Por Marcelo Gullo. Para cualquier persona, en cualquier parte del mundo que quiera
comprender a la Argentina y su problemática, le sería muy útil conocer,
aun hoy día, el pensamiento y los sueños del presidente Domingo Faustino
Sarmiento pues su pensamiento y sus sueños son todavía,
desgraciadamente, los de una parte muy importante de la sociedad
argentina.
“Sarmiento el soñador, sigue soñándonos”, escribió en
una ocasión Borges, quizás, porque el país que imaginó Sarmiento en el
siglo XIX, era el mismo que Borges quería ver restaurado en pleno siglo
XX, luego de la caída, en septiembre de 1955, del “segundo tirano”.
Pero, con qué país soñó el ilustre sanjuanino. Dejemos, en lo posible,
que el mismo Sarmiento nos lo relate.
Fue Domingo Faustino
Sarmiento quien preguntándose qué cosa era “civilización” y qué
“barbarie”, definió que “civilización” era el idioma inglés y,
“barbarie” el castellano. “Barbarie” era, para “el Maestro de “América”,
todo lo autóctono, por el solo hecho de serlo y, por supuesto - y he
ahí el punto que más le interesaba a Inglaterra- “civilización” era la
aceptación a rajatabla de la teoría del liberalismo económico salvaje y
del libre cambio absoluto. Fue Sarmiento el más brillante propagandista
argentino de la teoría del libre cambio y la división internacional del
trabajo. Al respecto, Manuel Gálvez, en su biografía de Sarmiento,
escribe: “Nadie escribió tanto como él a favor del comercio libre, y aun
fue el primero en hacerlo. Cuando cayó Rosas y con él su ley de
Aduanas, nuestras industrias se arruinaron. Ya he dicho que solamente en
Buenos Aires había ciento seis fábricas y setecientos cuarenta y tres
talleres y que la industria del tejido florecía asombrosamente en las
provincias. El comercio libre significó la entrada, con insignificantes
derechos aduaneros, de los productos manufacturados ingleses, con los
que no podían competir los nuestros. Y la industria argentina murió.” A
tal punto llegó el desprecio por lo autóctono en la mentalidad de
Sarmiento- conquistada por el imperialismo cultural anglosajón - que
llegó a aconsejar, durante las guerras civiles desarrolladas en
Argentina, que: “...no se ahorrara sangre de gaucho, porque era lo único
que tenían de humano...” y que este, el gaucho, “... sólo servía para
estiércol de la pampa” Importa destacar que su desprecio por el
gaucho solo fue superado por el que sentía hacia la población indígena.
El 27 de septiembre de 1844 escribió en el diario “El Progreso”: “Por
los salvajes de América sentimos una invencible repugnancia sin poderlo
remediar; y para nosotros, Colocolo, Lautaro, Caupolicán, no son más que
indios asquerosos a quienes habríamos hechos colgar y mandaríamos
colgar ahora mismo si reapareciesen.” Años después escribía en “El
Nacional”, del 19 de mayo de 1857: “Logramos exterminar a los indios? :
Lautaro, Rengo, y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son
todos. Incapaces del progreso. El exterminio de esa canalla es
providencial y útil, sublime y grande... Se les debe exterminar sin ni
siquiera perdonar al pequeño que tiene ya, el odio instintivo al hombre
civilizado.”
Era seguramente el país con que soñó Sarmiento un
país democrático: “Los gauchos que se resistieron a votar por nuestros
candidatos -exclamó exultante Sarmiento el 17 de junio de 1857- fueron
puestos en el cepo o enviados a las fronteras con los indios y quemados
sus ranchos. Bandas de soldados armados recorrían las calles
acuchillando y persiguiendo a los opositores. Tal fue el terror que
sembramos que el día 29 triunfamos sin oposición”.
Era
seguramente, también, el país con que soñó Sarmiento un país donde debía
reinar la justicia social: “Las Cámaras no deben votar partidas para la
caridad pública -sostuvo Sarmiento, el 13 de septiembre de 1859 en el
Senado de la Provincia de Buenos Aires- porque la caridad cristiana no
es del dominio del Estado. El Estado no tiene caridad, no tiene
alma...Si los pobre se han de morir que se mueran...El mendigo es como
la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil sin necesidad
que se le dé dinero...¿Qué importa que el Estado deje morir al que no
puede vivir por causa de sus defectos? Los huérfanos son los últimos
seres de la sociedad; no se les debe dar más de comer.”.
Artículo publicado en el suplemento Claves de la Historia - Miradas al Sur
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