Por Manuel Gálvez
¨Las altas clases odian a Yrigoyen desde los primeros meses de su
presidencia. Se sienten desposeídas de lo que creen corresponderles.
Hasta el advenimiento de Yrigoyen las candidaturas presidenciales se
incubaban en el Jockey Club. Yrigoyen rompe con esa tradición. Ahora las
candidaturas salen de los comités y de las convenciones. Se ha creído
hasta entonces , y la sociedad y los hombres del régimen siguen
creyendo, que deben gobernar los que pertenecen al gran mundo, los que
llevan apellidos históricos. Descendientes de los que, desde 1810, han
gobernado el País habituados a leer sus apellidos en todas las paginas
de nuestra historia, convencidos de que sus ilustres antepasados crearon
la Patria, ¿cómo no han de creerse los hombres del régimen con derecho
para seguir gobernando ellos, solos? ¿Y como no han de odiar al intruso
que los desaloja del poder, que los arranca de la Historia? Ese intruso,
Hipólito Yrigoyen, y sus partidarios, son para ellos, chusmas
despreciables (...) Las altas clases se escandalizan de que Irigoyen
gobierne con hombres de la clase media o surgidos del pueblo. No suponen
que tengan talento, cultura o capacidad los hombres de origen oscuro.
Don Hipólito ofende a la sociedad al gobernar con ¨la chusma¨, en vez de
hacerlo con la ¨gente bien¨ (...) El odio a Yrigoyen es un odio de
clase. Al enterarles de que escribía este libro, varios hombres de la
clase elevada me han dicho de Yrigoyen: ¨ ¡Es un hijo de la gran puta!¨
Sólo por razón de intereses se odia así a hombre después de muerto.
Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen.
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