por Alberto Lettieri.
Cada 11 de septiembre, junto con el merecido reconocimiento a la
tarea de nuestr@s querid@s maestr@s, se reinstala la misma pregunta:
¿hasta cuándo deberemos seguir asociando esta celebración con la figura
de Domingo Faustino Sarmiento? ¿Cuál es el modelo cultural que
contribuimos tácitamente a difundir, al presentar a Sarmiento como
paradigma de la educación popular y de la nacionalidad argentina?
Un
ejercicio útil y didáctico consiste en dar la palabra al propio
Sarmiento a partir de sus juicios y consejos, sobre aspectos esenciales
de un programa democrático elemental.
Comencemos por su opinión
sobre los argentinos, “una dañosa amalgama de razas incapaces e
inadecuada para la civilización –afirmaba–. Los argentinos somos pobres
hombres llenos de pretensiones y de inepcia, miserables pueblos,
ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos una raza bastarda
que no ocupa, sino que embaraza la tierra”. (El Progreso, Chile,
27/9/1844). “En las provincias (argentinas) viven animales bípedos de
tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”
(Informe a Mitre, 1863).
Para los pueblos originarios su receta
era el genocidio: “¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes
de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar” (El
Progreso, 27/9/1844).
La misma recomendación se aplicaba al
mestizo, el gaucho: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es
un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma
criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres
humanos” (Carta a Mitre del 20/9/1861).
Algunos años después
presentó “El plan definitivo: asegurar los principales puntos de la
República con batallones de línea, o lo que es lo mismo, apoyar a las
clases cultas con soldados contra el levantamiento del paisanaje. Si
mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa
condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor” (Carta a Mitre,
18/11/1863).
La identidad americana sólo le merecía repudio:
“Dicen que somos amigos de los europeos y traidores a la causa
americana. ¡Cierto!, decimos nosotros ¡somos traidores a la causa
americana, española, absolutista, bárbara. ¿No han visto revolotear por
ahí, sobre nuestras cabezas, la palabra salvaje?” (Facundo. Civilización
y Barbarie, 1845). Para él, los paraguayos serían “descendientes de
razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a
falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial.
Son unos perros ignorantes. Era preciso purgar la tierra de toda esa
excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”
(Carta a Mitre, 1872).
Sus campañas desembozadas para incrementar
el patrimonio territorial chileno a costas del argentino llegaron a
merecer el juicio de “traidor a la patria” de alguien que no era
precisamente un modelo de patriotismo: su compadre Bartolomé Mitre. (La
Nación Argentina, 6/10/1868): “He contribuido con mis escritos
–reconocía Sarmiento– aconsejando con tesón al gobierno chileno a dar
aquel paso. Magallanes pertenece a Chile y quizás toda la Patagonia. Ni
sombra, ni pretexto de controversia queda” (El Progreso, 28/11/1842).
Tampoco
los judíos escapaban a su repudio: “El pueblo judío, esparcido por toda
la tierra, ejerce la usura y acumula millones, rechazando la patria en
que nace y muere por una patria ideal que baña escasamente el Jordán y a
la que no piensa volver jamás. Este sueño, que se perpetúa hace veinte o
treinta siglos, pues viene del origen de la raza, continúa hasta hoy
perturbando la economía de las sociedades en que viven pero que no
forman parte” (“Condición del extranjero en América”, 1884).
Lo
más grave de todo esto es que no se trata de juicios aislados, sino de
la reflexión madura y persistente de un cultor de la intolerancia y del
extermino de todo aquello que no oliera a afrancesado. Un programa que
no dudó en implementar en acciones y en políticas efectivas cada vez que
tuvo oportunidad.
Como cierre, me permito recordar una anécdota
que me refiriera hace poco un Director de Escuela riojano, respecto de
las dificultades de las maestras para responder la pregunta insistente
de los alumnos de primaria: “Seño, ¿por que está colgada en las paredes
de las escuelas el retrato del asesino del Chacho?”. Luego de 30 años de
democracia ininterrumpida, creo que esos niños nos están señalando el
camino.
Artículo publicado en el suplemento Claves de la Historia - Miradas al Sur
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