Rosas
jueves, 19 de julio de 2012
La guerra del Paraguay y la “libre empresa”
Por Arturo Jauretche
“Al niño a quien le enseñan la historia oficial no entiende cómo ese pequeño país casi indígena, pudo resistir durante cinco años la coalición Argentina, Brasil y Uruguay, en su contra.
No le dan otra explicación que el heroísmo del pueblo paraguayo, producto de su ignorancia y su brutalidad, como lo han explicado nuestros próceres.
No se le dice que Paraguay era una potencia entonces porque tenía tanto ferrocarril como tiene ahora, cuando aquí no había un metro; que tenía fábricas de armas, altos hornos, fábricas de vidrio, astilleros. Que en lugar de importar inmigrantes, mandaba a sus hijos a aprender la técnica de Europa, ingenieros, doctores, militares. Pero que esos hijos habían aprendido primero a ser paraguayos, de lo que tenían orgullo, orgullo que demostraron muriendo heroicamente el noventa por ciento de su población masculina en la guerra que vino después. Porque nosotros también exportamos técnicos para que se perfeccionen, pero de vuelta nos vienen almirantes, generales y brigadieres que en lugar de aprender la técnica, han aprendido las ideas y el concepto de superioridad que les imponen los ingleses, alemanes o norteamericanos, según la época y la moda, donde se perfeccionan para coloniales, como si el sastre que les hace el traje les hiciera también la cabeza. Y lo mismo que pasa con éstos, pasa con los ingenieros, los juristas, los literarios y los artistas. De modo que en vez de viajar para servir al país, viajan para jo…robarlo.
Si no basta con el ejemplo del Paraguay, recordemos el del Japón, que hizo lo mismo que el Paraguay, cuando a cañonazos lo obligaron a conocer los beneficios de la civilización. Los técnicos japoneses, como los paraguayos, aprendieron la técnica para ser mejores japoneses, y no para vender su alma, porque de esta venta del alma sale el vendepatria, que es la imagen política del tilingo, utilidades aparte.”
Arturo Jauretche
Filo, contrafilo y Punta (Otras prosas de hacha y tiza)
1964.
Pág 77.
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