla de Martín García y destroza completamente a las naves
de su rival. Sus triunfos constantes en las aguas del Río de la Plata
concretaron la rendición de Montevideo.
Para
ir sembrando las ideas de libertad en los territorios sudamericanos
bañados por el Pacífico, preparando el terreno a la posterior
expedición sanmartiniana, a fines de 1815, Brown emprende un crucero en
su fragata “Hércules”, transitando por las aguas de Chile, Perú,
Ecuador y Colombia.
Luego
de varias peripecias regresa a nuestro país y se retira a la vida
privada, hasta que, habiéndose desencadenado la guerra contra el
Brasil, el gobierno lo convoca para que dirija nuestra escuadra
nacional, llevando su insignia en la fragata “25 de Mayo”. Brilló en
varios combates, principalmente en “El Juncal” y en “Los Pozos”.
Terminada
la guerra, el bravo marino, argentino de corazón y patriota sincero,
que no sabía nada de política, fue engañado por la logia unitaria, que
dirigía desde bambalinas su amigo Rivadavia. De
ese modo, lo vemos aparecer junto a la Lavalle en el movimiento del 1º
de diciembre, siendo designado gobernador suplente de la provincia de
Bs As. Tras haberse producido el fusilamiento de Dorrego y
comprendiendo cuáles eran las verdaderas intenciones de los
instigadores de la sublevación, Brown renuncia, volviendo nuevamente a
la vida privada. Durante su breve desempeño como gobernador en ausencia
de Lavalle, se ocupó de muchísimas cuestiones, lo que inspiró al
irrespetuoso Salvador María del Carril, quién apodó al marino “La
máquina de firmar”.
Prueba
de su patriotismo sincero es que cuando nuestro país era hostigado por
naves anglofrancesas, en 1838, el gobernador Rosas lo convocó y Brown
no solamente aceptó el mando sino que se desempeñó con lealtad y
temerario arrojo en su lucha contra los invasores.
Habiendo
sido vencido Rosas en Caseros, Brown se retira nuevamente a la paz de
su hogar y allí es visitado, por Grenfell, almirante de la armada
brasileña cuando nuestro país confrontó con el país vecino. Cuando el
visitante se queja de lo ingratas que son las Repúblicas con sus leales
servidores, Brown exclama con convicción: “Sr. Grenfell, no me
pesa haber sido útil a la patria de mis hijos; considero superfluos los
honores y las riquezas cuando bastan seis pies de tierra para descansar
de tantas fatigas y dolores.”
Falleció
en Bs As en 1857. El próximo 3 de marzo, se cumplirán 150 años de la
desaparición física de este patriota insigne, que se mostró siempre
mucho más argentino que muchos nacidos en esta tierra.
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